Por - Publicado el 11-11-2015

[César Vallejo decía que dos personas que se encuentran en la calle no van en sentido contrario; van en el mismo sentido, pero una detrás de la otra. Algo así puede decirse del debate entre “libios” y “zorros” del PUM de los 80s y su contraparte intelectual, realizada en forma póstuma, en las figuras de Alberto Flores Galindo y Carlos Iván Degregori. En retrospectiva fue un debate entre dos corrientes políticas que al final llegaron a las mismas conclusiones y a las mismas prácticas, ambos asimilados al sistema que antes cuestionaron. Aparentemente estaban enfrentadas, pero en realidad iban por el mismo camino, sólo que unas iban detrás de las otras.

Con la publicación por el IEP del Volumen V de las “Obras Escogidas” de Carlos Iván Degregori el gran público puede tener acceso ahora a los escritos en que Degregori critica los planteamientos de Flores Galindo. Antes estos escritos habían circulado restringidamente, principalmente entre sus estudiantes y en grupos de estudios allegados al IEP. Con ello se consolidaba en ambientes intelectuales cercanos a Degregori un rechazo a la obra de Flores Galindo, que difícilmente podía ser respondido. Un reciente libro de “conversaciones con Carlos Iván Degregori” publicado por sus discípulos complementa la visión de Degregori sobre Flores Galindo, incluso con referencias personales de aquél sobre éste.

En el presente post y los que le continuarán, asumiré una posición más bien crítica con la visión y trayectoria de Degregori, que, dada la marginación intelectual a las posiciones más antisistema ocurrida en las últimas tres décadas, ha devenido en una corriente predominante en las ciencias sociales y política peruanas. La trayectoria de Degregori es una de derechización desde posiciones revolucionarias y guerrilleristas a posiciones derechistas y contrainsurgentes. El predominio de esta visión ha devenido en una actitud conformista y de defensa del sistema ante cualquier asonada que lo cuestione. Este no era para nada el clima intelectual de hace tres décadas en que Flores Galindo hizo una propuesta revolucionaria de cambio social en base a su análisis de la historia peruana. Una propuesta que definitivamente sigue siendo válida.]

El antropólogo Carlos Iván Degregori comienza sus estudios en la Universidad Católica, pero se cambia al poco tiempo a la Universidad de San Marcos. Tiene un temprano trabajo de colaboración con Jürgen Golte en el IEP, en un proyecto sobre los campesinos de Pacaraos, publicado en 1973 por el IEP. Gracias al apoyo de John Murra estudia en la Universidad de Brandeis de Boston y obtiene un B.A. (bachillerato) en 1970.

En los 1970s Carlos Iván Degregori es parte de un partido político, el MIR dirigido por Carlos Tapia, una de las organizaciones que proceden del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, organización insurgente derrotada en 1965. Este MIR aboga por una revolución armada basada en un desborde del campesinado. Ante la derrota de las guerrillas del MIR y el ELN este partido opta por promover y apoyar el trabajo de organización campesina, con el objetivo de que este sector eventualmente se levantara en una revolución, desde luego del campo a la ciudad. Se trataba de reiniciar la lucha armada iniciada por el MIR.

En este contexto, Degregori, militante del MIR dirigido por Carlos Tapia, es un intelectual de partido, un “intelectual orgánico” gramsciano en la Universidad San Cristóbal de Huamanga (UNSCH) y en el seno de la Confederación Campesina del Perú.

Nelson Manrique en Sendero Luminoso: ese oscuro objeto del conocimiento cuenta cuál es la posición del MIR de Degregori y Tapia en esos momentos:

La vertiente maoísta del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que desarrolló cierta presencia en la región [Ayacucho] y se enfrentó durante esa década a Sendero en la Universidad de Huamanga, por ejemplo, sostenía – como lo hacía SL – que la sociedad peruana era semifeudal y la Junta Militar de Gobierno fascista; el enemigo en el movimiento popular era el trotsko-revisionismo y el camino de la revolución era el desarrollo de la guerra popular del campo a la ciudad, bajo la dirección del proletariado en alianza con el campesinado.

El historiador Nelson Manrique sabía de lo que hablaba, pues él también había militado con Degregori en ese mismo MIR, según relata el mismo Degregori en un libro de entrevistas de autoría de Pablo Sandoval y José Carlos Agüero, publicado por el IEP.

Degregori en un texto publicado en 1978 y reproducido recientemente en sus «Obras Escogidas», «Indigenismo, clases sociales y problema nacional», explica cómo es «el problema nacional en la época del imperialismo»:

en la época el imperialismo, el problema nacional se funde con el problema general de las colonias (5).

La burguesía es ya incapaz de solucionar los problemas democrático y nacional, incapacidad histórica que venimos padeciendo. Pero paralelo a este ocaso, desde la Comuna de París (1871) hasta la primera revolución proletaria en Rusia, el proletariado toma relevo como fuerza revolucionaria. Es, entonces, un nuevo conjunto de fuerzas, con el proletariado a la cabeza, la alianza obrero-campesina como eje, que van a tener la capacidad de llevar a cabo la revolución democrática que la burguesía dejó pendiente. Esta revolución democrática llevada adelante por esta alianza de clases conduce en forma ininterrumpida al socialismo y es denominada por Mao Tsetung revolución de nueva democracia, diferente en cuanto a su composición de clases, objetivos y periodo histórico a la revolución democrática conducida por la burguesí, denominada ahora de vieja democracia (6).

Pero la cancelación histórica de la burguesía como fuerza revolucionaria no implica su colapso inmediato o su retirada voluntaria de la escena política en esos países. Persistirá, enarbolando sus viejas banderas cada vez más desvirtuadas, tratando de arrastrar tras de sí sectores populares y lograr la hegemonía en el ámbito del Estado, desplazando a las viejas clases ligadas al Estado semifeudal. la hitoria de nuestra patria en las últimas décadas es la del enfrentamiento entre tres fuerzas básicas: la vieja oligarquía hegemónica en el Estado semifeudal, las fuerzas burguesas que enarbolan variantes desvirtuadas del programa de la vieja democracia y las fuerzas obreras y populares cuyos intereses históricos son los de la nueva democracia y el socialismo.

(5) Ver Stalin [El marxismo y el problema nacional y colonial, Lautaro, Buenos Aires, 1946. ] :pág. 20).
(6) Mao Tsetung, «Sobre la nueva democracia», En Obras Escogidas Tomo II, pp. 353-400. Ed. Lenguas Extranjeras, Pekín, 1971.

Desde luego que Degregori se ubica entre las fuerzas de «la nueva democracia y el socialismo» en rechazo no sólo a «la vieja oligarquía hegemónica en el Estado semifeudal», sino a «las fuerzas burguesas» que parecen ser una alusión al velasquismo, siguiendo la caracterización de Cotler y Quijano del velasquismo como un «régimen burgués».

Las actuales biografías de Degregori lo presentan como alguien en confrontación con Sendero Luminoso en los años 1970s, que regresó a Lima y se dedicó a escribir sobre Sendero en base a su conocimiento directo de este partido. Uno de los tantos discursos en ese sentido es el de JÜrgen Golte, en Carlos Iván Degregori como antropólogo:

Ya a su regreso a Huamanga [desde los Estados Unidos] esta tendencia [al «el estudio de los otros»] se afirmó aún más. Sus estudios se dirigían a la comprensión de su mundo y no de mundos ajenos. Estaba muy lejos de construir una otredad con el propósito de subalternizar a la sociedad en la cual vivía. Sus escritos a partir de ahí representan esfuerzos serios para comprender el mundo en el cual vivía y del cual formaba parte. Sus trabajos sobre Sendero Luminoso nacen de la confrontación personal y directa con Abimael Guzmán y su grupo en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Lo que estudia son los métodos con los cuales Guzmán lograba separar a sus adherentes de la experiencia de la cotidianeidad, convirtiéndolos en supeditados a un discurso cerrado que creaba una otredad que tenía origen en la mentalidad de un profesor provinciano en una universidad provinciana. La finalidad de Carlos Iván era la deconstrucción y análisis del discurso de Abimael Guzmán a partir de la inserción del líder de Sendero en la sociedad peruana y la instrumentalidad del discurso en una estrategia político militar en el mismo mundo en el cual Carlos Iván vivía.

Golte y otros reescriben la biografía de Degregori a partir de la postura de éste en sus últimos años de vida, no en base a su postura ideológica en tiempo real.

Más que confrontación era competencia con Guzmán, pues las tesis de Degregori, como se aprecia en la cita transcrita, son muy parecidas a las de aquél. «La vertiente maoísta del MIR», como la llama Manrique, es muy cercana ideológicamente a Sendero Luminoso. No hay una verdadera confrontación de posiciones antagónicas como se repite en forma tergiversativa en la actualidad. El conflicto entre el MIR de Tapia y Sendero es un conflicto usual entre las diversas agrupaciones de la ultraizquierda peruana que se paran confrontando incluso a pesar de las coincidencias.

(Otro detalle tergiversativo, que se advierte en la cita de Golte, es que se pinta a un Degregori que llega a Lima de Huamanga a fines de los setentas y se pone a escribir sobre Sendero Luminoso en base a su experiencia de conocimiento de cerca de este partido. A Degregori le toma una década ingresar del todo a la senderología, como veremos en un siguiente post.)

Con el segundo gobierno de Belaúnde, el llamado “retorno de la democracia”, las tesis revolucionarias de estos relativamente pequeños grupos de intelectuales son dejadas de lado a favor de una asimilación a la democracia representativa. El brío de esta intelectualidad queda para la historia más como un brío antidictatorial, particularmente antivelasquista, que un brío revolucionario. Los que dijeron que Velasco era reformismo burgués no le ponen pegas a Belaúnde por burgúes, más bien le dan la bienvenida como un gobierno democrático.

Rápidamente los dirigentes partidarios clasemedieros dejan de lado la prédica revolucionaria al campesinado para dedicarse a aspirar a la labor legislativa o a la labor mediática. Es el caso de Degregori que se convierte en un intelectual de columnas de opinión, primero en el Diario de Marka y luego en diversas revistas, como El Zorro de Abajo.

(Este viraje crea desafección en muchos militantes de base de la izquierda, como expectativa y aprobación a las acciones subversivas de Sendero Luminoso y luego del MRTA. Un repentino viraje de timón no es capaz de cambiar la dirección de un vehículo que marcha a alta velocidad. La prédica radical que hace Degregori, como la que se lee en el texto citado, desde luego que influye en bases izquierdistas en optar por caminos radicales.)

Este es un proceso que involucra a mucha gente en la izquierda, y en el cual nunca hay una explicación o autocrítica de parte de los dirigentes otrora radizalizados, ni siquiera décadas después, en la CVR. Del discurso maoísta, revolucionario, se pasa de golpe a un discurso que revindica la democracia belaundista de los años 1980s, cuando estos grupos se consideraban herederos de los insurgentes que combatieron a la democracia belaundista de los 1960s. En este sector, lo «burgués» como reformismo militar genera rechazo, en cambio lo «burgués» como democracia belaundista genera aceptación. La oposición al velasquismo y luego a Morales Bermúdez de estos sectores es organizada en partidos. Ahora la oposición al belaundismo y luego al alanismo se caracteriza por un desplazamiento de los cuadros partidarios a las organizaciones no gubernamentales (ONGs u oenegés).

Degregori, sin abandonar la labor mediática, acaba su licenciatura en la universidad donde ya había sido profesor, y se convierte del todo en un intelectual académico, con su (re) ingreso al Instituto de Estudios Peruanos, junto con otras ex figuras partidarias, como Cecilia Blondet, Fernando Rospigliosi y otros ex compañeros de bregas políticas. Degregori, a diferencia de sus excompañeros, tiene un trabajo académico previo, de fines de los años 60s, impulsado por la Universidad de Cornell con el IEP.1

Degregori, si bien era profesor de la Universidad San Cristóbal de Huamanga (UNSCH), en realidad había sacrificado su desarrollo intelectual por la militancia política, concluyendo su licenciatura en antropología en la UNSCH recién en 1983, con una tesis esencialmente descriptiva sobre el Departamento de Ayacucho (Degregori, C. I., 1986, «Ayacucho, raíces de una crisis», Instituto de Estudios Regionales «José María Arguedas», Ayacucho).

A comienzos de los años 1980s en el plano académico Degregori no tiene una gran producción académica ni mucho que proponer intelectual o políticamente, que no propusieran ya otros, como los sociólogos Sinesio López o Alberto Adrianzén. Su labor intelectual se expresa principalmente en revisiones bibliográficas o en artículos de opinión periodísticos. Si bien tiene una pluma inspirada y sugerente en sus escritos, no se le distingue aporte académico reconocible, un valor agregado al conocimiento, antes de su incorporación al IEP, posible gracias a José Matos Mar primero y luego a Julio Cotler. En sus «Obras Escogidas» que viene actualmente publicando el IEP se advierte que la mayor parte de sus escritos son posteriores a la segunda mitad de los años 1980s y publicados por el IEP.

En la segunda mitad de los años 80s, las izquierdas aparententemente tienen un gran poder, llegando a pasar a segunda vuelta en las elecciones de 1985. Sin embargo, es un poder ficticio, que oculta la desilusión, el viraje y la desintegración que vienen experimentando, al igual que su absorción ideológica por el discurso neoliberal. El discurso de Hernando de Soto crea una base ideológica sobre la que al poco tiempo se asienta un discurso político antipopulista, antiestatista, anti-clase trabajadora y pro-empresarial, neoliberal. El capitalismo se presenta como un sistema atractivo para los pobres, ante el estatismo velasquista y el populismo alanista suscrito por parte de las izquierdas. En el contexto hiperinflacionario y corrupto del primer alanismo, las reformas antioligárquicas, como la reforma agraria y la nacionalización de las empresas transnacionales, son presentadas como perjudiciales a los más pobres y por lo tanto como reformas a ser revertidas. El capitalismo, lejos de ser un sistema que debía ser derrumbado, resulta un sistema deseable que da posibilidades de ascenso social para los más pobres que son los «conquistadores de un nuevo mundo»,2 los migrantes existosos y emergentes, que son «apolíticos», desechan el radicalismo, no se consideran obreros, etc. Este discurso es impulsado por proyectos de la Fundación Ford, USAID y la NED.3 Esta es la base ideológica para lo que después se convierte en el programa de reformas neoliberales llevadas a cabo por Fujimori a comienzos de los 1990s.

Alberto Flores Galindo en «Reencontremos la dimensión utópica» de diciembre de 1989 nota este proceso en forma (auto) crítica:

Ahora, muchos han separado política de ética. La eficacia ha pasado al centro. La necesidad de críticas al socialismo ha postergado el combate a la clase dominante. No sólo estamos ante un problema ideológico. Está de por medio también la incorporación de todos nosotros al orden establecido. Mientras el país se empobrecía de manera dramática, en la izquierda mejorábamos nuestras condiciones de vida. Durante los años de crisis, debo admitirlo, gracias a los centros y las fundaciones, nos fue muy bien y terminamos absorbidos por el más vulgar determinismo económico.

Es en ese contexto que Degregori, y otros luego, hace su definitiva reconversión de la militancia partidaria a la intelectualidad oenegista. Tampoco tiene entonces ya llegada a los sectores campesinos, en la Confederación Campesina del Perú, pues éstos se quedan con el sector mayoritario del PUM, de Javier Diez Canseco y Eduardo Cáceres. Tampoco tiene influencia en sectores urbanos ni obreros. Su grupo político queda reducido a tener una influencia mediática, en la izquierda, y apuesta por apoyar a Alfonso Barrantes en las elecciones de 1990, con malos resultados. Un discurso que aboga por un camino electoral y democrático, de rechazo a la insurgencia en base a la influencia de la izquierda en el movimiento social, «las grandes masas», se queda sin piso alguno, sin influencia social ni electoral. En tal contexto, Degregori consolida su apuesta oenegista en el IEP, del cual llega a ser su director. Es desde esta organización y desde su elaboración intelectual que hace política ya no directamente partidaria. Así, Degregori pasa de ser intelectual de partido a ser intelectual de oenegé.

  1. En 1960s: el financiamiento del Pentágono y el IEP hemos comentado cómo así es que el interés del IEP en las actitudes de los campesinos ante la «modernidad» tiene que ver con el interés contrasubversivo de las agencias públicas y privadas de los EEUU en evitar un estallido revolucionario en el campo peruano. []
  2. Este es el título de un libro de Degregori, publicado en 1986 en coautoría con Cecilia Blondet y Nicolás Lynch, resultado del proyecto “Urbanización y Cultura Popular en Lima Metropolitana”, auspiciado por la Fundación Ford. []
  3. Al respecto es pertinente esta larga cita de Romeo Grompone, ya citada en El desbordepopulismo:

    «Antes que la teoría aparecen las metáforas y los personajes arquetípicos. En una sociedad urbana sometida a un proceso acelerado de cambios existe la tentación de buscar atajos, de llegar por fin al imprevisto camino que evite las confusiones y ayude a sortear las dudas. Primero acuden las metáforas. Los informales han trazado otro sendero emprendiendo una larga lucha por la propiedad privada, ampliando los márgenes de la economía de mercado ya acorralando a un Estado mercantilista. Otras veces, ellos provocan el desborde popular defindiendo nuevas reglas y construyendo nuevas instituciones. Los ayer marginalizados están marginando al Estado porque los migrantes invasores impusieron su estilo en todos los predios de la política y la sociedad. Los mismos migrantes descienden ahora del caballo de Troya “a paso de vencedores”, porque son guerreros pacientes y decididos y les toca enfrentarse a limeños que han olvidado las artes del combate, conformes con obtener un puesto seguro o recibir los favores de los gobiernos, la opción por una vida sin riesgos y sin posibilidades. En los nuevos barrios estos pobladores son los conquistadores de un nuevo mundo por obra de sus luchas individuales y colectivas. El triunfo esta vez ha sido lograr la democratización de la sociedad, afirmando sus derechos y adquiriendo así una identidad ciudadana que restringe los márgenes de la manipulación y control de las élites.
    (…)
    Pero repasemos otra vez los títulos: El otro sendero, Desborde popular y crisis del Estado, Los caballos de Troya de los invasores, Estrategias campesinas de conquista de la gran Lima, Conquistadores de un nuevo mundo. De invasores a ciudadanos en San Martín de Porres. Aires de epopeya y de canción de gesta se escuchan en una década de severa crisis económica, extensión de la pobreza urbana y rural, violencia política, tambaleante afirmación de la democracia por una débil institucionalización.»
    En “De Marginales a informales”, DESCO, 1990. []

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Enlaces a este artículo

  1. Los mitos en conflicto: Degregori contra Flores Galindo (1) » Gran Combo Club
    14-11-2015 - 14:33
  2. 1982: el “libio” Degregori » Gran Combo Club
    27-11-2015 - 17:27
  3. Del mito oenegista al mito contrainsurgente » Gran Combo Club
    21-12-2015 - 11:12

Comentarios a este artículo

  1. Juan Ojeda dijo:

    Todo el MIR-IV Etapa derivó en informantes de primer nivel de la campaña contrasubversiva y/o en colaboradores de gobiernos reaccionarios. Mira la ficha de Tapia en la CVR: asesor de organismos militares en plena época de «pacificación». A Carlos Iván le toca algo más sofisticado como el acopio de información privilegiada y la interpretación de ello, máxime si era información del campesinado de zonas de conflicto.Estuvieron sembrados en la Universidad de Huamanga fingiendo un supuesto rol «revolucionario», fueron topos de la reacción. Si alguien considera a estos «intelectuales» como de izquierda, padece de miopis política.

  2. Miguel dijo:

    Estimado Juan
    No hay contradicción entre ser un dirigente «de izquierda» y ser un topo sembrado. Al contrario, no podrías ser topo, ser sembrado, sino eres un dirigente o intelectual de aquello en lo que te siembran, en lo que topeas.
    Y, desde otra perspectiva, sí fueron dirgentes de izquierda. Sospechamos que fueron topos sembrados, sí. Pero también en su época dirigieron partidos de izquierda.