Por - Publicado el 27-07-2020

[Alguna vez escribí un post en este mismo espacio sobre aspectos políticos de un debate entre escritores peruanos llamados «andinos» y «criollos». Era un terruqueo de un escritor apellidado Thays a otros escritores descalificados por ser «maoístas». Entonces, un crítico literario, hoy apodado Mr. Mojito, me replicó que ese debate no estaba en los artículos periodísticos en que se criticaban entre sí, sino en sus obras, en todo lo que habían escrito y propuesto como literatura. Evidentemente, era un intento del crítico, totalmente adscrito al bando llamado criollo, de decir algo en defensa del terruquero. Sin embargo, así y todo me pareció que tenía un punto, pues yo definitivamente no domino las obras de los autores en debate y mal puedo opinar al respecto, cosa que tampoco fue mi intención. El debate tal como fue planteado trascendía las obras y se ubicaba en un nivel más general y político en que cabía que gente fuera del tema pudiera decir algo. O alguito aunque sea. Ya me gustaría estar en el pulso de todas las obras que se han escrito y poder situar un debate en las obras de sus autores. No puedo.

Me imagino que los pintores tendrían que debatir a pincelazos en sus propios lienzos y los escritores a plumazos en sus propias libretas, más que en confrontaciones directas. Pero bueno, no fue así entonces y no será tampoco así en el siguiente post. Una vez más me limitaré a los aspectos más políticos de una controversia entre escritores latinoamericanos, en particular a la desilusión de Vargas Llosa con la revolución cubana seguida de su ilusión con el capitalismo y el neoliberalismo. Evidentemente, Vargas Llosa tiene una importante actividad política, relacionada, pero que va por fuera de sus obras. Neruda sí ajustó cuentas con González Videla en sus poemas, como el caricaturista Pepo ajustó cuentas con el roto Quesada en sus tiras de Condorito. En cambio, no fue en ninguna novela que Vargas Llosa habló de «dictadura perfecta» o llamó a García Márquez «cortesano de Fidel Castro».]

1. El viraje de Vargas Llosa a la derecha comenzó con el caso Padilla
El discurso de Vargas Llosa sobre su viraje de la izquierda a la derecha incide en que su decepción con el socialismo comenzó con el caso Padilla en Cuba. Heberto Padilla fue un poeta partidario de la revolución cubana que comenzó a expresarse críticamente a aspectos de la misma. Fue arrestado y conminado a hacer una autocrítica pública en que además acusaba a colegas suyos de contrarevolucionarios. Este caso reventó a fines de los 1960s y comienzos de los 1970s. Varios escritores latinoamericanos y de varios países se solidarizaron con Padilla a través de dos cartas enviadas a Fidel Castro. La primera fue para expresar inquietud por el encarcelamiento de Padilla y salió en Le Monde el 9 de abril de 1971. La segunda fue para expresar vergüenza y cólera por la inverosímil autocrítica de Padilla; salió en Le Monde el 21 de mayo de 1971.

Vargas Llosa hasta entonces había estado bien con que Cuba se declare socialista, tuviera un partido único, fusilara gente y cometiera violaciones de derechos humanos. Vargas llosa en 1967 publica una Crónica de Cuba.

Nunca Vargas Llosa sería específico en autocriticarse por su izquierdismo juvenil. Siempre lo presentaría como algo idealista, antidictatorial y justiciero. De su apoyo a la revolución cubana diría «fui bañado en mugre». Lo que hizo, con su viraje a la derecha, fue despercudirse.

Una vez que se desilusiona del comunismo, del socialismo, muy rápidamente le entra un nuevo idealismo, pero esta vez por el capitalismo, por el neoliberalismo y entra en sintonía con gobernantes como Reagan y Thatcher en los 1980s, con el PP de España y con la UDI chilena. No queda claro cómo el caso Padilla podría aguantar tanto peso.

2. La izquierda ante el caso Padilla: que Varguitas no se haga el nunca visto
Vargas Llosa no fue el único que protestó por el caso Padilla. Lo hicieron hartos escritores de izquierda, que tuvieron reacciones variadas ante la revolución cubana y el izquierdismo. De los que firmaron apoyando a Padilla, Vargas Llosa fue el único que se derechizó militantemente, tal vez acompañado por Octavio Paz que ya venía así de antes. La mayoría de escritores siguieron siendo de izquierda, socialistas y críticos al capitalismo, y más aún, simpatizantes de la revolución cubana.

Heberto Padilla no sólo contó con el apoyo de prominentes escritores izquierdistas, sino que generó un debate dentro de la izquierda sobre la revolución cubana. La revista Marcha del Uruguay abrió sus páginas de par en par a este debate, dando cabida a las posiciones críticas a la revolución cubana, como a las posiciones más favorables. Ver aquí.

En esta edición de Cuadernos de Marcha está esencialmente todo el debate, incluyendo el intercambio entre Haydee Santa María Y Mario Vargas Llosa. No está, sin embargo, la primera carta de los escritores latinoamericanos a Fidel Castro, que puede verse aquí. Esta primera carta expresa inquietud por el encarcelamiento de Heberto Padilla y estuvo firmada también por García Márquez. Es una carta en que se expresa apoyo al Che Guevara, a los gobiernos de Chile, Bolivia y Perú y reafirma su solidaridad que inspiraron la lucha en la Sierra Maestra. Estas carta fue redactada por Julio Cortázar y Juan Goytisolo, aquí.

La segunda carta, redactada en Barcelona por iniciativa de Vargas Llosa y Juan Goytisolo, aquí y aquí, no fue firmada por García Márquez; en Cuadernos de Marcha explica por qué no lo hizo y su posición sobre Cuba:

Pregunta: En conclusión, usted no rompe con la Revolución Cubana …

Respuesta: Por supuesto que no. Más aun: de los escritores que protestaron por el caso Padilla, ninguno ha roto con la Revolución Cubana, hasta donde yo sé. El propio Mario Vargas Llosa hizo esa advertencia en una declaración posterior a su famosa carta, que los periódicos la relegaron al rincón de las noticias invisibles. No. La Revolución Cubana es un acontecimiento histórico fundamental en la América Latina, y en el mundo entero, y nuestra sondaridad con ella no puede afectarse por un tropiezo en la política cultural, aunque ese tropiezo sea tan grande y tan grave como la sospechosa autocrltica de Heberto Padilla.

Efectivamente, las palabras de Vargas Llosa, el 19 de mayo de 1971, en un pronunciamiento público fueron:

Cierta prensa está usando mi renuncia al comité de la revista de la Casa de las Américas para atacar a la Revolución Cubana desde una perspectiva imperialista y reaccionaria. Quiero salir al frente de esa sucia maniobra y desautorizar enérgicamente el uso de mi nombre en esa campaña contra el socialismo cubano y la revolución latinoamericana. Mi renuncia es un acto de protesta contra un hecho específico, que sigo considerando lamentable, pero no es ni puede ser un acto hostil contra la Revolución Cubana en general (…).

(Vargas Llosa le lee este fragmento a César Hildebrandt, en una entrevista telefónica de 1971 para la revista Caretas, aquí.)

Esos eran los términos en tiempo real. Con el paso de los años y la derechización de Vargas Llosa, la historia se contó diferente.

Varios medios de prensa resaltan en años recientes que, por el contrario, que García Márquez se negó a protestar por el encarcelamiento de Padilla, evitando mencionar que éste sí firmó la primera carta. Sin embargo, según Vargas Llosa, aquí, el nombre de García Márquez habría figurado en la primera carta sin la autorización del colombiano:

Vargas Llosa contó que en Barcelona varios intelectuales firmaron una carta de protesta contra la captura del poeta, y Plinio Apuleyo Mendoza firmó, sin autorización del Nobel colombiano, por García Márquez. Tras enterarse de esto, “García Márquez protestó enérgicamente” y la segunda carta escrita por ellos en respuesta a la forzada autoincriminación de Padilla como agente de la CIA, y en la que también acusó a otros escritores de serlo, el nobel colombiano se abstuvo de firmarla.

Lo curioso es que en la primera carta no figura la firma de Mendoza, más sí en la segunda. ¿Mendoza firmó por otro y no firmó por sí mismo? En la entrevista es claro en rechazar los métodos estalinistas en Cuba. Otras versiones señalan que García Márquez auténticamente firmó la primera carta redactada por Cortázar y Goytisolo, pero no la segunda redactadas por Vargas llosa y Goytisolo (García Márquez había perdido su trabajo en Prensa Latina junto con Plinio Apuleyo Mendoza, pero no por eso se desilusionó. Tampoco le pasó factura con el gobierno cubano su firma de la primera carta).

Por su parte, otros escritores tuvieron actitudes críticas, de decepción, pero sin rompimiento con la revolución cubana, menos con la izquierda y de ninguna manera de asimilación al neoliberalismo. El uruguayo Ángel Rama fue muy crítico con el gobierno cubano, y apoyó mucho a escritores cubanos exilados, como Reinaldo Arenas, quien igual lo acusó de ser un peligroso castrista. Es notorio que intelectuales franceses como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir no sólo siguieron bien posicionados en posiciones de líderes intelectuales de izquierda, sino que denunciaron las actividades de la CIA en Francia: publicó una lista de nombres de agentes de la CIA que trabajaban en la embajada de los EEUU en Francia, aquí. La CIA y el FBI habían venido siguiendo a Sartre desde hacía mucho: uno, dos, tres.

En este contexto varios escritores peruanos también se pronuncian sobre este caso distaciándose de Vargas Llosa. Esto sale publicado en la revista Libre, publicada en París en 1971 y 1972,ver revista-libre-caso-padilla

Los firmantes –Alejandro Romualdo; Reynaldo Naranjo; Winston Orrillo; Arturo Corcuera; Gonzalo Rose; Pablo Guevara; Gustavo Valcárcel; Eleodoro Vargas Vicuña; Washington Delgado; Alejandro Peralta; Francisco Bendezu–, creen que esta campaña que se libra contra la revolución tiene la intención de desprestigiar los logros de la misma. Los intelectuales peruanos presentes en este llamamiento quieren dejar claro que Mario Vargas Llosa no representa la opinión de todos los peruanos y que ellos siguen siendo fieles a la revolución y sus símbolos.

«Creemos que dentro de esta campaña tendiente al desprestigio de la imagen de la Revolución cubana, la carta del escritor Vargas Llosa no es sino un capítulo más de ella, que no representa la opinión general de la intelectualidad revolucionaria peruana».

Carlos Fuentes aparentemente fue uno de los escritores más centristas en este debate. Fuentes había apoyado y sido embajador en París del presidente mexicano Luis Echeverría, pero luego apoyó fervientemente a los sandinistas de Nicaragua, a diferencia de Vargas Llosa.

En buena cuenta el caso Padilla fue sobredimensionado mediáticamente (se sigue diciendo, por ejemplo, que
el ‘boom’ latinoamericano abandonó a Fidel Castro o que con Castro «sólo quedó Márquez; y quizás Hemingway»). Son versiones diseminadas por el mismo Mario Vargas Llosa que pone las cosas como si la mayoría de intelectuales se hubieran distanciado de Cuba como él lo hizo, aquí también. El caso fue sonado, pero no hizo tanta mella en la izquierda intelectual latinoamericana. En términos de viraje sólo se trató de MarioVargas Llosa. Por más que la segunda carta fue sonada y tuvo copiosa participación de hombres y mujeres de letras no marcó ninguna volteada masiva ni con la izquierda, ni con el gobierno cubano.

3. La CIA monitoreando
Las acusaciones del gobierno a Padilla fueron en buena parte por sus conversaciones con intelectuales franceses como K.S. Karol y René Dumont, acusados por Fidel Castro de ser «agendes de la CIA». No hay ninguna evidencia en tal sentido. Era gente de izquierda crítica con lo que le parecía mal, y sobre todo era gente que le contó al mundo lo que ocurría en Cuba en términos de manejo económico. Ambos intelectuales franceses escriben sobre la economía cubana en base a lo que Padilla les cuenta. (Karol es muy claro, aquí, en presentar el autoritarismo de Castro con los intelectuales como un alineamiento con la Unión Soviética en un contexto en que Cuba necesitaba de su ayuda económica. Castro hubiera querido tener más distancia y crítica hacia la Unión Soviética, pero la economía no le permitía.)

Sin embargo, sí es cierto que la CIA se aprovecha de lo que dice Dumont y de todo el caso Padilla. La posibilidad de evidenciar fisuras y fracasos en el gobierno cubano, un distanciamiento entre ese gobierno y los intelectuales de izquierda latinoamericanos y presentar a Padilla como «el Solzhenitsyn de Castro» es una gran oportunidad para la CIA.

La CIA siguiendo a René Dumont en una compilación de publicaciones consideradas «Propaganda Perspectives«: CIA-RDP79-01194A000400100001-1

La CIA siguiendo el caso Padilla: CIA-RDP85T00875R001100100067-2(1)

Al menos de lo que se ve en estos documentos desclasificados de la CIA, la cosa era al revés de lo que difundió entonces el gobierno cubano. No era que Karol y Dumont trabajaban de «agentes de la CIA», sino que la CIA se aprovechó de lo que trabajaban. Usando una metáfora futbolística, no era que la CIA la centraba y ellos la cabeceaban, sino al revés: ellos pusieron los centros y la CIA cabeceó la pelota.

4. Las ilusiones en curso: la guerra fría cultural
Lo que sí es cierto es que los Estados Unidos entendieron el acercamiento de los intelectuales latinoamericanos al gobierno cubano como parte de la guerra fría cultural. Los viejos aparatos como el Congreso por la Libertad de la Cultura estaban quemados como organizaciones de fachada auspiciadas por la CIA. Cuba tenía a Casa de las Américas; la respuesta estadounidense fue a todo dar, con centros latinoamericanos, fundaciones como Rockefeller, Fullbright o Ford, revistas como Mundo Nuevo, en el PEN Club, con invitaciones regulares a los intelectuales latinoamericanos a que den cursos y realicen presentaciones en las universidades de los Estados Unidos. Todo esto ya existía, pero con la revolución cubana se potenció. Deborah Cohn describe este proceso aquí. Ver también esta crónica. Ningún escritor del boom latinoamericano dejó de ir a los Estados Unidos por esos años.

5. El distanciamiento estético: “el nacionalismo, el indigenismo, el criollismo y otras taras”
Haydée Santa María en su carta a Mario Vargas Llosa comenta algunos detalles expresivos de la creciente distancia entre el escritor y cuba. Comienza cuando Vargas se niega a donar el dinero recibido por su premio Rómulo Gallegos en 1967 a su novela «La Casa Verde» a ayudar «al Che Guevara y a la lucha de los pueblos». En constraste, Julio Cortázar sí entregó su premio a su novela «El libro de Manuel» en 1973 a la resistencia chilena. Santa María también le reprocha también no haber ido a Cuba, sin dar explicación alguna, a su compromiso de ser miembro del jurado del premio Casa de las Américas 1969 «porque se encontraba en una universidad norteamericana». Efectivamente, en otoño de 1968 Vargas Llosa fue profesor visitante en Washington State University y en primavera de 1969 en Puerto Rico.

En una Carta a Carlos Fuentes, escrita el 20 de enero de 1969 en Pullman, Washington, Vargas Llosa señala:

En el Perú la confusión política adquiere niveles paranoicos. Los generales se van a quedar en el poder muchos años y cuentan con el apoyo de la izquierda que proclama a diestra y siniestra que el régimen es nacionalista y antiimperialista, lo que es un disparate apocalíptico. Pero ni siquiera se puede atacar a los generales, porque sería hacer el juego a la extrema derecha que capitanea la oposición. En vista de este caos he decidido no regresar al Perú. No pude ahorrar aquí lo suficiente para tener unos meses de libertad y he aceptado por un semestre un contrato en Puerto Rico, lo que es como meter la cabeza en la boca del lobo porque en la isla pululan los gusanos cubanos (hay, también me dicen, cuarenta mil poetisas).

Aún no se había dado la reforma agraria en el Perú,

Además de político, el distanciamiento de Vargas Llosa parece haber sido también estético, pues rechazaba “el nacionalismo, el indigenismo, el criollismo y otras taras” que había en Cuba, el Perú y en Chile:

El progresivo distanciamiento del autor de Conversación en La Catedral (1969) con las élites cubanas tenía su origen en la discordancia política pero también en el desencuentro estético. Como se lee en una carta a Carlos Fuentes, desde Lima, el 10 de noviembre de 1971, Vargas Llosa encuentra algunas ventajas en el régimen militar de Juan Francisco Velasco Alvarado, respaldado por el Partido Comunista peruano y, naturalmente, por el gobierno cubano, si bien echa en falta el elemento civil que distingue el proyecto de Unidad Popular de Salvador Allende en Chile. Pero “la cosa le parece irrespirable desde una perspectiva cultural”, ya que predominan “el nacionalismo, el indigenismo, el criollismo y otras taras” que también conformaban la estrategia cultural de Casa de las Américas.
(…)
En cuanto al Perú, los militares no dan marcha atrás y prosiguen las reformas, pero no se puede decir que el proceso sea excesivamente prometedor. Me dicen que hay oficiales por todas partes, no solo en los ministerios sino también en las haciendas cooperativizadas, y en las minas, etc. Ya te contaré con más detalles. […]
Rafael Rojas: El camino hacia la rupturay en su libro aquí.

Al parecer además o más que el caso Padilla, las reformas antioligárquicas militares contribuyeron en la desilusión y posterior derechización de Vargas Llosa más de lo que se creía.

Curiosamente, a Vargas Llosa no se le conocen críticas en tiempo real al gobierno velasquista, sino hasta que la prensa fuera expropiada en 1974. Por esos años, la imagen de Vargas Llosa sobre el gobierno militar eras más positiva que negativa:

6. Antes del caso Padilla fue el caso Neruda
Neruda fue el intelectual latinoamericano comunista más importante, antes y después de la revolución cubana. Muy rápidamente chocó con Fidel Castro como él mismo cuenta en «Confieso que he vivido». Dos razones: su visita a los Estados Unidos a una reunión den Pen Club y su paso por el Perú en 1966 en que fue condecorado por Fernando Belaúnde, su amigo personal, quien había ejecutado a guerrilleros como De la Puente y Lobatón. Esto motivó una carta abierta de cuestionamiento de los escritores cubanos:

Esta carta fue un golpe muy fuerte para Neruda y fue una de las mayores amarguras de los últimos años de su vida.
Hernán Loyola: «Fidel le debe un desagravio a Neruda»

Neruda nunca les perdonó por esa carta. Nunca volvió a Cuba, nunca se acercó a Fidel Castro durante su visita a Chile. Fidel Castro nunca lo rehabilitó tampoco por tal desencuentro.

Es claro que a un curtido Neruda, vinculado directamente a los soviéticos por décadas, no lo iban a escuelear sobre la revolución unos chibolos recién llegados al comunismo.

Pero aquí el punto es que Neruda no tuvo ninguna desilusión de la revolución y de su convicción izquierdista por tal desencuentro. Por supuesto que los cubanos actuaron no mal, sino recontramal. Y es claro también que detrás de todo esto estuvo Fidel Castro.

Según Hernán Loyola, estudioso de la obra de Neruda, A partir del 56, Neruda no se va, pero revisa sus posiciones, sobre el estalinismo. «En 1964, por ejemplo, escribe un fuerte poema de crítica al estalinismo, en «Memorial de Isla Negra», que se llama «El episodio». »

El trasfondo de esta carta, dice Loyola, es el siguiente:

Él dice que se trataba de una carta política en la cual el Partido Comunista de Cuba discutía sus puntos de vista de entonces, que eran los del foco guerrillero, asociados a las ideas de Régis Debray, etcétera, con las ideas del Partido Comunista de Chile, que eran más ortodoxas, ligadas a la política internacional de la Unión Soviética.

Neruda sabía muy bien de dónde venía la carta y, por lealtad política a su partido, no podía contestar ni al presidente cubano Osvaldo Dorticós ni a Fidel Castro.

Entonces se tuvo que tragar toda su rabia y toda su amargura, y enderezó sus cañones literarios contra Fernández Retamar, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén, que fueron los canales de desahogo que tuvo. Esa elección fue amarga para él, pero no tuvo alternativa. «

El fragmento de la carta de los escritores cubanos referido al Perú es el siguiente:

Pero si tu visita a los Estados Unidos fue utilizada en ese sentido, aunque cabría haber obtenido con ella otros resultados, ¿qué interpretación positiva puede dársele a tu aceptación de una condecoración impuesta por el gobierno peruano, y tu cordial almuerzo con el presidente Belaúnde?

¿Qué habrías pensado tú, Pablo, del escritor de nuestra América, de la figura política de nuestra América, que se hubiera prestado a que Gabriel González Videla lo condecorara, y que departiera cordialmente con él, mientras tú estabas en el exilio? ¿Hubieras creído que ello fortalecía los nexos entre Chile y el país de ese escritor? ¿Le hubieras concedido a Gabriel González Videla el honor de representar a Chile, mientras tú, por ser auténtico representante de tu pueblo, estabas desterrado? Por eso no te costará trabajo imaginar lo qué en estos momentos piensan y sienten no sólo los desterrados, sino los guerrilleros que, en las montañas del Perú, luchan valientemente por la liberación de su país; los numerosos presos políticos que, por pensar como aquéllos, yacen en cárceles peruanas -algunos, como Héctor Béjar, muriendo lentamente; los que viven bajo la amenaza de la pena de muerte impuesta en su tierra a 1os que auxilien a los nuevos libertadores; los seguidores de Javier Heraud, Luis de la Puente, Guillermo Lobatón, cuya sangre se ha sumado a la de los mártires que tú cantaste en grandiosos poemas. ¿Aceptarán ellos que el gobierno de Belaúnde, al imponerte la medalla (a sugerencia de la organización que sea), ha podido hacerlo a nombre del Perú? No son esos gobernantes, con quienes almorzaste amigablemente, sino ellos, quienes ostentan la verdadera representación de Perú. Así como a Chile la representan los mineros asesinados, Recabarren, el Neruda que en el destierro nos dio el admirable Canto General, los grandes líderes populares de ese gran pueblo tuyo y no González Videla y Frei. Este último ha sido escogido por los yanquis como cabeza del reformismo (hasta le dejan mantener relaciones con la URSS), del mismo modo que los gorilas del Brasil, y últimamente de Argentina son cabeza del militarismo: pero unos y otros, con distintos métodos, tienen un mismo fin: frenar o aplastar la lucha de liberación. No son Perú y Chile quienes fortalecen sus vínculos gracias a esos actos tuyos, sino Belaúnde y Frei: el imperialismo yanqui.
Carta abierta a Pablo Neruda, La Habana, 25 de julio de 1966

Fernando Belaúnde escribiría elogiosamente sobre Pablo Neruda en octubre de 1988 en Visión, una revista tapadera de la guerra fría cultural aquí el pdf, aquí todo.:

Medios de Miami como Radio Martí relevarían también el desencuentro entre Neruda y Cuba: Pablo Neruda y Cuba en la distancia
Otros medios, de derecha, pero con las baterías más enfiladas contra Neruda que en aprovechar su distanciamiento de Cuba aludirían a un Saludo a Batista hecho por Neruda.

A comienzos del presente año, enero-marzo 2020, Casa de las Américas de Cuba publicó tres cartas de Mario Vargas Llosa. Una está dirigida al cubano Ambrosio Fornet, el 4 de octubre de 1966. Vargas Llosa defiende a Neruda señalando que su intervención en los Estados Unidos fue atinada y nada aprovechable por el imperialismo. Lo primero es correcto, mas no lo segundo. Nerudo, efectivamente, se ganó a la audiencia estadounidense desde su posición socialista, debatió con intelectuales anticomunistas, defendió el sistema soviético. No cedió por ningún lado. Lo que es cierto, como le responde Fornet a Vargas Llosa (ver el documento a través del enlace abajo), es que igual en los Estados Unidos se cumplió el objetivo de presentar un encuentro mundial del Pen Club, inclusivo y democrático, competitivo con la masa crítica de prominentes intelectuales nucleados por Casa de las Américas. En lo segundo, Belaúnde y Neruda, Vargas Llosa da una argumentación bastante floja, que en 1966 ya no había guerillas en el Perú y que Belaúnde es un simple muñeco de las Fuerzas Armadas. Irrelevante. Belaúnde fue el comandante general de las Fuerzas Armadas. Sin su autorización, no habrían podido ejecutvar a Lobatón ni a De la Puente.

También pensé escribirte largo con motivo de la carta abierta que mandaron ustedes a Neruda sobre el asunto del Pen Club. La verdad es que el texto me pareció algo injusto y excesivo. Yo estuve en esa reunión del Pen y la actitud de Neruda, tanto en las sesiones como en los recitales que dio, fue siempre atinada, nada «aprovechable» por el imperialismo. Yo sentí mucho, también, que Neruda hubiera ido a almorzar con Belaúnde y se hubiera dejado condecorar, pero tal vez hubiera sido más prudente dirigirse a él personalmente y no reprocharle esta debilidad de sesentón de esa manera. Yo estaba en Buenos Aires cuando ustedes publicaron la carta abierta y te aseguro que resultaba muy penoso ver cómo la prensa argentina se aprovechaba del texto de ustedes para cubrir de insultos a Neruda, «ese viejo estalinista denunciado por los nuevos estalinistas» (decían cosas así, o muy parecidas, en un editorial de La Nación). De otro lado, el texto de ustedes contenía una grave inexactitud respecto al Perú. La verdad es que ya no hay guerrillas en mi tierra, que todo ese movimiento insurreccional ha terminado de una manera absolutamente trágica (no solo porque fue aplastado, sino porque en la feroz represión que llevaron a cabo los militares en la sierra murieron los muchachos más preparados y puros de la izquierda peruana) y que pasarán muchos años antes de que pueda plantearse con un mínimo de seriedad una nueva insurrección armada. Lo más triste de todo esto es que las guerrillas desaparecidas han servido, por ahora, para fortalecer a las Fuerzas Armadas (de las que Belaúnde es un simple muñeco), a los sectores más reaccionarios del Perú, para estimular un maccarthysmo de nuevo cuño y para reducir a la nada la audiencia de la izquierda en la vida política peruana. Ojalá me equivoque, pero mi impresión es que tanto el MIR como el ELN (los dos movimientos guerrilleros) no levantarán ya cabeza. Creo que, aparte del partido comunista –que mantiene una línea electoral y coexistente y es de audiencia muy escasa– el futuro de la izquierda en el Perú depende un poco del desarrollo de un movimiento todavía muy pequeño pero de muchachos muy lúcidos y activos que se llama «Vanguardia Revolucionaria». He visto un análisis de ellos, aparecido en uno de los últimos números de Ruedo Ibérico,5 sobre la experiencia guerrillera peruana, que me parece muy exacto. «Vanguardia» piensa también que hay que revisar completamente las tesis del MIR y del ELN sobre las posibilidades de una acción armada en el Perú.

En fin, viejo, espero que todo esto que te digo no te haga pensar que me he vuelto belaundista o que me he vendido al imperialismo. Como somos viejos amigos, pensé que debía ponerte unas líneas sobre mi desacuerdo con algunas cosas del texto de ustedes, y supongo que no lo tomarías mal.

cartas de Vargas Llosa al cubano Ambrosio Fornet

En suma, Neruda siguió siendo Neruda, un poeta comunista. El cuestionamiento cubano lo amargó y entristeció, pero no le causó ninguna desilusión con su opción política.

7. El segundo caso Padilla: en Estocolmo contra el bloqueo a Cuba
Heberto Padilla no desapareció del mapa en 1971. Siguió vivito y coleando. Salió de Cuba en 1980 y se estableció en los Estados Unidos. Pero allí hubo un segundo «caso Padilla», el que le inflingieron los cubano-estadounidenses más anticastristas que lo excomulgaron por suscribir, él y otros escritores que vivían fuera de Cuba con otros cinco que vivían en Cuba, un documento en que reafirmaban la unidad de la cultura cubana, sea ésta producida en Cuba o en el exterior, y condenaban el bloqueo de los Estados Unidos:

DECLARACIÓN DE ESTOCOLMO

Once escritores cubanos, cinco que residen en la Isla y seis que viven en el extranjero, nos hemos reunido en Estocolmo, convocados por el Centro Internacional Olof Palme, para discutir durante tres días problemas culturales y políticos de importancia vital para Cuba.

En francas discusiones, que se desarrollaron en una atmósfera de respeto mutuo, hemos llegado a los siguientes acuerdos;

1. La cultura cubana, tanto la que se produce en Cuba como en el exterior, es una, y pertenece a la herencia de nuestra Nación.

2. El embargo económico y financiero de los Estados Unidos de América contra la República de Cuba debe ser levantado urgentemente y sin condiciones, como factor indispensable que contribuya a restablecer el equilibrio de la Nación.

Estocolmo, 27 de mayo de 1994.

Lourdes Gil. Miguel Barnet. René Vázquez Díaz. Antón Arrufat. Reina María Rodríguez. José Triana. Jesús Díaz. Pablo Armando Fernández. Manuel Díaz Martínez. Heberto Padilla. Senel Paz.

La declaración de Estocolmo: un documento considerado importante por las autoridades cubanas: A veinte años de la Declaración de Estocolmo (+ Fotos) Por: René Vázquez Díaz

Heberto Padilla comenta sobre las acusaciones de «colaboracionista» que recibió:

No estaban allí Radio ni Tele Martí; tampocolos corresponsales de los periódicos y las numerosas emisoras de Miami, que optaron por condenar el encuentro de Estocolmo como una manipulación del gobierno cubano. La mayoría de las opiniones coincidió en condenar un encuentro donde pudieron coincidir, sin matarse entre sí, escritores cubanos residentes en la isla y seis en el exilio. Esto les pareció demasiado sospechoso. Era posible estrechar la mano y dialogar con agentes de la policía de Castro”? No, imposible, a menos que fuesen redomados “colaboracionistas”. ¿Así de simple?

Es el lenguaje de la guerra fría que aún prevalece en ciertos grupos de exiliados “intransigentes con la tiranía de Castro” y, por lo mismo, con los “colaboracionistas” dispuestos a respaldar cualquiera de sus manipulaciones. Exactamente igual, según ellos, al encuentro celebrado en La Habana recientemente sobre la “emigración”. Pero, ¿se trataba de la misma cosa? Claro que no.

Exclusivamente escritores

El encuentro de Estocolmo se produjo exclusivamente entre escritores, fue convocado por un centro internacional de Suecia, cuyos organizadores determinaron los nombres de los asistentes, con una agenda referida a la bipolaridad de la cultura cubana, abierta igualmente a otros problemas nacionales, ni Cuba, ni los organismos oficiales de la isla, tuvieron nada que ver en esto. Ni siquiera la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. De modo que sí se debatió la crítica situación de los presos cubanos, a lo que, por ejemplo, se refirió crudamente Manuel Díaz Martínez en su ponencia y en su intervención pública; la penalización del adversario político, a que me referí yo, la apelación de Jesús Díaz a que se produzcan cambios que no se supediten únicamente al levantamiento del embargo. No obstante, hubo concenso en que el embargo impuesto a Cuba durante más de 30 años ha quitado razones a los defensores de la democracia. Expusimos, pues, nuestra oposición al embargo, que yo personalmente considero desafortunado, pues a quien más mella es al pueblo de Cuba.
Manuel Díaz Martínez: DE MI ARCHIVO / REUNIÓN DE ESCRITORES CUBANOS EN ESTOCOLMO

En 2013 se volvieron a publicar los obras de Heberto Padilla en Cuba, motivando el rechazo de su viuda y de los sectores más anticastristas de Miami, por considerarlo un “blanqueamiento” editorial: Heberto Padilla no hubiera entrado en el juego . El gobierno cubano hacía su acercamiento a su manera.

Al final, tenemos a un Heberto Padilla que sigue un camino de mayor diálogo con las posiciones de sus colegas en Cuba y de condena al bloqueo, que el camino de Vargas Llosa, que acaba quedando como más papista que el papa. En entrevistas recientes, Vargas Llosa habla más del Padilla imagen, estancada en 1971, no del Padilla partidario del acercamiento entre escritores cubanos.

9. Norberto Fuentes sobre el caso Padilla
Norberto Fuentes es un escritor cubano. Salió de Cuba en 1994 y hoy reside en los Estados Unidos. Ha escrito intensamente sobe Cuba y el caso Padilla, un libro, anotaciones en su blog y entrevistas.

Resulta que Padilla no sólo se autocriticó, sino que acusó a varios de sus compañeros escritores de contrarevolucionarios, entre ellos a Norberto Fuentes, por lo cual éste acusa a Padilla de ser un cobarde, aquí:

aun cuando se percibe a Padilla como uno de los intelectuales más importantes, y en cierto modo ejemplares en la historia cubana, también su actuar ha sido fuertemente criticado. Norberto Fuentes en su libro “Plaza Sitiada” señala que todo el proceso de la Autocrítica del poeta no fue más que el mayor acto público de cobardía que registre la historia de Cuba [2]. Esto debido a que Norberto fue uno de los acusados por Padilla en su Autocrítica de tener actitudes contrarrevolucionarias, hecho que Fuentes desmiente al afirmar que jamás fue así, que él era un escritor revolucionario que simplemente plasmaba cómo él vivió las cosas, de manera que, según Norberto, no tiene nombre el hecho de que Padilla lo haya embarcado de esa forma a él y a muchos otros más escritores [3].

La cosa acaba siendo más compleja. Fuentes revela esto en este material (lamentablemente los enlaces están desactualizados). Pero en este enlace se puede ver la confesión en que Padilla acusa a Fuentes Caso Padilla. La Confesión. Ver también Intrahistoria abreviada del caso Padilla MANUEL DÍAZ MARTÍNEZ, Norberto Fuentes, Heberto Padilla y el heroísmo revolucionario, Norberto Fuentes sobre el caso Padilla:

Y es tan compleja que a pesar de la delación o acusación que Padilla le hace a Fuentes, éste le agradece a aquél por ayudarlo a salir de Cuba, pero igual considera que cometió una cobardía. No me deja de asombrar la tirantez de las relaciones entre estos hombres que se solidarizan entre sí y evidentemente se quieren y respetan y a la vez se hacen acusaciones de grueso calibre. Norberto Fuentes habla del tema en esta entrevista a El País de España:

P. Y, finalmente, se vuelve el objetivo principal.

R. Sí, porque estaba desbocado. Yo le dije: “Heberto, muchacho, te están dando cuerda, te están dando cuerda”; pero no hacía caso, se sentía invulnerable. Y ya lo venían cocinando hace tiempo. Hasta le habían hecho un estudio de personalidad.

P. Usted sostiene que era el segundo en la fila.

R. Padilla tenía las instrucciones de la Seguridad del Estado de todos a los que tenía que nombrar en la autocrítica, y yo seguía siendo un objetivo por Condenados del Condado. Pero después de que él hace su discurso yo me niego a decir que soy contrarrevolucionario y armo el lío. Yo no tenía nada en contra de la revolución. No quería tumbar a ese gobierno. Yo era un escritor revolucionario que quería hacer literatura revolucionaria. Y eso estaba montado para que todos se autocriticasen.

P. En La mala memoria (1989), Padilla escribió: “Norberto Fuentes escenificó con brillantez el papel que la policía le había asignado”.

R. Y de alguna manera ha sido la tesis que prevaleció. A mí, como siempre se hace con respecto a Cuba, se me aplicó la óptica de los lugares comunes. No aceptaron que un escritor fuera revolucionario y no renegase de ello. Yo trato de explicarle al lector lo que pasó, hago el cuento de cómo yo viví las cosas y cómo las hice. Este es un libro que yo me debía a mí mismo.

P. ¿Cuándo se reencontraron en el exilio en EE UU, hablaron de lo que pasó?

R. No, nunca le toqué el tema. Estuvimos bastantes veces juntos e incluso planeamos hacer un libro entre los dos sobre el 1959 [año de la revolución cubana]. Heberto fue uno de mis mayores defensores para que yo saliera de Cuba y para mí era más importante agradecerle eso y mantener mi amistad con él. No quise revivir aquel muerto.

P. ¿Cómo cree que se sentiría leyendo este libro?

R. Mal, pero yo no soy el responsable de la cobardía de nadie. Heberto embarcó a mucha gente aquella noche. Lo que hizo no tiene nombre.
“Heberto Padilla quiso ser el Solzhenitsyn de Cuba. Un error fatal”

Norberto Fuentes es duro con Padilla. Desliza que en el encuentro de Padilla en Estocolmo tuvo conversaciones para volver a Cuba, lo cual sugiere un interés personal en Padilla aparte del contenido de la declaración de Estocolmo:

Padilla sale al exilio en 1981. En 2000 muere en EE.UU. Según Fuentes estaba cerca de regresar a La Habana. «Quiso volver. No sólo quiso volver, sino que tuvo conversaciones con la seguridad cubana, en Estocolmo. Eso estuvo presente en nuestro último encuentro, pocos días antes que se muriera», dice Fuentes, que en Miami lo vio siempre como un hombre destruido. «El sabía que había cometido un acto de cobardía sin nombre y pasó toda su vida posterior explicándolo», dice.
Norberto Fuentes: «Padilla fue un hombre equivocado, un iluso» – La Tercera

No por último Fuentes califica a Padilla como el primer represor de intelectuales:

«el primer represor de los intelectuales en Cuba fue Heberto Padilla. Escribió un artículo diciendo que a José Lezama Lima había que sacarlo del mapa. Te lo puedo mandar, si quieres. Está escrito en 1959, el mismo año que triunfó la Revolución. Heberto Padilla era un jacobino bajo la sombra de Guillermo Cabrera Infante, que era otro jacobino. Y ellos fueron los primeros represores que tuvo, en el campo intelectual, la Revolución cubana. Después entraron en colisión y les pasó lo que les pasó. Pero ellos fueron los primeros represores. Esa es otra historia que nunca se ha hecho pública.»

Norberto Fuentes no oculta su nostalgia por el castrismo

Esto le motivó un ataque anticastrista: Norberto Fuentes no oculta su nostalgia por el castrismo

Tenemos a un Padilla jacobino, represor de intelectuales, que acusa a compañeros por presión del gobierno, pero que, sin embargo, ya libre y sin ninguna presión también apoya a Fuentes a salir de Cuba y aboga por el fin del bloqueo, y es criticado furibundamente por sectores anticastristas recalcitrantes.

9. Saramago y Galeano: crítica y reconciliación con Cuba
La vida también continúo para otros escritores, como el portugués José Saramago y el uruguayo Eduardo Galeano que criticaron al gobierno cubano por el fusilamiento de tres secuestradores en abril de 2003:

Saramago: Hasta aquí he llegado:

Secuestrar un barco o un avión es crimen severamente punible en cualquier país del mundo, pero no se condena a muerte a los secuestradores, sobre todo teniendo en cuenta que no hubo víctimas. Cuba no ha ganado ninguna heroica batalla fusilando a esos tres hombres, pero sí ha perdido mi confianza, ha dañado mis esperanzas, ha defraudado mis ilusiones. Hasta aquí he llegado.

Galeano: Cuba Duele:

Pero las revoluciones de verdad, las que se hacen desde abajo y desde adentro como se hizo la revolución cubana, ¿necesitan aprender malas costumbres del enemigo que combaten? No tiene justificación la pena de muerte, se aplique donde se aplique.

Estas dos declaraciones fueron respondidas por intelectuales cubanos: Posiciones de Galeano y Saramago desatan un llamado a la reflexión de intelectuales cubanos :

Esas expresiones críticas hacia Cuba, suscritas entre otros por el Premio Nobel de Literatura, el portugués José Saramago, o por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, las «creemos nacidas de la distancia, la desinformación y los traumas de experiencias socialistas fallidas», añade la nota.

Advierte además que «aunque esa no era la intención de estos amigos, son textos que están siendo utilizados en la gran campaña que pretende aislarnos y preparar el terreno para una agresión militar de Estados Unidos contra Cuba».

Sin embargo, en junio 2005 Saramago regresaría a Cuba invitado por el Ministerio de Cultura de ese país, aquí:

El escritor portugués José Saramago (Premio Nobel de Literatura 1998) afirmó en La Habana que el reclamo de extradición a Venezuela del terrorista cubano-venezolano Luis Posada Carriles es un acto elemental de justicia.

Un terrorista -subrayó- tiene que ser juzgado por sus crímenes.

Reafirma su apoyo a extradición del terrorista Posada Carriles, protegido por Estados UnidosEl Nobel José Saramago visita La Habana invitado por el ministerio de Cultura cubano

José Saramago: Cuba irradia solidaridad

Por su parte, en enero del 2012, Galeano también volvería a La Habana a inaugurar el premio Casa de las Américas:

La Habana, 16 de enero. «El amigo de verdad es el que critica de frente y elogia por la espalda», dijo hoy el escritor uruguayo Eduardo Galeano al regresar a Cuba, después de 12 años de ausencia, esta vez para inaugurar el premio literario de la Casa de las Américas.
La Jornada: Obedecer a los poderosos no es nuestro destino, manifiesta Eduardo Galeano

Una vez más, una o varias críticas al gobierno cubano no implicaron para nada el abandono de posturas de izquierda ni un rompimiento total de cualquier relación cultural con Cuba, como sí fue el caso de Mario Vargas Llosa.

Finalmente, las críticas al gobierno cubano no la quitaron filo a Vargas Llosa respecto de Galeano; igual lo desplumó ni bien éste murió: Vargas Llosa critica legado de Galeano: Asegura que exhibió a Latinoamérica como una «caricatura»

Ni Saramago ni Galeano tuvieron ningún «rinconcito en sus altares».

10. Vargas Llosa sobre la cultura en el Chile de Pinochet
En 1977 se armó un escándalo por la visita a la Universidad Católica de Chile, en pleno control de las universidades por el gobierno militar de Pinochet, de parte del director del programa de literatura del Centro para las Relaciones Interamericanas, Ronald Chris. El Centro era financiado por la Fundación Rockefeller y Christ se iba a Chile con dinero del Departamento de Estado de los Estados Unidos, aquí, WP.

Esto dio pie a protestas y renuncias al centro de diversos intelectuales que no querían tener nada que ver con el gobierno de Pinochet, al cual condenaban rotundamente.

Por entonces, Ronald Christ estaba traduciendo al inglés «Pantaleón y las visitadoras» de Vargas Llosa, quien más decididamente apoyó su viaje a Chile. Vargas Llosa, por entonces, 1977, presidente de International PEN, se negó a firmar una carta de protesta al centro interamericano, señalando que el haber enseñado en la Universidad de Barcelona bajo el franquismo no lo hacía a él un colaborador con el régimen de Franco. Y más aún, según cita Deborah Cohn en el libro mencionado arriba, página 185, Vargas Llosa escribió al respecto lo siguiente:

Pienso que es un error gravísimo confundir a los gobiernos con los pueblos…y considerar a la cultura como una mera repartición de la política.
Proponer un cordón sanitario cultural en los países donde hay una tiranía cultural, como en Chile, es castigar al pueblo chileno…
Una manera como los intelectuales extranjeros pueden ayudarnos es manteniendo con los sectores universitarios, intelectuales y artísticos de nuestros países, un diálogo permanente. Ellos, muchas veces, pueden, cuando nos [aquí se refiere a su propia experiencia bajo la dictadura en Lima] visitan … hablar con más libertad que los nativos…. Mi parecer es que esa oportunidad debe se aprovechada al máximo y que esa es una manera más efectiva, más real, de combatir a las dictaduras que tendiendo un tabú o satanizando y cortando toda relación con las víctimas de la opresión.

El repudio a Ronald Christ fue tal que tuvo que renunciar a ser director de ese centro financiado por la Fundación Rockefeller.

Lo saltante aquí es que Vargas Llosa tuvo una actitud mucho más tajante y de rechazo frontal contra el gobierno de Fidel Castro que contra el gobierno de Augusto Pinochet. Nunca se lo vio aplicar a Cuba los argumentos que blandió para defender la visita del intelectual estadounidense a Chile en 1977.

Otros intelectuales iban a Cuba a pesar de sus críticas bajo argumentos muy similares a los de Vargas Llosa: querían mantener una relación cultural con el pueblo cubano, en particular con sus colegas intelectuales. Pero también apoyar a quienes Vargas Llosa llamaba «las víctimas de la opresión».

El mismo García Márquez, según cuenta su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, quien también se derechizó, ayudó a la salida de Cuba de como 2000 personas. Mendoza nunca se peleó con García Márquez como hizo Vargas Llosa por sus opciones políticas distintas. Por el contrario, lo llevaban amigablemente:

–Es un problema que tuvimos toda la vida con Gabo. Lo discutíamos con humor. Pero no hay que olvidar que sacamos a mucha gente de Cuba.

–¿Cómo lo hicieron?

–Gabo sacó a mucha gente, incluso casos visibles como el escritor cubano Norberto Fuentes. De pronto encontraba un periodista en Portugal, que me decía: «Caramba, soy cubano, estoy exiliado acá, mi mamá tiene 80 años y me viene a visitar cada dos años, ya no la dejan salir. La voy a perder para siempre. Tú, que eres amigo de García Márquez, ¿por qué no me ayudas?» Llamaba entonces a Gabo y le decía: «Ayúdame». Él me respondía: «Dame la dirección y el teléfono de ella», y a los ocho días la señora estaba en Portugal. García Márquez sacó de Cuba como a dos mil personas.
Plinio Apuleyo, amigo de García Márquez: «En la vida Gabo lo decidió todo»

Ese «cortesano de Fidel Castro» silenciosamente algo hizo por la gente que se oponía a Fidel Castro, de hecho mucho más que quien le dio ese descalificativo.

11. Vargas Llosa y Cuba hasta ahora
Después de la muerte de Fidel Castro Vargas Llosa siguió condenando al gobierno cubano en cuanta declaración pública puede hacer…
…y los escritores cubanos le siguieron respondiendo, aquí:

«Evidentemente, Vargas Llosa no nos conoce. Desde hace demasiado tiempo perdió la noción de la realidad de cuanto acontece entre nosotros. Intenta estimular con un desvergonzado y delirante presagio, la iniciativa de un levantamiento interno, que tendría obviamente el respaldo del imperio y sus aliados»

12. Vargas Llosa derechizado
A comienzos de los 1970s Vargas Llosa siguió apoyando al velasquismo, pero luego con Morales Bermúdez, Vargas Llosa pasó a escribir en la macartista revista Equis dirigida por Ismael Frías, el organizador del los matones del MLR (que habría recibido dinero de la DINA de Chile para esa revista). Su colaboración con Equis duró un año y algo para luego dejarla y pasar a escribir en Caretas a partir del año 1977, la columna Piedra de Toque que había iniciado en la Revista Equis,

Equis X. El semanario del pueblo peruano

Vargas Llosa reaparece más seguido en el Perú para apoyar a Belaúnde en su segundo gobierno, primero en el programa televisivo La Ventana de Papel, luego asumiendo la dirección de la comisión que investiga la masacre de Uchuraccay y finalmente barajando la posibilidad de ser primer ministro de ese gobierno. Había vuelto al Perú a hacer política en el espacio de la derecha. En 1986, en la reunión del Pen Club de Nueva York, aquella en la que Los escritores reunidos por el Pen Club en Nueva York abuchean al secretario de Estado norteamericano, Vargas Llosa llamaría a García Márquez «cortesano de Fidel Castro» motivando la respuesta de Günther Grass en ese congreso, como en el siguiente, celebrado en Hamburgo meses después, Duro ataque de Grass a Vargas Llosa en la clausura del congreso del Pen Club. Vargas Llosa andaba con la espada antiizquierdista desenvainada. En 1984 Vargas Llosa entabló un debate con Mario Benedetti, y en los 1990s se dedicó a atacar, uno a uno, a los intelectuales izquierdistas. La caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría a nivel internacional, y el gobierno de Fujimori en el Perú, eran definitivamente momentos favorables para la postura vargasllosiana. Pero luego, todo cambió en los 2000s, con su apoyo sin crítica a todos los gobiernos postfujimoristas, como a los gobiernos de derechas de España y América Latina.

En el punto de partida no es que Vargas Llosa fuera un militante muy comprometido en su época estudiantil. Tuvo un efímero paso por el grupo Cahuide, pero ahí nomás. Lo suyo fue siempre firmar cartas, hacer pronunciamientos escritos o pronunciar discursos. No fue una persona de acción, que organizara células políticas o que pudiera hacer trabajo político partidario. Al menos no en la izquierda. Se cuenta que en un mitín del FREDEMO, en la campaña electoral de 1990, Vargas Llosa se le quejó a Belaúnde porque había poca gente en la plaza de armas de Arequipa. Belaúnde le dijo que un político tiene que saber salir adelante en las buenas y en las malas. Dice mucho de él que no quisiera donar ni un centavo a una causa con la que él supuestamente simpatizaba como la del Che Guevara, cuando dos años antes, en 1965, firmara un comunicado de apoyo a las guerrillas del MIR y del ELN.

No es muy creíble que el caso Padilla pudiera explicar una desilusión tan profunda que lleve a una persona a una derechización tan lograda. Ningún otro escritor fue tan afectado por este caso como supuestamente lo fue Vargas Llosa. No fue un parteaguas ni fue que todos los intelectuales perdieron su simpatía con el gobierno cubano. La crítica al gobierno cubano fue compartida por la mayoria de intelectuales de izquierda. Ni siquiera varios de los escritores cubanos como el mismo Heberto Padilla tuvieron una actitud antagónica con el gobierno cubano. Tampoco tuvieron una total identificación con las políticas hacia Cuba del gobierno de los Estados Unidos ni con las políticas de las organizacións anticastristas más recalcitrantes como la Fundación Nacional Cubano Americana (CANF).

En Vargas Llosa parece haber habido algo más que ha sido revelado en cartas que él mismo ha escrito en que explica su posición: su rechazo al indigenismo, al nacionalismo y al criollismo de los gobiernos de Castro, Allende y Velasco, al parecer principalmente de este último. Esa ha sido una constante en él, pues siempre se ha expresado muy claramente contra el indigenismo y ha sido muy vocal en su posición hispanista en América Latina y españolista en España. Sus artículos periodísticos escritos con más convicción y bronca son los que ridiculiza por su aspecto a Evo Morales antes de que comience su gobierno, su apoyo al gobierno de Alan García por el baguazo, su protesta por el retiro de la estatua de Pizarro por el alcalde Castañeda de la plaza de armas de Lima, su descalificación a la producción de Arguedas como resultado de traumas personales, aquí. No es ningún detalle su aceptación con beneplácito del título de marqués español.

Haydée Santa María no se equivocó con él en 1971: «la viva imagen del escritor colonizado, despreciador de nuestros pueblos, vanidoso». Lo vio venir.

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