Por - Publicado el 16-11-2015

[El presente post es la continuación y conclusión de éste, en que me centré en los trasfondos del debate entre Carlos Iván Degregori y Alberto Flores Galindo. A continuación me centraré en analizar las ideas centrales el ensayo “Del mito mariateguista a la utopía andina”.]

1. Críticas, especulaciones y descalificaciones
Alberto Flores Galindo en «Buscando un Inca» hace un repaso de un largo periodo histórico. No es un trabajo centrado en los últimos cincuenta años, ni en el presente de los años 1980s, al cual le dedica unas pocas páginas. No es un «estudio de caso», ni un estudio documental o de archivo. Es un estudio de análisis histórico de un fenómeno de larga duración como él consideró a la constante presencia de la ideología llamémosla «milenarista» en la historia del Perú. Es un libro centrado en antecedentes al presente de los años 1980s. Posiblemente si hubiera vivido al menos algunos años más Flores Galindo hubiera elaborado mucho más sobre esos años. Al menos en ese libro lo que Flores Galindo deja son preguntas más que respuestas a los desafíos de entonces. Sin embargo, su pensamiento sobre el presente tampoco se limitó a ese libro, pues escribió diversos textos de análisis de los eventos que entonces ocurrían, notablemente Violencia y Campesinado, además de este otro texto, ya citado en el post precedente al presente, como diversos ensayos y publicaciones periodísticas o en revistas.

Debe también considerarse que Flores Galindo era un historiador especializado en el siglo XX. Su «Buscando un Inca» es una incursión en un periodo histórico muy anterior al de su especialidad. Su trabajos como «Aristocracia y Plebe», «La agonía de Mariátegui» o sobre los mineros de Cerro de Pasco lo ubican como un historiador que entendía muy bien los procesos sociales del presente.

Es por eso un despropósito criticar, y más aún descalificar, el pensamiento de Flores Galindo sobre los años 1980s exclusivamente a partir de la lectura de «Buscando un Inca». Pues eso es exactamente lo que hace Carlos Iván Degregori en el ensayo “Del mito mariateguista a la utopía andina”. Muchas de sus críticas, especulaciones y descalificaciones son injustas y están aclaradas o respondidas en diversos textos de Flores Galindo, que Degregori no desconoce, pero pasa por alto en ese ensayo. Esto además del tono maltratador, a lo troll, con que se refiere a Flores Galindo, quien nunca trató a Degregori ni con la mitad de la bronca con que éste lo trató.

En el ensayo de Degregori se distinguen un par de temas de fondo y varios otros temas y acusaciones pueriles e inverosímiles contra Flores Galindo. Vayamos pues en ese orden.

2. Tema de fondo 1: pueblos indígenas «congelados» y supuesto rechazo de Flores Galindo a la modernidad
Lo primero que hace Degregori es constatar que «Buscando un Inca» es un texto que no abunda sobre el presente de entonces, que es un texto referido al pasado. A partir de esta constatación es que viene su primera acusación a Flores Galindo: que «el explorador histórico» va bien mientras analiza el pasado, pero que se desorienta, pierde el rumbo y finalmente se equivoca cuando le entra al presente, «el creador ha quedado atrapado en las redes de su propia criatura». Flores Galindo no sabe, dice Degregori, dar buenos ejemplos de la utopía andina en el presente, pues da ejempos de comunidades que la rechazan o a Sendero Luminoso. En vez de un final apoteosico a su libro, Degregori encuentra un final «poco feliz», no de revolución, sino de apocalipsis, pesimista, de «fatalismo autoritario».

Asi, según Degregori, la utopía andina es cosa del pasado, mas no del presente, pues el campesinado indígena ya no tiene una ideología milenarista, sino pragmática, moderna, de progreso material y educativo.

Este tipo de acusación, que los pueblos indígenas quieren progreso y no atraso, que los pueblos indígenas no son inmutables, sino evolucionan, es una constante ideológica cuando se habla de los pueblos indígenas. Fue usada por los hispanistas contra los indigenistas y fue usada por los intelectuales del IEP contra Arguedas en 1965, ver 1965. Arguedas: “¡No! Yo he mostrado lo que he vivido”. No ha habido indigenista o persona que se haya pronunciado contra la exclusión oficial de los pueblos indígenas que no ha sido acusado de pensar que los pueblos indígenas están congelados en el tiempo, que no evolucionan, etc. Ese es el tono de la crítica de Degregori a Flores Galindo. Incluso llega a decir que Flores Galindo rechaza la educación y las carreteras para los pueblos indígenas, como parte de su supuesto rechazo a la modernidad. Acusaciones injustas, pues Flores Galindo para nada rechaza la «modernidad» ni la educación ni las carreteras, que Degregori comprime en lo que llama «el mito del progreso» y llega a llamar la «utopía democrática».

Al final Degregori se pone en en plan de ser él un defensor de una cultura andina amplia que asimila la democratización, la educación, el progreso material y la comunicación y ruptura de lo que llama «bantustanes culturales» (la fragmentación de Cotler, claro está), frente a un Flores Galindo que rechazaría esta visión a favor de una cultura andina congelada e inmaculada, en rechazo a las «evidencias empíricas». Un Flores Galindo que oscila entre el pesimismo por ver a la cultura andina «a la defensiva» ante el avance del capitalismo homogenizador y el voluntarismo de imponer su visión milenarista a hombres andinos que van por otro lado. Una oposición totalmente estereotipada y tergiversativa de la propuesta de Flores Galindo. Y si en el mismo «Buscando un Inca», Flores Galindo dice algo que no cuadra con este estereotipo, Degregori inmediatamente lo realinea en reforzarlo. Si Flores Galindo expresa su aceptación a la educación y a la integración social, Degregori lo frasea así «Flores Galindo morigera su rechazo a las carreteras y a la educación», es decir, lo presenta como si se tratara no de una evidencia en contra de su propia tergiversación, sino como una «ambivalencia» de Flores Galindo. (Así suele ocurrir cuando se escribe en plan de descalificar y no de dialogar: se descalifica la aclaración o la expresión que no calza con la acusación con frases como «le quita cuerpo a lo que dijo antes», «se desdice», «se contradice», «morigera»).

3. Tema de fondo 2: socialismo «congelado» vs capitalismo democratizador
Otro punto central en el ensayo de Degregori contra Flores Galindo es su acusación de recurrir a un marxismo-leninismo-maoísmo congelado (acorde con su visión «congelada» de lo andino). Según Degregori, Flores Galindo quiere ser revolucionario, pero en realidad es apocalíptico. De ahí la opción de Flores a favor de la insurgencia senderista, particularmente en su incorporación a ella por parte de Julio César Mezzich, como el camino a seguir, en contra del camino electoral de la Izquierda Unida. Flores Galindo resolvería su actitud negativa ante una cultura andina a la defensiva ante la homogenización del capitalismo con un «radicalismo pesimista» y un voluntarismo que contrasta con su análisis en que los sujetos sociales acaban inermes ante el determinismo de las estructuras impersonales. A esta visión, Degregori le opone una visión de un capitalismo virtuoso que integra, brinda progreso material, democratización y educación a los pueblos indígenas. Es su «mito del progreso» y es a lo que en realidad aspiran estos pueblos.

Degregori se esfuerza en su ensayo en presentar el horizonte socialista de Flores Galindo como un horizonte autoritario y de atraso, mientras presenta el camino electoral de la Izquierda Unida como la contraparte política de una actitud pragmática y de progreso de los campesinos indígenas. Todo muy político.

En suma, en estos dos puntos, Flores Galindo rechazando la «modernidad» y abogando por un camino autoritario, constituyen una gran tergiversación de parte de un empinchado Degregori, reconocidamente ofendido por los comentarios críticos de Flores Galindo a sus trabajos. La búsqueda identitaria de Flores Galindo en lo que llamó la utopía andina no es para nada un rechazo a la modernidad. Flores Galindo era un socialista que rechazaba el capitalismo, pero no la modernidad. Lo que buscaba era un entronque entre las ideologías revolucionarias utópicas indígenas y el socialismo marxista, como veíamos en este post. Degregori, en cambio, había llegado a identificarse con el capitalismo por la vía de la modernidad, y no era ya un socialista opuesto al «reformismo burgués» como había escrito pocos años antes. Se había sumado a una corriente intelectual que abonaría al ascenso del pensamiento neoliberal en el Perú, exaltando las supuestas virtudes del capitalismo entre los más pobres y excluídos.

Y tampoco era Flores Galindo un socialista autoritario, como para acusarlo tan malamente con un talante ya macartista. Flores Galindo era antiestalinista, crítico de los socialismos reales y de los Partidos Comunistas latinoamericanos, seguidor de Isaac Deutscher. No simpatizaba con Sendero Luminoso, ni era esa su apuesta, como se le acusó y se le acusa hasta ahora. Sin embargo, a diferencia de otros críticos de los socialismos reales, Flores Galindo insistía consecuentemente en la perspectiva socialista, sin ceder en nada ante los virajes pro-capitalistas, oenegistas y a la Eudocio Ravines de muchos de sus compañeros de generación. He ahí la gran diferencia.

Aparte de estos dos puntos centrales, en su ensayo trolero, Degregori hace varios malabares acusatorios. Selecciono un par, para que el lector o la lectora aprecie la calidad de sus argumentos.

4. Supuesto rechazo de Flores Galindo a la organización del campesinado
Degregori luego acusa a Flores Galindo de desdeñar la organización del campesinado en la Confederación Campesina del Perú (CCP). Más específicamente dice que Flores Galindo

«tira al basurero de la historia del trabajo que la CCP desarrolla en esos años»[1970s] «

Una grave acusación a alguien como Flores Galindo que a fines de los 1980s estaba en contacto con la organización de la CCP, mientas Degregori había perdido toda llegada a ese mismo sector.

Esta crítica de Degregori es impresionante. Flores Galindo había criticado el reivindicacionismo de la izquierda con influencia en el campesinado y su falta de un proyecto político de poder: «firmar un compromiso con las autoridades estatales y luego pensar en alguna otra consigna». A partir de esta frase Degregori lo acusa de anatemizar la firma de las actas de Toxama y Huancahuacho, entre la CCP y el gobierno de Velasco, y de rechazar cualquier negociación o posible compromiso incluso como posibilidad. De ahí Degregori se embala en asegurar que con ello Flores Galindo «abandona a los hombres andinos por la utopía andina», para luego hacer una larga y erudita exposición sobre la CCP y sus congresos, como su rechazo a Sendero Luminoso y venir a decir que Flores Galindo ignora esta trayectoria campesina. Una acusación muy al estilo de Poole y Rénique contra la senderología estadounidense inicial, ver aquí. Haber ignorado a la CCP y su rechazo a Sendero Luminoso en sus congresos es un argumento frecuentemente utilizado ante cualquier crítica a la izquierda «legal» de los 1980s o ante cualquier reconocimiento a la influencia de Sendero Luminoso o el MRTA en el campesinado peruano. «Flores Galindo los ignora», determinaría Degregori.

Degregori escribiría en 2010, en el prólogo a su ensayo de 1989, algo que contradice totalmente a estas afirmaciones y muestra lo que ocurría en realidad:

[Flores Galindo] No estuvo muy involucrado en los grandes congresos y plenarios de la CCP, donde iba mucha «gente como uno», intelectuales que fungíamos de asesores, militantes que fungíamos de campesinos: Eccash, Querecotillo, Torreblanca, Llocllapampa, Eccecco Chacán, Colcabamba, los momentos de gloria de la CCP, que a partir de Chacán atrajo incluso a su órbita a la CNA. Pero, luego, muchos intelectuales de izquierda nos fuimos limeñizando, alejando del trabajo campesino, y comenzamos a ser deglutidos como toda Izquierda Unida por la escena electoral. Fue entonces, a contracorriente, que Flores-Galindo se acercó a esos dirigentes campesinos que se iban quedando solos, y desde el Instituto de Apoyo Agrario se lanzó a escribir Buscando un Inca. En conversación personal con José Luis Rénique me advirtió que ese texto había que entenderlo en su coyuntura, como un intento agónico de recuperar el elan revolucionario de la izquierda.

Es decir, si bien tuvo un acercamiento como «militante que fungía de campesino», Degregori reconoce que acabó «deglutido por la escena electoral» y abandonando a los dirigentes campesinos antes había tratado de orientar, mientras Flores Galindo en esos mismos años, fines de los 1980s, cuando las papas quemaban con Sendero Luminoso y el MRTA, como con la represión del estado, había optado por estar con ellos. ¿Es entonces creíble venir a decir que Flores Galindo «tira al basurerro de la historia el trabajo de la CCP» o que «Flores Galindo los ignora [a los campesinos]»? Quienes habían acabado por desdeñar a los campesinos, y con jactancia ante quien seguía con ellos, eran Degregori y sus seguidores.

Y por cierto, tampoco es cierto que Flores Galindo recién se interesara en el campesinado peruano tardíamente, a partir de mediados de los 1980s, como demuestran sus ensayos de fines de los 1970s, como Movimientos campesinos en el Perú: Balance y esquema. Siempre fueron su preocupación.

5. Flores Galindo: acendrado racismo, misti, antiandino, doctorcito
Otras acusaciones de Degregori a Flores Galindo son verdaderamente extravagantes. Degregori hace todo un esfuerzo escueleador, retórico, lleno de frases hechas y cachacientas, en los que se dedica a buscarle tres pies al gato, volteando incluso las frases de Flores Galindo para usarlas en su contra.

Si Flores Galindo dice algo tan simple como que los senderistas encuentran mejores condiciones para su accionar entre las comunidades más pobres y menos desarrolladas, atrasadas, que entre las comunidades más desarrolladas, con más «acceso a la modernidad», la escuela occidental, la luz eléctrica y el camion, por lo que «tienen algo que conservar», Degregori no sólo le responde que esto, según él, no es fácticamente correcto, que Sendero se expande en comunicades con «rezagos gamonalistas fuertes» y «poco desarrollo de la organización democrática campesina», sino que le lanza una serie de acusaciones. Usa la palabra «atraso» de Flores Galindo para descalificarlo con el poema de Arguedas sobre los «doctorcitos»: «Dicen que somos el atraso». Algo paradójico, pues Arguedas escribió ese poema en rechazo a las posiciones de Quijano y Favre, de las cuales era tributario Degregori, ver aquí. Y desde luego, Degregori se enreda en otra acusación a Flores Galindo:

Los que «optan» por el progreso y no luchan por el poder: tienen algo que conservar. Ya no es entonces el proletariado, la clase más moderna (¡progresista!), la principal interesada en luchar por el poder. Tampoco algún bloque nacional-popular ni ningún otro de los sujetos políticos propuestaso por las diferentes corrientes marxistas. Son los campesinos «atrasados» los únicos dispuestos a luchar por él.

Esta es una vieja discusión en el marxismo como para contraponer al proletariado a los campesinos pobres en plan de descalificar a alguien que plantea que los campesinos pobres apoyan a Sendero Luminoso. Flores no está en plan de plantear ningún «bloque nacional-popular», como echa de menos Degregori, sino de explicar las actitudes de los campesinos ante un movimiento insurgente. Ahí es que Degregori le responde invocando al proyecto Cornell-IEP-San Marcos, muy interesado precisamente en averiguar las actitudes del campesinado ante un posible estallido insurgente. Y aquí, a pesar de su discrepancia en conclusiones y el mareo sofista que introduce Degregori, como su énfasis diferente, al final los dos coinciden en que tener algo que conservar retrae a los campesinos de apoyar una insurgencia. En realidad, la visión de Degregori sobre Sendero Luminoso está basada en Henri Favre, quien es el primero en negar el apoyo campesino a Sendero Luminoso, que era el pensamiento prevaleciente hasta mediados de los 1980s, y caracterizar a Sendero Luminoso como un fenómeno de «cholos» «desindianizados» y «descampesinizados» guiados por una «lumpenintelectualidad» provinciana. Esta es una línea argumentativa que se remonta a la reunión en el IEP en que le hicieron cargamontón a Arguedas, pasa por la «senderología» de Henri Favre quien plantea las tesis fuertes asumidas y luego afiladas por Degregori, y luego desemboca en la CVR que consagra esta concepción, ver Arguedas en el IEP, la senderología y la CVR.

Y finalmente, si Flores Galindo propone algo tan simple como una fusión de la mística milenarista con el socialismo moderno, a Degregori también le parece mal y encuentra en esta propuesta, con la que concluye «Buscando un Inca», los espíritus de los viejos mistis y su visión teñida de un acentrado racismo (frase del mismo Flores Galindo) a lo Francisco García Calderón. Degregori proclama que Flores al dividir los aportes del mundo andino y del socialismo entre pasión y razón, respectivamente, está, por un lado, negando la existencia de una racionalidad andina (y aquí Degregori cita a su colega Jürgen Golte) y, por el otro, desatendiendo a Mariátegui quien decía que «la fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe». Según Degregori la posición de Flores Galindo «resulta – por cierto a su pesar ‘ en última instancia antiandina».

Y tiene razón Degregori que es una división del trabajo desigual, pero tampoco le da para una descalificación tan artera, sobre todo cuando se ha explayado en hacer una apología de la modernidad y la «utopía democrática» del capitalismo. En Degregori, si lo occidental viene como capitalismo, qué bien, es «el mito del progreso», pero si viene como socialismo, qué mal, esa es la visión de los viejos mistis. Si el mundo andino incorpora la modernidad que trae el capitalismo, muy bien, pero si incorpora la modernidad que trae el socialismo, muy mal. La división pasión/razón no es identificable a la división andino/occidental. El mix propuesto por Flores Galindo puede acabar no siendo el que él se imagina, pero la propuesta de la fusión en sí sigue siendo válida. Si el mix final fuera una fusión al revés, entre la racionalidad andina a lo Golte mezclada con la mística revolucionaria a lo Sorel-Mariátegui, la propuesta de Flores Galindo seguiría muy en pie. Un ejemplo de crítica aparentemente puntillosa y central, pero que en realidad es totalmente irrelevante.

6. Conclusión
En suma, “Del mito mariateguista a la utopía andina” de Carlos Iván Degregori es un troleo, un texto escrito en plan de descalificación intelectual y personal, buscándole tres pies al gato y tergiversando los planteamientos de Flores Galindo. No es un texto sustancial, por lo que se entiende que su autor se lo guardara y lo circulara privadamente entre sus estudiantes y seguidores. En este texto se distinguen dos acusaciones de fondo, relacionadas: primero, imaginarse un mundo andino congelado que rechaza la modernidad y segundo, apostar por un socialismo autoritario, congelado también, que rechaza las bondades avance del capitalismo. Ambas acusaciones son equivocadas e injustas.

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  1. 1982: el “libio” Degregori » Gran Combo Club
    27-11-2015 - 15:31

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