Por - Publicado el 11-11-2009

El pasado 7 de noviembre se recordó un aniversario más de la revolución rusa. Hay un buen número de enlaces históricos sobre este hecho y noticias sobre cómo se sigue celebrando, por poca o mucha gente en diferentes lugares del mundo incluida la propia Rusia.

Ese sábado en la noche estuve en una asamblea de los trabajadores de HERMES una empresa limeña que acaba de despedir a la junta directiva del recientemente formado sindicato junto con dos decenas de sindicalistas. estuve pues, en una sala reducida, que apuradamente habían conseguido un grupo de asalariados que se reunía apretadamente para discutir que iban a hacer.

Perder el trabajo no es cosa fácil. Para muchos de mis amigos, profesionales jóvenes y exitosos cambiar de empleo es casi una aventura. Tal vez por eso, el drama ajeno se torne invisible. Entre los asalariados, perder un empleo tiene poco de aventura y mucho de desgracia. El trabajador peruano de las ciudades en general ha completado la secundaria completa. Ha asistido a un colegio público y todo lo que eso implica en cuanto a niveles de calidad educativa. Tiene que buscar un trabajo antes de poder elegir a un presidente. Si tiene una red de amigos grande conseguirá un empleo en una empresa formal, un salario regular, una boleta de pago y con suerte podrá vivir sin tener que mirar el calendario cada mes pensando lo que hará si no le renuevan el contrato. Ser asalariado en el Perú es vivir con pocas certezas. Es luchar contra la incertidumbre constante y sentir que eres dueño de una parte de tu propia vida. Hacer planes y no solo sueños. Tu vida tiene un centro y un norte. Eres alguien.

Y de pronto, ese poquito de certeza, te lo quitan. Y ya no sabes que será de ti o tu familia al día siguiente. No hay nada más brutal, violento y desgarrador que despojar a un asalariado de su trabajo. El poder que tienen los empresarios para despedir arbitrariamente en nuestro país es tan grande, tan irresponsable y tan impune que parece absurdo siquiera intentar algún tipo de resistencia.

En el Perú no hay desempleados, hay despedidos. La propia palabra tiene una resonancia mayor que simplemente la condición de carencia de un trabajo. Un despedido es aquel que parte, que se va, que dice adiós. Ser despedido es embarcarte en un viaje a la incertidumbre teniendo como compañera a la pobreza. Más de 80 mil familias han pasado por esto en los últimos meses aquí en el Perú.

Sigue la lectura, por que todo debe seguir en «BAJADA A BASES», el blog del sindicalismo de clase.

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Comentarios a este artículo

  1. Alfredo P. dijo:

    No entiendo qué tiene que hacer el aniversario de la toma del poder por los bolcheviques en 1917 (los cuáles no derribaron al Zar, sino al gonierno socialdemócrata de Kerensky) con los problemas del sindicalismo en el Perú.
    ¿Existían sindicatos libres en la antigua URSS?, ¿en Cuba o en Corea del Norte es posible tener un sindicato distinto del estatal?.

  2. Dennis Klüver dijo:

    RT @cdufraktion_mv: Dankbar für klare Position der Kanzlerin – Abstimmung im Bundesrat zum Forschungshaushalt der… http://bit.ly/foft