Por - Publicado el 15-11-2008

En 1962: el golpe que la embajada americana trató de impedir y no pudo contaba lo relatado por Stephen G. Rabe, cuando América Latina era «el área más peligrosa del mundo». Haré aquí algunos comentarios:

1. El gobierno de Eisenhower había apoyado muy claramente a dictaduras como Batista, Trujillo, Odría, Somoza. La revolución cubana hizo que los tiempos cambien en algo, y que el mismo Eisenhower dejara de apoyar a algunos dictadores, como Trujillo, y que otros dictadores dejaran el poder. En particular, el distanciamiento con Trujillo, producido por diversos atrevimientos de este dictador (asesinato de un refugiado vasco que trabajaba para la CIA y un piloto americano e intento de asesinato de Rómulo Betancourt), contribuyó a dar credibilidad a la nueva política americana a favor del constitucionalismo. Cuando llega Kennedy al gobierno, queda claro que la política no puede ser la de los cincuentas. El anticomunismo americano tiene que ser pro-democrático y no pro-dictadura. La enseñanza para Kennedy fue que una cosa era dejar de promover dictaduras y otra muy diferente era oponerse a ellas si eso era lo que emergía de los países latinoamericanos. Una enseñanza que recuperaría importancia décadas después, una vez acabada la guerra fría en la región.

2. Kennedy no necesitaba distanciarse de los oligárquicos Prado y Beltrán. Le bastaba con esperar que funcione la alternancia, el recambio electoral, y que venga un gobierno reformista. Fue su primera apuesta. Los americanos se daban cuenta que las apariencias sobre el Perú eran engañosas. Gran crecimiento, gran estabilidad, grandes partidos de derechas, un gran partido aprista, pequeños grupos comunistas, pero veían al Perú explotando socialmente. No lo sabían a ciencia cierta, pero veían el potencial y querían anticiparse a los comunistas, no importa cuán poco numerosos fueran. Esta preocupación de los americanos de ver al Perú como un país potencialmente explosivo, en contraste a como lo ven las élites gobernantes nacionales y de su propia comunidad empresarial en el país, se mantuvo décadas después, en su apoyo a Fujimori contra Vargas Llosa, aquí. Tal vez sea una preocupación que haya vuelto a estar presente en la década actual, en que se percibe una gran intransigencia anti-redistributiva de parte de las élites gobernantes.

3. La posición anti-castrista de Prado y Beltrán era extrema incluso para los americanos. Claro, era ´la inercia de lo cultivado en la época de Eisenhower y Dulles. Notemos que los descendientes o parientes ideológicos de Beltrán mantienen esa posición extrema (Jaime Bayly llamando a la muerte contra Castro y Chávez, aquí, o Aldo Mariátegui razonando que una acción cuestionable no traerá consecuencias y pronto será olvidada: «No va a pasar de un poco de chilla y la vida seguirá igual. Ni las ONG ni la Corte de San José van a bloquearnos o invadirnos», aquí).

4. Cuando Kennedy asumió el gobierno, la relación entre el Apra y los agentes americanos tenía ya buen tiempo, promoviendo el «sindicalismo libre», con estudiantes, con Haya de la Torre y posteriormente con un embajador americano, que fue retirado del Perú a pedido de los militares peruanos por su identificación aprista. El apoyo a Haya de la Torre le vino porque lo consideraban liderando una fuerza reformista. Paradójicamente, una vez perdidas las elecciones Haya de la Torre se opuso a las reformas impulsadas por la Alianza para el Progreso, lo cual no impidió que siguieran manteniendo relaciones, que se reactivarían ante el común enemigo que fue Velasco Alvarado.

5. Los militares peruanos estaban en contra de Haya de la Torre y su partido, pero no parece que contra algún planteamiento específico o contra algún programa de reformas. La «guerra interna», como ahora se llama, de comienzos de los treintas pasaría factura treinta años después, un factor subestimado por los americanos, que pensaban que los militares reaccionaban como protectores de la oligarquía. Ya para 1965 quedaría clara la orientación «nasserista» e institucional de los militares peruanos (ver a John Gunther). De hecho, diversos aspectos de la Alianza para el Progreso ya se comenzaron a aplicar con el gobierno militar de Pérez Godoy. Aquí los militares peruanos aprendieron que se podía hacer cosas diferentes de las que los americanos querían para el Perú, en una mezcla de negociación y afirmación de una posición propia. Una enseñanza que se aplicaría en 1968…

6. En tiempo real posiblemente tocaba tener acceso a los círculos de poder nacionales o americanos para percatarse de las negociaciones entre los militares y los funcionarios americanos. No parece que fueran informaciones que trascendieran, ni siquiera hasta ahora, décadas después. Lo que se sabe es por fuentes americanas, que tienen una política de desclasificación y publicación de información. En tiempo real lo único que quedaba era interpretar señales como la campaña de USIA a favor del constitucionalismo en el Perú, las declaraciones de Kennedy, los desplazamientos del embajador. Posiblemente en el presente sean las señales a las que haya que atender para inferir que algo pasa allá dentro.

7. La reacción de los americanos ante el pacto Haya-Odría fue de una gran frustración. No se esperaban que el reformista Haya se aliara con el ex-dictador que lo persiguió. Más aún, los americanos esperaban que este gran partido populista que supuestamente tenía un gran poder de convocatoria se movilizara condenando el golpe. Les frustró que no hubiera huelgas ni protestas. El partido al cual tan comprometidamente estaban apoyando esperaba que todo le viniera de fuera. Que Rómulo Betancourt o que John Kennedy se movieran por algo por lo cual los apristas no se estaban moviendo. Esta falta de movilización hizo que los americanos se echaran para atrás en su apoyo a Haya. Posiblemente en el futuro el apoyo internacional tendría que ser completo: apoyo diplomático, externo y apoyo a la movilización interna, sino los protegidos no se movían. Si quieres hacer algo, tienes que hacerlo tú y hacerlo completo.

8. Tres décadas después, cuando Fujimori da el golpe de estado, San Roman reacciona entusiasmado, esperando que el gobierno americano lo apoye porque ya no cabían las dictaduras en América Latina. Gran error. Los americanos ya habían aprendido que incluso estando en contra de un golpe de estado, no tenían mucho margen de acción y les tocaba negociar con el hombre fuerte de turno. Una vez más, la movilización contra el golpe de estado fue mínima. No hubo huelgas. Definitivamente, en el caso del golpe de Fujimori no hubo condena diplomática externa, ni americana ni de la comunidad latinoamericana. Como se supo después, Montesinos recibió dinero de la CIA y los estafó, haciendo su propio juego, aquí. Posiblemente se haya tratado de un golpe apoyado por el gobierno americano. Las multilaterales apoyaron entusiastamente a Fujimori y sus «reformas estructurales», aquí, difíciles de realizar con un congreso en contra. San Roman no tenía una oportunidad. Tuvo que pasar algún tiempo para que el gobierno americano revirtiera su política de apoyo a Fujimori y a Montesinos. Diversas instancias, entonces, apoyaron y ampararon a organizaciones opositoras que se movilizaron contra Fujimori.

9. La intervención americana en países sudamericanos, entre ellos el Perú, es más indirecta que en países más pequeños y más débiles institucionalmente (en Centroamérica y el Caribe) donde la intervención es más directa y abierta. Sin embargo, la intervención es real, a través de presiones, negociaciones, agentes y socios locales, apoyo diplomático e informativo, chantajes económicos (como en el caso de la compra de los Mirages a Francia en 1967), financiamiento de actividades económicas y reformas (como en la Alianza para el Progreso), apoyo de candidatos en las elecciones (como el apoyo a Haya de la Torre en 1962 ó a Fujimori en 1990), apoyo a las FFOO (como el apoyo de «Superman» y «Caracortada» al GEIN o el apoyo de la CIA a Montesinos, o la capacitación a Jesús Sosa, diplomado por el gobierno americano). Una intervención que puede inclinar la balanza en la lucha política interna y decidir los destinos del país.

10. La política de Kennedy y luego de Johnson fue revertida posteriormente por Nixon y Kissinger, produciéndose el desenganche latinoamericano. América Latina dejaría de ser una región prioritaria para los Estados Unidos como lo fue bajo el gobierno de Kennedy. Es una situación que no se revierte hasta nuestros días. Desde el punto de vista económico hay otras regiones más interesantes para los EEUU.

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