Por - Publicado el 01-11-2014

Mientras en el continente proliferan gobiernos de izquierda, el Perú no da señales de llegar a quebrar el poder oligárquico reinstaurado por el fujimorismo. La oligarquía (y el megapoder transnacional) gobierna con relativa comodidad confiada en que las mayorías sociales no logran organizarse en una alternativa política que le dispute el poder. Es una oligarquía de raigambre abascalienta que todavía se soba el tujes desde las bicentenarias patadas bolivarianas y sanmartinianas hasta el más reciente arañazo velasquista. Por lo demás, está dispuesta a aniquilar sumariamente cualquier chispita que crea que le pueda incendiar la chacra. La historia se repite, y desde luego esta vez como comedia. Una vez más, el Perú llegaría tarde a la revolución continental, si llega.

En momentos como éste viene bien imaginarse cómo sería la luz al final del túnel: que se voltee tanta supuesta estabilidad oligárquica. El rebelde limeño-tacneño Francisco Antonio de Zela murió en una mazmorra en Panamá el mismo día en que San Martín proclamara la independencia del Perú en Lima. No se enteró del resultado al cual contribuyó con su sacrificio. Los revolucionarios argentinos que no llegaron a Tacna en refuerzo de un fracasado Zela, finalmente llegaron a la misma Lima, ver 1811: la rebelión sin refuerzos. Acaso la frustración que pueda haber sentido Zela, o tantos peruanos cuyos sueños acabaron en alguna anónima fosa común, es la que se sienta en ambientes contestatarios peruanos en el presente, desconcertados por la supuesta fortaleza del poder oligárquico.

Curiosamente, una situación similar, revolución continental y férreo poder oligárquico en el propio país, fue alguna vez analizada por dos jóvenes expatriados alemanes, admirados sobre cómo las ideas de la revolución francesa, despojadas de su contenido revolucionario, eran admitidas por el poder dominante en una políticamente atrasada Alemania. Y más aún, mientras Francia avanzaba en hacer una revolución antifeudal real, en Alemania el avance era sólo filosófico, en las cabezas de la gente, mas no en la realidad. Los franceses que luchaban contra la feudalidad en su país eran perseguidos, mientras los alemanes eran profesores universitarios cooptados por el estado monárquico prusiano. La gran reflexión de estos dos jóvenes, en varios de sus textos de comienzos de los 1840s, es cómo de un movimiento de ideas puede nacer un movimiento revolucionario real.

“Los franceses, en lucha franca con toda la ciencia oficial, con la Iglesia, e incluso no pocas veces con el Estado; sus obras, impresas al otro lado de la frontera, en Holanda o en Inglaterra, y además, los autores, con harta frecuencia, dando con sus huesos en la Bastilla. En cambio los alemanes, profesores en cuyas manos ponía el Estado la educación de la juventud; sus obras, libros de texto consagrados; y el sistema que coronaba todo el proceso de desarrollo, el sistema de Hegel, ¡elevado incluso, en cierto grado, al rango de filosofía oficial del Estado monárquico prusiano!”
F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.

Y sí, en las exitosas izquierdas continentales no predominan las alambicadas construcciones de los intelectuales de la izquierda peruana, varios de ellos ex-dirigentes de partidos políticos de otrora alguna importancia. En el Perú la izquierda política es esencialmente intelectual, de cátedra, orgánica a las financieras de las transnacionales o de gobiernos aliados de la oligarquía doméstica. Mientras varios de los líderes más prominentes de la izquierda continental sufrieron su repasada en las Bastillas de sus países, varios de los líderes más prominentes de la izquierda peruana son “profesores en cuyas manos ponía el Estado la educación de la juventud”, además de parroquianos del búnker de calle Encalada en Lima.

En un horizonte tan cooptado, ¿es posible un cambio? Más aún, ¿es posible que en estos profesores esté el germen de la caída de la oligarquía en el Perú?

“¿Era posible que detrás de estos profesores, detrás de sus palabras pedantescamente oscuras, detrás de sus tiradas largas y aburridas, se escondiese la revolución? Pues, ¿no eran precisamente los hombres a quienes entonces se consideraba como los representantes de la revolución, los liberales, los enemigos más encarnizados de esta filosofía que embrollaba las cabezas?”
F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.

En varios textos,1 estos dos jóvenes alemanes anticipan primero y explican después cómo se produce el derrumbe de la ideología oficial del estado alemán y éste acaba siendo el preludio de la revolución, como soñaba el enfervorizado poeta «Quique» Heine (aquel que se burlaba de los guardias fronterizos alemanes que inútilmente le rebuscaban la maleta, sin advertir que el verdadero contrabando de la Francia revolucionaria lo traía en la mente. Como cuando alguien vuelve al Perú después de visitar algún país donde gobierna la izquierda. Aquí.).

«En Francia, basta con que alguien sea algo para que quiera serlo todo. En Alemania, nadie puede ser nada si no quiere verse en el caso de renunciar a todo. En Francia, la emancipación parcial es el fundamento de la emancipación universal. En Alemania, la emancipación universal es la conditio sine qua non de toda emancipación parcial. En Francia, es la realidad de la liberación gradual, en Alemania su imposibilidad, la que tiene que engendrar la libertad total.
Carlos Marx: En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel

Se dibuja una Francia minimalista, pero capaz de hacer cambios reales, frente a una Alemania maximalista pero incapaz de los mismos. Es como decir que en otros lugares hacen cambios reales imperfectos, mientras que en el Perú se piensa en cambios ideales, pero no se los llega a ejecutar. Los cambios vistos en el continente, nomás en Bolivia o en Chile, son una imposibilidad en el Perú debido a una izquierda atrapada entre el maximalismo anti-reformista y el seguidismo al statu quo.

Pero también este maximalismo tiene un aspecto rescatable, y se deja entrever una «posibilidad positiva»:

«¿Dónde reside, pues, la posibilidad positiva de la emancipación alemana?

Respuesta: en la formación de una clase con cadenas radicales, de una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa; de un estado que es la disolución de todos los estados; de una esfera que posee un carácter universal por sus sufrimientos universales y que no reclama para sí ningún derecho especial, porque no se comete contra ella ningún desafuero especial, sino el desafuero puro y simple; que no puede apelar ya a un título histórico, sino simplemente al título humano; que no se halla en ninguna índole de contraposición unilateral con las consecuencias, sino en una contraposición omnilateral con las premisas del Estado alemán; de una esfera, por último, que no puede emanciparse sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y, al mismo tiempo. emanciparlas a todas ellas; que es, en una palabra, la pérdida total del hombre y que, por tanto, sólo puede ganarse a sí misma mediante la recuperación total del hombre. Esta disolución de la sociedad como una clase especial es el proletariado.

OK, Alemania no es históricamente tan revolucionaria como Francia, pero así como en el fútbol Brasil es Brasil, en ideología Alemania es Alemania. Hay esperanza, si esta sociedad ha formado una clase con «cadenas radicales» que niegue a la sociedad burguesa y que no pueda liberarse a sí misma exclusivamente. Entonces todo lo elaborado a nivel ideológico acabará por contribuir al cambio, pues se encarnará en un sujeto social con capacidad de derrumbar el statu quo.

Así como la filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales el proletariado encuentra en la filosofía sus armas espirituales, y tan pronto como el rayo del pensamiento muerda a fondo en este candoroso suelo popular, se llevará a cabo la emancipación de los alemanes como hombres.

Y más, este proletario se levanta con SU pueblo:

El proletario se halla asistido; entonces, con respecto al mundo que nace, de la misma razón que asiste al rey alemán con respecto al mundo existente, cuando llama al pueblo su pueblo, como al caballo su caballo.

Marx concluye este artículo de 1844 con esta frase:

Cuando se cumplan todas las condiciones interiores, el canto del gallo galo anunciará el día de la resurrección de Alemania.

Este es tal vez el texto más nacionalista de Marx. Lejos de la unión de los proletarios de todos los países, por la que abogaría cuatro años después en el Manifiesto, en lo que está pensando es en la resurrección nacional de Alemania, anunciada por el canto del gallo francés. Como decir que la resurrección nacional peruana será anunciada por una cueca chilena bailada por Condorito.2

Y en el Manifiesto, los dos jóvenes le dedican un acápite a los profesores alemanes:

De este modo, la literatura socialista y comunista francesa perdía toda su virilidad. Y como, en manos de los alemanes, no expresaba ya la lucha de una clase contra otra clase, el profesor germano se hacía la ilusión de haber superado el “parcialismo francés”; a falta de verdaderas necesidades pregonaba la de la verdad, y a falta de los intereses del proletariado mantenía los intereses del ser humano, del hombre en general, de ese hombre que no reconoce clases, que ha dejado de vivir en la realidad para transportarse al cielo vaporoso de la fantasía filosófica.

No, no era en estos profesores germanos donde estaba el germen de la caída del dominio feudal en Alemania, sino en el proletariado. Más bien a esos doctorcitos arguedianos tocaba meterles combo y exponer sus debilidades.3

Y los jóvenes expatriados tendrían razón: finalmente el movimiento real llegó. Como anticiparon, la revolución ideológica fue el preludio del derrumbamiento político, como en Francia, en la revolución de 1789, en Alemania, en la revolución de 1848.

Como es conocido, más lueguito, después de los años 1840s estos dos jóvenes evolucionarían y dejarían de limitarse a su Alemania querida para pensar con mayor perspectiva. Hasta aquí con ellos.

Volvamos ahora al entrampado Perú, con su imposibilidad emancipatoria. La gran esperanza peruana siempre ha estado no en los profesores héroes intelectuales de la izquierda, productores de, en palabras de Engels, «bazofia ecléctica», sino en la multitud de la ciudad y el campo, oprimida históricamente desde antes de la existencia del proletariado marxiano. Hay clases con «cadenas radicales» de sobra. Aquí el problema es repensar la política desde las clases sociales, pues es ahí donde está el gran desencuentro en el Perú: las armas espirituales están muy lejanas a las armas materiales.

El paralelo del Perú con la Alemania filosófica y maximalista, de avance en la mente sin avance social, esbozada por Marx y Engels no es nada descabellado. Si miramos bien, a pesar de la falta de éxitos comparables a los de la izquierda continental, en la mente del pueblo peruano laten dos hitos emblemáticos continentales: Túpac Amaru II, que encabezó la mayor rebelión continental, lamentablemente derrotado, y José Carlos Mariátegui, que encabezó un movimiento de ideas socialistas, lamentablemente derrotado ideológicamente por el neoliberalismo de los últimos treinta años. El sustrato dejado por ambas figuras sigue muy latente en el Perú, particularmente en sus clases oprimidas, a lo que se suma la realidad presente de opresión provocadora y masiva. La oligarquía con todo su poder histórico no ha podido estirpar ninguno de los dos legados, como antes no pudo estirpar las creencias prehispánicas, reducidas a «idolatrías». Si en filosofía Alemania es Alemania, en rebelión emancipatoria el Perú es el Perú. En cada peruano coexiste la realidad de la situación de opresión con la latencia de la rebeldía. La oligarquía sabe que no puede dormir tranquila con usar a un Pumacahua para derrotar a un Túpac Amaru, pues ese Pumacahua puede ser el siguiente rebelde, que así sea derrotado será seguido por otro.

Día a día la oligarquía en el Perú estira la pita más y más: anuncios de voraces privatizaciones, inacabables recortes de derechos laborales, muertes de peruanos y peruanas impunes, esterilizaciones forzadas de peruanas y peruanos impunes, desacato de promesas electorales, absoluto gobierno de clase de la oligarquía, prebendas para las grandes transnacionales, impuestos impagos por las megaempresas, control del gobierno por embajadas extranjeras, compra y venta de pensionistas como si fueran esclavos, demolición y persecución a dirigentes populares, poder clerical omnímodo y más cosas.

¿Cómo se acumula tanta injusticia en la mente de los peruanos y las peruanas?

Pues fermentando un profundo sentimiento, bien expresado4 hace más de dos siglos por Micaela Bastidas Puyucahua:

«Yo ya no tengo paciencia para aguantar todo esto».

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  1. El manifiesto comunista, La Ideología Alemana, En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. []
  2. Lenin rechazaría que en Marx existiera nacionalismo alguno, pero sí reconocería la importancia de Alemania, en particular en que la revolución socialista en Alemania ayudaría a consolidar la revolución en Rusia. []
  3. Nótese el paralelo entre cómo los profesores germanos atacaban el «parcialismo francés» y cómo los profesores peruanos atacan a los gobiernos de izquierda del continente. Como si tuvieran algo mejor que ofrecer. []
  4. Frase interpretada popularmente como que no podía aguantar la dominación realista, interpretación que sigo aquí.

    En realidad esta frase fue escrita en reproche a Túpac Amaru por no tomar el Cusco y perder tiempo dejando que los realistas se prevengan: «Yo ya no tengo paciencia para aguantar todo esto, pues yo misma soy capaz de entregarme a los enemigos para que me quiten la vida, porque veo el poco anhelo con que ves este asunto tan grave que corroe con detrimento la vida de todos».
    Y bueno, la no toma del Cusco por Túpac Amaru fue como la no toma del Banco de Francia por la Comuna de París, un error que forma parte del aprendizaje histórico. []

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Comentarios a este artículo

  1. Ivan dijo:

    El “Perú” es una entelequia y la República del Perú es solo un estado que trata de controlar un gigantesco archipiélago donde conviven diversos grupos humanos muy diversos entre sí. Este conglomerado está controlado a duras penas por una oligarquía cuyas características podrían generalizarse en: De preferencia criolla, limeña, conservadora, patriarcal; la cual, hace alianzas con grupos similares del exterior, y apoya o coapta a emergentes que hagan el trabajo formal que tienen que hacer (Fujimoris, Toledos, Humalas o Garcías). En tal sentido, no hay nada que “una” realmente a los diferentes grupos de pobladores.
    Un ejemplo claro es la contienda marítima entre el Estado Peruano y el Chileno; la pregunta pertinente a esta cuestión es: ¿Qué gana el poblador común y corriente con tal o cual resultado? La respuesta obvia es: Nada.
    E institucional nacionales, es decir, en función a intereses nacionales tampoco existen: Desde las fuerzas armadas (y policiales), las cuales no están preparadas para defender a la población ante una eventual guerra con una entidad externa, ya que esa situación socavaría el poder que tiene esta oligarquía. En el fondo las fuerzas armadas y policiales sirven para mantener el “status quo”, reclutando a los que menos tienen para controlar a otros en semejante situación. No por nada se envió marinos a Ayacucho, o policías de Lima a Cajamarca. Por ello la posición tan timorata de Torre Tagle.
    En este contexto se desenvuelven “los intelectuales de izquierda” a los cuales te refieres; individuos llenos de paradigmas maximalistas, citadores de intelectuales foráneos que escribieron sus recetas o diagnósticos en función a sus procesos históricos, inaplicables obviamente al latinoamericano. Las facultades de sociales y ciencia política, salvo honrosas excepciones, están llenos de profesores que no tienen praxis y no tienen información salvo aquella que confirme sus tesis bastante primarias. En tal escenario, los tuertos son “reyes”, un conocido de ambos “ex izquierdista” promocionado por los de siempre, señala la derrota de la izquierda (¿sino porque lo promocionarían?); un descendiente de palestinos se burla de los Evos, Maduros y Cristinas; promocionando un “fenotipo y conducta política adecuada” que los anteriores obviamente “no cumplen”, por ello El Comercio le da cabida; cuando si se lo analiza, es tan diferente a Yasser Arafat como Humala es a Putin. O un historiador “radical” que termina de lavador de “honras” de traidores a su propio grupo social. Y luego esa recua de oscuros visitadores de embajadas, como devolviendo el favor por recibir financiamiento oficial del USAID o a través de fundaciones con intereses imperiales. Y por último, ese conjunto amorfo de consultores de mineras y similares, que se desempeñan además como “periodistas” y que los neófitos invitan como “expertos” a cuanto evento haya en la PUCP, UNMSM o la UARM (no cito otras dado que la investigación ya casi no existe). Con esos “intelectuales progresistas” es una tautología que la oligarquía haga lo que le dé la gana. Lo que sí está en juego es la viabilidad de esta república, y preguntarse si el Perú existe.