Por - Publicado el 21-12-2015

Finalmente Carlos Iván Degregori junto con Carlos Tapia y otros pasarían a la acción. De ser “intelectuales orgánicos” a las organizaciones campesinas , como la CCP, en una agenda insurgente, pasarían a ser “intelectuales orgánicos” a las fuerzas del orden, en una agenda contra-insurgente. A alentar y dar legitimidad social e intelectual a los “Comités de Autodefensa” contrasubversivos organizados por los militares. Una clara toma de partido por el estado en la guerra contrainsurgente. En el IEP se realizarían encuentros de rondas campesinas dirigidos por Carlos Iván Degregori, calificándolas éste de ser una ola democrática que va del campo a la ciudad.

Más aún, a comienzo del fujimorismo, a pesar de las violaciones de derechos humanos cometidas antes como después del golpe de 1992, Degregori y Tapia plantearían explícitamente un alianza con el estado. En las publicaciones de ambos, queda claro su apoyo al estado en su estrategia contrasubversiva como su falta de crítica a las violaciones de derechos humanos por el estado. Tanto Degregori como Tapia pintan una estrategia contrasubversiva de parte de los militares respetuosa de los derechos humanos, «autoritaria no-genocida». Un nuevo mito. Una idealización de lo que en realidad fue esta estrategia. Ninguno de ellos incluye en sus analisis condenas a masacres como la de Barrios Altos o de la Cantuta. Supuestamente ya no se producen masacres de parte del estado en el campo peruano. Incluso hay palabras de elogio a Fujimori. Ambos estaban activamente trabajando en el apoyo a los militares en su estrategia contrasubversiva, como consultores y asesores o como comunicadores intelectuales a favor de esta estrategia.

En esa línea, se dedican a debatir mediáticamente con los líderes de izquierda que cuestionaban al estado y al sistema, a defender ante ellos el plantemiento de una alianza entre la izquierda y las FFAA. También realizan encuentros con jóvenes, diseminando la idea de una «alianza» con la fuerzas armadas. Es por esos años que Degregori circula privadamente su ensayo de crítica a Flores Galindo.

En esos años, fines de los 1980s y comienzos de los 1990s hubo dos triunfalismos que marcaron a este sector de la izquierda. El primero fue el de la caída del muro de Berlín y el derrumbe del sistema soviético, que ablandó la crítica al capitalismo y fue asumido como un imperativo de aceptar el sistema y defenderlo. El segundo fue la aceptación del discurso fujimorista, que primero exageró el poder de Sendero Luminoso con el fin de hacer aceptable un golpe de estado y las políticas dictatoriales que le siguieron, y luego se presentó como el realizador de una política contrasubversiva inteligente y exitosa, ocultando masacres y escuadrones de la muerte. Este sector de la izquierda idealizaría y validaría la política contrasubversiva de los primeros años del fujimorismo, evitando criticarla en tiempo real. Luego, ya en la CVR cambiaría de discurso, criticándola dura y preferencialmente por sobre los gobiernos previos, llamados democráticos, en atención a las necesidades políticas de comienzos de los 2000s.

1. La reconversión hacia la senderología
Carlos Iván Degregori se reconvierte a la senderología a partir de sus artículos de opinión en el Diario de Marka, donde comienza opinando sobre muchas cosas, ver 1982: el “libio” Degregori. No es que opinara particularmente sobre Sendero Luminoso, ni que aportara una gran documentación sobre el tema. Opina sobre Sendero en la medida en que Sendero Luminoso se expandía y se convertía en un fenómemo sobre el cual todo analista político tenía que decir algo. De lo que Degregori sostiene a comienzos de los años 80s poco queda en su discurso posterior, expresado en sus documentos de trabajo y libros publicados por el IEP, principalmente con apoyo de la Fundación Ford. Ver Del mito revolucionario al mito oenegista.

Degregori era una suerte de esponja que absorbía lo que se decía en el ambiente y lo comunicaba mediante alguna singular fábula o metáfora. Y así como un día decía una cosa en forma categórica, al día siguiente por ahí decía lo contrario con alguna fábula opuesta y encima con sorna hacia quien afirmara lo que él mismo había afirmado antes. Como si nada hubiera pasado. Podía afirmar categóricamente que Sendero Luminoso era milenarista andino para luego asegurar que Sendero no era para nada milenarista andino. Podía afirmar categóricamente la necesidad de un proyecto que incluyera la lucha armada, para luego condenar a quien sugiriera la lucha armada como opción de la izquierda.

Este estilo fabulador, en contraste con un discurso de izquierda dogmático, formalista, lleno de clichés y frases hechas, transmitía en forma impresionista la idea de una amplitud y versatilidad de pensamiento. Desde luego que era sólo una impresión, pues Degregori se caracterizaba por un gran esquematismo conceptual. De la misma forma en que sentenciaba categóricamente que Sendero Luminoso era milenarista andino, un buen día se lanzaba con que Sendero Luminoso quisiera ser el equivalente de un «Túpac Katari colectivo», exclusivista y cerrado; mientras la Izquierda Unida debería ser un «Túpac Amaru colectivo», inclusiva y abierta. (23 de enero de 1983, El Caballo Rojo), aquí. Un senderista, andino, laborioso e independiente, deja las armas y va a Lima a ser microempresario. Un militar, criollo, ocioso y dependiente, un «pretoriano», deja las armas y va a Lima a ser guardaespaldas, aquí. Los manuales de marxismo resulta que conducen al senderismo, según Degregori, sin advertir que esos mismos manuales fueron leídos por las izquierdas más electoralistas del mundo, como la chilena o la francesa, italiana o española. Y entre las imágenes de Degregori no faltaban algunos «préstamos» como el «qué difícil es ser dios», obra de ficción soviética, de Arkadi y Boris Strugatski, aquí.

Quien rompe la baraja en la senderología local, como ya vimos aquí, es Henri Favre, quien con sus tesis sienta las bases lo que será la senderología posterior, particularmente la de Degregori, consistente en negar con todo que la insurgencia senderista fuera la expresión de una rebelión campesina. Era una rebelión lumpen, de una lumpen-intelligentsia, de masas de ex-identidades, «desindianizadas» y «descampesinizadas». Degregori le añade a esta visión, la idea de una «huída hacia adelante» senderista, ante sus fracasos en influir en el movimiento social, idea criticada duramente por Nelson Manrique, aquí. Degregori plantea desde comienzos de los 1980s la idea de «huída hacia adelante» senderista, pero la modifica, sin explicación alguna, como vimos aquí. Esta idea es planteada en diversos medios y documentos de trabajo hasta que la plasma en su libro «El Surgimiento de Sendero», que reconvierte del todo a Degregori en un senderólogo. El libro, si algo hace, es documentar el origen social y regional de Sendero Luminoso. No es un movmiento implantado en la región desde fuera, cual ocurre en buena parte con las guerrillas de 1965, sino que surge por las condiciones propias de la región. No es algo que no se supiera, como que Degregori se basa en materiales ya elaborados y publicados por otros autores, pero era un aporte de carácter histórico a la comprensión del fenómeno senderista. A nivel político, sin embargo, el libro fue utilizado por Belaúnde y sus seguidores, en plan de asegurar que el senderismo surgió durante y gracias al velasquismo y por lo tanto era un problema heredado por el segundo belaundismo.

2. Desenlace práctico: política contrainsurgente
La senderología fue una disciplina que siempre estuvo ligada a las entidades contrainsurgentes. Gustavo Gorriti claramente recurrió a fuentes policiales para escribir su conocido libro. Raúl González de Desco hizo muchos tempranos reportajes que salieron en Quehacer, pero después quedó claro que tenía vinculaciones con los organismos militares. Los senderólogos extranjeros, como David Scott Palmer y Cynthia McClintock, estaban claramente vinculados al diseño de política exterior de los EEUU, como el Departamento de Estado. Palmer era un conocido profesor de la «School of the Americas», la famosa «Escuela de Asesinos» donde se forman los golpistas y represores latinoamericanos. Degregori, como Tapia y otros, no fue la excepción a esta tendencia y por supuesto que fueron orgánicos al delineamiento de una política contrasubversiva de parte de las Fuerzas Armadas y policiales.

3. La definición de la izquierda a favor del estado
El sector mayoritario de la Izquierda Unida (IU), si bien se define en contra de Sendero Luminoso, mantiene un discurso antisistema, principalmente en sus bases. Sin embargo, el sector minoritario, que sigue a Alfonso Barrantes, apoya decisivamente a Alan García durante todo su gobierno, comenzando por renunciar a ir a una segunda vuelta en las elecciones de 1985. Y lo apoya en hechos críticos, como la matanza de los penales de Lima de 1986.

En los años posteriores en esta izquierda se da un debate que acaba con la división de varios partidos y finalmente con la división de la IU en el congreso de Huampaní de 1989. Ambos sectores participaban del juego democrático, pero un sector, el mayoritario, en el cual estaban los «libios» del PUM, acusado por el otro de «vanguardista-militarista», apostaba por la «autodefensa de masas» y finalmente, en el discurso, por realizar acciones armadas contra el estado. El otro sector, los barrantistas, entre los cuales estaban los «zorros» del PUM, tenía muy clara su opción a favor del estado, del capitalismo como sistema no sólo tolerable, sino deseable, estaba dispuesto a alianzas con García como con el fujimorismo, y desde luego que tenía muy clara su opción contrasubversiva. A este último sector pertenece Carlos Iván Degregori.

Durante los dos primeros años del fujimorismo, estos dos sectores mantienen sus discrepancias. Si en el senado Javier Diez Canseco denunciaba al fujimorismo por desacatar sus promesas electorales, quien le respondía con gran sarcasmo no era la derecha, sino el senador Edmundo Murrugarra, y el contrapunto eran retransmitido en horarios estelares en los noticieros gobiernistas. Murrugaba se burlaba de su ex-seguidor en VR por quejarse de haber sido engañado. Y a continuación defendía al gobierno y sus políticas económicas como necesarias.1

Por esos años, comienzos de los 1990s surgieron también publicaciones de diversos entonces ya no tan jóvenes «liberales de izquierda», que renunciaban a toda perspectiva anticapitalista como identificable a las ideas caídas con el sistema soviético, que asumían la defensa de un «capitalismo popular», que desde luego era encarnado por el fujimorismo.

Este clima de justificación del capitalismo y del gobierno que había desacatado su promesa electoral más importante, cual era la de no dar un «shock» económico, favorecía que desde la izquierda se apoyara la política contrasubversiva del gobierno. En octubre de 1990 Santiago Pedraglio esboza lo que después se constituiría en el discurso contrasubversivo «de izquierda», «democrático», supuestamente sin masacres de los militares ni escuadrones de la muerte, con apoyo de la ciudadanía, ante la letalidad, autoritarismo y totalitarismo de Sendero Luminoso (Pedraglio, Santiago 1990 «Seguridad democrática integral: armas para la Paz». Lima: IDL.) Aquí se adelanta como ideal una política contrasubversiva que luego el discurso de Degregori, Tapia y otros presenta como un ideal realizado.

4. La alianza de la «izquierda» con las FFAA: el debate entre Degregori y Diez Canseco
En marzo de 1992 las discrepancias entre estos sectores de la izquierda se exteriorizan en un debate entre Javier Diez Canseco y Carlos Iván Degregori en la Revista Sí. Diez Canseco plantea una «tercera vía» entre las FFAA y SL, criticándolos a ambos. Degregori critica a Diez Canseco por cuestionar «por igual» al gobierno y a SL y plantea una alianza entre la izquierda y las FFAA.

El asesinato de María Elena Moyano ocurre en febrero de 1992, y es el que da pie a este debate. Alguna gente de la izquierda, particularmente la del sector zorro que devino en barrantista al cual Degregori pertenecía, y ya estaba apoyando al gobierno de Fujimori, reacciona ante este asesinato planteando en forma abierta una alianza con las FFAA. Más aún, Degregori es quien gatilla el debate atacando a Javier Diez Canseco, quien había sido entrevistado por la Revista Sí, de cuyo consejo de redacción Degregori formaba parte.

El discurso de Degregori incide en modernizar a la izquierda ante la caída del muro de Berlín y del sistema soviético, aceptar la defensa del estado y del sistema capitalista. Era un discurso que asegura que las FFAA habían dejado de ser tan represivas, que la constitución de rondas paramilitares era una muestra de este cambio de política. En este discurso de lógica contrasubversiva, idealizador de las fuerzas represivas como del gobierno «democrático» de Fujimori, no se consideran hechos graves como los cometidos escuadrones de la muerte de Fujimori, ANTES del golpe de abril de 1992, tanto en Lima como en el Perú no limeño.

Este debate sería cortado pocos días después por el golpe del 5 de abril de 1992, que crea una nueva situación política. A pesar de este golpe, el planteamiento de coordinaciónde de la izquierda con las FFAA y la defensa del estado, continúa de parte del sector al cual pertenecía Degregori, y se consolida en una narrativa contrasubversiva de «izquierda», como se aprecia en las publicaciones de la época, de Tapia, Degregori o Pedraglio, como posteriormente en la CVR.

El lector o la lectora puede ver directamente el debate aquí. Los propios oponentes se expresan así:

Carlos Iván Degregori:

Este gobierno ha sido elegido y puede ser cambiado en elecciones. No sólo eso, existen espacios, derechos y mecanismos para presionar por cambios que, incluso en medio del actual colapso son infinitamente mayores que los que permitiría SL. Si no se aprovechan más es por incapacidad de los opositores – este año el presupuesto neoliberal se aprobó sin un mísero dictamen en minoría – que por naturaleza del régimen político. Porque la elección no es entre SL y las FF.AA., sino entre el proyecto totalitario senderista y este régimen político, que en buena parte fue conquista del pueblo a fines de los ’70s.
(…)
Lo asombroso es que estas FF.AA. violadoras de derechos humanos, aparezcan como el mal menor para los campesinos que, ante el colapso de otras instituciones estatales y la ausencia de partidos políticos, han optado por coordinar con los militares, sin pedir antes que haya «otras FF.AA. ¡Ellos que sufren sus características negativas más que nadie! Dice mucho de su pragmatismo, de su olfato político y, sobre todo, de la brutalidad de SL. A menos que se crea que los campesinos del Mantaro o Ayacucho son meros títeres manipulados por las FF.AA.

En realidad, luchar por transformar el país y derrotar a SL son tareas simultáneas, pero de distintos ritmos y plazos. La vida demuestra que la batalla contra SL es mucho más inmediata. Más aún, en muchas partes del país, es dentro de esa batalla que está surgiendo un Perú nuevo, de perfil inédito, que tal vez no nos guste pero que no podremos modificar ni criticar si permanecemos fuera. Tomar parte de esa batalla no implica arriar ninguna bandera sino ser coherentes con lo que en otros campos ya se viene haciendo de facto: coordinar con el Estado.

Se aducen, finalmente, razones pragmáticas para no hacerlo. Es difícil y a veces imposible coordinar con unas FF.AA.que siguen produciendo el mayor número de desapariciones en el mundo y con unas Fuerzas Policiales corruptas. Sí, es muy difícil. Pero la situación podría cambiar.

Javier Diez Canseco:

Defender este sistema y alinearse con estas Fuerzas Armadas no tiene nada de realista como opción de estrategia antisubversiva. Porque el «mal menor» que se nos plantea respaldar, el sistema actual y el régimen imperante es, francamente, demasiado malo.
(…)
En este sistema la «democracia» consiste en que el elegido haga exactamente lo contrario a lo que prometió para que voten por él, enfrenta a los otros poderes, hace caso omiso a las protestas sociales y no quiere cumplir las leyes. Y hay ahora nuevos grupos paramilitares que ponen sobres-bomba y asesinan, mientras seguimos siendo el país con más detenidos-desaparecidos y las torturas, asesinatos y masacres por parte de las «fuerzas del orden» continúan.

¿Este es el sistema que quieren que apoyemos? ¿Es respaldar este sistema injusto, autoritario, asesino, el camino para derrotar a Sendero Luminoso?

Seguimos pensando exactamente lo contrario: ese es el camino que más le conviene a Sendero. Es más ellos mismos lo han dicho en más de una oportunidad, que buscan que toda la sociedad se alínee así: a favor o en contra de ellos, a favor o en contra del actual sistema. Sólo dos caminos: Sendero Luminoso o el capitalismo en crisis. Abimael Guzmán coincide con Degregori y Rospigliosi, o mejor dicho: Degregori y Rospigliosi coinciden con Abimael Guzmán. ¿No se han preguntado el por qué de esta pasmosa coincidencia?

(…)
Se nos pretende decir que apoyar este sistema es respaldar todo lo bueno que debe ser en teoría y no lo malo que es en la práctica. Que respaldar a las Fuerzas Armadas no es respaldar sus «excesos», apoyar esta democracia no es aceptar los «excesos» presidenciales ni el programa económico.

Lamentablemente, la realidad va siempre antes que las teorías, y a veces sola. Así lo ve la población. Por eso, para quienes pregonan la tesis de que la izquierda debe apoyar a las Fuerzas Armadas, una gran pregunta que deben contestar: qué hacemos con el tremendo rechazo que tiene la población hacia este Estado y estas Fuerzas Armadas. «Sí es muy difícil, pero la situación podría cambiar», nos dice Degregori. Pero no lo ha hecho. Y la experiencia de las rondas de autodefensa en Ayacucho muestra, sin embargo, que esa política de colaboración con las FF.AA. no ayuda a este cambio: ahora las rondas paramilitares también cometen violaciones de derechos humanos y asesinan campesinos.

La realidad nos muestra que hay una unidad entre militarización y estrategia contrasubversiva violatoria de los derechos humanos, régimen político autoritario y aplicación del ajuste neoliberal. Unas y otras se refuerzan entre sí.

Y la respuesta de Carlos Iván Degregori:

Agradezco la respuesta de JDC, porque el debate puede ser una forma fructífera de relación humana. Pero creo que decidió exorcisar sus propios fantasmas, proyectando en mí su temor a crecer. El senador quisiera seguir como una suerte de Peter Pan permanente, habitando por siempre un país de nunca jamás, sin descender a la realidad concreta. Confunde madurar con resignarse, rendirse, claudicar.
(…)
Hace unos días, en Expreso, Neptalí Carpio criticaba el carácter demasiado criollo y hasta aristocrático de una parte de la dirigencia izquierdista. Tal vez hay que hurgar en la tradición caballeresca hispana para entender esta resistencia al cambio, esta opción por ser consecuentes con una idea y no con las masas, con la historia, con la vida.

Resulta igualmente penoso ver al senador Gustavo Mohme, por ejemplo, firmando comunicados radicales donde se condena con igual énfasis al gobierno y a Sendero Luminoso, que avanza, entre otras causas, porque sí es consecuente con su discurso.

Degregori de haber estado en el sector minoritario del PUM como de la IU, empoderado por la caída del muro de Berlín y por el debilitamiento de la izquierda ante el fujimorismo, pasa a la ofensiva atacando a Diez Canseco por «condenar por igual a SL y al gobierno y su programa neoliberal».2

5. Uso de las rondas campesinas norteñas en una lógica contrasubversiva
En diciembre de 1991 el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) celebra un encuentro de rondas campesinas al que asisten ronderos de Cajamarca y «ronderos» de zonas de emergencia de Ayacucho, Apurímac, Huancavelica y Junín. En este encuentro inevitablemente se homogenizan problemáticas diferentes bajo el mismo nombre de «rondas», cuando se trata de fenómenos totalmente diferentes. Básicamente se refuerza la imagen de las llamadas «rondas» contrasubversivas como similares a las rondas autónomas creadas por los campesinos norteños, con lo cual se lleva agua al molino de una «alianza» entre los campesinos y los militares.

Orin Starn, organizador del evento, hace una atingencia, que es como una «letra pequeña» dentro de un mensaje emitido con letras gigantes:

los grupos de la zona de emergencia se formaron a partir de 1983 por iniciativa de las Fuerzas Armadas y para combatir a Sendero. Originalmente, estas rondas de Ayacucho, Apurímac, Huancavelica y Junín fueron conocidas como «Comités de Defensa Civil» o simplemente “montoneros”. Pero frente a las crecientes críticas a los militares por forzar a los campesinos a entrar en la guerra, varios altos oficiales rebautizaron a los comités de defensa como «rondas campesinas» para sugerir, falsamente, que integraban el mismo movimiento originario del norte.
Fujimori habla todavía de la «institución de los ronderos» sin distinguir entre los muy diferentes orígenes y misiones de los grupos de autodefensa en las dos regiones.

Desde luego que para que el IEP pueda traer a líderes ronderos contrasubversivos tiene que haber habido conocimiento y aprobación de los militares. Les tiene que haber parecido una buena idea este tipo de encuentro. El IEP publica un documento de trabajo sobre este encuentro recién en abril de 1993, aquí.

Este encuentro es un indicio que para diciembre de 1991, antes del debate entre Diez Canseco y Degregori, la coordinación con el estado ya se estaba produciendo.

Degregori es más explícito que Starn en buscar lo común entre rondas y «rondas»:

¿Qué es lo que hay de común entre las rondas del norte y las del centro del país? Yocreo que hay dos cosas en común: la primera es, como dijo Jaime Urrutia al inicio, un pueblo en busca de un Estado. Las rondas tanto del norte como del centro surgen a partir de la inoperancia del Estado en combatir al abigeato, en imponer la paz y derrotar a la subversión. En las exposiciones tanto del norte como del centro el Estado aparece inoperante, con mucha corrupción e injusticia, incapaz detraer el desarrollo. La diferencia es si se siguen enmarcando o no dentro de este Estado tratando de pelear por transformarlo o no. En ese punto ha habido diferencias con algunasintervenciones del norte, porque también dentro del norte hay algunos expositores que subrayaban el marco de la Constitución y laley. Lo que va salir a después de este conflicto con Sendero -porque en algún momento tendrá que terminar- es otro Estado; es decir, de todas maneras el viejo Estado que quería destruir Sendero Luminoso no va a continuar.

Y más aún, Degregori insiste en su discurso anti-estatista, pero resaltando la relación de los campesinos con los militares, «un pueblo que busca al Estado y que transforma al Estado y que lo hace más democrático»:

Puede ser que en el Perú pasen décadas de desastre, pero hay posibilidades de que el país que surja en el futuro sea más democrático, en el sentido de que el campesinado ya no es como oveja que va al matadero. El campesinado ha levantado cabeza, y en varias de las intervenciones del centro se puede constatar cuando dicen ya no esperamos todo del Estado, nosotros tenemos que ser los que tomemos la solución a nuestros problemas, con nuestras propias manos. Si nuestros compañeros del norte se fijan bien, es más o menos igual que lo que ellos hicieron para enfrentar a los abigeos, sino que en este caso el enfrentamiento es contra Sendero, adversario cualitativamente diferente.

Por esto último parece ser que para enfrentar a Sendero los ronderos necesitan la relación con la Fuerza Armada, que no requieren en el norte. Me imagino que en muchos casos no es porque les guste o porque sean militaristas o tengan espíritu de «Rambos», sino por necesidad. En síntesis, podemos hablar de dos semejanzas: de un pueblo que busca al Estado y que transforma al Estado y que lo hace más democrático y, segundo, de un pueblo que levanta cabeza. La gran diferencia es la militarización: en el norte no se ha producido, pero en el centro sí.

En este discurso Degregori ya deja entrever las ideas-fuerza que expresará con más claridad años despues: que hay una «primera etapa» en que los militares entran a «arrasar con la guerra sucia», y que hay por lo tanto una siguiente etapa en que esto ya no ocurre y los militares dejan de imponerse: «hay una voluntad campesina de hacer rondas y, por lo menos en el caso del centro, de coordinar con la Fuerza Armada»:

Yo viví una primera etapa que fue mencionada sobre todo por Coronel, en la cual la Fuerza Armada entra a arrasar con la guerra sucia por lo menos en Ayacucho. Entre 1983 y 1985, entra a obligar al campesinado a formarse en rondas y no tiene éxito. Y es aquí que se produce una reflexión, como decía el representante de Satipo: hay relación con la Fuerza Armada, pero no puede ser una relación de subordinación total porque así no funciona.

Los campesinos no son como máquinas o robots que uno sólo tiene que apretar, aunque hasta las máquinas se rebelan a veces. Si fuera sólo la Fuerza Armada la que va a imponer la ronda en contra de la voluntad del campesinado, la ronda no funcionaría y ahí está la prueba de Ayacucho en los años 1983-85. Cuando el Estado quiere imponer y el campesino no quiere, no funciona la ronda. A partir del 89 las rondas comienzan a funcionar; puede ser por iniciativa militar, por imposición militar -a veces hay abuso de los militares que llevan a los dirigentes de la ronda al cuartel porque no han cuidado bien la torre y les pegan como si fueran siervos de su hacienda-; pero si no hubiera un aspecto de la voluntad y de iniciativa del campesinado, la ronda no funcionaría, no tendría éxito.
Lo que nos demuestran estas intervenciones es que hay una voluntad campesina de hacer rondas y, por lo menos en el caso del centro, de coordinar con la Fuerza Armada.

La incidencia en el cambio de estrategia de parte de las Fuerzas Armadas adquiere posteriormente centralidad en el discurso de Degregori, Tapia y otros, pues a este cambio de estrategia se le atribuye la razón para la derrota de Sendero Luminoso.

6. La estrategia «genocida» y la estrategia «autoritaria no-genocida» de los militares
En 1993 Carlos Iván Degregori del IEP y Carlos Rivera del IDL publican un documento de trabajo en el cual analizan críticamente al gobierno fujimorista y su autogolpe.

En este trabajo Degregori y Rivera sostienen que Sendero respondió a la formación de «comités de defensa civil» «incrementando la violencia contra el campesinado», lo cual logró «que los comités de defensa civil fueran aceptados e incluso comenzaran a organizarse en muchos casos de manera voluntaria. Por primera vez en nueve años las FFAA conquistaban la confianza campesina en las zonas más candentes.» Esto desencadena un proceso en el cual las FFAA ganan la confianza del campesinado, tienen mayor experiencia y familiaridad con «el escenario de la guerra y con sus habitantes». La represión es más selectiva y hay menos masacres. Es una «estrategia autoritaria no genocida»:

Es que el nuevo accionar de SL coincidió, además, con un cierto cambio en el accionar de las FFAA. La desconfianza incial en la población tendió a ser reemplazada por una aproximación paternalista/populista, que retomaba algo del estilo del Gral. Huamán en 1984 y que en otro contexto había sido uno de los rasgos del docenio militar 1968-80. Queda por dilucidar en qué medida el cambio maduraba desde antes en instancias como las Escuelas de Estado Mayor de las diferentes armas o en el CAEM, y en qué medida fue más bien fruto de la experiencia y creciente familiaridad con el escenario de la guerra y con sus habitantes. Lo cierto es que la decisión del campesinado de incorporarse a los comités de defensa civil acelera los cambios en las FFAA que, conforme acumulan experiencias mejoran también el trabajo de inteligencia. La represión se vuelve más selectiva, aunque no acaba con las violaciones de los Derechos Humanos. Disminuyen las masacres indiscriminadas pero entre 1987 y 1990 Perú pasa a ocupar el primer lugar en detenidos-desaparecidos en el mundo (IDL 1990).

Se puede decir que hacia 1990 las FFAA habían delineado finalmente una estrategia para el combate a SL. Dejadas a su suerte por la clase política, esa estrategia exhibe un notorio carácter autoritario. No es sin embargo una estrategia genocida, a pesar de las provocaciones de SL que necesitaba una reacción de las FFAA todavía más brutal que la de Ayacucho en 1983 para seguir avanzando. Y a pesar de que luego de Ccayara y en medio del desgaste de los partidos políticos, crecía el peligro de una «solución» a la guatemalteca de inicios de la década de 1980

7. ¿Militares «velasquistas» en los 1990s?
En febrero de 1996 el IEP publica Las rondas campesinas y la derrota de Sendero Luminoso que incluye dos artículos de Degregori, «Ayacucho, después de la violencia», trabajo financiado por la Fundación Ford, y «Cosechando tempestades: Las rondas campesinas y la derrota de Sendero Luminoso en Ayacucho». Este último es reproducido en 1999 en la compilación hecha por Steve Stern «Los senderos insólitos del Perú: guerra y sociedad, 1980-1995». Nótese la adopción de la palabra «rondas campesinas» para denominar a los «comités de autodefensa», que en realidad son grupos paramilitares o «rondas paramilitares» como las llamó Diez Canseco.

En el primer trabajo, Degregori, como todos los que escriben en ambas compilaciones, es muy poco crítico con el fujimorismo. Degregori refiere así sus «breves recorridos por comunidades de Cangalla y de la sierra de Huanta y La Mar».

el Estado vuelve a hacer sentir su presencia en muchas áreas rurales, o la hace sentir prácticamente por primera vez en otras. El gobierno, o más precisamente el Ministerio de la Presidencia y las FFAA, desarrollan niveles de asistencialismo relativamente importantes si tenemos en cuenta la situación de la región. Los carteles con sus lagos son ubicuos. El FONCODES (Fondo de Compensación y Desarrollo Social) y el PAR (Programa de Apoyo al Repoblamiento) distribuyen calaminas, reparten plantones, ganado (sobre todo menor), construyen carreteras y expanden hacia el campo programas de salud. Si en las elecciones de abril de 1995 Fujimori obtuvo más del 65% de los votos emitidos en las provincias norteñas de Ayacucho, no fue pues sólo por los éxitos de su primer gobierno en la lucha antisubversiva.

Esta mayor «presencia del estado» y el incuestionado apoyo fujimorista es explicado por el discurso que Degregori y otros fueron construyendo. Degregori repite casi textualmente el pasaje citado anteriormente:

Un conjunto de factores contribuyeron a su generalización[«de los comités de autodefensa»]: un cambio en la estrategia de SL, que consideró llegado el momento de pasar al «equilibrio estratégico» en su guerra e intensificó las demandas sobre el campesinado, provocando el incrementó de sus reticencias; un cambio por la misma época en la estrategia de las FFAA, que pasaron de la represión indiscriminada y los reflejos conosureños de los primeros años a una represión más selectiva y a relaciones más bien paternalistas con la población, sacando a relucir viejos reflejos velasquistas, bastante modificados por cierto en el nuevo contexto. Estos cambios empalmaron con el hastío campesino con una guerra que, en medio de una dura sequía, se prolongaba y se volvía más sangrienta sin que ellos le encontraran ningún sentido. Surgió entonces, en mayor o menor medida, una voluntad campesina de organizarse en rondas, que constituye el elemento clave de su generalización.

¿Fueron los campesinos carne de cañón? En cierta medida, sí: las rondas están definitivamente subordinadas a las FFAA. Pero ellos lo ven de otra ma-nera, más ambigua, o más compleja. Se quejan en algunos casos de la desidia militar, pero al mismo tiempo están orgullosos de haber ganado la guerra. Están orgullosos, incluso, de ser mejores combatientes que los militares. Orgullosos pero al mismo tiempo prudente, reclamando la presencia del estado para la reconstrucción de sus aldeas y reclamando la protección militar, más como una suerte de retaguardia que de paraguas: una última línea de defensa. Así, dentro de una relación de subordinación con las FFAA, los campesinos han logrado negociar espacios crecientes de independencia.

8. Degregori: en 1988 se comete «la última matanza masiva perpetrada por las FF.AA en la región»
En cada artículo que escribe, Degregori repite la misma idea, siempre añadiéndole algún condimento diferente. En su artículo «Cosechando tempestades», ya citado, Degregori repite la idea de una coexistencia de una tendencia a la baja de las masacres de los militares con una tendencia al alza de las masacres de los senderistas: «Si graficáramos el horror, la curva ascendente de SL y la descendente de las FF.AA. se cruzarían definitivamente alrededor de Ccayara.» Y es aún más explícito en su opción preferencial por los militares:

las FF.AA. no pretenden controlarlo «todo sin excepción», como SL. Si bien las visitas semanales de los «comandos» campesinos a los cuarteles, la participación en los desfiles y las atenciones a las patrullas en las comunidades podían ser una incomodidad, las FF .AA. no interferían mayormente con la vida cotidiana de la población, agobiada por el celo senderista.

Por contraste, SL se alejaba del campesinado, que pasó tendencialmente de la aceptación pragmática a la adaptación-en-resistencia y a la rebeldía abierta contra el partido. De esta forma, si en los primeros años de la guerra se hicieron tristemente célebres nombres como Pucayacu, Accomarca, Umaru, Bellavista, Ccayara, poblaciones arrasadas por las FF.AA.; a partir de 1988 son las masacres perpetradas por SL las que pueblan de muertos la región. En poco más de cuatro años, entre diciembre de 1987 y febrero de 1992, una revisión nada exhaustiva nos da un total de dieciséis masacres senderistas en las que se supera la docena de víctimas (véase IDL 1992). Si graficáramos el horror, la curva ascendente de SL y la descendente de las FF.AA. se cruzarían definitivamente alrededor de Ccayara. El 14 de mayo de 1988, 28 campesinos murieron en esa comunidad, en la última matanza masiva perpetrada por las FF.AA. en la región. Pocos días antes, el 20 de abril, SL había asesinado a 18 ronderos en Azángaro, Huanta (IDL 1992). Embarcados en esta contabilidad macabra, es notorio que mientras las FF.AA. desarrollan una represión más selectiva, SL pasa de los «aniquilamientos selectivos», justificados según SL porque se cumplían «sin crueldad alguna, como simple y expeditiva justicia» (PCP-SL 1986), a las grandes masacres. En muchas partes, sectores decisivos del campesinado optaron entonces por una alianza pragmática con las FF.AA., como explican Coronel (1996) y del Pino (1996).

Lo dicho, el mismo discurso de antes con algún recutecu más. Por ejemplo, Degregori hace un apunte que parece ser un cierto desmarque de la acción de las FFAA:

No sobreestimamos los cambios en las FFAA, ni olvidamos el grado de desmoralización en que parecía sumida hacia el cambio de década. Tampoco puede decirse qué hubiera pasado si Guzmán no era capturado. Pero hacia fines de la década de 1980 la acción contrasubversiva parecía a punto de desembocar en una «solución guatemalteca». Felizmente, la historia transcurrió por otros rieles y las FFAA desarrollaron más bien una estrategia que podría describirse como «autoritaria no-genocida» (Degregori y Rivera 1993).

Pero como se aprecia, es un desmarque muy débil, pues se resalta el cambio de la acción contrasubversiva y su conversión en una que es llamada «autoritaria no-genocida».

Carlos Tapia en «Autodefensa Armada del Campesinado» de 1995 y en «Las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso» de enero de 1997 sostiene tesis muy similares a las de Degregori. Así como el encuentro de «rondas» de 1991 se realiza en el IEP, en la UNSCH en septiembre de 1993 se celebra el «Primer Congreso de Comités de Autodefensa Antisubversiva de Ayacucho», al parecer con la participación de Carlos Tapia.

Tapia, al igual que antes Degregori, incluye a las «rondas norteñas» en su análisis de los «comités de autodefensa» o «destacamentos antisubversivos del campesinado», pero va más lejos que Degregori en asegurar que las rondas contrasubversivas fueron una iniciativa de los campesinos y no de los militares:

Si bien es cierto que, en cualquier manual de contrainsurgencia, se señala la necesidad de que las FFAA deben tratar de establecer buenas relaciones con el campesinado para «secar el agua de la pecera» y aislar socialmente a los grupos armados subversivos, muchas veces conseguir este objetivo es bastante más que difícil. Ahí está el ejemplo de Colombia.

Tampoco es una novedad que la contrasubversión busque conseguir la adhesión activa -si no de todo- por lo menos de una parte del campesinado ubicado en el escenario de la guerra, organizándolo y armándolo para que se comporte como fuerzas paramilitares, auxiliares de las FFAA en el combate militar contra los insurrectos. Allí está el ejemplo de las «patrullas civiles» de Guatemala.

El caso peruano fue diferente. La autodefensa campesina fue, en la gran mayoría de los casos, una iniciativa propia que desde lo local se fue expandiendo en vastos Sectores de la región convulsionada por la violencia. En determinado momento, el desarrollo de este proceso social de insurgencia campesina contra el senderismo empató con la estrategia contrainsurgente del Estado -cuando ésta dejó de cometer los garrafales errores de los primeros años-, convirtiéndose en un vasto movimiento organizado, y armado, del campesinado: La legitimidad local conseguida en sus inicios pasó a ser unánime y nacional.
Carlos Tapia, «Autodefensa armada del campesinado»

Y en su segundo libro, «Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso: dos estrategias y un final», Tapia detalla el proceso de lo que él, al igual que Degregori, llama una nueva estrategia contrasubversiva. Pues esta nueva estrategia, según el mismo Tapia, está contenida en «el manual sobre contrasubversión», cuyo nombre oficial era «Guerra no convencional. Contrasubversión», aprobado el 9 de agosto de 1989. Tapia escribe señalando lo que considera aciertos de este manual, como su diagnóstico de la lucha contrasubversiva (priorizar el trabajo la inteligencia, la alianza con el campesinado, etc.), pero tiene el cuidado de hacer la salvedad que en este manual se exagera la fuerza de SL con el fin de justificar «la excesiva concentración del poder contenida en algunos de los DL propuestos o, peor aún, en función de calculados objetivos de los que recién tomaríamos conciencia la noche del 5 de abril de 1992». En 1997, cuando sale publicado el libro de Tapia, ya no hay el triunfalismo pro-fujimorista de 1995 o el del fin de la guerra fría de cinco de años antes, y ya se deslizan críticas a la premeditación del golpe de Fujimori. Sin embargo, Tapia en ningún momento se refiere al gobierno de Fujimori como una dictadura, ni es contundente a su cuestionamiento a los militares por las violaciones de derechos humanos. Escribe en plan de exaltar la nueva estrategia contrasubversiva. Su tono es más favorable que cuestionador del «manual», a diferencia de cómo escribiría casi años décadas después en que si sería su contundente cuestionador:

el Manual de Contrasubversión ME 41-7, lo que dio carta blanca para asesinar a los simples campesinos sospechosos de colaborar con el senderismo, agrupados en sus comités populares (0PA, en la terminología militar), que en las llamadas zonas liberadas se encargaban de la producción, hacer justicia, etc., y muchos de sus miembros eran forzados a cumplir este encargo, como se demostró en 1993.
Alan García: Manual EP 41-7

Ver también aquí. Ver aquí un post en que se exponen los argumentos centrales de Tapia en su libro de 1997.

9. «Shining and other paths»
En 1998 se publica en los EEUU la mencionada compilación de Steve Stern, «Los senderos insólitos del Perú: guerra y sociedad, 1980-1995» que en inglés se llama «Shining and other paths: war and society in Peru, 1980-1995», cuya traducción literal sería «senderos luminosos y otros» (y nótese que el periodo que cubre es hasta 1995, no 1997, un año antes de su publicación, sugiriéndose que 1995 es el año en que se acaba la guerra insurgente-contrainsurgente). Junto con la de la «Las rondas campesinas y la derrota de Sendero Luminoso» es la compilación de trabajos sobre Sendero Luminoso más representativa de los discursos que se tienen en el Perú sobre el tema. Y son estos los discursos que luego se adoptan en la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Con algunos cambios.

Los trabajos de estas colecciones son muy poco críticos con el fujimorismo. Ninguno de los autores que exalta a las rondas campesinas tiene muchas palabras de crítica a los militares a su accionar en los 1990s. Sus críticas son a políticas contrasubversivas que no dudan en llamar «genocidas», pero antes de 1985. Después de Ccayara, supuestamente hay un cambio. Y luego, ya en los 1990s tenemos fuerzas armadas que no violan masivamente los derechos humanos. En la compilación de Stern sólo en el trabajo de Enrique Obando se menciona a la masacre de la Cantuta y Barrios Altos, como parte del tema «Las relaciones civiles-militares en el Perú 1980-1996», y porque el general Robles en su asilo en la embajada de los EEUU reveló los nombres del comando ejecutor de estas masacres, es decir como un tema de lucha por el poder entre militares durante el fujimorismo. Otros dos trabajos de esta compilación tocan tangencialmente estas dos masacres, en pies de página.

Tampoco son, por supuesto, críticos con las llamadas «rondas» contrasubversivas y sus violaciones a los derechos humanos. Estas «rondas» no eran tampoco un fenómeno nuevo, como que el mismo Degregori ya había escrito críticamente sobre éstas (en 1989. Sendas peligrosas: La guerra del Comandante Huayhuaco. QueHacer 58:26-30). De hecho, Degregori (1995) como Tapia (1995) evitan mencionar el nombre de este desprestigiado «rondero» en su análisis exaltativo de las «rondas» paramilitares. Orin Starn (en 1995: «La derrota de Sendero Luminoso») sí se refiere a este «rondero» arrestado por narcotráfico en 1989, y extrae las consecuencias de esos hechos, que contradicen el discurso de Tapia y Degregori:

Todas esas historias contradicen el intento tanto por reducir las rondas a una simple historia de inocentes campesinos enfrentados a perversos subversivos, como por imaginar que tales organizaciones gozaban de un respaldo unánime.

Es una producción académica que corresponde a un momento de triunfalismo, de apoyo al fujimorismo, al que Degregori le reconoce un 65% de apoyo, en el que no se le cuestiona al gobierno ni a su política contrasubversiva ni las violaciones a los derechos humanos que ésta implica. El cuestionamiento al fujimorismo vendría después, en el 2000 a partir de las elecciones fradulentas, la compra de la linea editorial de los medios de comunicación. Entonces la historia se reescribiría nuevamente, en lo que sería la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que lejos de exaltar al fujimorismo, pondría especial énfasis en condenarlo.

El lector o la lectora puede sacar sus propias conclusiones sobre el discurso de Degregori y otros. En mi opinión, éste adolece de diversos problemas, que pasaré a comentar.

10. El mito contrainsurgente
Degregori dice que «Si graficáramos el horror, la curva ascendente de SL y la descendente de las FF.AA. se cruzarían definitivamente alrededor de Ccayara.»

Los datos de la CVR muestran, efectivamente, que en 1988, año en que se produce la masacre de Cayara por los militares, se produce un cruce entre las curvas. En 1988 el estado es responsable de 295 muertes y Sendero de 284 en la región Ayacucho. En 1989, Sendero aumenta a 308 y supera a estado que es responsable de 279 muertes. Pero en 1990 casi empatan (209, estado y 204, Sendero). Luego se amplía la diferencia, pero estamos hablando de 100 a 200 muertes por bando, con tendencia a la baja, muy lejos de los 1900 muertes causadas por el estado en el año 1984. Los datos no ratifican precisamente la tendencia monotónica al alza de las muertes de SL y a la baja del estado, que imagina Degregori. Estamos hablando de tendencias similares en ambos bandos, con escalas mucho menores en los 1990s que las ocurridas a mediados de los 1980s.

RegionAyacucho

Degregori declara a la matanza de Ccayara como «la última matanza masiva perpetrada por las FF.AA. en la región». ¿Es acertada esta afirmación?

Nótese primero del complemento de lugar «en la región». La afirmación podría ser cierta si las FFAA perpetran masacres masivas en otras regiones, mas no «en la región», en cuyo caso estaríamos no ante un cambio de principio de parte de los militares, sino simplemente ante una nueva forma de operar en una región que ya sufrió masacres masivas a manos suyas. Para refutar esta afirmación basta con ir a la misma CVR y ver los casos por ésta investigados, aquí. Tenemos masacres en Pucará, Huancayo, Junín en 1989, Santa Bárbara, Huancavelica en 1991, a los campesinos del Santa en 1992, Pichanaki en 1993 («ronderos» que matan a colonos por «por negarse a conformar una organización de autodefensa dependiente de las fuerzas armadas»). A pesar de las elaboraciones de Degregori, Tapia y otros, no es que a los militares les tiemble la mano de matar campesinos. Tampoco les tiembla la mano a los «ronderos» paramilitares. Lo cual nos lleva a comentar el énfasis que ponen en resaltar la autonomía de los «Comités de Autodefensa».

En toda guerra contrainsurgente hay alguna política destinada a ganarse el apoyo de la población que podría apoyar a la insurgencia. Es lo primero que hacen los militares y gobernantes que enfrentan un desafío insurgente. Aplican una política de eliminación de la población más favorable a la insurgencia y de clientelismo con la población más indecisa o favorable. Así actuaron los ingleses en Malasia, considerado internacionalmente un caso modélico de lucha contrainsurgente. En el Perú ocurrió así desde que se inicia la guerra. Previo a la masacre de Uchuraccay, Belaúnde celebró que los campesinos de Huaychao rechazaran a los senderistas. Hubo una política de aliento a que los campesinos combatieran a los senderistas, que tempranamente demostró sus resultados en la masacre de ocho periodistas limeños. El discurso de fines de los 1980s revisita y realza esta estrategia contrasubversiva como una estrategia deseable, haciendo pasar como cambio de estrategia lo que en realidad era pasar a otra etapa de la guerra en una región particular. Si los militares no matan tanto en la región sur central (para matar en forma puntual y focalizada), sí lo hacen masivamente en otras regiones, como la región nor oriental, a donde se traslada la mayor conflictividad en la guerra. Y una masacre «focalizada» sigue siendo una masacre. La masacre de La Cantuta cometida por el fujimorismo fue también una masacre. En los años 1990s el énfasis del discurso contrasubversivo «de izquierda» no incidía en este señalamiento; recién en los 2000s, con la caída del fujimorismo del gobierno, se comienza a cuestionar esta «nueva estrategia» de los militares. Desde luego que el triunfo del estado en la guerra contrainsurgente o contrasubversiva, con el apoyo de sectores campesinos, y la derrota de una insurgencia opresiva y totalitaria, fue vista por Degregori, Tapia y otros, como una validación de sus tesis, en particular en su debate con Javier Diez Canseco y la izquierda que abogaba por la «tercera vía» o que simplemente no se había alineado con el estado y en particular con los militares en la guerra.

Otra idea-fuerza en el discurso contrasubversivo de Degregori es negar que Sendero Luminoso tuviera apoyo campesino. Las «rondas» organizadas por los militares sí serían autónomas y expresión de un sentir campesino, pero nada de lo que hiciera Sendero respondería a este mismo sentir. Sendero sólo sería una fuerza opresiva, que lograría una inicial aceptación campesina debido a su autoritarismo paternalista, hasta «la rebelión del coro», la rebelión antisenderista de los campesinos y su supuesta decisión libre y soberana de apoyar las «rondas» promovidas por los militares. Más aún Degregori, en «Cosechando tempestades» caracteriza a los «senderistas como nuevos mistis, influenciados por la escuela y el marxismo». Esta caracterización Degregori la hace con el esquematismo que lo caracteriza:

Es impactante advertir cómo en los años ochenta en la sierra peruana se reproduce en alguna medida el conflicto entre mistis e indios de Yawar Fiesta y cómo, nuevamente y por última vez, los mistis convertidos en revolucionarios resultan derrotados por los «indios» transformados en ronderos.

A tanto llega su apasionamiento contrasubversivo que ve entre la lucha en «senderistas» y «ronderos» una contradicción arguediana entre «mistis» e «indios», respectivamente. Los militares que impulsan esas «rondas» son desde luego un personaje secundario en este esquematismo, abordados de paso, minimizando su rol dirigente y magnificando la idea de un cambio de estrategia supuestamente más respetuosa de los derechos humanos y menos letal con los campesinos.

Hay evidencias, sistemáticamente negadas o pasadas por alto por la producción académica de la intelectualidad de «iquierda», de que Sendero tuvo apoyo campesino. Estas evidencias incluso aparecen en el encuentro de «rondas» organizado por el IEP en 1991, pero no se les sigue la pista. Así, Degregori se pregunta:

Finalmente, una última pregunta: ¿en qué sectores recluta sus cuadros Sendero? Porque de las intervenciones ha salido que Sendero llega y organiza -en algún caso se dijo que llegó a tener 2,000 cuadros-; después se forman las rondas y lo expulsan; pero en alguna intervención salió que también había campesinos que de día eran campesinos y de noche «terrucos». Entonces, ¿entre quiénes recluta sus cuadros Sendero Luminoso?; ¿entre qué sectores del campesinado recluta Sendero Luminoso?

Sendero sí reclutaba a sus cuadros dentro del campesinado. Los senderistas no sólo eran jóvenes «desindianizados» y «descampesinizados» como proponía Henri Favre y repetía Degregori. Pero los reflectores académicos/propagandísticos están en otra parte.

Si se constata que Sendero tiene apoyo entre los campesinos, la imagen que se plantea es la de un campesino oprimido y obligado a seguir directivas. Si se constata que las «rondas» son promovidas por los militares, la imagen que se plantea es la de un campesino libre que decide establecer una alianza con los militares. Un gran esquematismo.

Y la misma pregunta Degregori la plantea para las «rondas»:

Y lo mismo para el caso de las rondas: ¿qué sectores son los más activos en la organización de las rondas? Por lo que yo he leído en el trabajo de Ponciano del Pino, sé que en la sierra de Ayacucho los que principalmente quieren organizar rondas son los más pobres, lo cual es el revés trágico para Sendero Luminoso, que dice ser el representante del campesinado pobre; en otras zonas pueden ser los más ricos o digamos los menos pobres o que por lo menos tienen algo, porque hablar de riqueza en el campo peruano a estas alturas es demasiado decir. Quedarían como temas de discusión.

Nótese el lenguaje: si son «ronderos», ya no son «los más ricos», sino «los menos pobres». Al final los pobres siempre acaban siendo contrainsurgentes. En cambio los senderistas son asimilados a los «mistis» opresores, en forma especulativa.

En suma, el discurso contrasubversivo degregorista se rige por un gran esquematismo y una idealización de un supuesto cambio de estrategia de los militares, de «genocida» a «autoritaria no-genocida», como de las «rondas» paramilitares establecidas en el campesinado. Esta idealización de la estrategia contrasubversiva es el mito asumido por Degregori y otros en los años 1990s y parte de los 2000s. Corresponde a un momento de cambios en el pensamiento de un sector de la izquierda, que se entusiasma con el capitalismo y el apoyo al estado a comienzos de los 1990s. En esto hay una paradoja que Degregori y Tapia no parecen advertir: el mayor cambio de estrategia estuvo en ellos mismos, más que en los militares y su estrategia contrasubversiva. Los militares hacen ajustes mínimos a su política contrasubversiva en comparación con el gran viraje de este sector de la izquierda, que de insurgente se vuelve contrainsurgente y colaborador con el estado.

Este mito contrainsurgente dura hasta fines de los 1990s, hasta que es desplazado por un nuevo mito, heredero pero no igual al mito contrainsurgente: el mito de la CVR, que veremos en un próximo post.

  1. Hace poco, por el 50 aniversario de Vanguardia Revolucionaria, ver aquí, Murrugarra explicó el razonamiento de los campesinos de las «rondas» o «montoneras» organizadas por el general Huamán:

    Murrugarra comenta que VR se planteó luchar contra dos enemigos principales: el ejército y SL. y que deberia ser VR, la izquierda, la que derrote a SL, porque si dejaban que lo haga el ejército sería la tragedia.

    Murrugarra cuenta que la IU lo envía a Huamanga en 1983, cuando «el cholo» (sic), el general Huamán Centeno, ya estaba organizando montoneras, reunidos con los dirigentes de la comunidad, los comuneros en su lengua dijeron «Cuando viene Sendero mata 40, cuando viene el ejército mata 4». Ese cálculo sencillo pragmático lo hicieron los comuneros.

    La misma lógica de «mal menor» que la referida por Degregori y otros. []

  2. Dos detalles más sobre el debate Diez Canseco-Degregori:

    1. Nótese cómo Javier Diez Canseco es cuestionado por Fernando Rospigliosi como por Carlos Iván Degregori, ambos aupados en los 1980s al IEP procedentes de una izquierda considerada radical. JDC hace notar esta coincidencia y les responde a ambos.

    2. Nótese cómo Degregori ampara mediáticamente a Neptalí Carpio y su artículo en Expreso, diario de la derecha. Carpio, de dirigente estudiantil en San Marcos, acabaría incorporado totalmente al aparato fujimorista, gracias a la cabida que le dio Jaime de Althaus. Y nótese cómo en ese mismo artículo Degregori acusa nada menos que a Gustavo Mohme Llona de firmar «comunicados radicales donde se condena con igual énfasis al gobierno y a Sendero Luminoso». Mohme era parte del sector mayoritario de la IU, pero no era para nada un «radical». Y estamos hablando de un gobierno que nomás en Lima había cometido una matanza muy conocida, como la de Barrios Altos. []

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