Por - Publicado el 05-02-2007
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Por - Publicado el 05-02-2007

No es sólo la propuesta de Hildebrandt. Ahora hay muchísimas propuestas. Leamos sólo dos

¿Se debe pagar por la Universidad?
Por Cecilia Blume

En cualquier caso, no importa si el alumno viene de colegio pagado o gratuito, lo que importa es la capacidad de pago de éstos (y sus familias) junto con un rendimiento académico adecuado. Hay universidades que becan a alumnos huérfanos por el solo hecho de serlo, sin evaluar la capacidad económica de la familia del alumno.
Nuestros impuestos pagan la universidad de los que no cuentan con recursos, pero apliquemos la Constitución; ello mejorará la calidad de la educación, pues tendremos alumnos esforzados, con padres que no permitirán que sus hijos repitan cursos porque se les acabará la beca. Apoyemos a los chicos que quieren estudiar y no pueden, pero no extendamos esto a quienes ahora se pasan de vivos.

En esta idea, ya no sólo paga la universidad el alumno que venga de un colegio privado, sino también

  1. el alumno que haya estudiado en un colegio público y pueda pagar;
  2. el alumno pobre que sale jalado.

Además, se califica tanto a los que pueden pagar como a los que no pueden y salen jalados como que «se pasan de vivos». En esto se incluye (esta frase es genial) a los alumnos huérfanos que tienen beca sin una evaluación de la capacidad económica de su familia. ¿Hasta dónde se puede llegar?

(También es genial que se piense que habrá «alumnos esforzados», mayores de edad ellos, gracias a sus padres que no les permitirán repetir cursos por miedo a que les quiten la beca).

Por otro lado, tenemos:

La gratuidad no es un fin
Por León Trahtemberg, educador

Finalmente, ¿por qué el hecho de asistir a un colegio privado debe ser motivo de discriminación? El proyecto de hacer pagar la universidad al alumno en función de su procedencia escolar comete tres errores: primero, discrimina a los alumnos cuyos padres, además de pagar impuestos con los que se financia la educación pública, hicieron el esfuerzo de pagar por un colegio privado, debido a que el Estado no fue capaz de proveerle una educación pública gratuita de calidad a la que tendrían por derecho constitucional. Segundo, desconoce que hay alumnos que asistieron a colegios públicos, pero su situación económica es similar a la de muchos que han asistido a colegios privados baratos. Tercero, la implementación de un mecanismo de revisión de las miles de excepciones, probablemente sea motivo de engaños, injusticias, corrupción y altos costos administrativos. Por lo tanto, la solución a todos los problemas de equidad, libertad para escoger la universidad y devolución poscarrera de lo invertido en ella es el crédito educativo a todo ingresante universitario que lo solicite.

Ese sistema no requiere identificar al universitario en función de su procedencia escolar previa, o el nivel socioeconómico de la familia, de la cual muchas veces ya se ha independizado. Todo aquel que lo quiere, sea rico o pobre, podría aplicar al crédito porque lo va a devolver (descontado por planilla), como cualquier préstamo bancario preferencial, el día que sea profesional, tenga empleo e ingresos profesionales. Así, no tenemos que diferenciar a los postulantes en función del nivel socioeconómico de su familia, ni condenar al pobre a escoger una universidad estatal.

Buena refutación de la propuesta de Hildebrandt. Un posible efecto de esta medida, de ser puesta en práctica, es que los padres que hacen el esfuerzo de pagar una secundaria en una escuela privada, simplemente dejen de hacerlo, con lo cual se altera la cadena educativa, más allá de lo que supone y propone Hildebrandt. Repito: no se puede simplemente proponer una medida sin evaluar todas las consecuencias de la misma. Mientras que en el Perú existan políticos que digan «Propongo esto y cómo se lo aplique no es mi problema» (ver Gratuidad de la enseñanza), pues no la haremos.

La propuesta de Trahtemberg tiene una gran virtud y es desligar el pago de pensiones de la capacidad económica presente de un alumno y de su familia y vincularla más bien a la capacidad de pago futura, cuando el alumno sea profesional. Un alumno talentoso pobre, del interior del país, podría ir a la mejor universidad del Perú en su rama, sea esta privada o pública, gracias a un crédito educativo. El apoyo estatal estaría en relajar la restricción de liquidez que enfrenta una persona pobre y que hace depender el desarrollo de su potencialidad de su ingreso presente. Una virtud adicional es que no se vincula el desarrollo de el/la estudiante, una persona mayor de edad, al patrimonio de sus padres, sino a su propio potencial. Efectivamente, cuando de dice que el/la estudiante es rico o pobre no se está hablando con propiedad. Son los padres los ricos o pobres, no el o la estudiante. La riqueza del estudiante vendrá después. Una tercera virtud, es que en esta propuesta se da énfasis a lo que los/las estudiantes recibirían, más que a lo que los estudiantes tendrían que pagar.

En fin, siendo buena esta última propuesta, se enfrenta a dificultades evidentes. El tema del crédito es un tema delicado y no es que el país no tenga experiencia en dar créditos generosos que después no se pagan. Si hubiera un sistema financiero que funcionara mejor, no sería el estado el que tendría que asumir ese rol. Y nos preguntamos, ¿por qué el sistema privado no ofrece ese producto financiero? Ah, pues ahí entramos en toda otra órbita que trasciende al tema educativo. Motivo de un análisis aparte. Simplemente, dejaré sentado que ofrecer crédito, incluso educativo, tiene su propia problemática, no insoluble, por cierto…

Por otro lado, y también lo repetiré una vez más. La universidad pública tienen tantas dimensiones en que podría mejorar sin cambios dramáticos (e improvisados) en su esquema de financiamiento. Otros países lo hacen, ¿por qué no se puede en el Perú?

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Por - Publicado el 04-02-2007

En esta segunda parte me ocuparé de la «americanización» de la intelectualidad, pero entendiendo por este último término la influencia intelectual de los EUA sobre los académicos de diversos países, antes que cualquier actitud política. Aquí el tema es más simple y tiene que ver con los avances de la ciencia y la tecnología en los EUA, más rápidos y decisivos que en otros países. Los EUA no han sido destino privilegiado sólo para los estudiantes e intelectuales peruanos, sino para aquellos de casi todos los países.

En este paper de Mark Rosenzweig nos enteramos, entre otras cosas, a dónde van a estudiar los estudiantes de Asia, zona del mundo que envía más estudiantes a proseguir estudios en el extranjero. Fijémonos en la Figura 1:

Hacer click en la imagen para agrandarla.
Pues sí, al parecer la intelectualidad asiática también «se americanizó»…

No es sólo en el Perú o, si se quiere, en la región latinoamericana, donde los estudiantes tienen como destino a USA. En otros lugares también. En el Asia, siguen Reino Unido, Australia, Japón, Alemania en orden de importancia.

Si uno se fija en los lugares de formación de la intelectualidad peruana, constatará algunas regularidades. Hace treinta o cuarenta años:

  • el destino fundamental era Europa: Francia, Bélgica, Holanda, Inglaterra, Alemania, España, Italia (mención aparte merecen las numerosas becas de los países del bloque soviético);
  • predominaban las carreras como sociología, antropología o filosofía antes que las ingenierías, e incluso economía;
  • los estudios de postgrado se concentraban relativamente más en maestrías antes que en doctorados;
  • los convenios entre instituciones peruanas y extranjeras eran un requisito crucial para posibilitar la salida del estudiante.

Estos son algunos rasgos a señalar. Tal vez se podría añadir otros. Hoy en día

  • relativamente más estudiantes van a los EUA,
  • predominan carreras más cuantitativas,
  • los estudios apuntan más al doctorado y
  • se han diversificado las modalidades de financiar los estudios.

Además, y esto ya depende de cada carrera, esta americanización está muy relacionada al crecimiento, institucionalización y profesionalización de la academia americana que han creado instituciones fortísimas con las que difícilmente pueden competir las instituciones europeas, sumidas en la endogamia, la falta de un mercado académico para sus egresados y la arbitrariedad en la contratación. (Algo de este proceso se percibe en el libro de Sylvia Nasar, A Beautiful Mind. Ver también la reseña de Martin J. Osborne, colega de la U. de Toronto). Un caso ilustrativo es la cantidad de economistas italianos fuera de Italia. Son los mejores, pero tienen muchas dificultades para regresar a su país, por lo bloqueado y anquilosado de su sistema universitario. Tienen que rendir un examen confeccionado por los caciques acedémicos locales. En muchos casos, se jalan a los académicos de frontera con examénes de contenidos de hace cuarenta años. Para que no creamos que sólo en el Perú se cuecen habas…

Un factor adicional es tal vez más simbólico. Por ejemplo, París ya no tiene el magnetismo que tenía hace cuarenta años. Por supuesto que no tiene la receptividad hacia los extranjeros que tenía cuando Vargas Llosa vivía allí de estudiante. Sí, como ciudad París es París, así como en fútbol Brasil es Brasil. Pero en parte ya no jala tanto; en parte, las puertas ya no están tan abiertas. Entonces, los estudiantes de ahora le entran a irse a estudiar a las universidades americanas, algunas en grandes ciudades y otras en pueblos bicicleteros. El vacilón vendrá después, acabando la carrera. No durante.

Pues, sí. Si nos queremos poner a pensar en la americanización de la intelectualidad tal vez tendríamos que entrarle por aquí. Esta americanización no tiene nada que ver con «derechización», ni con la década de Fujimori, ni con el «neoliberalismo», por favor. Hay de todo. Es más, yo diría que este proceso ha venido aparejado de una izquierdización, pues la academia americana es muy liberal, como allá se llama por opuesto a conservador. Lo que ocurre es que seguramente los términos de esta politización son muy diferentes a los de la politización de hace medio siglo, lo cual nos lleva a otro terreno: al parecer al intelectual de vieja guardia le molesta que surja un intelectual más joven diciendo cosas diferentes. El tema político es una excusa, una tapadera para ocultar los celos y algo de ira contenida. Mal. Inercia de los estilos liquidacionistas de las viejas izquierdas, afortunadamente en extinción…

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Por - Publicado el 03-02-2007

A la lejanía leo el artículo de Raúl A. Wiener de abril de 2003 en reacción a un artículo de Martín Tanaka (La República 4-5 de abril de 2003):

Martín Tanaka se va a la guerra

Todo el período neoliberal la opinión se inclinó a la derecha y la expectativa se dirigió a lograr la mejor alianza con el gigante del norte. La intelectualidad, incluido nuestro amigo Tanaka, se norteamericanizó [resaltado en el original] y los estudiosos antiimperialistas quedaron en ridícula minoría. Esa es la verdad histórica, que además se puede corroborar en la actitud hacia las intervenciones precedentes. ¿Quién recuerda una protesta activa por Panamá, Irak en 1991, Yugoslavia o Afganistán? Cero sobre cero.

Sólo que el texto no ha sido escrito ni publicado en Estados Unidos, en alguna de las revistas del pensamiento neoconservador, sino en un país de la periferia cuyos intereses no son los de EEUU, con quién tenemos varios problemas pendientes, que tienen que ver con relaciones fuerzas y en un diario en el se expresan las principales posiciones progresistas.

Me interesa comentar lo afirmado por el autor en estos dos párrafos, que no es el tema de Irak y Saddam Hussein. Empecemos por un par de puntos previos:

  1. No veo por qué un diario tendría que excluir opiniones contrarias a su línea editorial. Por último, lo afirmado por el autor es exclusiva responsabilidad del mismo. Básicamente, se está solicitando que no le den cabida a opiniones discrepantes. Mal.
  2. ¿Cuáles son los «varios problemas pendientes» entre EEUU y el Perú? ¿Que el embajador americano en el Perú enviara una carta sugiriendo la anexión del Perú después de la guerra con Chile, como documentó alguna vez Nelson Manrique? ¿El TLC? Espero que estemos de acuerdo en que los/as peruanos/as podemos decidir si queremos o no el TLC. No es una imposición. Tal vez la presencia empresas americanas durante el siglo pasado, pero muchas de éstas fueron estatizadas por el gobierno militar de Velasco. Hoy en día son las empresas canadienses o chinas las que tienen una notoria presencia, por ejemplo, en el sector minero.

    A diferencia de a México o a Nicaragua, EEUU no invadió al Perú como para tener algún tipo de rencilla histórica. Cuando mis interlocutores mexicanos me cuentan sobre la invasión americana a México en el siglo XIX, yo les cuento sobre la invasión chilena al Perú en ese mismo siglo. Me replican que es diferente. ¿Ah, sí? ¿Por qué es diferente? Ya sabemos que no hay dos situaciones históricas iguales. Sin embargo, ambas fueron guerras, invasiones, anexiones de territorios. No es de sorprender que en comparación con otros países de la región, el antiamericanismo en el Perú es relativamente débil. En cambio el antichilenismo sí que es fuerte.

    Y a todo esto, en algunos escritores «anti-imperialistas» (sí, entre comillas) y anti-americanos (aquí sí sin comillas) como Eduardo Galeano en «Las venas abiertas…» se nota un fuerte sentimiento anti-peruano. Basta ver el tipo de hechos que selecciona como emblemáticos del Perú y el tono con que los escribe. Uno compara lo que ha escrito este señor con lo que han escrito los historiadores peruanos y peruanistas en las dos últimas décadas y se da cuenta de lo obsoleto y antojadizo de sus afirmaciones. En fin, seguir alentando prejuicios no nos conduce a nada positivo. Nos refuerza complejos y actitudes negativas, como acusar a otros de nuestras desgracias y no buscar en nuestro propio país lo malo que ocurre.

  3. Prefiero usar el gentilicio «americano» para referirme alguien o algo propio de los Estados Unidos de América, pues es el único país donde la palabara «América» figura en el nombre oficial. Estados Unidos hubo y hay varios: los Estados Unidos del Brasil (así se llamaba antes de ser «República federativa del Brasil»), los Estados Unidos Mexicanos, los Estados Unidos de Venezuela, antes de la «República Bolivariana» de Chávez. Las denominaciones geográficas y cartográficas no tienen rango oficial. Por alguna razón en diversos países latinoamericanos el que los Estados Unidos de América se hayan «apropiado» del gentilicio «América» es un tema de mucha molestia. Pues nadie ha impedido a ninguna de estas colectividades nacionales incorporar a «América» dentro de su denominación oficial. Por mi parte, ya me viene bien tener a la «República del Perú» como mi entidad de origen y de referencia. No la cambio por «Latino-américa» ni por «Sudamérica».
  4. ¿Por qué se contrapone lo «americanizado» a lo «anti-imperialista»? Por un lado, ¿por qué no lo «afrancesado» o de algún otro país? Por otro, ¿un «americanizado» ya tiene que ser de derechas? Aquí estamos ante un estereotipo, producto de la ignorancia o, en su defecto, de la demagogia. No hay fundamento alguno para tales afirmaciones.

Hasta aquí un par de puntos que no quería dejar pasar. Mi comentario principal iba por otro lado. Lo haré en una segunda parte. (Continuará)

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Por - Publicado el 02-02-2007

Aquí tenemos algunas planas docentes en algunas maestrías en economía y afines ofrecidas por instituciones académicas peruanas:

(Hay definitivamente muchas más y estoy más que dispuesto a reportarlas si el/la lector/a me hace un comentario al respecto).
Aparte tenemos otras instituciones que van mas por los negocios que por economía:

Mencionaré dos aspectos claves en un maestría en economía:

  1. La calificación del personal docente, y
  2. La capacidad de la institución de colocar laboralmente a sus egresados.

En su análisis de costo-beneficio, los estudiantes sopesan el costo de la maestría con el beneficio de obtener una buena capacitación y expandir sus posibilidades de desarrollo profesional. Típicamente, las maestrías contribuían a dar acceso al siguiente escalón en la promoción profesional. El ascenso en un centro de trabajo viene amarrado con una mayor tecnificación.

En los últimos años, sin embargo, el mayor acceso a la información de lo que ocurre fuera del país ha llevado a que los más jóvenes se planteen la continuación de sus estudios en el extranjero. Aquí se topan con los problemas de siempre. Uno de ellos es la falta de fuentes de financiamiento locales. No conozco un solo peruano que haya estudiado en el extranjero con becas de fuente peruana. Todas son becas de los países donde estudiaron. (Tal vez la excepción sean los colegas del BCR, pero esas son becas para quienes ya trabajan en esa institución.). Esto contrasta con lo que ocurre en países vecinos donde sí hay fuentes de financiamiento colombianas, chilenas, etc. Otro problema es el desfase existente entre lo que se enseña en las facultades de economía en el Perú y lo que se enseña allá afuera. Ahí es donde en los últimos dos años al parecer ha surgido un nicho en el mercado de las maestrías.

La maestría de «Matemáticas aplicadas a la economía» de la Universidad Católica ofrece estudios en análisis real, macroeconomía, dinámica, teoría de juegos, topología, etc. temas que usualmente no son vistos en los pregrados, pero que son cruciales para los estudios de doctorado. Pues esto cubre una parte importante de la formación de un economista que quiere estudiar un postgrado. Así cuando sale fuera del país todo esto no le suena a nuevo. Pues, este es un nuevo segmento de mercado: el de los estudiantes que quieren salir a estudiar fuera y necesitan un refuerzo. Es un segmento creciente, pues los jóvenes están al tanto de quién es quien allá afuera. Tienen como role models a Robert Lucas o a Paul Krugman. No se conforman con los venerables héroes locales. Su ambición es mayor. Mucho mayor.

Pues bien, al parecer a esta institución le ha salido competencia en la Universidad del Pacífico, que está ofreciendo una maestría con personal calificado, todos doctorados jóvenes, y en temas similares a los de Católica-Matemáticas. Es definitivamente un mercado diferente al tradicional mercado de maestrías orientadas al mercado laboral local, donde prima en mayor medida la experiencia de los docentes en la conducción de instituciones públicas o empresas privadas. En las maestrías en regulación, por ejemplo, se aprecia mucho tener como maestro a alguien que tenga responsabilidades de conducción de reguladoras. En las maestrías puente-al-doctorado prima más la capacidad de producción de contribuciones académicas, la actualización del docente en conferencias internacionales, la participación en la comunidad académica internacional, para poder recomendar a sus alumnos a instituciones académicas top.

Es interesante que en el Perú se comience a hacer esfuerzos en esta dirección y se oriente a los estudiantes al mercado internacional. Claro, esto obligaría a las insticiones académicas que quieren entrarle a este mercado a replantearse qué tipo de personal quieren, a buscar una mayor rotación para impulsar a la gente más joven calificada y no quedarse en la veneración a las viejas glorias. Esto ya sería un cambio. Viendo la realidad y lo lento de algunas instituciones uno se da cuenta que no van por ahí. Pues, vale. No tienen por qué entrarle a este nicho de mercado. Y ya puestos, tampoco tienen por qué entrarle al mercado…

La competencia es una fuerza que nos impulsa a mejorar. Esperemos que esta competencia y las iniciativas que se vienen tomando se generalicen a más instituciones.

Actualización: Pues sí, el mercado de educación superior se ha diversificado y segmentado. Hay nuevos productos educativos ofrecidos y que resulta que cuentan con demanda. Y sí, tocará evaluar los resultados dentro de algún tiempo.

Hay que tomar en cuenta que el recurso estratégico en este nuevo producto es la plana docente, el capital humano. Tiene que ser gente actualizada. No basta con que tenga estudios alguna vez, pues estos conocimientos se deprecian muy rápidamente, a medida que la frontera va avanzando. Entonces sí, se puede armar algo con gente relativamente joven, pero esto tiene que ser complementado con tener también un nicho académico en expansión y con continuidad: Que surja nueva gente junior, que los que ahora son junior lleguen a ser senior. En todo este proceso, es crucial que la producción académica se vaya consolidando y se le entre al campeonato mundial. Obviamente, mantener la actualización es complicado. Los investigadores-profesores también tienen que vivir y en el medio doméstico los incentivos no favorecen a la investigación y docencia. Motivo de otro post…

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Por - Publicado el 31-01-2007

Leo a Augusto Álvarez

Gratuidad ciega
Quienes pueden pagar la universidad, deben hacerlo.

Es muy positiva la propuesta de la congresista Martha Hildebrandt para modificar las condiciones de la gratuidad de la educación universitaria con el fin de que aquellos que sí pueden pagar por ella, lo hagan.

Pues sí, quien puede pagar que pague. No puedo sino estar de acuerdo con esto. Se debe apoyar a quien lo necesita, no a quien puede pagar. Pero, ¿es este el problema más importante en las universidades públicas?

Ocurre que este tipo de leyes abre las puertas para propósitos diferentes de los que se anuncian. Más aun, en un contexto en que la aplicación de principios muy buenos es imperfecta, hay grandes peligros.

  • Para determinar quién puede pagar y quién no puede pagar se requiere un sistema de selección muy pero muy eficiente y preciso. Una vez más, habrá errores, habrá selección adversa. Más de una vez lo he dicho. Error de tipo 1 (negarle gratuidad a quien la necesita) y error de tipo 2 (concederle gratuidad a quien no la necesita). El statu quo es cero error tipo 1 y todo error tipo 2. Esto podría cambiar, pero no nos equivoquemos. Menos error tipo 2 nos llevará a más error tipo 1. Esto ocurriría incluso con un sistema muy eficiente. Hay selección adversa en Alemania con las cuantiosas y extendidas ayudas que da el estado alemán. La habrá en el Perú. Lo cual lleva al segundo punto:
  • Con la idea de Hildebrandt:
    – se paga por la educación universitaria, las universidades dejan de ser gratuitas (siguen siendo públicas) y poco a poco el estado deja que las universidades se autofinancien y funcionen de facto como universidades privadas;
    – hay estudiantes que pagan, la administración de una universidad tiene el incentivo para preferir en la admisión a estos estudiantes, los de mayores ingresos.
    – los estudiantes de menores ingresos pasan a depender del financiamiento público y, si todo sale bien, pasan a pagar pensión cero.
  • Ni el estado peruano ni las universidades funcionan como mecanismos de relojería. Hay arbitrariedad, favoritismo, cutra, vara, prebenda. Tenemos muchísimos casos de arbitrariedades dentro de las universidades. Incluso tenemos casos en que acabaron siendo feudos de grupos políticos donde primaba el favoritismo hacia sus afiliados. ¿Quién determinará qué estudiante universitario tiene beca y quién no la tiene?
  • Esta selección adversa tiene un costo que puede ser muy alto, no sólo por los errores señalados, la privatización de facto de las universidades públicas y las arbitrariedades que los grupos feudales que controlan las universidades puedan cometer, sino por lo delicado del tema. En el país, el progreso social, la movilidad social de una persona está asociada a la educación. Prueba por anécdota: en las novelas de Arguedas o Scorza lo que pide la gente a gritos es educación, una escuelita. Parte de la presión de las regiones también viene por contar con universidades, obviamente públicas. En las zonas teatro de operaciones de la guerra interna de los ochentas, un reclamo muy sentido es también el de la educación. Que haya un poquito de selección adversa, estudiantes pobres que se queden sin educación superior por no poder pagar, podría crear muchísimo malestar. No es para subestimarlo. El malestar social es un costo que debe entrar en el análisis. Si no, pues el análisis está mal hecho.

Llegado a este punto, vale la pena que se plantee el problema en su integridad, veamos todos los costos y todos los beneficios y no sólo nos dejemos guiar por el engañoso «quien-puede-pagar-que-pague». Es como la pena de muerte: un tema que agita pasiones, pero que no resuelve el problema que supuestamente quiere resolver. La pena de muerte no resuelve el tema de la criminalidad, ni cobrar pensiones resuelve el problema de la universidad pública. Tampoco está claro si ayudan sustancialmente a resolverlos…

Creo que han hecho las cosas al revés: han comenzado por lo fácil, pues es fácil cobrar pensiones, y por lo negativo: Hildebrandt: El Estado está subvencionando a niños ricos. A todo esto, es muy sistemático el uso de este tema por el grupo fujimorista:

(Los grupos políticos están despertando: a la campaña del APRA con la pena de muerte le están siguiendo los fujimoristas con los subsidios a los ricos. ¿Qué se traen entre manos? ¿Hemos de creer que este su objetivo real? En fin, posiblemente, a algún otro grupo político se le ocurra alguna otra iniciativa que se debe «estudiar con detenimiento».)

Se ha debido comenzar por el tema de garantizarle becas a los estudiantes de menores ingresos. Reafirmar el compromiso con que la educación sea gratuita para quien no la puede pagar, antes que abrir las puertas para la privatización en un tema tan delicado como el de la educación. Por como y quienes lo han dicho, aparece como si eliminar la gratuidad de la enseñanza para «los niños ricos» (que en realidad es una clase media venida a menos) y eliminar el medio pasaje para los estudiantes de universidades privadas fuera un primer paso. Se crea así el temor a que finalmente sí se afecte a los más pobres.

Un tema como la gratuidad de la enseñanza contribuyó a dar alas a Sendero Luminoso en junio de 1969 . Al gobierno militar se le ocurre quitarle la gratuidad de la enseñanza a los alumnos secundarios que salieran jalados. Resultado: huelgas estudiantiles. Toma de Huanta por los sinchis y decenas de muertos. El gobierno militar da marcha atrás y reestablece la gratuidad de la enseñanza. De este hecho viene la canción «Flor de Retama» de Ricardo Dolorier. No es para jugar con el asunto.

Actualización: Sería cuestión de leer el proyecto presentado por Hildebrandt, pero tal como se anuncia

Hildebrandt: Educación gratuita es para alumnos destacados que no pueden pagarla

Indicó que su proyecto se basa en el artículo Nº 17 de la Constitución Política del Perú el cual establece que el Estado garantiza la educación gratuita a los alumnos que mantengan con un rendimiento satisfactorio y no cuenten con los recursos económicos necesarios para costearla.

“Ahora le estamos dando educación gratuita a quienes tienen dinero y no tienen buen nivel”, acotó.

Dos cosas:

  1. Sólo se ha hablado de los que podrían pagar, ¿qué pasa con los/las que no mantengan un rendimiento satisfactorio y no puedan pagar? ¿Se les cobra, como se planteó en 1969?
  2. ¿Por qué Hildebrandt dice que «estamos dando» educación gratuita a quienes no tienen buen nivel? ¿No pasaron su examen de ingreso? ¿O se los han jalado demasiado?

Actualización 2: Leemos:

No ve…

Actualización 3: Reacciones blogueras:

Actualización 4: Martha Hildebrandt en este video ratifica que un requisito para la gratuidad es que el alumno mantenga buenas notas y añade

  • «el meollo del proyecto da por sustentado que el alumno puede o no puede pagar la pensión. ¿Cómo? Ese no es mi problema» (minuto 1:59).
  • «Quien y cómo va a verificar que el padre no miente que verdaderamente tiene o no tiene, quien está engañando. Eso en este momento es absurdo. Es extemporáneo discutirlo» (minuto 2:07).

Suena a que esta propuesta es una medida puntual. La congresista no ha pensado en todas las consecuencias de su propuesta. Ni quiere pensar en ellas. No es su problema. Ya se verá después… Más aun, el periodista le pregunta y a medida que ella responde se le van ocurriendo las respuestas: [crear un fondo para los estudiantes pobres]»me parece genial. No lo había pensado». Supuestamente estamos ante un esquema de subsidios cruzados de los más ricos a los más pobres. Sin embargo, no parece que es lo que está en el proyecto, como que recién se le ocurre a la congresista. Si al menos en su proyecto hubiera puesto por escrito que se trata de dar becas a los más pobres, todavía…. No lo ha pensado, no es su problema…Sólo se trata de cobrar.

Por más que suene bonito, al parecer estamos ante una improvisación, una chapuza, algo hecho al champazo….

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Por - Publicado el 31-01-2007

En el tema de los derechos humanos y la izquierda (posts de Daniel, Jorge y mío), como en muchos otros, hay que distinguir entre lo que es de jure (en la ley) y de facto (en la práctica). En el papel sí, muchas cosas pueden darse, pero ¿ocurren en la vida real? ¿Nos guiamos por lo que pasa en Matrix o en el mundo real? Las derechas principistas son muy débiles, algunas personalidades, mas no una corriente fuerte de opinión como en otros países. Uno esperaría que fueran más fuertes, y esa es mi apuesta.

Ahora mismo, en pensando en la fuerza o no de algunas ideas, medidas según lo numeroso del contingente que las suscriben, pues recuerdo que este es un tema clásico entre las izquierdas y en general en la sociología latinoamericana. Claro, los términos han cambiado. Hace algunas décadas, la pregunta era si existe una «burguesía nacional» capaz de impulsar un proceso de desarrollo capitalista en el país, que rompa con las estructuras pre-capitalistas, etc. ¿Se acuerdan? Alain Touraine dixit: no, no hay burguesía nacional. Ya, todo esto se dijo en los ochentas cuando la izquierda tenía casi un tercio del electorado, una APRA socialdemocratizada tenía más del tercio, Sendero y el MRTA estaban in crescendo. Entonces Armando Villanueva declararía que «ríos de sangre» habrían de correr para que las derechas volvieran al gobierno. Pues, esas derechas, pequeñitas entonces, volvieron , en los noventas, más rápido de lo que Villanueva sentenciara, y no carentes de apoyo. En cambio, el abanico de opciones de izquierdas se desinfló bien desinflado. Ahí quedó la debilidad e inexistencia de un sector político y social y ahí quedó la fortaleza de otro. Como para pensarlo. Será motivo de otro post.

Actualización: Y, para variar, no viene mal leer este artículo de Francisco Durand:

La derecha dividida

Luego de que fueran incorporadas nuevas generaciones de pudientes e inafectos al sistema, los vemos ejercer en estudios de abogados, consultoras, universidades, medios de comunicación, gremios empresariales y, por supuesto, corporaciones. Pero este reemergente sector político se dividió pronto.

A fines de los ochenta un ala se alineó con el fujimorismo y aplaudió la concentración del poder, el manejo policial de la prensa, la lucha ciega contra los alzados en armas, la recentralización del país, las reformas económicas pro corporativas, la privatización para unos cuantos y el amordazamiento de cualquier oposición. La otra, la vargasllosista, minoritaria en el decenio de Fujimori, condenó el autoritarismo creciente, aunque aplaudió las reformas de mercado.

Hoy percibo una cierta división. Los partidarios del “Orden y Progreso” apoyan la línea dura que viene tomando el régimen en alianza con el fujimorismo. Otros, con cierta presencia en los medios de comunicación, observan preocupados que el Estado se mueve en dirección autoritaria. Se están erigiendo en críticos al régimen en lo político. Lo económico, dicen, va bien; por lo menos para ellos.

Por lo visto, por aquella tienda política también se puede hablar de

  • derecha caviar (Perú 21 y El Comercio),
  • derecha jurel (Correo) y
  • derecha punk (Expreso y La Razón).

La trinidad caviar-jurel-punk tampoco es patrimonio de la izquierda…

– Papi, papi, ¿y tú también eres un caviar?
– No, mi hijito. Para nada. En Correo somos unos jurelazos…

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Por - Publicado el 31-01-2007

Jorge, a quien considero mi amigo a la distancia a quien no veo desde el año 90, si no me falla la memoria (y que se ha convertido así en, digamos, una suerte de “pen pal” con quien no me escribo) ha escrito una interesante respuesta al post sobre la columna de Augusto Álvarez en Perú 21. La tesis de Jorge consiste en que afirmar exactamente lo contrario a lo que sostuvo el director de Perú 21. Tengo que decir que le veo a las afirmaciones de Jorge varios problemas.

En primer lugar, hay que entender el tipo de lesión jurídica que significa la violación de los derechos humanos. Esta, a diferencia de otras, no se define por el acto sino por el agente. Los derechos humanos solamente pueden ser violados por agentes del Estado. Si el Estado, a través de un funcionario, te quita tu propiedad o te tortura, eso constituye una violación a tus derechos humanos. Si lo hace cualquier otro agente, se trata de un delito (por más serio que fuera) y nada más. En otras palabras: el carterista que le roba a una señora no está propiamente violando los derechos humanos de esa mujer; está cometiendo un robo y punto. La gravedad especial que reviste un robo cometido por el Estado se halla en el hecho de que el Estado es el supuesto defensor de la legalidad. Para controlar este poder (y no el de los delincuentes comunes), hemos creado la doctrina de los derechos humanos.

Por eso yo siempre he encontrado absurdo el reclamo según el cual las organizaciones de derechos humanos no dicen nada sobre las violaciones cometidas por Sendero Luminoso o el MRTA. En este reclamo hay un malentendido y una trampa muy peligrosa: los delincuentes comunes cometen delitos comunes y han de recibir no solamente la sanción social sino también la sanción penal que les corresponde. No hay mucho más qué decir al respecto. La trampa a la que me refiero (y que muchos no ven o no quieren ver) es que si le atribuimos a Sendero o al MRTA la capacidad de cometer violaciones a los derechos humanos los convertimos en agentes jurídicamente equivalentes al Estado peruano, es decir, estamos dándoles la categoría de fuerzas beligerantes, obligadas a cumplir la convención de Ginebra pero también protegidas por ella. La doctrina en el Perú ha sido (y debe ser) que la subversión debe mantenerse en la categoría de delito común. Los senderistas y los emerretistas son criminales y punto.

Una vez dilucidado el carácter de la lesión, podemos ver que el asunto no es que los derechos humanos sean de izquierda y no de derecha. El asunto es que la derecha ha estado siempre en el poder, salvo durante el régimen del general Velasco. Ello explica que la derecha haya estado poco interesada en la defensa de estos derechos: a quien está en el poder le conviene ejercerlo hasta donde pueda. Ello explica también que la defensa de estos derechos haya estado mayoritariamente en el sector de las izquierdas. Es obvio que el señalamiento de este tipo de crímenes cuestiona la legitimidad del Estado y de quienes lo conducen.

No veo claro que el temperamento de la izquierda y de la derecha en este aspecto haya sido consistente.

Por el lado de la extrema izquierda, es obvio que si hubieran llegado al poder se habrían convertido en el gobierno más claramente enemigo de los derechos humanos. Por el lado de las izquierdas legales, hay una innegable tradición de tibieza y hasta de negación respecto de las violaciones a los DDHH en Cuba, China, la Unión Soviética, etc. Nuevamente, esta actitud se explica porque el dilema principal es quién está en el poder. Las izquierdas planteaban que los Estados revolucionarios padecían un estado de excepción (una excepción que se hacía permanente) que explicaba la represión en nombre de un fin superior. Y claramente, en el lamentable episodio del intento de estatización de la banca, buena parte de la izquierda se sumó a esta aberración que implicaba una violación al derecho de propiedad. Hay que recordarles a los derechistas que los DDHH no solamente se refieren a asesinatos y torturas de subversivos o sospechosos de subversivos. Lo que me lleva a señalar la incoherencia de la derecha.

En efecto, por el lado de la derecha, la inconsistencia se muestra en una fuerte ceguera: por un lado, piden la salida del Perú de la CIDH, pero se olvidan de que, en caso de que en el Perú apareciera un Chávez, los empresarios expropiados y los periodistas censurados no tendrían a quién recurrir fuera del Perú. La derecha, además, suele señalar (y con razón) los crímenes cometidos por las autocracias comunistas, pero se hace la vista gorda respecto de las autocracias derechistas.

El llamado de Augusto Álvarez me parece lleno de sentido. La idea es crear un consenso político que supere estas inconsistencias que dañan el pacto social. Si queremos que el respeto a los derechos humanos sea universal, debemos verlo bajo una óptica también principista y universal. Colocarlo como una reivindicación de izquierda es un error (porque es falso y peligroso). Yo creo que hay que contribuir a que este consenso sea posible a fin de tener presidentes como Álvaro Uribe, que van hasta Costa Rica a saludar a la Corte y a reconocer plenamente su competencia. El interés debe centrarse en la defensa de la persona humana.

Un comentario

Por - Publicado el 31-01-2007

Por Jorge Frisancho

En el post de ayer, Silvio recoge un artículo de Augusto Álvarez Rodrich que termina diciendo “En contra de lo que muchos creen, erróneamente, [los derechos humanos] no son un asunto de ideología, sino de ética y decencia básica. Los derechos humanos no son patrimonio de la izquierda”, y expresa su concordancia, cosa que han hecho también algunos comentaristas. Yo estoy en desacuerdo. La idea expresada por Álvarez Rodrich es muy fina y muy bien pensant, y está muy bien en términos generales, pero hay por lo menos una perspectiva desde la cual es posible decir, sin demasiado empacho, que la defensa de los derechos humanos sí es una actitud de izquierda. Doy tres razones interrelacionadas, aunque creo que hay más.

1) Las palabras “derecha” e “izquierda” no apelan a condiciones abstractas; refieren, más bien, a tradiciones concretas y específicas de pensamiento y acción política. En el Perú, como en muchos otros contextos latinoamericanos, la tradición de defensa de los derechos humanos desde una posición conservadora o neoliberal simplemente no existe. Por el contrario, la tradición derechista peruana está plagada —pensamiento, palabra, obra y omisión— de lo contrario: ausencia de respeto discursivo a esos derechos, y su violación continua, con frecuencia brutal, en la práctica. Cosa que se está viendo ahorita mismo, de manera más o menos oblicua, en los debates en torno a la pena de muerte y a los dictámenes de la Corte Interamericana de Justicia. Así, decir simplemente que “los derechos humanos no son de izquierda ni de derecha” es una falsificación de la realidad concreta de los discursos políticos peruanos, y deshonra la historia y el legado de las prácticas, a veces heroicas, de defensa de esos derechos, que de forma casi exclusiva sí han venido desde la izquierda.

2) En el Perú, como en muchos otros países, la situación ha sido históricamente tal que la postulación y defensa de los derechos humanos más básicos resulta, ya en el momento mismo de articularse como discurso, sediciosa. O por lo menos sospechosa. Las bases del poder —económicas, sociales, políticas— han estado ancladas en la exclusión de amplios sectores de los pactos de ciudadanía, y a estos sectores se les ha negado siempre el acceso a los derechos más fundamentales. Esto puede estar cambiando en los últimos tiempos, es verdad, pero me aventuro a decir que ese cambio, si existe, es incipiente y frágil. En semejante contexto, estar a favor de los derechos humanos ha significado desde el saque estar a la izquierda del poder; estar del lado del poder ha significado, con frecuencia de la manera más descarada, estar en contra de la aplicación universal de los derechos humanos. Nuestra historia reciente y la que no lo es tanto abundan en ejemplos.

3) En el contexto global, hoy en día, hay una tendencia marcada a legitimar y legalizar la tortura, el encarcelamiento sin causa debida y sin garantías, los juicios sumarios a cargo de tribunales militares especiales e incluso la desaparición forzada de prisioneros (prácticas todas ellas puestas en marcha abiertamente por los Estados Unidos y, por el momento, consideradas legales por las cortes de ese país). Y esto es sólo la punta del iceberg, la expresión más visible de un giro hacia el militarismo y la represión que se da no sólo en USA sino también en las socialdemocracias europeas. Esta tendencia es por cierto reversible y encuentra cada vez más oposición entre la ciudadanía y entre la clase política de las naciones centrales. Pero ese no es el punto acá. El punto acá es que sí existe una derecha troglodita, anti-derechos humanos, y que ahora mismo esa derecha tiene enorme poder y ejerce enorme influencia. Y ahí también se da una línea divisoria que pone a quienes defienden esos derechos a la izquierda del poder.

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Por - Publicado el 30-01-2007

Bien lo dice Augusto Álvarez:

García y Uribe
¿De quién son, finalmente, los derechos humanos?

Un hecho de la mayor relevancia -para el Perú- ocurrió ayer en San José de Costa Rica. Durante la celebración del LXXIV período ordinario de sesiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que se inició el lunes pasado, se apareció el presidente colombiano Álvaro Uribe con el fin de reunirse con el pleno de los jueces que la integran.

Su objetivo fue explicarle a los jueces, personalmente, la evolución de los derechos humanos en su país y las acciones llevadas a cabo por su gobierno en dicha materia, pero, también, expresar su apoyo enfático y consideración a la labor que realiza dicha Corte.

Asimismo, el presidente Uribe destacó en la cita, de manera particular, el compromiso del Estado colombiano de acatar las decisiones de la Corte y de cumplir con las sentencias emitidas por esta.

Cuando en nuestro país el gobierno y sus adláteres discuten opciones que van desde retirarse de la Corte de San José -los más alocados-, hasta desconocer sus sentencias -los más ‘prudentes’-, la visita de Uribe al tribunal supranacional es particularmente relevante por varias razones.

Primero, porque Colombia es un país que tiene mucho más casos pendientes en dicha Corte que el Perú. Incluso, el gobierno de Uribe enfrenta algunos expedientes referidos a la violación de derechos humanos durante su primera administración. Es obvia la diferencia con la actitud del gobierno de Alan García.

Segundo, porque en el contexto de la geopolítica latinoamericana, Uribe puede ser calificado como un ‘presidente de derecha’, a diferencia de García, quien se autoproclama como alguien de una posición de centro izquierda, tradicionalmente más vinculada a la defensa de los derechos humanos.

Esto último resulta especialmente relevante en el actual contexto político peruano, en el que con frecuencia no se entiende cabalmente la importancia de defender con rigor la defensa de los derechos humanos.

En contra de lo que muchos creen, erróneamente, estos no son un asunto de ideología, sino de ética y decencia básica. Los derechos humanos no son patrimonio de la izquierda.

Suscribo lo expresado en este artículo línea por línea.

En el Perú:

  1. Las izquierdas creen que los derechos humanos les pertenecen.
  2. Las derechas coinciden: creen que los derechos humanos son de izquierdas.

Pues, no. Se equivocan, pero esto es por la debilidad/ausencia de una derecha principista, y porque en general en el país los derechos básicos no están institucionalizados. Manda la arbitrariedad, la ley del más poderoso, la prebenda, el favor político, la vara. A el/la que no tiene poder que lo/la parta un rayo. En contexto, defender algunos principios básicos es peligroso, pues quien detenta el poder inmediatamente te criminaliza.

En todo esto, es muy saludable contar con un sector como el representado por el autor del artículo comentado.

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