Por - Publicado el 27-11-2015

Es usual que las personas, particularmente los políticos e intelectuales, cambien de posición en el tiempo. Lamentablemente, es menos usual que estos cambios sean procesados y explicados públicamente. Ocurre que muchas veces se mitifica a estas personas y se les construye una biografía sesgada, sin afrontar sus cambios y contradicciones.

Es lo que ocurre con Carlos Iván Degregori. Después de su muerte se le ha mitificado. Sus discípulos se esmeran en contarle una historia de clarividencia temprana, sin precisar sus virajes y las posiciones que después abandona, como quien se quita una camisa y se pone otra.

Degregori se convertiría a comienzos de los 1990s en el principal senderólogo peruano como internacional. Pasaría a sostener tesis que diferirían sustancialmente de su caracterización inicial de Sendero Luminoso. Más aún, sin mediar autocrítica, sería un agrio crítico de quienes sustentaban tesis similares a su caracterización inicial.

Por ejemplo, a pesar de su temprana y segura caracterización de Sendero como «mesiánico andino», Degregori se enfrascaría en un unilateral como póstumo debate con las tesis de Flores Galindo sobre la utopía andina, negando precisamente cualquier contenido mesiánico andino, no sólo en Sendero Luminoso, sino en el país, debido a la modernización y a la ascención del «mito del progreso». Ver Los mitos en conflicto: Degregori contra Flores Galindo (2).

Otro ejemplo es que Degregori abogaría entonces por «la violencia de las masas» como parte de un «proyecto revolucionario nacional», y diría que los senderistas presos en El Frontón son «presos políticos» y más cosas impensables años después, tanto en sus elaboraciones de los 1990s como en las que aportó a la CVR.

Si bien Degregori rechaza tempranamente a Sendero Luminoso, en buena cuenta repitiendo el discurso del PC-U, al terrorismo como antipopular y útil para la derecha, lo hace recurriendo a una caracterización y un análisis muy cercanos a los de Flores Galindo, que luego combatiría febrilmente. En el presente post ilustramos su posición en marzo de 1982 a partir de una serie de columnas de opinión públicadas en El Diario de Marka, reproducidas como imagen al final del post.

1. «Rebeldes primitivos»
Carlos Iván Degregori rechaza políticamente a Sendero Luminoso cuando reside en Huamanga y es profesor de la UNSCH, y luego cuando Sendero Luminoso inicia su lucha armada en 1980. Sin embargo, este rechazo no es para nada un rechazo a la opción insurgente, ni se fundamenta en las mismas razones que expondría más de un lustro después, cuando comienza a adoptar a Sendero como su especialidad y se convierte en el principal «senderólogo» del país, o dos décadas después en la CVR.

La experiencia de Degregori de profesor en Huamanga le sirve para rechazar a Sendero, pero no le da ninguna información específica que le ayude a hacer un mejor análisis que el que hacían otros observadores sobre Sendero Luminoso. Después del ataque de Sendero Luminoso a la cárcel de Ayacucho en marzo de 1982, diversos analistas de izquierda comienzan a tomarse en serio a Sendero y a distanciarse de la idea que se trataba de un terrorismo de derecha. A esa acción armada les siguen el asalto al puesto policial de Tambo y otras acciones que demostraban no sólo la capacidad militar de Sendero, sino su poder de atracción y apoyo entre las izquierdas. Es entonces que Degregori en El Diario califica a los senderistas como «rebeldes primitivos», apelando al título de un libro del historiador Eric Hosbawn, aquí. Si bien es una calificación que suena despectiva, Hosbawn la aplica a movimientos sociales de rebeldía contra regímenes opresivos, tan es así que incluye entre estos movimientos al movimiento campesino de La Convención, Cusco, de comienzos de los 1960s. La caracterización no era pues tan descalificadora finalmente. En un siguiente artículo Degregori complementa:

es obvio que subestimamos nuestro potencial «primitivo» y es necesario reconocer que nuestra apreciación, como la de la mayoría de la izquierda fue intelectualista y excesivamente occidental

2. «Mesiánico andino», «huída hacia adelante» y socialismo
Degregori caracteriza a Sendero Luminoso como un movimiento mesiánico andino, que recurre a «otras formas fundamentales de ganar adhesión política, que tocan más al corazón que al intelecto y que (…) tienen profundas raíces en nuestra historia». Nótese cómo divide al corazón del intelecto y vincula el corazón al «mesianismo andino», y recuérdese su virulenta crítica a Flores Galindo por hacer lo mismo en las líneas finales de su «Buscando un Inca», como señalamos aquí.

Y aquí es que introduce, al parecer por primera vez, su idea de una «huída hacia adelante» de Sendero. A diferencia del Degregori que afirma años después que Sendero huye hacia adelante debido a su fracaso en influir en las masas, este Degregori de 1982 afirma que Sendero «huye hacia adelante» debido a la caída de la «banda de los cuatro» (que los deja sin centro de referencia comunista internacional) y ante el hecho que la dictadura militar, que Sendero tipificaba de fascista, se ve obligada a convocar a elecciones. Estos dos hechos no significan el colapso de «todo el viejo dogma senderista». Por el contrario, según Degregori

se subestimó la capacidad de «huída hacia adelante» -o regreso a las raíces (andinas) – de Sendero, que pasó del dogmatismo izquierdista al mesianismo andino. Momentáneamente huérfanos ideológicos, en vez de derrumbarse se erigieron rápidamente en centro, proclamándose la cuarta etapa del marxismo y designando a Huamanga como foco de reconstrucción del movimiento comunista internacional.

Este tipo de movimientos mesiánicos

prosperan en áreas del planeta donde antes florecieron grandes civilizaciones y donde el imperialismo, con ayuda de las burguesías asociadas, destruyen el tejido social, pauperizan a las masas y corrompen las costumbres, mientras la izquierda de muestra incapaz de ganar al pueblo a un proyecto socialista moderno.

Este Degregori no es tampoco aquél que afirma que los pueblos indígenas han pasado «del mito del Inkarrí al mito del progreso», ni aquel que exalta las virtudes modernizadoras y democratizadoras del capitalismo. Ni es el Degregori que la emprendiera contra la utopía andina de Flores Galindo o el Degregori que dijera que Sendero Luminoso había fracasado en atraer a las masas en relación a la Izquierda Unida, pues reconocía que ésta era incapaz de atraer al pueblo a su proyecto. Es un momento de expansión senderista y Degregori, de evidente sensibilidad antropológica, adopta con gusto la tesis de un Sendero Luminoso mesiánico andino, con profundas raíces en la historia peruana.

3. «Gramsci no llegó a Huamanga.. ni tenía por qué llegar»
Degregori también se refiere a que «Gramsci no llegó a Huamanga.. ni tenía por qué llegar». Es decir, la tesis prevaleciente en la Izquierda Unida de «copar espacios y ganar consensos» no estaba funcionando en el conjunto del país, pues había espacios favorables a un accionar como el senderista.

Aquí cabe la pregunta, con tantos profesores claramente antisenderistas en la UNSCH como Carlos Tapia, el mismo Degregori y tantos otros, ¿por qué Gramsci no llega a Huamanga? Es que todos estos políticos-intelectuales se convertirían al gramscianismo mucho después. En los años 1970s, cuando competían políticamente con Sendero Luminoso en la UNSCH los textos que leían y difundían eran los de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao y acaso manuales de marxismo, de los cuales les es mejor no hablar (pues quebraría la tesis de que los manuales coadyuvaron a la expansión de Sendero en las universidades peruanas. En el Chile de Allende y la Unidad Popular, los militantes de izquierda también fueron formados por manuales, sin existir la posterior implicación degregorista-ansionista: manuales de marxismo-> dogmatismo-> violencia).

4.»capas rurales migradas a las ciudades»
Una de las caracterizaciones que Degregori mantuvo a lo largo del tiempo, además de su condena a Sendero y a pesar de sus virajes, fue la de Sendero Luminoso como un fenómeno de migrantes rurales en las ciudades más que campesino. Es de pensar que su experiencia en la UNSCH haya influído en esta caracterización.

Esta calificación de Sendero-migrante coexistía con su caracterización de Sendero-mesiánico andino:

Sendero Luminoso recoge elementos culturales, que en otro contexto, deben ser parte de un proyecto nacional.
Por el hondo contenido mesiánico, que en el país se remonta a épocas preincaicas, SL recoge a su manera rasgos nacionales, en tanto los elementos andinos son uno de los componentes centrales de la nación en construcción.

Y más aún:

Sus contingentes parecen tener un carácter predominantemente regional en Ayacucho-Andahuaylas y Huancavelica (…) la base social potencial y el espacio político que el SL comienza a abrirse luego de los sucesos de Ayacucho, no están localizados sólo en «bolsones semifeudales» de la Sierra sino un poco en todas partes. Porque esa base social está compuesta no exactamente por campesinos, sino por hijos de diferentes capas rurales migradas a las ciudades, donde además de explotación encuentran la marginación y discriminación del sistema.

Una tesis que luego sería potenciada por Henri Favre, aquí.
5. «fascinación senderista-fascinación indigenista»
En tal sentido, Degregori aseguraba que Sendero puede ser «un polo de atracción casi irresistible» para sectores «infantilistas» y «antifascistas» existentes en casi todas las universidades del país. Y más aún, esta fascinación llegaba incluso a los sectores que la Izquierda Unida representaba:

la fascinación de Sendero puede alcanzar, por diferentes razones, a sectores de la vanguardia obrera y popular, y de la intelectualidad

Esta «fascinación» era de naturaleza indigenista y tenía como base la explotación, la marginación y el racismo:

con frecuencia, como reacción al desprecio racista frente a lo indígena, intelectuales urbanos han apreciado lo andino de manera unilateral y muchas veces incondicional. El acercamiento al Sendero se ubica para nosotros en esa perspectiva.

Porque más que campesino el SL es una élite provinciana, representante de ciertos sectores migrantes marginados por el capitalismo dependiente y, descontanto el mesianismo, más que la democracia campesina recoge elementos «orientales», antidemocráticos, existentes también en la sociedad andina, lo cual los emparenta de alguna manera con los Khmer rojos.

6. «la violencia de las masas»
El discurso de Degregori de entonces estaba lejos de condenar a Sendero por insurgir contra un estado democrático o de ser el que inició la violencia, como suscribiría dos décadas después al comando de la CVR. Degregori veía cosa rescatables en Sendero, que debían ser asumidas y mejoradas por la Izquierda Unida, devenida en una fuerza política reformista en los dos años, de 1980 a 1982.

El rechazo a Sendero se debía a su dogmatismo y a su posición «iluminista al margen de la lógica de las masas». Tal vez Sendero podía rectificarse en estos aspectos, y si así lo hacía «enhorabuena», decía Degregori. Por otro lado, Degregori también criticaba a la Izquierda Unida reformista y abogaba por un «proyecto revolucionario nacional» que rompiendo con el reformismo, asuma el «camino de la revolución». La IU tenía una vasta experiencia con los sectores populares, más que Sendero, y dos años de reformismo no bastaban para descalificar esa experiencia. IU debía «cristalizar esa experiencia en un proyecto nacional, en una alternativa revolucionaria»:

Un proyecto que logre combinar las diferentes formas de enfrentamiento y acumulación de fuerzas, siendo capaz de responder con la fuerza y la violencia de las masas a la perenne violencia de la minoría explotadora, será la clave del éxito.

Sendero para nada inicia la violencia política en 1980, como se afirmaría en la CVR, sino que ésta existe antes; Sendero es una respuesta «a la perenne violencia de la minoría explotadora».

7. El Frontón: «presos políticos», «campo de concentración», «Gulag»
En todo este discurso, Degregori no tiene dudas en calificar a los senderistas presos como presos políticos. Más aún, Degregori califica a El Frontón, como «campo de concentración». Ambas calificaciones coinciden totalmente con las calificaciones que hacía Sendero de sus presos como de las cárceles en que estaban encerrados. Y más aún, según Degregori:

No remotas siberias ahora el cuco lo tenemos prácticamente en nuestras narices, frente a la bahía de Lima-Callao.

8. El «libio» Degregori
Como se puede apreciar, la posición de Degregori, siendo de rechazo a Sendero Luminoso, es bastante «libia» y cercana a la posición de Flores Galindo. Se ubica en oposición al sistema capitalista e imperialista, por «la violencia de las masas», por una revolución, por asumir lo rescatable de Sendero Luminoso para la Izquierda Unida, no sólo como acción armada, sino los «elementos culturales, que en otro contexto, deben ser parte de un proyecto nacional». En esta argumentación, Degregori es muy claro en contraponer lo andino a lo moderno.

Degregori habla también de una «huída hacia adelante», pero ésta no se debe a los supuestos fracasos de Sendero en atraer a las masas, y más bien Degregori reconoce la capacidad de atracción de Sendero, sino que es, según Degregori, una huída de tipo ideológica y política, no social. Ideológica por la caída de la «banda de los cuatro» y su aislamiento internacional, y política por la transición de un gobierno militar a uno civil.

Todo este análisis es expresado por Degregori, como por la mayoría de intelectuales peruanos, en artículos de opinión en diarios y revistas. La elaboración en documentos de trabajo académicos, menos especulativa, con un seguimiento a la producción intelectual anterior y con vocación de presentar nuevas evidencias, vendría un par de años después. Llama la atención, sin embargo, la seguridad con que Degregori se lanza a calificar a Sendero como «mesiánico andino». Una seguridad que contrasta con la seguridad contraria con que Degregori la negaría años después en debate con Flores Galindo. ¿A qué se debió este viraje?

9. Qué fácil es ser otra persona
Probablemente este viraje esté relacionado a lo que señalamos en Del mito revolucionario al mito oenegista. En 1982 Degregori salía de ser un intelectual de partido y estaba en proceso de derechización, convirtiéndose en un intelectual de ONG. Años después, su apuesta ya no es por un proyecto revolucionario, menos por un proyecto violento. Tampoco tiene ya muchas encimas para digerir la existencia del mesianismo andino en la sociedad peruana, pues aboga por la modernidad, el progreso y el capitalismo. Ya no opone al sistema oligárquico una idea revolucionaria y socialista, sino un proceso de democratización y «progreso» dentro del sistema. Su defensa del estado es mucho más explícita y su oposición no sólo a Sendero, sino a sus ex-compañeros de izquierda que a fines de los 1980s siguen pensando como él pensaba en 1982, es también más frontal y activa.

Este cambio de posición y de situación es concomitante a un cambio de medio de comunicación: en los documentos de trabajo y libros posteriores Degregori empieza desde cero como académico con un nuevo discurso, totalmente diferente del expresado en comunicaciones periodísticas no académicas y más diferente aún de las elaboraciones partidarias. Es una nueva persona, con un nuevo rol. Como el mundo académico tiene una existencia en buena cuenta disjunta del mundo periodístico, más aún en la época previa a la internet, es muy fácil hacer un viraje inexplicado de 180 grados. Es un viraje, que como veremos en un post futuro, llegaría muy lejos.

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2 Comentarios

Por - Publicado el 16-11-2015

[El presente post es la continuación y conclusión de éste, en que me centré en los trasfondos del debate entre Carlos Iván Degregori y Alberto Flores Galindo. A continuación me centraré en analizar las ideas centrales el ensayo “Del mito mariateguista a la utopía andina”.]

1. Críticas, especulaciones y descalificaciones
Alberto Flores Galindo en «Buscando un Inca» hace un repaso de un largo periodo histórico. No es un trabajo centrado en los últimos cincuenta años, ni en el presente de los años 1980s, al cual le dedica unas pocas páginas. No es un «estudio de caso», ni un estudio documental o de archivo. Es un estudio de análisis histórico de un fenómeno de larga duración como él consideró a la constante presencia de la ideología llamémosla «milenarista» en la historia del Perú. Es un libro centrado en antecedentes al presente de los años 1980s. Posiblemente si hubiera vivido al menos algunos años más Flores Galindo hubiera elaborado mucho más sobre esos años. Al menos en ese libro lo que Flores Galindo deja son preguntas más que respuestas a los desafíos de entonces. Sin embargo, su pensamiento sobre el presente tampoco se limitó a ese libro, pues escribió diversos textos de análisis de los eventos que entonces ocurrían, notablemente Violencia y Campesinado, además de este otro texto, ya citado en el post precedente al presente, como diversos ensayos y publicaciones periodísticas o en revistas.

Debe también considerarse que Flores Galindo era un historiador especializado en el siglo XX. Su «Buscando un Inca» es una incursión en un periodo histórico muy anterior al de su especialidad. Su trabajos como «Aristocracia y Plebe», «La agonía de Mariátegui» o sobre los mineros de Cerro de Pasco lo ubican como un historiador que entendía muy bien los procesos sociales del presente.

Es por eso un despropósito criticar, y más aún descalificar, el pensamiento de Flores Galindo sobre los años 1980s exclusivamente a partir de la lectura de «Buscando un Inca». Pues eso es exactamente lo que hace Carlos Iván Degregori en el ensayo “Del mito mariateguista a la utopía andina”. Muchas de sus críticas, especulaciones y descalificaciones son injustas y están aclaradas o respondidas en diversos textos de Flores Galindo, que Degregori no desconoce, pero pasa por alto en ese ensayo. Esto además del tono maltratador, a lo troll, con que se refiere a Flores Galindo, quien nunca trató a Degregori ni con la mitad de la bronca con que éste lo trató.

En el ensayo de Degregori se distinguen un par de temas de fondo y varios otros temas y acusaciones pueriles e inverosímiles contra Flores Galindo. Vayamos pues en ese orden.

2. Tema de fondo 1: pueblos indígenas «congelados» y supuesto rechazo de Flores Galindo a la modernidad
Lo primero que hace Degregori es constatar que «Buscando un Inca» es un texto que no abunda sobre el presente de entonces, que es un texto referido al pasado. A partir de esta constatación es que viene su primera acusación a Flores Galindo: que «el explorador histórico» va bien mientras analiza el pasado, pero que se desorienta, pierde el rumbo y finalmente se equivoca cuando le entra al presente, «el creador ha quedado atrapado en las redes de su propia criatura». Flores Galindo no sabe, dice Degregori, dar buenos ejemplos de la utopía andina en el presente, pues da ejempos de comunidades que la rechazan o a Sendero Luminoso. En vez de un final apoteosico a su libro, Degregori encuentra un final «poco feliz», no de revolución, sino de apocalipsis, pesimista, de «fatalismo autoritario».

Asi, según Degregori, la utopía andina es cosa del pasado, mas no del presente, pues el campesinado indígena ya no tiene una ideología milenarista, sino pragmática, moderna, de progreso material y educativo.

Este tipo de acusación, que los pueblos indígenas quieren progreso y no atraso, que los pueblos indígenas no son inmutables, sino evolucionan, es una constante ideológica cuando se habla de los pueblos indígenas. Fue usada por los hispanistas contra los indigenistas y fue usada por los intelectuales del IEP contra Arguedas en 1965, ver 1965. Arguedas: “¡No! Yo he mostrado lo que he vivido”. No ha habido indigenista o persona que se haya pronunciado contra la exclusión oficial de los pueblos indígenas que no ha sido acusado de pensar que los pueblos indígenas están congelados en el tiempo, que no evolucionan, etc. Ese es el tono de la crítica de Degregori a Flores Galindo. Incluso llega a decir que Flores Galindo rechaza la educación y las carreteras para los pueblos indígenas, como parte de su supuesto rechazo a la modernidad. Acusaciones injustas, pues Flores Galindo para nada rechaza la «modernidad» ni la educación ni las carreteras, que Degregori comprime en lo que llama «el mito del progreso» y llega a llamar la «utopía democrática».

Al final Degregori se pone en en plan de ser él un defensor de una cultura andina amplia que asimila la democratización, la educación, el progreso material y la comunicación y ruptura de lo que llama «bantustanes culturales» (la fragmentación de Cotler, claro está), frente a un Flores Galindo que rechazaría esta visión a favor de una cultura andina congelada e inmaculada, en rechazo a las «evidencias empíricas». Un Flores Galindo que oscila entre el pesimismo por ver a la cultura andina «a la defensiva» ante el avance del capitalismo homogenizador y el voluntarismo de imponer su visión milenarista a hombres andinos que van por otro lado. Una oposición totalmente estereotipada y tergiversativa de la propuesta de Flores Galindo. Y si en el mismo «Buscando un Inca», Flores Galindo dice algo que no cuadra con este estereotipo, Degregori inmediatamente lo realinea en reforzarlo. Si Flores Galindo expresa su aceptación a la educación y a la integración social, Degregori lo frasea así «Flores Galindo morigera su rechazo a las carreteras y a la educación», es decir, lo presenta como si se tratara no de una evidencia en contra de su propia tergiversación, sino como una «ambivalencia» de Flores Galindo. (Así suele ocurrir cuando se escribe en plan de descalificar y no de dialogar: se descalifica la aclaración o la expresión que no calza con la acusación con frases como «le quita cuerpo a lo que dijo antes», «se desdice», «se contradice», «morigera»).

3. Tema de fondo 2: socialismo «congelado» vs capitalismo democratizador
Otro punto central en el ensayo de Degregori contra Flores Galindo es su acusación de recurrir a un marxismo-leninismo-maoísmo congelado (acorde con su visión «congelada» de lo andino). Según Degregori, Flores Galindo quiere ser revolucionario, pero en realidad es apocalíptico. De ahí la opción de Flores a favor de la insurgencia senderista, particularmente en su incorporación a ella por parte de Julio César Mezzich, como el camino a seguir, en contra del camino electoral de la Izquierda Unida. Flores Galindo resolvería su actitud negativa ante una cultura andina a la defensiva ante la homogenización del capitalismo con un «radicalismo pesimista» y un voluntarismo que contrasta con su análisis en que los sujetos sociales acaban inermes ante el determinismo de las estructuras impersonales. A esta visión, Degregori le opone una visión de un capitalismo virtuoso que integra, brinda progreso material, democratización y educación a los pueblos indígenas. Es su «mito del progreso» y es a lo que en realidad aspiran estos pueblos.

Degregori se esfuerza en su ensayo en presentar el horizonte socialista de Flores Galindo como un horizonte autoritario y de atraso, mientras presenta el camino electoral de la Izquierda Unida como la contraparte política de una actitud pragmática y de progreso de los campesinos indígenas. Todo muy político.

En suma, en estos dos puntos, Flores Galindo rechazando la «modernidad» y abogando por un camino autoritario, constituyen una gran tergiversación de parte de un empinchado Degregori, reconocidamente ofendido por los comentarios críticos de Flores Galindo a sus trabajos. La búsqueda identitaria de Flores Galindo en lo que llamó la utopía andina no es para nada un rechazo a la modernidad. Flores Galindo era un socialista que rechazaba el capitalismo, pero no la modernidad. Lo que buscaba era un entronque entre las ideologías revolucionarias utópicas indígenas y el socialismo marxista, como veíamos en este post. Degregori, en cambio, había llegado a identificarse con el capitalismo por la vía de la modernidad, y no era ya un socialista opuesto al «reformismo burgués» como había escrito pocos años antes. Se había sumado a una corriente intelectual que abonaría al ascenso del pensamiento neoliberal en el Perú, exaltando las supuestas virtudes del capitalismo entre los más pobres y excluídos.

Y tampoco era Flores Galindo un socialista autoritario, como para acusarlo tan malamente con un talante ya macartista. Flores Galindo era antiestalinista, crítico de los socialismos reales y de los Partidos Comunistas latinoamericanos, seguidor de Isaac Deutscher. No simpatizaba con Sendero Luminoso, ni era esa su apuesta, como se le acusó y se le acusa hasta ahora. Sin embargo, a diferencia de otros críticos de los socialismos reales, Flores Galindo insistía consecuentemente en la perspectiva socialista, sin ceder en nada ante los virajes pro-capitalistas, oenegistas y a la Eudocio Ravines de muchos de sus compañeros de generación. He ahí la gran diferencia.

Aparte de estos dos puntos centrales, en su ensayo trolero, Degregori hace varios malabares acusatorios. Selecciono un par, para que el lector o la lectora aprecie la calidad de sus argumentos.

4. Supuesto rechazo de Flores Galindo a la organización del campesinado
Degregori luego acusa a Flores Galindo de desdeñar la organización del campesinado en la Confederación Campesina del Perú (CCP). Más específicamente dice que Flores Galindo

«tira al basurero de la historia del trabajo que la CCP desarrolla en esos años»[1970s] «

Una grave acusación a alguien como Flores Galindo que a fines de los 1980s estaba en contacto con la organización de la CCP, mientas Degregori había perdido toda llegada a ese mismo sector.

Esta crítica de Degregori es impresionante. Flores Galindo había criticado el reivindicacionismo de la izquierda con influencia en el campesinado y su falta de un proyecto político de poder: «firmar un compromiso con las autoridades estatales y luego pensar en alguna otra consigna». A partir de esta frase Degregori lo acusa de anatemizar la firma de las actas de Toxama y Huancahuacho, entre la CCP y el gobierno de Velasco, y de rechazar cualquier negociación o posible compromiso incluso como posibilidad. De ahí Degregori se embala en asegurar que con ello Flores Galindo «abandona a los hombres andinos por la utopía andina», para luego hacer una larga y erudita exposición sobre la CCP y sus congresos, como su rechazo a Sendero Luminoso y venir a decir que Flores Galindo ignora esta trayectoria campesina. Una acusación muy al estilo de Poole y Rénique contra la senderología estadounidense inicial, ver aquí. Haber ignorado a la CCP y su rechazo a Sendero Luminoso en sus congresos es un argumento frecuentemente utilizado ante cualquier crítica a la izquierda «legal» de los 1980s o ante cualquier reconocimiento a la influencia de Sendero Luminoso o el MRTA en el campesinado peruano. «Flores Galindo los ignora», determinaría Degregori.

Degregori escribiría en 2010, en el prólogo a su ensayo de 1989, algo que contradice totalmente a estas afirmaciones y muestra lo que ocurría en realidad:

[Flores Galindo] No estuvo muy involucrado en los grandes congresos y plenarios de la CCP, donde iba mucha «gente como uno», intelectuales que fungíamos de asesores, militantes que fungíamos de campesinos: Eccash, Querecotillo, Torreblanca, Llocllapampa, Eccecco Chacán, Colcabamba, los momentos de gloria de la CCP, que a partir de Chacán atrajo incluso a su órbita a la CNA. Pero, luego, muchos intelectuales de izquierda nos fuimos limeñizando, alejando del trabajo campesino, y comenzamos a ser deglutidos como toda Izquierda Unida por la escena electoral. Fue entonces, a contracorriente, que Flores-Galindo se acercó a esos dirigentes campesinos que se iban quedando solos, y desde el Instituto de Apoyo Agrario se lanzó a escribir Buscando un Inca. En conversación personal con José Luis Rénique me advirtió que ese texto había que entenderlo en su coyuntura, como un intento agónico de recuperar el elan revolucionario de la izquierda.

Es decir, si bien tuvo un acercamiento como «militante que fungía de campesino», Degregori reconoce que acabó «deglutido por la escena electoral» y abandonando a los dirigentes campesinos antes había tratado de orientar, mientras Flores Galindo en esos mismos años, fines de los 1980s, cuando las papas quemaban con Sendero Luminoso y el MRTA, como con la represión del estado, había optado por estar con ellos. ¿Es entonces creíble venir a decir que Flores Galindo «tira al basurerro de la historia el trabajo de la CCP» o que «Flores Galindo los ignora [a los campesinos]»? Quienes habían acabado por desdeñar a los campesinos, y con jactancia ante quien seguía con ellos, eran Degregori y sus seguidores.

Y por cierto, tampoco es cierto que Flores Galindo recién se interesara en el campesinado peruano tardíamente, a partir de mediados de los 1980s, como demuestran sus ensayos de fines de los 1970s, como Movimientos campesinos en el Perú: Balance y esquema. Siempre fueron su preocupación.

5. Flores Galindo: acendrado racismo, misti, antiandino, doctorcito
Otras acusaciones de Degregori a Flores Galindo son verdaderamente extravagantes. Degregori hace todo un esfuerzo escueleador, retórico, lleno de frases hechas y cachacientas, en los que se dedica a buscarle tres pies al gato, volteando incluso las frases de Flores Galindo para usarlas en su contra.

Si Flores Galindo dice algo tan simple como que los senderistas encuentran mejores condiciones para su accionar entre las comunidades más pobres y menos desarrolladas, atrasadas, que entre las comunidades más desarrolladas, con más «acceso a la modernidad», la escuela occidental, la luz eléctrica y el camion, por lo que «tienen algo que conservar», Degregori no sólo le responde que esto, según él, no es fácticamente correcto, que Sendero se expande en comunicades con «rezagos gamonalistas fuertes» y «poco desarrollo de la organización democrática campesina», sino que le lanza una serie de acusaciones. Usa la palabra «atraso» de Flores Galindo para descalificarlo con el poema de Arguedas sobre los «doctorcitos»: «Dicen que somos el atraso». Algo paradójico, pues Arguedas escribió ese poema en rechazo a las posiciones de Quijano y Favre, de las cuales era tributario Degregori, ver aquí. Y desde luego, Degregori se enreda en otra acusación a Flores Galindo:

Los que «optan» por el progreso y no luchan por el poder: tienen algo que conservar. Ya no es entonces el proletariado, la clase más moderna (¡progresista!), la principal interesada en luchar por el poder. Tampoco algún bloque nacional-popular ni ningún otro de los sujetos políticos propuestaso por las diferentes corrientes marxistas. Son los campesinos «atrasados» los únicos dispuestos a luchar por él.

Esta es una vieja discusión en el marxismo como para contraponer al proletariado a los campesinos pobres en plan de descalificar a alguien que plantea que los campesinos pobres apoyan a Sendero Luminoso. Flores no está en plan de plantear ningún «bloque nacional-popular», como echa de menos Degregori, sino de explicar las actitudes de los campesinos ante un movimiento insurgente. Ahí es que Degregori le responde invocando al proyecto Cornell-IEP-San Marcos, muy interesado precisamente en averiguar las actitudes del campesinado ante un posible estallido insurgente. Y aquí, a pesar de su discrepancia en conclusiones y el mareo sofista que introduce Degregori, como su énfasis diferente, al final los dos coinciden en que tener algo que conservar retrae a los campesinos de apoyar una insurgencia. En realidad, la visión de Degregori sobre Sendero Luminoso está basada en Henri Favre, quien es el primero en negar el apoyo campesino a Sendero Luminoso, que era el pensamiento prevaleciente hasta mediados de los 1980s, y caracterizar a Sendero Luminoso como un fenómeno de «cholos» «desindianizados» y «descampesinizados» guiados por una «lumpenintelectualidad» provinciana. Esta es una línea argumentativa que se remonta a la reunión en el IEP en que le hicieron cargamontón a Arguedas, pasa por la «senderología» de Henri Favre quien plantea las tesis fuertes asumidas y luego afiladas por Degregori, y luego desemboca en la CVR que consagra esta concepción, ver Arguedas en el IEP, la senderología y la CVR.

Y finalmente, si Flores Galindo propone algo tan simple como una fusión de la mística milenarista con el socialismo moderno, a Degregori también le parece mal y encuentra en esta propuesta, con la que concluye «Buscando un Inca», los espíritus de los viejos mistis y su visión teñida de un acentrado racismo (frase del mismo Flores Galindo) a lo Francisco García Calderón. Degregori proclama que Flores al dividir los aportes del mundo andino y del socialismo entre pasión y razón, respectivamente, está, por un lado, negando la existencia de una racionalidad andina (y aquí Degregori cita a su colega Jürgen Golte) y, por el otro, desatendiendo a Mariátegui quien decía que «la fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe». Según Degregori la posición de Flores Galindo «resulta – por cierto a su pesar ‘ en última instancia antiandina».

Y tiene razón Degregori que es una división del trabajo desigual, pero tampoco le da para una descalificación tan artera, sobre todo cuando se ha explayado en hacer una apología de la modernidad y la «utopía democrática» del capitalismo. En Degregori, si lo occidental viene como capitalismo, qué bien, es «el mito del progreso», pero si viene como socialismo, qué mal, esa es la visión de los viejos mistis. Si el mundo andino incorpora la modernidad que trae el capitalismo, muy bien, pero si incorpora la modernidad que trae el socialismo, muy mal. La división pasión/razón no es identificable a la división andino/occidental. El mix propuesto por Flores Galindo puede acabar no siendo el que él se imagina, pero la propuesta de la fusión en sí sigue siendo válida. Si el mix final fuera una fusión al revés, entre la racionalidad andina a lo Golte mezclada con la mística revolucionaria a lo Sorel-Mariátegui, la propuesta de Flores Galindo seguiría muy en pie. Un ejemplo de crítica aparentemente puntillosa y central, pero que en realidad es totalmente irrelevante.

6. Conclusión
En suma, “Del mito mariateguista a la utopía andina” de Carlos Iván Degregori es un troleo, un texto escrito en plan de descalificación intelectual y personal, buscándole tres pies al gato y tergiversando los planteamientos de Flores Galindo. No es un texto sustancial, por lo que se entiende que su autor se lo guardara y lo circulara privadamente entre sus estudiantes y seguidores. En este texto se distinguen dos acusaciones de fondo, relacionadas: primero, imaginarse un mundo andino congelado que rechaza la modernidad y segundo, apostar por un socialismo autoritario, congelado también, que rechaza las bondades avance del capitalismo. Ambas acusaciones son equivocadas e injustas.

Un comentario

Por - Publicado el 14-11-2015

[Me quedó largo el análisis del ensayo de Carlos Iván Degregori «Del mito mariateguista a la utopía andina», por lo que publicaré dos posts al respecto: el presente dedicado a los trasfondos del debate entre Alberto Flores Galindo y Carlos Iván Degregori y un siguiente post dedicado a analizar directamente los argumentos en el ensayo de Degregori.

Posts de la presente serie:
2. Del mito revolucionario al mito oenegista
1. Apogeo y caída de la utopía andina

Algunos post relacionados, publicados antes en este blog:
El indómito Flores Galindo
Arguedas en el IEP, la senderología y la CVR
La polémica Flores-Degregori (libios contra zorros)
Mariátegui, Arguedas y Flores Galindo]

1. La tardía y desencaminada vendetta de Degregori
Francamente decepcionante el ensayo de Carlos Iván Degregori en que critica duramente a Alberto Flores Galindo «Del mito mariateguista a la utopía andina». Es un ensayo con sabor a berrinche y vendetta de un Degregori fastidiado por una mención crítica de Flores Galindo al primer trabajo intelectual fuerte de Degregori, como por la crítica al «mito del progreso» de Degregori, por la mordaz ironía de Flores sobre el IEP, al cual recientemente se había incorporado Degregori, como ocupando «el lugar intelectual que antes tenía el Instituto Riva Agüero», además del duro debate dentro el PUM entre «libios» y «zorros». Degregori sobrereacciona «con sangre en el ojo» por la reseña de Flores, con la camiseta del IEP puesta y con puntillosas atingencias llenas de verborragia ideológica a diversos párrafos de las páginas finales del «Buscando un Inca» de Flores Galindo. Degregori levanta un par de puntos sustanciales, pero también, llevado por la bronca, se enfrasca en cuestiones accesorias como prescindibles acusaciones retóricas a Flores Galindo, de misti, antiandino, congelado en el tiempo, desorientado, perdido, etc.

Se entendía que Degregori evitara publicar este ensayo con Flores Galindo en agonía, evitándole así un sinsabor en momentos personales aciagos. Pero después de muerto Flores, habiendo circulado el texto entre sus estudiantes y allegados del IEP, ¿por qué Degregori no publicó este texto tan descalificador para el gran público y lo guardó por un cuarto de siglo para publicarlo recién después de su muerte? ¿Para evitar una reacción en su contra de parte de los seguidores de Flores Galindo?¿Para dejar que el pensamiento de Flores Galindo se extinga por cuenta propia? ¿Para tener más publicaciones que lo ubicaran intelectualmente en mejor posición en relación a Flores? ¿Y por qué publicarlo y no dejarlo inédito como lo había dejado en los últimos años? A lo largo de la presente serie de posts sobre este tema intentaré responder a estas preguntas. Lo que es claro es que el gesto de supuesta elegancia de Degregori de no publicarlo al gran público contribuyó a consolidar su visión entre sus seguidores, sin ninguna discusión con los seguidores de Flores Galindo, quienes, si bien le rendían culto, se iban crecientemente distanciando de sus planteamientos para adoptar los propugnados por Degregori.

2. Debatir ignorando las respuestas del oponente
La cosa comienza con que Degregori se había picado por una mención crítica de Flores Galindo al trabajo de Degregori en coautoría con Nicolás Lynch y Cecilia Blondet «Conquistadores de un nuevo mundo» de 1986, aquí. Flores Galindo criticaría que los autores confundieran a los migrantes en Lima con los habitantes del Bronx, Nueva York. Flores Galindo añadiría una crítica más específica a Degregori, su idea expuesta en Del Mito del Inkarri al mito del progreso, de un creciente reemplazo del viejo mito del Inkarri por el mito del progreso. La frase de Flores Galindo que a Degregori le molestó fue

«Curiosamente la formulación más sugerente en contra de lo andino proviene de un intelectual de izquier­da. Carlos Iván Degregori ha planteado que en la cultura popular peruana, a partir de los años 50, se habría producido una especie de revolución mental: el mundo tradicional sustituido por el nacimiento de una moder­nidad popular. Se refiere así a que «el viejo mito de Inkarri va siendo reemplazado de manera creciente por otro: el mito del progreso.»
Prólogo a Carlos Arroyo. Encuentros. Historia y movimientos sociales en el Perú. Lima, Memoriangosta, 1989. pp. 9-21.

Este párrafo está citado por Degregori en «Traspié entre dos estrellas», que es el prólogo a «Del mito mariateguista a la utopía andina», publicado como Volumen V de las Obras Escogidas de Degregori.

El lector o la lectora puede leer el texto completo de Flores Galindo. Como se aprecia, Flores Galindo ofrece una detallada crítica a Degregori, en la que además aclara su postura sobre la utopía andina y responde a muchas de las críticas que se le hacían. Por eso, el historiador Ricardo Portocarrero, discípulo de Flores Galindo, publicó este texto como una respuesta al politólogo del IEP Martín Tanaka, identificado con las posiciones de Degregori. Una respuesta a la críticas a Flores Galindo repetidas por los seguidores de Degregori.

Efectivamente, Flores Galindo expone muy solventemente los temas de fondo en debate:

en la cultura andina coexisten tanto la esperanza en el progreso como la vuelta al pasado, a veces de manera conflictiva y en otras ocasiones, conviviendo hasta en el interior de un mismo individuo. (…)La cultura andina es, de otro lado, el reclamo de la escuela, el entusiasmo por el cemento y la calamina, la esperanza en la migración a Lima.

Y le responde directamente a Degregori

Degregori supone que la migración es una ruptura con el pasado. En parte sí, pero las conexiones con esa tierra que queda atrás se mantienen través del parentesco, las instituciones regionales, el regreso periódico a la comunidad. Nuestra época, cuando supuestamente se produce el ocaso de lo andino, es también la época en que la organización comunal se propala por todos los Andes. Mientras desaparecen los gamonales y las haciendas, las comunidades llegarán hasta cerca de 5,000 (reconocidas). En la ciudad, las asociaciones de provincianos serán el soporte social que hace posible la reproducción, en el medio urbano, de la reciprocidad y la ayuda mutua. Es prematuro, a veces, dar por muerto al pasado. ¿Volver atrás? El desafío que implican ideas como la utopía andina es la posibilidad de encontrar un camino propio: esa explosiva aleación entre lo nuevo y lo viejo que Mariátegui resumió al hablar de la «heterodoxia de la tradición». Pero, ¿se trata de proponer una síntesis o de elaborar un proyecto radicalmente nuevo?

Flores Galindo deja ahí la pregunta. Para entender a este historiador es crucial advertir que lo importante en él son las preguntas que deja, más que las respuestas que no tenía, ni pretendía tener.

Y un punto acertado de Flores: el contrabando de la defensa del capitalismo en el Perú so pretexto de defensa de la «modernidad»:

Se corre el riesgo de que, al elogiar la modernidad, estemos haciendo una velada defensa del capitalismo. Por eso resulta imprescindible introducir en la discusión la perspectiva socialista.

Degregori, que conoce bien este texto de Flores Galindo pues admite que fue este texto el que tanto le molestó, resalta que Flores Galindo lo critica por estar en contra de lo andino in toto como «demasiada generalización» y «una homogenización inaceptable», pero ignora del todo los argumentos, críticas de fondo y respuestas de Flores Galindo. Degregori se mecharía directa y exclusivamente con «Buscando un Inca», sin aclaraciones posteriores.

Si el lector o la lectora lee el texto completo de Flores Galindo y su crítica a Degregori, notará también que Flores no se despeina ni arrebata con Degregori. Lo critica sin retórica ni alusiones personales. Muy diferente será la sobrereacción de Degregori contra Flores

3. «Le faltaba calle»
En «Traspié entre dos estrellas», su prólogo a su ensayo de crítica a Flores Galindo, Carlos Iván Degregori lo trata con mucha condescendencia, como un tardío entusiasmado en las ideas revolucionarias en un contexto de desilusión con el pensamiento de izquierda. Remataría su condescendencia en una de sus últimas entrevistas proclamando ante sus seguidores que a Alberto Flores Galindo “le faltaba calle”. En una palabra Degregori trata a Flores Galindo como una suerte de “chibolo Pulpín”.

Este tipo de especulaciones y alusiones ocurren casi un cuarto de siglo de publicado “Buscando un Inca”, cuando el horizonte revolucionario y utópico de Flores Galindo ha caído en desgracia y es más bien el pensamiento de Degregori el que reina. Sin embargo, las cosas no ocurren así en tiempo real, en los años 80s, cuando los términos del debate y la ubicación de los contendientes son muy diferentes.

Lejos de ser Flores Galindo alguien “sin calle”, en los 80s es más bien Degregori quien recién hace sus pininos como un intelectual con propuesta. Flores Galindo estaba mucho más establecido tanto política como académicamente.

En el plano político, las tesis de Flores Galindo fueron más influyentes, como que fueron adoptadas por la mayoría del PUM, donde también militaba Degregori. En cambio la corriente de Degregori quedaría en minoría y saldría del partido para apoyar electoralmente a Alfonso Barrantes y luego disgregarse totalmente, pasando por la colaboración con las fuerzas armadas contra Sendero Luminoso.

En el plano académico, un simple indicador: Flores Galindo acaba su licenciatura en 1971 y su doctorado en 1984. Degregori recién acaba su licenciatura en 1983 y su doctorado en 2005. A mediados y fines de los 80s era Flores Galindo quien tenía una sólida producción e influyente trayectoria intelectual, no así un tardío Degregori, quien recién en 1986 recién tiene un libro en que se esboza algún tipo de propuesta, con su nueva posición ex-izquierdista.

La condescendencia de Degregori con Flores Galindo, es la condescendencia con que el converso descreído mira al que todavía tiene fe en la revolución. Es posible y aceptable a comienzos del presente siglo, en que los planteamientos de Flores Galindo han quedado marginalizados y abandonados incluso por quienes los secundaron. Recientemente, Nelson Manrique, cercano intelectualmente a Flores Galindo en los 80s y entonces ácido crítico de Degregori, celebraría el «le faltaba calle» de Degregori, aquí. Este tipo de expresiones hubieran sido imposibles en los años 1980s, dado el mayor peso político y académico de Alberto Flores Galindo. El horizonte izquierdista entonces era mucho más fuerte que ahora.

4. Los mitos en conflicto
El libro que Degregori publica en coautoría con Cecilia Blondet “Conquistadores de un nuevo mundo: De invasores a ciudadanos en San Martin de Porres,” (1986) proviene de un proyecto auspiciado por la Fundación Ford. Este libro forma parte de una corriente intelectual de los años 80s, que junto con la producción de Hernando de Soto, Fernando Villarán, Jürgen Golte y Norma Adams, entre otros, exaltan el emprendedurismo de las clases populares antes que su situación de explotación. Son las clases populares las que hacen un “desborde popular”, un “otro Sendero”, microempresario, que se constituye en una alternativa social y política al statu quo.

Alberto Flores Galindo es muy crítico con esta corriente intelectual. Entiende que es un afluente del neoliberalismo en el plano intelectual. Le hace una mención crítica, que pasaría desapercibida en el conjunto de la obra de Flores Galindo, si no es porque ésta es muy mal recibida por Degregori. Flores se metía con el debut intelectual de Degregori. Y además se metía con su cubil, que el IEP ocupaba el lugar intelectual que ante tenía el Instituto Riva Agüero. Esto, como me consta, les había molestado a todos los intelectuales del IEP.

Efectivamente, los caminos de ambos intectuales se bifurcan radicalmente. Lo que parece ser una fisura entre dos intelectuales de izquierda, se ensancha con los años.

Mientras Alberto Flores Galindo gana el premio Casa de las América y publica «Buscando un Inca» en Cuba, Carlos Iván Degregori publica con el auspicio de la Fundación Ford de los Estados Unidos.

Mientras Alberto Flores Galindo se centra en denunciar al estado en «Violencia y Campesinado», Carlos Iván Degregori se conviverte en un senderólogo, centrado en denunciar a Sendero Luminoso, y auspiciador explícito de una alianza de la izquierda con las fuerzas armadas contra Sendero.

En La polémica Flores-Degregori (libios contra zorros) hemos discutido más sobre este debate. En futuros posts, volveremos sobre esta bifurcación de caminos, en particular sobre el camino seguido por Degregori.

5. Los hondos y mortales desencuentros en el ojo propio
En realidad el MIR Tapia del cual era parte Degregori se queda sin bases políticas. Pierde la batalla partidaria ante la mayoría dirigida por Javier Diez Canseco y opta por apoyar a Alfonso Barrantes. Finalmente este sector resuelve su desencuentro con las clases populares pasando de ser intelectuales de partido a ser intelectuales de ONG, como vimos en Del mito revolucionario al mito oenegista. Desde estas organizaciones no gubernamentales es que realizan una labor ideológica y de asesoría a entidades estatales, particularmente militares, en su lucha contra la insurgencia de Sendero Luminoso y el MRTA. Desde 1990 las izquierdas se oenegizan y fracasan en todo intento electoral posterior, por lo que recurren a alianzas e incorporaciones a otros partidos, como la UPP o el humalismo o a asumir un rol «técnico» ministerial. El gran «camino de las masas», opuesto como alternativa al camino minoritario «varnguardista-militarista», no funciona para estos sectores. Las clases populares votan por Fujimori, a quien apoyan. Como dirigentes de izquierda no la hacen, pero sí como directores y funcionarios de ONG, asesores, ministros, comisionados de la CVR. Paradójicamente, se aplica para este sector la idea de hondos y mortales desencuentros con las clases populares que se resuelve mediante una asimilación al sistema que antes cuestionaron, una «huída hacia adelante» dentro del sistema, que gustoso los recibe. Nótese que esta asimilación se produce a comienzos de los 1990s en pleno gobierno fujimorista, tema sobre el cual volveré en posts venideros.

6. GEIN intelectual
Muchos «libios» que chocaron con Degregori por el debate en el PUM entre «libios» y «zorros» hoy le reconocen a Degregori virtudes de tolerancia y de no guardarles rencor por haber sido ellos tan mordaces con Degregori. El «libio» y ex asesor de la CCP Victor Caballero lo elogia porque «nunca reclamó nada, ni guardó rencores», aquí.

Cuando lo volví a ver en el IEP sentía un poco de vergüenza cruzarme con él porque recordaba la mordacidad con que a veces nos referíamos a su poca participación en reuniones partidarias, a su comportamiento huidizo de reuniones interminables y repetitivas en las que nos agotábamos. En cambio, cuando él me veía se ponía a conversar con alegría, con espíritu inquieto, valorando lo que se le decía.

Lo que ocurre es que gente como Caballero había abandonado las posiciones radicales de antes y había seguido un camino político similar al de Degregori. Caballero sería funcionario de la PCM durante el baguazo y Conga, totalmente abocado a criminalizar a los dirigentes sociales, ver aquí. Degregori recibiría con los brazos abiertos a quienes habían seguido su camino de asimilación y defensa del sistema. Esta misma bienvenida haría Degregori con alguien tan conflictivo y crítico con él como el historiador Nelson Manrique. En 1990, Degregori se lamentaba «Nelson Manrique ni me habla». Yo le preguntaría «¿Y por qué?». Degregori respondería «Es que hemos militado juntos». Efectivamente, en esos años Manrique se mantenía en posiciones radicales, mientras Degregori estaba por la defensa del estado. Sin embargo, con el tiempo quien cambiaría de posición no sería Degregori, quien se consolidaría en su derechización, sino Manrique quien vallejianamente había llegado a seguir el mismo camino de Degregori. Normal que lo recibiera también con los brazos abiertos.

Sin embargo, en toda esta magnanimidad de Degregori, hoy queda claro lo que estaba ocurriendo: simplemente había preferido disparar a la cabeza de la corriente intelectual radical, cual era Alberto Flores Galindo. Una táctica a la GEIN, de capturar «High value targets» (metas de gran valor). No se mete duramente con Manrique ni con otros como se mete con Flores. Lejos de pelearse con todos, la mayoría «libia» del PUM, opta por darle duro a Flores, con su texto difundido entre sus seguidores, a la vez que se «reconcilia» y entra en acuerdos con los seguidores de éste. Efectivamente, Manrique sería un gran defensor del discurso intelectual de la CVR, decisivamente influído por las elaboraciones de Degregori. En los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI el debate entre Flores Galindo y Degregori es pura curiosidad intelectual, un debate sin mayor trascendencia. El triunfo de Degregori es total. Si bien había perdido la batalla en tiempo real, había acabado por ganar la guerra.

7. Degregori bebiendo chicha en el cráneo de Flores Galindo
En los años 1990s, con las izquierdas desradilizándose y retrocediendo políticamente, no tiene mucho sentido pelearse públicamente con Flores Galindo por «Buscarse un Inca». Es mejor «let sleeping dogs lie» (dejar que los perros sigan durmiendo). A Degregori le basta con circular el trabajo entre sus estudiantes y más bien consolidarse como senderólogo, escribiendo a favor de los «Comités de Autodefensa». Es recién a mediados y fines de los 2000 con una cierta reemergencia del pensamiento izquierdista en el Perú, que vuelve a haber interés en los plantamientos de Flores Galindo y por lo tanto en la crítica de Degregori a Flores. Para entonces, Degregori ya es un consolidado académico, con varios textos publicados y un doctorado. Es un reconocido intelectual que ha dirigido e inspirado a la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Desde esa posición triunfante, lamentablemente, tiene gestos poco elegantes con Flores Galindo, de una jactancia propia del nuevo rico intelectual, tanto en «Traspié entre dos estrellas» como en la entrevista que le concede a dos de sus seguidores. Una actitud tipo Aquiles arrastrando el cadáver de Héctor delante de los troyanos o se dice que hizo Atahualpa bebiendo chicha en el cráneo de su hermano. Ambos acabaron mal.

[Continuará. En la segunda parte del presente post analizaré el ensayo «Del mito mariateguista a la utopía andina». Verlo aquí.]

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Por - Publicado el 11-11-2015

[César Vallejo decía que dos personas que se encuentran en la calle no van en sentido contrario; van en el mismo sentido, pero una detrás de la otra. Algo así puede decirse del debate entre “libios” y “zorros” del PUM de los 80s y su contraparte intelectual, realizada en forma póstuma, en las figuras de Alberto Flores Galindo y Carlos Iván Degregori. En retrospectiva fue un debate entre dos corrientes políticas que al final llegaron a las mismas conclusiones y a las mismas prácticas, ambos asimilados al sistema que antes cuestionaron. Aparentemente estaban enfrentadas, pero en realidad iban por el mismo camino, sólo que unas iban detrás de las otras.

Con la publicación por el IEP del Volumen V de las “Obras Escogidas” de Carlos Iván Degregori el gran público puede tener acceso ahora a los escritos en que Degregori critica los planteamientos de Flores Galindo. Antes estos escritos habían circulado restringidamente, principalmente entre sus estudiantes y en grupos de estudios allegados al IEP. Con ello se consolidaba en ambientes intelectuales cercanos a Degregori un rechazo a la obra de Flores Galindo, que difícilmente podía ser respondido. Un reciente libro de “conversaciones con Carlos Iván Degregori” publicado por sus discípulos complementa la visión de Degregori sobre Flores Galindo, incluso con referencias personales de aquél sobre éste.

En el presente post y los que le continuarán, asumiré una posición más bien crítica con la visión y trayectoria de Degregori, que, dada la marginación intelectual a las posiciones más antisistema ocurrida en las últimas tres décadas, ha devenido en una corriente predominante en las ciencias sociales y política peruanas. La trayectoria de Degregori es una de derechización desde posiciones revolucionarias y guerrilleristas a posiciones derechistas y contrainsurgentes. El predominio de esta visión ha devenido en una actitud conformista y de defensa del sistema ante cualquier asonada que lo cuestione. Este no era para nada el clima intelectual de hace tres décadas en que Flores Galindo hizo una propuesta revolucionaria de cambio social en base a su análisis de la historia peruana. Una propuesta que definitivamente sigue siendo válida.]

El antropólogo Carlos Iván Degregori comienza sus estudios en la Universidad Católica, pero se cambia al poco tiempo a la Universidad de San Marcos. Tiene un temprano trabajo de colaboración con Jürgen Golte en el IEP, en un proyecto sobre los campesinos de Pacaraos, publicado en 1973 por el IEP. Gracias al apoyo de John Murra estudia en la Universidad de Brandeis de Boston y obtiene un B.A. (bachillerato) en 1970.

En los 1970s Carlos Iván Degregori es parte de un partido político, el MIR dirigido por Carlos Tapia, una de las organizaciones que proceden del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, organización insurgente derrotada en 1965. Este MIR aboga por una revolución armada basada en un desborde del campesinado. Ante la derrota de las guerrillas del MIR y el ELN este partido opta por promover y apoyar el trabajo de organización campesina, con el objetivo de que este sector eventualmente se levantara en una revolución, desde luego del campo a la ciudad. Se trataba de reiniciar la lucha armada iniciada por el MIR.

En este contexto, Degregori, militante del MIR dirigido por Carlos Tapia, es un intelectual de partido, un “intelectual orgánico” gramsciano en la Universidad San Cristóbal de Huamanga (UNSCH) y en el seno de la Confederación Campesina del Perú.

Nelson Manrique en Sendero Luminoso: ese oscuro objeto del conocimiento cuenta cuál es la posición del MIR de Degregori y Tapia en esos momentos:

La vertiente maoísta del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que desarrolló cierta presencia en la región [Ayacucho] y se enfrentó durante esa década a Sendero en la Universidad de Huamanga, por ejemplo, sostenía – como lo hacía SL – que la sociedad peruana era semifeudal y la Junta Militar de Gobierno fascista; el enemigo en el movimiento popular era el trotsko-revisionismo y el camino de la revolución era el desarrollo de la guerra popular del campo a la ciudad, bajo la dirección del proletariado en alianza con el campesinado.

El historiador Nelson Manrique sabía de lo que hablaba, pues él también había militado con Degregori en ese mismo MIR, según relata el mismo Degregori en un libro de entrevistas de autoría de Pablo Sandoval y José Carlos Agüero, publicado por el IEP.

Degregori en un texto publicado en 1978 y reproducido recientemente en sus «Obras Escogidas», «Indigenismo, clases sociales y problema nacional», explica cómo es «el problema nacional en la época del imperialismo»:

en la época el imperialismo, el problema nacional se funde con el problema general de las colonias (5).

La burguesía es ya incapaz de solucionar los problemas democrático y nacional, incapacidad histórica que venimos padeciendo. Pero paralelo a este ocaso, desde la Comuna de París (1871) hasta la primera revolución proletaria en Rusia, el proletariado toma relevo como fuerza revolucionaria. Es, entonces, un nuevo conjunto de fuerzas, con el proletariado a la cabeza, la alianza obrero-campesina como eje, que van a tener la capacidad de llevar a cabo la revolución democrática que la burguesía dejó pendiente. Esta revolución democrática llevada adelante por esta alianza de clases conduce en forma ininterrumpida al socialismo y es denominada por Mao Tsetung revolución de nueva democracia, diferente en cuanto a su composición de clases, objetivos y periodo histórico a la revolución democrática conducida por la burguesí, denominada ahora de vieja democracia (6).

Pero la cancelación histórica de la burguesía como fuerza revolucionaria no implica su colapso inmediato o su retirada voluntaria de la escena política en esos países. Persistirá, enarbolando sus viejas banderas cada vez más desvirtuadas, tratando de arrastrar tras de sí sectores populares y lograr la hegemonía en el ámbito del Estado, desplazando a las viejas clases ligadas al Estado semifeudal. la hitoria de nuestra patria en las últimas décadas es la del enfrentamiento entre tres fuerzas básicas: la vieja oligarquía hegemónica en el Estado semifeudal, las fuerzas burguesas que enarbolan variantes desvirtuadas del programa de la vieja democracia y las fuerzas obreras y populares cuyos intereses históricos son los de la nueva democracia y el socialismo.

(5) Ver Stalin [El marxismo y el problema nacional y colonial, Lautaro, Buenos Aires, 1946. ] :pág. 20).
(6) Mao Tsetung, «Sobre la nueva democracia», En Obras Escogidas Tomo II, pp. 353-400. Ed. Lenguas Extranjeras, Pekín, 1971.

Desde luego que Degregori se ubica entre las fuerzas de «la nueva democracia y el socialismo» en rechazo no sólo a «la vieja oligarquía hegemónica en el Estado semifeudal», sino a «las fuerzas burguesas» que parecen ser una alusión al velasquismo, siguiendo la caracterización de Cotler y Quijano del velasquismo como un «régimen burgués».

Las actuales biografías de Degregori lo presentan como alguien en confrontación con Sendero Luminoso en los años 1970s, que regresó a Lima y se dedicó a escribir sobre Sendero en base a su conocimiento directo de este partido. Uno de los tantos discursos en ese sentido es el de JÜrgen Golte, en Carlos Iván Degregori como antropólogo:

Ya a su regreso a Huamanga [desde los Estados Unidos] esta tendencia [al «el estudio de los otros»] se afirmó aún más. Sus estudios se dirigían a la comprensión de su mundo y no de mundos ajenos. Estaba muy lejos de construir una otredad con el propósito de subalternizar a la sociedad en la cual vivía. Sus escritos a partir de ahí representan esfuerzos serios para comprender el mundo en el cual vivía y del cual formaba parte. Sus trabajos sobre Sendero Luminoso nacen de la confrontación personal y directa con Abimael Guzmán y su grupo en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Lo que estudia son los métodos con los cuales Guzmán lograba separar a sus adherentes de la experiencia de la cotidianeidad, convirtiéndolos en supeditados a un discurso cerrado que creaba una otredad que tenía origen en la mentalidad de un profesor provinciano en una universidad provinciana. La finalidad de Carlos Iván era la deconstrucción y análisis del discurso de Abimael Guzmán a partir de la inserción del líder de Sendero en la sociedad peruana y la instrumentalidad del discurso en una estrategia político militar en el mismo mundo en el cual Carlos Iván vivía.

Golte y otros reescriben la biografía de Degregori a partir de la postura de éste en sus últimos años de vida, no en base a su postura ideológica en tiempo real.

Más que confrontación era competencia con Guzmán, pues las tesis de Degregori, como se aprecia en la cita transcrita, son muy parecidas a las de aquél. «La vertiente maoísta del MIR», como la llama Manrique, es muy cercana ideológicamente a Sendero Luminoso. No hay una verdadera confrontación de posiciones antagónicas como se repite en forma tergiversativa en la actualidad. El conflicto entre el MIR de Tapia y Sendero es un conflicto usual entre las diversas agrupaciones de la ultraizquierda peruana que se paran confrontando incluso a pesar de las coincidencias.

(Otro detalle tergiversativo, que se advierte en la cita de Golte, es que se pinta a un Degregori que llega a Lima de Huamanga a fines de los setentas y se pone a escribir sobre Sendero Luminoso en base a su experiencia de conocimiento de cerca de este partido. A Degregori le toma una década ingresar del todo a la senderología, como veremos en un siguiente post.)

Con el segundo gobierno de Belaúnde, el llamado “retorno de la democracia”, las tesis revolucionarias de estos relativamente pequeños grupos de intelectuales son dejadas de lado a favor de una asimilación a la democracia representativa. El brío de esta intelectualidad queda para la historia más como un brío antidictatorial, particularmente antivelasquista, que un brío revolucionario. Los que dijeron que Velasco era reformismo burgués no le ponen pegas a Belaúnde por burgúes, más bien le dan la bienvenida como un gobierno democrático.

Rápidamente los dirigentes partidarios clasemedieros dejan de lado la prédica revolucionaria al campesinado para dedicarse a aspirar a la labor legislativa o a la labor mediática. Es el caso de Degregori que se convierte en un intelectual de columnas de opinión, primero en el Diario de Marka y luego en diversas revistas, como El Zorro de Abajo.

(Este viraje crea desafección en muchos militantes de base de la izquierda, como expectativa y aprobación a las acciones subversivas de Sendero Luminoso y luego del MRTA. Un repentino viraje de timón no es capaz de cambiar la dirección de un vehículo que marcha a alta velocidad. La prédica radical que hace Degregori, como la que se lee en el texto citado, desde luego que influye en bases izquierdistas en optar por caminos radicales.)

Este es un proceso que involucra a mucha gente en la izquierda, y en el cual nunca hay una explicación o autocrítica de parte de los dirigentes otrora radizalizados, ni siquiera décadas después, en la CVR. Del discurso maoísta, revolucionario, se pasa de golpe a un discurso que revindica la democracia belaundista de los años 1980s, cuando estos grupos se consideraban herederos de los insurgentes que combatieron a la democracia belaundista de los 1960s. En este sector, lo «burgués» como reformismo militar genera rechazo, en cambio lo «burgués» como democracia belaundista genera aceptación. La oposición al velasquismo y luego a Morales Bermúdez de estos sectores es organizada en partidos. Ahora la oposición al belaundismo y luego al alanismo se caracteriza por un desplazamiento de los cuadros partidarios a las organizaciones no gubernamentales (ONGs u oenegés).

Degregori, sin abandonar la labor mediática, acaba su licenciatura en la universidad donde ya había sido profesor, y se convierte del todo en un intelectual académico, con su (re) ingreso al Instituto de Estudios Peruanos, junto con otras ex figuras partidarias, como Cecilia Blondet, Fernando Rospigliosi y otros ex compañeros de bregas políticas. Degregori, a diferencia de sus excompañeros, tiene un trabajo académico previo, de fines de los años 60s, impulsado por la Universidad de Cornell con el IEP.1

Degregori, si bien era profesor de la Universidad San Cristóbal de Huamanga (UNSCH), en realidad había sacrificado su desarrollo intelectual por la militancia política, concluyendo su licenciatura en antropología en la UNSCH recién en 1983, con una tesis esencialmente descriptiva sobre el Departamento de Ayacucho (Degregori, C. I., 1986, «Ayacucho, raíces de una crisis», Instituto de Estudios Regionales «José María Arguedas», Ayacucho).

A comienzos de los años 1980s en el plano académico Degregori no tiene una gran producción académica ni mucho que proponer intelectual o políticamente, que no propusieran ya otros, como los sociólogos Sinesio López o Alberto Adrianzén. Su labor intelectual se expresa principalmente en revisiones bibliográficas o en artículos de opinión periodísticos. Si bien tiene una pluma inspirada y sugerente en sus escritos, no se le distingue aporte académico reconocible, un valor agregado al conocimiento, antes de su incorporación al IEP, posible gracias a José Matos Mar primero y luego a Julio Cotler. En sus «Obras Escogidas» que viene actualmente publicando el IEP se advierte que la mayor parte de sus escritos son posteriores a la segunda mitad de los años 1980s y publicados por el IEP.

En la segunda mitad de los años 80s, las izquierdas aparententemente tienen un gran poder, llegando a pasar a segunda vuelta en las elecciones de 1985. Sin embargo, es un poder ficticio, que oculta la desilusión, el viraje y la desintegración que vienen experimentando, al igual que su absorción ideológica por el discurso neoliberal. El discurso de Hernando de Soto crea una base ideológica sobre la que al poco tiempo se asienta un discurso político antipopulista, antiestatista, anti-clase trabajadora y pro-empresarial, neoliberal. El capitalismo se presenta como un sistema atractivo para los pobres, ante el estatismo velasquista y el populismo alanista suscrito por parte de las izquierdas. En el contexto hiperinflacionario y corrupto del primer alanismo, las reformas antioligárquicas, como la reforma agraria y la nacionalización de las empresas transnacionales, son presentadas como perjudiciales a los más pobres y por lo tanto como reformas a ser revertidas. El capitalismo, lejos de ser un sistema que debía ser derrumbado, resulta un sistema deseable que da posibilidades de ascenso social para los más pobres que son los «conquistadores de un nuevo mundo»,2 los migrantes existosos y emergentes, que son «apolíticos», desechan el radicalismo, no se consideran obreros, etc. Este discurso es impulsado por proyectos de la Fundación Ford, USAID y la NED.3 Esta es la base ideológica para lo que después se convierte en el programa de reformas neoliberales llevadas a cabo por Fujimori a comienzos de los 1990s.

Alberto Flores Galindo en «Reencontremos la dimensión utópica» de diciembre de 1989 nota este proceso en forma (auto) crítica:

Ahora, muchos han separado política de ética. La eficacia ha pasado al centro. La necesidad de críticas al socialismo ha postergado el combate a la clase dominante. No sólo estamos ante un problema ideológico. Está de por medio también la incorporación de todos nosotros al orden establecido. Mientras el país se empobrecía de manera dramática, en la izquierda mejorábamos nuestras condiciones de vida. Durante los años de crisis, debo admitirlo, gracias a los centros y las fundaciones, nos fue muy bien y terminamos absorbidos por el más vulgar determinismo económico.

Es en ese contexto que Degregori, y otros luego, hace su definitiva reconversión de la militancia partidaria a la intelectualidad oenegista. Tampoco tiene entonces ya llegada a los sectores campesinos, en la Confederación Campesina del Perú, pues éstos se quedan con el sector mayoritario del PUM, de Javier Diez Canseco y Eduardo Cáceres. Tampoco tiene influencia en sectores urbanos ni obreros. Su grupo político queda reducido a tener una influencia mediática, en la izquierda, y apuesta por apoyar a Alfonso Barrantes en las elecciones de 1990, con malos resultados. Un discurso que aboga por un camino electoral y democrático, de rechazo a la insurgencia en base a la influencia de la izquierda en el movimiento social, «las grandes masas», se queda sin piso alguno, sin influencia social ni electoral. En tal contexto, Degregori consolida su apuesta oenegista en el IEP, del cual llega a ser su director. Es desde esta organización y desde su elaboración intelectual que hace política ya no directamente partidaria. Así, Degregori pasa de ser intelectual de partido a ser intelectual de oenegé.

  1. En 1960s: el financiamiento del Pentágono y el IEP hemos comentado cómo así es que el interés del IEP en las actitudes de los campesinos ante la «modernidad» tiene que ver con el interés contrasubversivo de las agencias públicas y privadas de los EEUU en evitar un estallido revolucionario en el campo peruano. []
  2. Este es el título de un libro de Degregori, publicado en 1986 en coautoría con Cecilia Blondet y Nicolás Lynch, resultado del proyecto “Urbanización y Cultura Popular en Lima Metropolitana”, auspiciado por la Fundación Ford. []
  3. Al respecto es pertinente esta larga cita de Romeo Grompone, ya citada en El desbordepopulismo:

    «Antes que la teoría aparecen las metáforas y los personajes arquetípicos. En una sociedad urbana sometida a un proceso acelerado de cambios existe la tentación de buscar atajos, de llegar por fin al imprevisto camino que evite las confusiones y ayude a sortear las dudas. Primero acuden las metáforas. Los informales han trazado otro sendero emprendiendo una larga lucha por la propiedad privada, ampliando los márgenes de la economía de mercado ya acorralando a un Estado mercantilista. Otras veces, ellos provocan el desborde popular defindiendo nuevas reglas y construyendo nuevas instituciones. Los ayer marginalizados están marginando al Estado porque los migrantes invasores impusieron su estilo en todos los predios de la política y la sociedad. Los mismos migrantes descienden ahora del caballo de Troya “a paso de vencedores”, porque son guerreros pacientes y decididos y les toca enfrentarse a limeños que han olvidado las artes del combate, conformes con obtener un puesto seguro o recibir los favores de los gobiernos, la opción por una vida sin riesgos y sin posibilidades. En los nuevos barrios estos pobladores son los conquistadores de un nuevo mundo por obra de sus luchas individuales y colectivas. El triunfo esta vez ha sido lograr la democratización de la sociedad, afirmando sus derechos y adquiriendo así una identidad ciudadana que restringe los márgenes de la manipulación y control de las élites.
    (…)
    Pero repasemos otra vez los títulos: El otro sendero, Desborde popular y crisis del Estado, Los caballos de Troya de los invasores, Estrategias campesinas de conquista de la gran Lima, Conquistadores de un nuevo mundo. De invasores a ciudadanos en San Martín de Porres. Aires de epopeya y de canción de gesta se escuchan en una década de severa crisis económica, extensión de la pobreza urbana y rural, violencia política, tambaleante afirmación de la democracia por una débil institucionalización.»
    En “De Marginales a informales”, DESCO, 1990. []

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Por - Publicado el 10-11-2015

1.
La opresión del pueblo indígena es anterior y mucho más dura que la opresión del proletariado marxista. Es una opresión genocida que no se ha detenido desde que se inició.

Las ideas anarquistas, marxistas y apristas son las primeras ideas seculares que en el Perú se proponen la liberación de los pueblos indígenas de su opresión. La opresión de los pueblos indígenas tiene las mismas causas que la opresión del proletariado marxista, el afán de lucro.

El liberalismo en el Perú no es una ideología que haga carne en los pueblos indígenas. Más bien el liberalismo concomintante a la revolución industrial y a las revoluciones estadounidense y francesa es la ideología de los terratenientes primario-exportadores costeños. Es una ideología de opresión, no de liberación.

Antes de las ideas seculares, las ideologías de liberación en el Perú eran ideas religiosas y utópicas. Ese fue el “marxismo” previo al marxismo en el Perú. Un proceso que tampoco es una excepción histórica. Un proceso similar ocurre en otros contextos. El mismo cristianismo fue la ideología de los esclavos que luchaban contra los amos romanos. La Reforma llamada protestante fue la expresión de la burguesía en lucha contra el sistema feudal amparado por el clero papista.

2.
A mediados de los años 1980s, Alberto Flores Galindo tuvo la visión de entender la continuidad histórica de la lucha emancipatoria de los pueblos indígenas en lo que él llamó la «utopía andina». La secuencia de las rebeliones indígenas son una fuerza histórica que continúa en las rebeliones del presente siglo e incluyen la insurgencia de Sendero Luminoso y el MRTA. Como ambos movimientos fueron derrotados y se evidenciaron rasgos autoritarios, opresivos e inhumanos en sus accionares, el planteamiento de Flores Galindo cayó en desgracia también. Sin embargo, Flores Galindo nunca puso las manos al fuego por ninguno de estos dos movimientos. Él, como otros, apostó por una revolución en el Perú, pero no la que Sendero o el MRTA proponían, sino por una revolución que emergiera de las grandes masas. En la medida en que veía que Sendero y el MRTA tenían cierta influencia en ellas, consideraba a estos movimientos como parte de este proceso. En realidad, Flores apostaba por una revolución que surgiera de los partidos a los que él estaba cercano, como los de la Izquierda Unida, principalmente el PUM, que tenían gran influencia en la Confederación Campesina del Perú. Se imaginaba un desborde campesino impulsado por estos sectores que imprimiera otra dinámica a la insurgencia que Sendero Luminoso había iniciado. Esta fue, por cierto, la apuesta inicial del MRTA, que apostaba convertirse en el «brazo armado» de la Izquierda Unida. Y esta apuesta no sólo existía, sino que era la mayoritaria en la Izquierda Unida. Por eso es que ésta se divide en Huampaní, donde la minoría barrantista sale de este frente acusando a la mayoría en forma muy explícita de ser «vanguardista-militarista». Tan es así que partidos como el PUM y hasta el mismo PC-U, presionados por sus juventudes radicalizadas, forman sus propios «brazos armados». Esta es una parte de la historia peruana, que ni la propia CVR, conformada por ex cuadros de estos partidos, se ha animado a desvelar. Así son los conflictos de intereses.

3.
¿Por qué no se da pues esta insurgencia izquierdaunidista?

Por un lado, estos intentos son detectados y contenidos por las fuerzas del orden en plena etapa de preparación. La Izquierda Unida estaba muy infiltrada y era relativamente fácil anticiparse a sus acciones. Por el otro, el golpe al MRTA en Molinos y los golpes a la cúpula de Sendero Luminoso le quitan a la insurgencia el aura de triunfo. Un intento de reemplazar a una «insurgencia mala» por una «insurgencia buena» queda mellado con la derrota de la «insurgencia mala». No hay nada que reemplazar. En tal sentido, Flores Galindo sí entendió que a pesar de todo, Sendero y el MRTA abrían las puertas a un proyecto insurgente que podía depurarse, crecer y triunfar. Pero su derrota era la derrota también de esta posibilidad. A esto se sumó la permanente campaña de asesinatos de parte de Sendero Luminoso contra las autoridades y dirigentes de la Izquierda Unida, e incluso los enfrentamientos armados con el MRTA. Sendero no era una insurgencia inclusiva políticamente. Ahí se fue la apuesta de Tito. Y terminó de rematarla que las izquierdas, divididas en Huampaní, apoyaran al unísono a Fujimori, e incluso asumieran responsabilidades de gobierno en 1990. Lejos de una revolución, estas izquierdas apostaban por la defensa y preservación del sistema.

4.
En base a esta derrota y a una imagen de triunfalismo y recuperación del sistema en crisis, creada entre 1990 y 1992 con Fujimori y sus reformas neoliberales, es que el discurso de Flores Galindo pierde la centralidad que tuvo en las ciencias sociales peruanas a mediados y fines de los ochentas. A esto se suma un ambiente político e intelectual, incluso en las izquierdas, visceralmente contrario a considerar a la revolución como una posibilidad. Todo este proceso ocurrió, además de todo, en el contexto de la derrota del comunismo soviético, que hizo caer en desgracia a todas las ideas comunistas y socialistas, incluso, paradójicamente, a aquellas que habían sido muy críticas del comunismo soviético.

Así es que la utopía andina y la insurgencia histórica de los pueblos indígenas quedaron soterradas, y desplazadas por otras ideas de apoyo al sistema, como «el otro sendero», «el desborde popular», «el mito del progreso». El sistema imperante fue presentado como un sistema que evolucionaba y traía bienestar e inclusión a los pueblos indígenas. Por lo tanto, no era un sistema que debía ser derrotado, sino defendido.

5.
Pero a pesar de esta caída en desgracia de corto plazo, los planteamientos de Flores Galindo en el largo plazo, como señalé en El indómito Flores Galindo, siguen siendo válidos:

Flores criticaba el adocenamiento de su generación y su desencanto del horizonte revolucionario y socialista, en el cual él tercamente insistía. Para Flores el fracaso de los socialismos reales no era en absoluto una razón para renunciar al socialismo y a la revolución. El muro de Flores cayó mucho antes que el muro de Berlín y sin embargo Flores no se desencantó de nada. La fortaleza socialista y revolucionaria de Flores no venía de ninguna experiencia extranjera venida a menos, ni tampoco se ató de manos en idealizar a Sendero Luminoso. Flores Galindo era un historiador y su fortaleza venía de la propia historia peruana, de su análisis y comprensión de largo plazo. Flores rechazó duramente las tesis del “otro sendero”, del “desborde popular”, de los “conquistadores de un nuevo poder” y de buena parte de la producción intelectual de los años ochentas asumida por intelectuales otrora revolucionarios. Era una producción que pintaba un avance capitalista que traía progreso y democracia al Perú, ubicándose en buena cuenta de furgón de cola de un relanzado pensamiento neoliberal encabezado por Hernando De Soto.

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Por - Publicado el 05-11-2015

Por Jorge Rendón Vásquez

La fuente normativa del voto preferencial es el artículo 21º de la Ley 26859, Orgánica de Elecciones, que dispone: “Los congresistas de la República son elegidos mediante sufragio directo, secreto y obligatorio. / La elección de congresistas a que se refiere el artículo 90º de la Constitución Política del Perú, se realiza mediante el sistema del Distrito Electoral Múltiple aplicando el método de la cifra repartidora, con doble voto preferencial opcional, excepto en los distritos electorales donde se elige menos de dos congresistas, en cuyo caso hay un solo voto preferencial opcional.”

En la parte pertinente, el artículo 90º de la Constitución delega en la ley la organización del proceso electoral: “El número de congresistas — prescribe— es de ciento treinta. El Congreso de la República se elige por un período de cinco años mediante un proceso electoral organizado conforme a ley.”

El voto preferencial fue introducido en nuestro país para la elección de la Asamblea Constituyente efectuada el 18 de junio de 1978.

Su necesidad no ha cambiado. Permite al elector seleccionar los dos candidatos que a su criterio deberían ser elegidos de la lista del partido, movimiento o alianza por los cuales se decide a votar. Vale decir que el elector tiene el derecho: 1) de elegir la lista; y 2) de elegir, dentro de la lista, a los candidatos que le parezcan mejores para representarlo en el Congreso de la República.

Como hay quienes pretenden eliminar el voto preferencial, el Congreso se encuentra debatiendo una propuesta en tal sentido, de modo que el elector sólo pueda votar por una lista de la cual serán elegidos los candidatos en el orden en que hayan sido colocados a partir del primero hasta cubrir el número de curules alcanzado, según la votación obtenida. Por lo tanto, los órganos dirigentes de los partidos, movimientos o alianzas decidirían qué candidatos deberían ser elegidos.

La fundamentación para suprimir el voto preferencial no es convincente. Sus proponentes sostienen que fortalecerá a los partidos, eliminará el transfugismo y atenderá a la voluntad de la población. Nada en concreto.

El voto preferencial se basa en la facultad del ciudadano de disponer por sí mismo quiénes habrán de representarlo en los órganos del Estado elegibles de composición múltiple. Este derecho está reconocido por la Constitución: “El poder del Estado emana del pueblo.” (art. 45º); los ciudadanos “Tienen el derecho de ser elegidos y de elegir libremente a sus representantes, de acuerdo con las condiciones y procedimientos determinados por ley orgánica.” “El voto es personal, igual, libre, secreto y obligatorio hasta los setenta años.” (art. 31º); “Los ciudadanos pueden ejercer sus derechos individualmente o a través de organizaciones políticas como partidos, movimientos o alianzas, conforme a ley. Tales organizaciones concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular.” (art. 35º). Es obvio que los partidos, movimientos o alianzas no podrían sustituir al ciudadano en el ejercicio de su derecho constitucional de “elegir libremente”. Su “concurrencia a la formación de la voluntad popular” se limita a la presentación de las listas de candidatos como un procedimiento práctico de intermediación dado el número de electores.

Se debe suponer que cuando un partido, movimiento o alianza presenta una lista, todos los candidatos que la integran están de acuerdo en su proyecto político, son aptos para hacerlo valer en el Congreso y tienen los mismos derechos y deberes. El ciudadano, en ejercicio de su libertad, reflexiona sobre los méritos de cada candidato y elige al que considera más capaz para representarlo. Decide él, no el partido, movimiento o alianza.

Retirarle al ciudadano la facultad de preferir a uno u otro candidato infringiría la Constitución y desnaturalizaría la concepción básica de la democracia que consiste en el gobierno por el pueblo lo más directamente que sea posible.

Habría que preguntarse sobre el origen de esa iniciativa. ¿Es de aquí o viene de lejos?

El transfuguismo no es imputable al voto preferencial. Todos los representantes elegidos pueden desertar del grupo político en cuya lista se presentaron. Más aún, la propia Constitución ampara esa posibilidad cuando dispone que “No están sujetos a mandato imperativo ni a interpelación. No son responsables ante autoridad ni órgano jurisdiccional alguno por las opiniones y votos que emiten en el ejercicio de sus funciones.” (art. 93º), fórmula que repite otra de la Constitución de 1979 (art. 176º y que ya venía desde la Constitución de 1933, arts. 92º, 104º y 105º; y hay todavía quienes creen que esta Constitución es la máxima expresión de democracia).

Por lo tanto, los congresistas, al opinar y votar como quieran sin restricciones, están facultados para olvidar o infringir el programa que propusieron a los electores por el cual fueron elegidos, desacatar las órdenes de sus grupos políticos, abandonarlos y pasarse a otros, violar o inaplicar las normas constitucionales y legales, no investigar ni acusar a los funcionarios que hubieran cometido delitos e irregularidades en sus cargos, etc. Son facultades obviamente exorbitantes.

Para impedir que los congresistas caigan bajo la férula de los gobiernos autoritarios y dictatoriales o bajo alguna presión indebida, de las que la historia abunda en ejemplos, se debe preservar su voto libre y garantizarles que sean ellos realmente representantes del pueblo en el ejercicio de la función legislativa. Pero ese voto debe ajustarse al mandato conferido por los electores, y la misma Constitución debería marcarle sus límites. Si un congresista fue elegido por una lista y se sale de ella estafa al ciudadano que lo eligió. Debería perder el mandato y reemplazarlo el que le sigue en el orden de preferencias. Si no aplica el programa que propuso e infringe sus obligaciones legales estafa también a sus electores. Y no son sus pares los más indicados para examinar su conducta, puesto que podrían inclinarse a no hacerlo, pensando en la posibilidad de ser también procesados por hechos similares, o a sancionar sin causa real por rivalidad o venganza. Debería haber por eso una cámara encargada de la función de vigilar el comportamiento de los congresistas y decidir su sanción y, si su conducta fuera delictuosa, requerir al Ministerio Público y al Poder Judicial la aplicación de las penas. Esta cámara debería estar compuesta por personalidades con nivel semejante al de los profesores universitarios principales, no pertenecientes a ningún partido, movimiento o alianza y elegidos por votación popular, a razón de uno por circunscripción electoral. Una reforma de la Constitución debería encarar esta necesidad e incluirla en su texto.

La democracia puede y debe ser perfeccionada para acercarse más a la regla suprema de que el poder emana del pueblo y de que este, como mandante, tiene la obligación y el deber de controlar a las personas a las que comisiona para el ejercicio de las funciones públicas.

(5/11/2015)

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Por - Publicado el 18-10-2015

1. La conversión masiva
Es muy común ver gente que antes fue de izquierda convertida en gente de derecha.1 Muy común. De hecho, la derecha en el Perú está plagada de estos llamados conversos. Los asimila y utiliza contra la izquierda. Y hay tantos que los puede utilizar de muchas maneras en una muy lograda división del trabajo. Dos grupos: algunos, acaso los más, son útiles para atacar furibundamente a la izquierda; otros son útiles para hacer recomendaciones y pedidos de “renovación” de la izquierda. Como EEUU ya no es el país del macartismo explícito e invasiones bananeras de los 1950s, sino el país que “promueve la democracia” acabada la Guerra Fría, el segundo tipo es crecientemente más útil que el primero. Los tiempos cambian y algo aprenden.

2. Desilusionaditos
Estos “conversos” gustan presentarse como “desencantados” del comunismo, el socialismo, el anarquismo, la izquierda, el progresismo o cualquier tendencia contestaría de la que participaron. Dicen que se la creyeron, que tenían ideales puros y que se desencantaron al ver que éstos no se llevaban a cabo en los movimientos y partidos en los que militaron, que se dieron cuenta de que los fundamentos teóricos de las corrientes de izquierda son incorrectos, que los engañaron, que siempre fueron críticos a la rigidez comunista, estalinista, socialista, izquierdista, pero fueron liquidados por dirigencias burocráticas fanatizadas y acríticas.
Claro, esta imagen es la que los conversos derechizados buscan proyectar, por supuesto, siempre desde medios de derecha que gustosos les dan balcón para socavar cualquier movimiento social contestatario. En el Perú vemos cómo los medios de comunicación están sobrepoblados de ex-izquierdistas, siempre dispuestos a atacar y criminalizar con todo al cualquier movimiento social. En particular, lo vemos en el tema minero, en el cual corre harto dinero para ser gastado en los medios de comunicación.

Son personajes que se han multiplicado cual escobas de aprendiz de brujo. Han pasado de ser apparatchiks de partido a ser apparatchiks de la derecha o de ONGs, todos en la órbita de la embajada o de la oligarquía. Su discurso usual es que se volvieron conversos porque eran idealistas pero al estar dentro de la izquierda se desilusionaron de la misma. “Si ya no soy de izquierda, por algo será”, dicen, mientras se aprestan a salir en horario estelar por la televisión criminalizando a los campesinos que resisten a la megaminería contaminante o a escribir una columna semanal el algún diario oligárquico con revelaciones “exclusivas”. No cambiaron mucho: dejaron de ser “rabanitos” para ser “ravinitos”.

El fenómeno no es pues tampoco nada original como para ofrecer ante el público alguna revelación especial, salvo la misma letanía descalificadora y criminalizadora que solamente abona a perpetuar el sistema. En el contexto peruano, tal vez el logro más importante en el reclutamiento de conversos, después del de Ravines, fue la incorporación de Mario Vargas Llosa a las trincheras de la guerra fría. Alrededor de él se armó una movida de conversos que fue tan masiva que el asunto dejó de ser un fenómeno personal para ser un fenómeno social.

3. Un mito: dogmáticos antes, dogmáticos después
Sin embargo, esta imagen del converso desencantado tiene mucho de falso y de mito creado con fines de propaganda, un mito ya viejo, además. La gente que se desencanta de las izquierdas porque no vio en ellas la consecución de sus ideales de justicia y equidad suele simplemente salirse de la política del todo. Se dedica a trabajar en su comunidad a nivel social o, si son intelectuales, a escribir en tono crítico al sistema. Hay mucho ejemplos de tal reacción. El converso suele ser más bien el que ocupaba las posiciones dirigenciales más altas y precisamente el más burocratizado y el menos idealista. Del discurso dogmático y justificador de todo lo cuestionable en la izquierda, el converso da un giro de 180 grados y sigue siendo dogmático y justificador de todo lo cuestionable, pero ahora en la derecha. Reescribe su historia de dogmatismo en la izquierda y lejos de acusarse a sí mismo, acusa a otros, que no eran tan dogmáticos como él. Esa es su nueva función. Ajusta cuentas con sus ex camaradas, con los que acaso tuvo algún desencuentro, pero desde la derecha. Isaac Deutscher los describiría muy bien en el ensayo «La conciencia de los ex-comunistas», más conocido como «Herejes y Renegados» (pues así se llamó el libro donde apareció publicado.2

4. El padre de todos los “conversos” peruanos
Un caso histórico y casi fundador de este personaje lo tenemos en el Perú, en la figura de Eudocio Ravínes. En su libro “La Gran Estafa”, como en su «segunda parte», el libro escrito por su colega y numerario del Opus Dei Federico Prieto Celi “El deportado”, se presenta como un idealista que va descubriendo con horror lo monstruoso e inmisericorde que es el comunismo. Ese era el discurso oficial de sus auspiciadores de la CIA que le financiaron y difundieron el libro, asignándole a un agente especial para ello en México. Vaya uno a saber cuánto es verdad de lo que señala en ese libro.

5. Una “conversión” beneficiosa para la izquierda
Afortunadamente, Eudocio Ravines era muy bien conocido en el Perú. Era un dogmático que maltrató y condenó la persona como las ideas de José Carlos Mariátegui, supuestamente por encargo de la Internacional Comunista. La izquierda peruana siempre lo consideró como un agente de la CIA (Ravines tenía un programa de televisión desde el cual siempre hacía sospechosas revelaciones “exclusivas”, por ejemplo sobre la guerrilla en curso en 1965). Claro, no faltó quien acusó a esta izquierda de «dogmática» y «conspiranoica» por simplemente darse cuenta de que dos más dos son cuatro. Al final, la propia CIA desclasífico documentos que muestran a Ravines como uno de sus informantes.

En el Perú Ravínes no podía venderse creíblemente como un personaje idealista y desencantado. Era un comisario que cambió de jefe, que siempre despertó antipatía, sea como comunista o como derechista. En tal sentido, no se trató de un converso que mellara sustancialmente a la izquierda. Ravines más daño le hizo a la izquierda como comunista que como anticomunista.
Su prédica reaccionaria y pro-oligárquica no pegaba en tiempo real en una juventud, trabajadora, intelectual, campesina, ansiosa de cambios antioliqárquicos. Sin embargo, medio siglo después su caso y su discurso resultaron estar en cierta sintonía con la experiencia de muchos exizquierdistas derechizados. Veamos pues cómo así se produce su “conversión”.

6. Ravines y la Internacional
Si Ravines tuvo alguna importancia para la Internacional Comunista, pasando por gozar del apoyo de intelectuales comunistas como Henri Barbusse y llegando a ocupar altos cargos en esta organización, fue por el intenso trabajo de José Carlos Mariátegui, que creó un movimiento político peruano de visibilidad internacional (la detención de Mariátegui en 1927 acusado de un «complot comunista» atrajo la atención de Codovilla al Perú; al respecto ver aquí). Ravines capitalizó el trabajo intelectual y político de Mariátegui. Rápidamente accedió a los ambientes de poder y se acostumbró a ellos. No era alguien que supiera ni pudiera organizar algo desde abajo como sí pudo Mariátegui.

Eudocio Ravines regresa al Perú de Europa y se dedica a “desmariateguizar” al Partido Comunista. Ravínes declara a Mariátegui como “no proletario” y “no leninista” (“El mariateguismo es una confusión de ideas de las más diversas fuentes”, 1933). Esto desde luego que causa extrañeza entre los seguidores de Mariátegui, pero varios igual acaban aceptando tal lineamiento. Varios comunistas mantienen su rechazo a Ravines, notablemente Ricardo Martínez de la Torre y sobre todo Ángela Ramos, que es la primera en rechazarlo con todo. Y parte de ellos, como notablemente Julio Portocarrero y Juan P. Luna, aceptan no sólo al Ravines déspota, sino a su derechización posterior.3

7. Ravines: déspota en el Perú, déspota en Chile
Algo parecido ocurre en Chile en que el legado y el pensamiento de Recabarren es condenado como una desviación reformista. En tal sentido, es interesante el trabajo de Olga Ulianova «Develando un mito: emisarios de la Internacional Comunista en Chile» (HISTORIA 41:I, junio 2008, 99-164). Historidora rusa radicada en Chile, Ulianova tiene acceso a materiales históricos sobre el comunismo desclasificados por el gobierno ruso. Ella cuenta que

Hasta el 1933 se repiten en los documentos del Buró Sudamericano las referencias a las persistencias del “recabarrenismo” en el PC chileno, entendido como “desviaciones reformistas” y en definitiva de la no correspondencia de la cultura del PC chileno con el espíritu y letra de la estrategia del “tercer período”.

En 1935, la Internacional abandona la política del «clase contra clase», establecida en 1928, en favor de la política del Frente Popular. Eudocio Ravines es el hombre designado por la Internacional para tal política. Ulianova señala al respecto dos paradojas: por un lado una política de apertura hacia la socialdemocracia coincide con «los años más negros y atroces del terror estaliniano al interior de la Unión Soviética»; por el otro, la Internacional envía a Chile a un «instructor» como Ravines «a implementar una política bastante acorde a aquello que se le incriminaba al PC chileno en los años previos.» Pero claro, «este giro hacia una apertura política fue implementado con los métodos duros y rígidos propios de la época estaliniana» a lo que se sumaba la personalidad de Ravines. El maltrato que revelarían posteriormente los comunistas peruanos se repite en Chile. Ravines reduce a escombros la obra de los comunistas chilenos. «Se le iba la mano más de la cuenta y a veces daba el latigazo sobre un cuerpo equivocado». «Trata a estas personas tan groseramente que no quieren seguir trabajando.»4 Sin embargo, los comunistas chilenos a diferencia de los peruanos, no aguantaron sin chistar el trato despótico de Ravines. Lo denunciaron ante Moscú, pidiéndole a la Internacional que lo retiren de Chile.5

Estas denuncias comunistas chilenas no prosperarían inmediatamente,6 pero posiblemente algún rol juegan en la posterior caída en desgracia de Ravines.

8. Ravines y el Frente Popular
Ravines se jactó siempre de haber sido él quien impulsó el Frente Popular en Chile, por orden de la Internacional Comunista. En su libro “La Gran Estafa” presenta la idea del frente popular como una maquiavélica elaboración de Mao Zedong comunicada a él en Moscú (cuando por esa época Mao en realidad estaba en plena Gran Marcha) y bajada a Chile por su intermedio. El Frente Popular sería una suerte de falsa «hoja de ruta» táctica por el cual el comunismo dejaba de plantear explícitamente su programa y recurría a causas aparentemente justas y aceptables por la población. Esto fue utilizado por la derecha chilena para presentar al Frente Popular como obra comunista extranjera (y de un peruano, para hacerla más repudiable en Chile). Esta versión de Ravines contribuiría a presentar cualquier trabajo político que convocara a amplios sectores como una maquinación comunista. Y desde entonces serviría como descalificación de tener una agenda oculta comunista a cualquier movimiento progresista.

Esta idea de Ravines como autor del Frente Popular ha sido rechazada por varios dirigentes del Partido Comunista de la época, como Luis Corvalán, en Lo vivido y lo peleado:

«Los más emponzoñados enemigos del comunismo han presentado a Ravines como el ideólogo y artífice del frente popular chileno, como el enviado de la internacional Comunista para lograr aquí la unidad de los Partidos de izquierda. En tal afirmación no hay un ápice de verdad. Cuando Ravines llegó a nuestro país, el Frente Popular ya estaba en formación. El Partido Comunista venía aplicando desde mucho antes la política del Frente Popular, de acuerdo a la realidad nacional. Lo que hizo Ravines fue tratar de desviar al Partido de una correcta orientación. Se empeñó en lograr su apoyo a Ibáñez como candidato presidencial, y en el diario «Frente Popular» no pudo dejar de traslucir su simpatía por la causa nazi»

El historiador Jorge Rojas Flores en «Historia, Historiadores y comunistas chilenos» señala el testimonio del dirigente comunista chileno Elías Lafertte:

Respecto de Ravines, Lafferte no menciona su labor -desde principios de 1935- como promotor de la estrategia del Frente Popular. Comienza afirnando que «llegó a Chile por el año 1937, dando a entender que era un enviado de la Internacional Comunista … En menos que canta un gallo comprobamos que esto era completamente falso y le hicimos ver cortesmente que su deber, como comunista peruano, era irse a trabajar por la liberación de su pais”. No obstante ello, Ravines se quedo: ”en parte por ayudarlo a ganarse la vida, porque se habia casado con una chilena, y en parte por debilidad y por falta de cuadros, le dimos trabajo en publicaciones del Partido”.

Ulianova aclara, y aquí es donde ella hace un valioso aporte, que esta versión comunista sobre Ravines se aplica para el año 1940, mas no para los años previos, en que Ravines sí es un emisario de la Internacional y sí tiene por encargo la aplicación de la política de Frente Popular:

Creemos que cuando los dirigentes comunistas chilenos, en su rechazo total de las memorias de Ravines, en cuanto producto de la Guerra Fría, niegan su condición del delegado kominterniano y lo presentan como un exiliado peruano casado con chilena a quien el PC chileno haya acogido poco menos que por “razones humanitarias”, se puede encontrar un grano racional a esta postura en referencia a la situación de Ravines en Chile hacia 1940, el año de su expulsión. Este grano racional lo aporta la mencionada ambigüedad de los delegados kominternianos “olvidados”. No obstante, la citada postura de la historiografía oficial del comunismo chileno desconoce por completo la muy documentada participación de este emisario de la Internacional en la génesis del Frente Popular chileno.

Efectivamente, Ravines llega a Chile a principios de 1935 y se queda hasta mediados de 1936, luego viaja a España y luego a Moscú y regresa a Chile a mediados de 1938 hasta 1940. Es decir, está en dos periodos muy diferentes: en el primero sí es emisario de la Internacional y trabaja por la linea del Frente Popular, en el segundo ya está en capilla, pero es entonces que el Frente Popular gana las elecciones.

Sin embargo, Marta Vergara, dirigente comunista chilena y cercana colaboradora de Ravines, en su libro «Memorias de una Mujer irreverente» relata que Ravines nunca le describió la política de Frente Popular como un truco y que nunca escuchó el término «El camino de Yenan» (título en inglés de «La gran estafa») hasta que leyó el libro de Ravines, publicado en 1951. Vergara, que respetaba y comprendría a Ravines, rechaza con todo la postura de Ravines en ese libro: «Nunca un hijo ha sido descrito con menos amor por su padre. En su pasión por dañar a los líderes internacionales, Ravines aniquila a su propia creacion en sus mejores y más positivos aspectos» (traducido de la cita de Ernst Halperin «THE SINO-CUBAN AND THE CHILEAN COMMUNIST ROAD TO POWER A LATIN AMERICAN DEBATE»). Es decir, si bien Ravines sí bajó la linea del Frente Popular, la premeditación de engaño que describe en su libro anticomunista no sería tal.

9. Ravines justificando el pacto Molotov-Ribbentrop
Ulianova cuenta que Ravines regresaría a Chile de Moscú, donde habría sido recluído en los sótanos de la Lubianka: «sería el único comunista sudamericano no inmigrante que conocerá en Moscú de 1937 los sótanos de Lubianka». «A su regreso de Moscú, será a su vez el primero de traer al comunismo chileno, o a lo menos, a algunos de sus militantes, el tema del Gran Terror estaliniano. Recuerda Marta Vergara: “Los extraños relatos que trajo Ravines a su vuelta de España y de la Unión Soviética tampoco me hicieron cavilar”.»7

Estas versiones coinciden con la decepción del comunismo que Ravines señala que sufrió en «La gran estafa» a partir de su estadía en España y Moscú, de mediados de 1936 a 1938. Sin embargo, en realidad Ravines no se distancia para nada del comunismo. De regreso en Chile, ya no como emisario de la Internacional, sigue trabajando para el partido comunista chileno como propagandista, en total sintonía con la línea oficial estaliniana. En «La gran estafa», Ravines contaría que le espetaría a Codovilla:

—Mira Codovila —le dije, interrumpiendo bruscamente— lo del tal pacto no me interesa, y menos aún después del reparto de Polonia que acaban de hacer Hitler y Stalin.

Ravines se presenta como alguien que rechazó tajantamente el pacto de Stalin con Hitler de 1939, más aún como un «cínico celestinaje pro-hitleriano».8 Sin embargo, Ulianova documenta el apoyo expreso de Ravines a tal pacto, incluso con nombre propio, escrito en el diario comunista que él dirigía, donde usualmente los autores no se identificaban:

La explicación del pacto pasa a la página editorial, ocupando la mayor parte de su espacio con el material “Moscú va a dictar la paz del mundo” firmado ya no con un seudónimo, sino con el nombre y apellido de Eudocio Ravines. Ya la misma aparición del nombre del autor apuntaba a la seriedad del asunto y a la responsabilidad que el director de facto del diario y ex interventor del PC chileno asumía en este tema.

Considerando que los errores o “tergiversaciones premeditadas” en la interpretación del pacto constituyen meses más tarde el principal cuerpo de pruebas que conduce a la destitución de Ravines y su posterior expulsión, vale la pena detenerse en este documento. El pacto es presentado como una jugada diplomática exitosa de la URSS que logra desbaratar “el plan de un segundo Munich que Neville Chamberlain elaboraba en medio de obscuras y enmarañadas maniobras” con el objetivo de “hacer chocar a los países totalitarios contra la Unión Soviética”73. Se enumeran múltiples “traiciones” y claudicaciones de Gran Bretaña (curiosamente no se menciona Francia, aun se
espera algún entendimiento) ante el nazismo. A la vez Ravines insiste en que la URSS (aquí es nombrada como la URSS y no Rusia) “tiene celebrados pactos semejantes con una larga lista de países capitalistas” sin que esto signifique una cercanía especial con ellos y que esta firma no implicaría cambio de rumbo político de la URSS (refleja su deseo profundo, pero no la realidad que se va a hacerse presente en pocos días): “No se trata de ninguna manera, de una alianza, ni política, ni menos aun militar. El acuerdo queda dentro de los marcos restringidos de la no agresión”. Más aún, se intenta presentar el pacto como una medida de presión soviética para conseguir la firma de la alianza anti nazi que no se ha podido concretar por la negativa de las potencias occidentales: “El Pacto de la no agresión Germano-Soviético no cierra las puertas, de ninguna manera, a la conclusión de la Alianza Tripartita, que Mr. Chamberlain no quiso concluir jamás. Todo lo contrario: si hay sinceridad de parte de Gran Bretaña y de Francia, el momento no puede ser más favorable para su conclusión, siempre que Inglaterra, Francia y Polonia acepten las condiciones soviéticas”.

En definitiva, el pacto se presenta como una medida táctica dentro del objetivo antifascista inmutable. Los demás materiales del diario mantienen el marcado acento antifascista, destacando a la vez la “nueva traición de Chamberlain” al entregar a Alemania el corredor de Danzig. Precisamente a eso apunta el editorial del día siguiente, el 24 de agosto de 1939, nuevamente firmado por Ravines y titulado: “Los culpables de la anexión de Danzig”.

Qué diferente el tono de este discurso con el que Ravines tiene en «La gran estafa». Ravines aprueba y justifica el pacto, como todos los estalinistas de esa época. No es esto un problema para él.

Más bien, a partir de esta justificación, los dirigentes comunistas chilenos lo acusan de tener simpatía con los nazis. Volodia Teitelboim refiere haber presenciado con desagrado la conversacidn amigable que sostuvieron Ravines y un representante (nazi) de una agencia alemana de noticias. Teitelboim, «Un hombre de edad media», pig. 76. Elías Lafferte asegura que ”las publicaciones en que él intervenia tomaron un carácter acentuadamente pro nazi que hubo que cortar de raiz”.

«Lafertte interpreta todo este comportamiento como un claro caso de espionaje alemán. La embajada alemana le pagaba un sueldo: ”todas estas villanias las reconoció ante los dirigentes del Partido, pues en el fondo aspiraba a algo en que no se le iba a dar en el gusto: su expulsión”

Ambas citas provienen de Rojas, ver arriba. Estas acusaciones son el detonante de la expulsión de Ravines del Partido Comunista Chileno.

10. Ravines: “No les hagas a Mariátegui ni a Recabarren lo que no quieres que Codovilla te haga a ti”.
Para 1940 Vittorio Codovilla retornaría a América Latina purgando partidos comunistas por cuanto país pasaba. Sería «el último desembarco kominterniano en la región». Ulianova lo cuenta así

Ahora, con la firma del Pacto Molotov Ribbentropp, los Frentes Populares dejaron de ser el eje de la política soviética y de la Internacional. Si bien no fueron públicamente criticados ni censurado el concepto, dejaron de ser necesarios. El único Frente Popular en el poder en ese momento era el chileno. Por tratarse de un país periférico, no incidía en la política mundial. Más aún que la fórmula del “frente popular antiimperialista” lo hacía compatible con el discurso “antiimperialista” de la Internacional del período del Pacto. (…) Ya no se necesitaban partidos capaces de jugar un papel relevante en la vida política de sus países ni de articular proyectos de gobierno de centro-izquierda. Codovilla venía de México donde el PC local fue convertido en cómplice, en un aparato auxiliar de la operación de NKVD de asesinato de Trotski. Quienes se opusieron a esta instrumentalización, fueron expulsados. El PC chileno que recibe a Codovilla en septiembre de 1940 no corresponde en absoluto a ese perfil.

Ulianova sostiene que el impacto de las purgas codovillianas es relativamente menor en el Partido Comunista Chileno que en otros partidos:

Tal vez la mayor flexibilidad de la cultura política chilena y de la cultura partidista del PCCh, el gran arraigo del sentido de pertenencia a la nueva iglesia universal ayudaron a que en vez de expulsiones masivas, hubo en el comunismo chileno más bien cambios internos de las posiciones de los dirigentes, “autocríticas” y, en sectores de clase media culta, retiradas del partido (estas últimas más bien a nivel de militantes rasos, aunque visibles por su posición social).

Casi toda la fuerza de la purga de Codovilla se centra en Eudocio Ravines.

A Ravines, a quien Codovilla conocía muy bien, le hacen una detallada acusación de «insuficiente celo en la defensa de la postura soviética» desde la publicación que dirigía, llamada «Frente Popular». Acusación similar a la que él hizo a tanta gente en su apogeo de dirigente comunista. También se le acusa de prestar insuficiente atención al Perú, donde seguía detentando el cargo de secretario general del PC Peruano. Pero el tiro de gracia para Ravines es que difundía «noticias favorables para Alemania», más supuestos contactos con la embajada alemana en Santiago, con lo cual la acusación tenía el suficiente peso para una sonora expulsión. Con un representante del PC chileno que acompaña a Codovilla al Perú donde da fe de las acusaciones y supuestas pruebas del “espionaje alemán” de Ravines la expulsión es rotunda.

Aquí acaba la investigación de Ulianova, señalando que todo esto habría pasado desapercibido si Ravines no lo cuenta en «La gran estafa».

11. Ravines trabajando de propagandista con la embajada de los EEUU en Chile
La escritora chilena Marta Vergara, quien se expresa con respeto y comprensión de Ravines, y cuyo esposo Marcos Chamúdez fue también expulsado en forma vejatoria del partido, señala sobre la expulsión de su esposo y de Ravines: «no hubo razones ideológicas de por medio, sino al parecer una combinaci6n de factores personales (envidias, rivalidad hacia los intelectuales, desencuentro con dirigentes de la IC). Respecto a Ravines, según Marta Vergara, fue el propio PC el que encargó de depositarlo en el campo enemigo» (Rojas, citado arriba). Chamúdez, a pesar de de su humillante expulsión, se mantendría independiente y no asumiría posiciones de derecha como Ravínes. Más bien sería invitado a regresar al partido por Pablo Neruda, invitación que rechazaría.

Ravines en su libro señala que tendría un debate pico a pico con los dirigentes comunistas chilenos y con Codovilla:

¡Hagan lo que quieran. Eso sí no olviden que estoy resuelto a devolver golpe por golpe…!

Por esa época, las acusaciones estalinianas de ser «agente alemán» eran muy usuales. Con éstas se descalificaba principalmente a Trotski y a sus seguidores, como a cualquier comunista que tuviera alguna actitud crítica al régimen de Stalin. No son, por lo tanto acusaciones muy creíbles, más aún si contribuyeron a formar un caso de expulsión partidaria. Ravines no era alguien particularmente crítico de nada, pero sí le cayó mal a mucha gente a la que maltrató y humilló. Pero sobre todo le cayó mal a Codovilla, con quien tenía una gran rivalidad. Ravines no le iba ganar a un Codovilla, un hombre de la NKVD, en tener la confianza del aparato estaliniano.9

Más que tener a Ravines de colaborador de la embajada alemana, tenemos que él mismo se ubica como colaborador de la embajada estadounidense, en lo que sería su primera colaboración orgánica con el gobierno de los Estados Unidos:

Cuando sobrevino el ataque a «Pearl Harbor» acudí como un voluntario a la Embajada de los Estados Unidos en Chile, para ofrecer mi colaboración en la lucha. Trabajé activa y enérgicamente durante cuatro años con Biddle Garrison, con Lester Ziffren y con Tomlinson, que se hallaban al frente de la campaña de prensa. Ya no era más un comunista, sino sólo un antifascista que trabaja al servicio de la misma causa por la cual estaba combatiendo el pueblo de los Estados Unidos. Pese a los esfuerzos que realizaron mis antiguos camaradas para que se me eliminara, seguí prestando mi colaboración hasta el día mismo de la caída de Berlín.

Si hoy alguien “acude de voluntario” a la embajada de los EEUU en el Perú y ofrece su colaboración para, digamos, la lucha contra ISIS, a ver si inmediatamente lo incorporan y trabajan con él o ella por unos cuatro años. Este es el primer contacto que Ravines declara establecer con una agencia oficial del gobierno de los EEUU. Acaso sea el primer contacto con lo que sería después la CIA, antes de la guerra llamada OSS, y dedicada precisamente a la lucha contra la Alemania nazi. Allí él entra en contacto con la embajada de los EEUU al parecer buscando ¿protección ante su distanciamiento de los comunistas chilenos? O simplemente trabajo. Ravines mismo cuenta sobre su precariedad material en Chile después de su expulsión. Son cuatro años, de 1941 a 1945, un lapso de tiempo más largo que el de su decisivo paso por España y la Unión Soviética y del cual Ravines no da muchos detalles.

De haber algo de cierto sobre la colaboración de Ravines con la embajada alemana (una «conversación amigable» no da para tamaña acusación), ésta habría sido a lo más un aprestamiento para su colaboración con la embajada estadounidense. Ravines en su libro, auspiciado por el gobierno estadounidense, exhibe sin problemas esta última colaboración, acaso en plan de desmentir la acusación de los comunistas chilenos, de ser colaborador de la embajada alemana, usada para sustentar su expulsión.

12. Ravines vuelve al Perú pagado por el gobierno peruano.
El regreso de Ravines al Perú se produce en 1945 antes de la asunción de Bustamante y Rivero:

“No podía abandonar Santiago de Chile, a causa de mi pobre situación económica; carecía de dinero para el pasaje y debía antes vender los pocos efectos que poseía nuestro hogar. Hice conocer al Gobierno peruano mi situación y solicite que se me repatriara. En respuesta, recibí la orden de tres pasajes por avión, para mí, mi esposa y mi pequeña hija Marcia. “

No da más detalles al respecto, pero parece que con el fin de la guerra, sus servicios de propagandista ya no eran necesarios para la embajada, a la vez que el pro-estadounidense gobierno de Prado, que lo había perseguido, se había ablandado con él.

13. Cambio de camiseta, mismo rol
De ahí en adelante, Ravines sería rápidamente reclutado por Pedro Beltrán, terrateniente propietario de La Prensa y mecenas del Opus Dei, y viviría en permanente campaña propagandista anticomunista. Su pluma, más que expresar desilusión, trasuntaría bronca y el deseo de ajustar cuentas con quienes lo habían maltratado, en forma no muy diferente a cómo Ravines había maltratado a otros.

Como ya señalamos, Ravines necesitaba algo ya montado y en funcionamiento. Cuando rompió con el comunismo, Ravines no sabía hacer nada sin un poderoso apoyo organizativo internacional. Era un burócrata, un funcionario de alguna entidad que quisiera usar sus servicios. No duró mucho en el aire, pues rápidamente fue asimilado por el poder alternativo al soviético, que era el de la derecha oligárquica y el de los EEUU. Tal volteada ya no era un gran cambio para él: era el mismo pensamiento dogmático y maniqueo apoyado por una organización estatal de proyección internacional. Aunque con otra camiseta, seguiría siendo el mismo Ravines, totalmente carente de idealismo moral, presto a justificar cualquier barbaridad.

14. Lealtad a la Ravines
Según el numerario Prieto Celi, por el éxito comunista en impulsar el Frente Popular, Ravines se habría jactado de ser el único peruano que se vengó de Chile, por haberlo arruinado fortaleciendo a su partido comunista. Este supuesto chauvinismo de Ravines se vería contradicho al haber escrito el libro «El rescate de Chile», una apología al golpe de Pinochet impulsado por la CIA, para la cual trabajaba, aquí, aquí (Ravines era informante para la CIA sobre las acciones del gobierno militar de 1962-3). «¡Viva Chile!» escribiría en las primeras páginas de ese libro, usado como propaganda por el gobierno de Pinochet. A Ravines el gobierno de Velasco, que evidentemente estaba al tanto de sus trotes y lealtades a gobiernos extranjeros, lo deportaría tempranamente, retirándole la nacionalidad peruana.

15. Desilusión sin ilusión
En «Muerte en el Pentagonito» (p. 117) Ricardo Uceda cuenta en base a fuentes policiales la dureza de las reuniones de evaluación de los senderistas. Las acusaciones de traición y de vacilación y la humillación al criticado eran muy comunes. En una de esas reuniones, en noviembre de 1984, se produce una dura crítica a uno de sus militantes y éste, «resentido» según Uceda, abandona la reunión y se acerca a dos policías y delata a sus compañeros. Les indica «Allí hay una reunión de mandos de Sendero Luminoso». Así es que caen importantes mandos como Carlota Tello, que es llevada al cuartel Los Cabitos donde es ejecutada.

Desde luego que un trato humillante que hiera a una persona en su autoestima puede llevar a que ésta reaccione virulentamente y busque resarcimiento en la denuncia a quienes la humillaron. ¿Fue esta una de las motivaciones de Ravines en su cambio de posición? Los indicios sugieren que algo de ello hubo. «Golpe por golpe», amenazaría Ravines a los comunistas chilenos. Esta motivación desde luego que no es equivalente a la desilusión ideológica de descubrir lo equivocado de un ideal. Es una reacción mucho menos elaborada y más primaria que ésta.

Otra motivación diferente al desencanto, también muy comprensible para un viraje ideológico total, es la necesidad de una base material. Ravines, si bien no incluye esta razón en la explicación de su viraje, es muy explícito en señalar su precariedad material en Chile después de su expulsión (aunque también está claro que tal precariedad está ahí incluso antes, en su regreso a Chile como exilado bajo la protección del PC chileno). Ravines habría contado con apoyo de la embajada de los EEUU para su labor propagandista antes su regreso al Perú en 1945. No habría dejado de contar con este apoyo de entonces en adelante. Suena a que colaboró con la CIA desde antes de que esta agencia adoptara ese nombre.

Con estos indicios de sed de venganza apoyada materialmente, ¿qué queda del supuesto idealismo herido de Ravines? Si uno sale de cómo Ravines se pinta a sí mismo en su época comunista, usual en el discurso autobiográfico autocomplaciente del converso, y confronta su versión con la de sus ex-camaradas, no se obtiene la figura de un hombre idealista, cual trasunta el discurso propagandístico de la CIA en la guerra fría, sino la de un inmisericorrde comisario político, aplicador de las mismas prácticas humilladoras de quienes lo humillaron. En tal sentido, no suena a una razón creíble para la desilusión por algo en lo que se creyó fervientemente. Es más bien el cumplimiento de conocidos aforismos como «quien a hierro mata a hierro muere».

La propaganda anticomunista de la guerra fría no tendría mucha simpatía por los comunistas maltradados por el estalinismo, como por sus seguidores que aún tenían esperanzas e idealismo en el comunismo primigenio esbozado por Marx. Aleksandr Solzhenitsyn en «Archipiélago Gulag»sería muy duro con los comunistas de la vieja guardia que hicieron la revolución rusa y serían ejecutados después de los procesos de Moscú: ellos «comparecían ahora ante el tribunal empapados por sus propios orines». Similar actitud tendrían intelectuales anticomunistas como Isaiah Berlin, quien usó su poder para negarle un cargo de profesor a Isaac Deuscher. Berlin había trabajado como agente del servicio de información británico y formaba parte de la corte de Margaret Thatcher, al igual que Mario Vargas Llosa, que compartiría esta actitud de descalifición a los comunistas antiestalinistas.

Desde esta perspectiva anticomunista, se podría decir lo mismo de Ravines cuando fue vapuleado por Codovilla y los comunistas chilenos. Lejos de ser tal, el discurso anticomunista sobre Ravines lo eleva al rango de ser un propagandizado testimoniante sobre la crueldad del comunismo. Para esta instrumentalización no bastaba pues un desencantamiento o un idealismo herido; se requería una total y organica asimilación al discurso anticomunista de la guerra fría. Ravines claramente la obtuvo en su enrolamiento en las filas de la CIA.

  1. Posts anteriores en que he analizado el fenómeno de la conversión de ex izquierdistas en derechistas: aquí, aquí, aquí, aquí. []
  2. Este ensayo fue parte de la reseña al libro «El dios que cayó» de Arthur Koestler, célebre «converso». []
  3. Angela Ramos lo cuenta explícitamente aquí:

    “… fue el hombre fatal para el comunismo, para nuestro incipiente Partido Comunista.
    Ravines no podía permitir que nadie sobresaliera un ápice sobre él y como Ricardo Martínez
    de la Torre tenía muchísimo cariño de todos los componentes del Partido, eso le producía
    resquemor. Aunque Ravines fue el que destruyó el Partido, no se puede negar que él vino de
    Europa, con un impulso grande, le dio mucha dinámica al Partido, eso es incuestionable.
    Ravines después deshizo con los pies lo que construyó con las manos. Ravines no había bebido
    de las palabras y de la vida de José Carlos Mariátegui, pero como Ravines entró al cuarto de
    enfermo de Mariátegui y nadie supo lo que había pasado allí (después conocimos que Ravines
    le hizo tener un disgusto espantoso a José Carlos en su lecho de muerte y eso no se ha dicho
    nunca y por primera vez lo voy a decir), la gente creía que era el hombre de confianza. A veces
    las mujeres estamos dotadas de un sexto sentido, yo era la única mujer del Partido en esos
    momentos y desde el primer momento choqué con Ravines. Sólo muchos años después, un
    hombre de la brillantez y consecuencia de Hugo Pesce pudo decirme: “Ángela, usted vio claro,
    usted no estuvo equivocada” porque Ravines llegó a imponer en el Partido lo que yo llamé en
    esos tiempos el ravinismo, algo que jamás habría hecho José Carlos Mariátegui, porque su
    mente y su corazón eran muy amplios…” “… Ravines imponía su voluntad a sangre y fuego, y
    llegó a ser un dictador que no quería militantes sino imitadores, y más que imitadores,
    obsecuentes seguidores. En mi casa se dieron las primeras charlas de marxismo, una casa que
    se caía de vieja, y ahí iban cuatrocientos, del muelle, de todas partes, a escuchar las primeras
    lecciones de Ravines, y observé su nefasto trato con los camaradas obreros y a esto llamo yo
    ravinismo.”

    Jorge del Prado también expresa su rechazo a Ravines, quien habría vetado su ingreso al partido, aquí:

    En esta labor de organización de las masas, el «Mariáteguismo» (como se dio en llamarle después), tuvo que enfrentarse a la obra liquidadora de Ravines y demás renegados. En el proceso de expulsión de Eudocio Ravines se ha demostrado como traiciono al movimiento minero del Centro (abandonándolo cobardemente en el momento más álgido de la lucha) y contribuyo, con la desmoralización, a destrozar la obra realizada alii bajo la inspiración de Mariátegui. Pero el empeño de Ravines y sus cómplices por destrozar la obra de Mariátegui empezó antes. Tras la bandera de una pretendida lucha contra el supuesto «anarco-sindicalismo Mariáteguista», Ravines trabajo por desligar al Partido de las masas, por sectarizarlo, por convertirlo en un grupito desvinculado del pueblo.
    ¿Cómo entendía Mariátegui que debería ser el Partido: un «Partido de cuadros» o un Partido de masas? Mariátegui propugnaba la necesidad de construir un partido de masas. Mientras Ravines y sus satélites pensaban que el Partido debería estar formado por un grupito de iniciados, Mariátegui propiciaba el reclutamiento y daba el ejemplo de reclutar. Ravines en los cursos de capacitación que dictaba, sostenía que los estudiantes, los empleados y en general todos los elementos de origen no proletario, tenían fatalmente que traicionar al Partido. Seguramente que Ravines, desde entonces, buscaba explicar «científicamente» su inevitable traición. Entonces, algunos que éramos simpatizantes del Partido, rebatimos ese punto de vista mecánico y fatalista de Ravines. La respuesta que dio Mariátegui a la «doctrina» de Ravines fue proponer que esos simpatizantes fuéramos admitidos inmediatamente como miembros del Partido. Así ingresamos Pompeyo Herrera (estudiante de Derecho, muerto después como consecuencia de su fidelidad a la causa del comunismo), José D. Montesinos, estudiante de Medicina; Moisés Arroyo Posadas (maestro y actual dirigente destacado del Partido), Julio del Prado y yo.

    []

  4. Así lo cuenta Ulianova:

    Tanto las memorias publicadas, como los documentos reservados de la Internacional reflejan el malestar generalizado en el PC chileno con los métodos a través de los cuales Ravines implementaba la nueva línea.

    “En las primeras reuniones Ravines redujo a escombros la obra de los comunistas chilenos: después la barrió con el cuerpo mismo de los compañeros. Según él, el infantilismo político y las torpezas de esos seudorrevolucionarios, que enarbolando la bandera exclusivista de la clase proletaria habían llevado al Partido Comunista chileno al aislamiento y a los partidos burgueses de izquierda a la derrota o a los brazos derechistas, eran errores de exclusiva responsabilidad de los dirigentes nacionales; la línea equivocada se debía al sectarismo”, recuerda Marta Vergara, una de las más destacadas figuras del mundo artístico e intelectual en el PC de entonces.

    “A Chile llegó Ravines de azotador de comunistas. Nada contenido. Se le iba la mano más de la cuenta y a veces daba el latigazo sobre un cuerpo equivocado. Sin embargo, no podía decir si gozaba al cumplir esta tarea, porque no lo demostraba. Además, su neurosis y su tiranía se nos disminuían ante los aspectos positivos de su personalidad. Siempre me pareció más estimulante que devastador”, recuerda Marta Vergara.

    Trata a estas personas tan groseramente que no quieren seguir trabajando. Una vez los alumnos de los cursos se pusieron de acuerdo y no llegaron a clases ya que Ravines los retaba cuando no entendían algún tema. En general Ravines los trataba groseramente”

    []

  5. “… insisto que si Ravines sigue trabajando en nuestro partido, va a estorbar en muchas cosas el trabajo de Bórquez, al volver este último al país, porque ya creó una muy mala reputación al compañero Bórquez en el país. Ravines impide el desarrollo de los cuadros, introduciendo métodos destinados a hacer trabajar a los compañeros a la fuerza y no según su propia voluntad. No existen relaciones amistosas, todo es como forzado. Existe una gran enemistad entre los compañeros dirigentes del partido. Si Komintern considera que Ravines debe seguir en Chile, es necesario mandar a un compañero que pudiera trabajar en lo de los cuadros y la organización. Creo personalmente que hay que retirarlo de Chile”. Olga Ulianova, obra citada. []
  6. «Las acusaciones formuladas por los dirigentes chilenos en Moscú en octubre de 1935 no repercuten en forma inmediata en la carrera política de Ravines. Al parecer, los éxitos de la línea frentepopulista en Chile, las estructuras latinoamericanistas de la Internacional estarían dispuestas de atribuirle en gran medida a su trabajo. Sus métodos y su estilo son los métodos y estilo de los aparatos soviético y kominterniano de la época.» Olga Ulianova, obra citada. []
  7. “Cayó de repente una tarde por la librería en compañía de Lela (su esposa Delia de la Fuente – OU). Por horas estuvimos con Marcos [Chamúdez] oyéndole unas historias desarticuladas. Casos de traiciones, delaciones, sospechas, acusaciones. Refería largamente, en forma objetiva, sucesos presenciados en Moscú. No comentaba. Como los acusados aparecían ligados con extranjeros, la gente arrancaba de estos últimos. El lo había sentido… La tragedia andaba suelta”. Olga Ulianova, obra citada. []
  8. «Hitler, a pesar del pacto, procediendo con criterio análogo al de Stalin, había atacado Rusia aquella madrugada: las divisiones ‘panzer» rodaban sobre Stolpce, sobre Baranowitza, rumbo a Minsk, a Kiev, a Dniepopetrovsky. Desde aquellos instantes, Rusia estaba combatiendo contra el nacismo, al lado de Inglaterra y de los Estados Unidos. Yo sabía bien que los partidos comunistas abandonarían de modo fulminante su rabiosa posición antiimperialista de la víspera, su cínico celestinaje pro-hitleriano del día anterior, para volver a la línea de combate anti-fascista.» Ravines en «La gran estafa». []
  9. Ulianova relata un hecho que pinta de cuerpo entero a Codovilla:

    La causa daba sentido a su vida, prestigio, y la vez liberaba de “prejuicios” éticos. El siguiente episodio, relatado por el propio Codovilla un poco antes de su muerte en Moscú en 1970 a un latinoamericanista soviético, refleja bien esta personalidad.

    En 1927 Codovilla participa en la celebración de los 10 años de la Revolución Rusa en Moscú. Junto con un grupo de delegados, en su mayoría latinoamericanos, salen a pasear por la ciudad y son ayudados en ubicación por los transeúntes. Entablan conversación con una señora mayor con la que pueden comunicarse en francés. Entrando algo en confianza con sus interlocutores, la señora comienza a criticar la falta de libertades, censura y represión a los disidentes en el régimen soviético. Los delegados latinoamericanos, en su mayoría por primera vez en la URSS, quedan perplejos. Codovilla, en su autoatribuida calidad de decano de la delegación, busca un policía y le entrega a la señora acusándola de propaganda contrarrevolucionaria. 40 años después, sin poder aludir el desconocimiento del posible destino posterior de la señora, aun se sentía sinceramente orgulloso de su hazaña de “vigilancia revolucionaria”.

    []

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Por - Publicado el 27-08-2015

Se convoca a una manifestación contra la ley universitaria Alayza-Sánchez. Ernesto Alayza Grundy era un dirigente del PPC y Luis Alberto Sánchez del APRA. Gobernaba Belaúnde de AP en alianza con el PPC. El APRA estaba en al oposición, pero en esta ley estaba con el gobierno.

Bien por la mañana, los estudiantes desbordan la represión. Al día siguiente saldría en primera plana de La República la foto de los estudiantes sacando a patadas a los policías de una tanqueta. La Plaza San Martín de Lima está llena y la consigna, reforzada por la multitud, es no quedarse allí. Había que llegar al ejecutivo. Que Belaúnde escuche.

Por las calles del centro de Lima la multitud avanza fácilmente hacia una aparentemente desguarnecida Plaza de Armas. Nos sentamos en la plaza y nos limitamos gritar consignas. Entonces un rochabús sale de nadie sabe dónde y la emprende contra nosotros, que salimos corriendo por las diferentes calles del centro.

Por el Pasaje Olaya, entonces mucho más despejado que ahora, avanza la carga policial. Los guardias de asalto van lentamente empuñando en la mano izquierda el casco a manera de escudo que recibe los impactos de las piedras lanzadas por los estudiantes y en la mano derecha empuñando el palo policial en alto y amenazante. En eso aceleran el paso y los estudiantes se repliegan corriendo.

Un grupo de guardias de asalto regresa de la carga y se las agarra con un joven que podría ser un estudiante que se había quedado solo en el repliegue. No se sabe de dónde salió, la cosa es que estaba solo y rodeado. Media docena de guardias de asalto lo tienen en el suelo y le tiran patadas en la cabeza y en las costillas. Después de la golpiza uno de los guardias lo arrastra de los pelos como dos metros por el suelo.

Por esos días, enero de 1984, había ocurrido una fuga de delincuentes del penal de Lurigancho. La policía los había perseguido y abaleado a todos. Finalmente, los policías arrastrarían de los pelos los cadáveres de los delincuentes y los amontonarían en plena vía pública. Todo esto sería transmitido por todos los canales de televisión de la época, particularmente por el noticiero nocturno de Canal 2 dirigido por Ricardo Müller. La escena parecía repetirse con el estudiante en Pasaje Olaya.

«¡No le peguen!» «¡Ya basta, carajo!» gritan ruidosamente los comensales de la cafetería D’Onofrio que se habían parado, salido a la calle y estaban presenciando la golpiza. Yo estoy entre un grupo de estudiantes en los costados del Pasaje, mezclado entre la gente que curiosea, sin ser advertido por la policía. A ninguno se nos ocurre hacer nada al respecto, acaso más que gritar con los comensales del café. Ninguno parecía que iba ser tan loco de salir a hacerle frente al guardia de asalto. Uno de los estudiantes a mi costado, un lentudo con cara de chancón, ya no puede más de indignación. Veo cómo su rostro se va enrojeciendo, cual el lentudo de «La sociedad de los poetas muertos» a punto de pararse en el pupitre.

De repente lo veo salir corriendo hacia el centro del pasaje. Le mete un tacle por la espalda al guardia de asalto que arrastra al desdichado estudiante. Sus lentes saltan por los aires. El ex-lentudo le agarra el palo al policía, pero no logra quitárselo. Asustado, lo deja y se va corriendo otra vez al costado del pasaje, mimetizándose otra vez con los comensales de la cafetería D’Onofrio.

Para suerte del temerario joven, el guardia también se había quedado solo. El estudiante que había sido golpeado y arrastrado de los pelos se para y se pierde. No lo detienen. Vuelven los guardias de la carga y se van todos otra vez a la Plaza de Armas. El lentudo vuelve por sus lentes caídos en el centro del pasaje, entre gritos de los comensajes «¡Ya no vuelvas, te van a agarrar!» Los estudiantes volvemos a concentrarnos en la Plaza San Martín, donde concluye esta manifestación.

Era un país en que las chispas de indignación podían convertirse en acción, incluso acción temeraria, en cualquier momento.

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Sobre las grandes manifestaciones estudiantiles de 1984 contra la ley Alayza-Sanchez ver aquí, aquí (fuente de la imagen) y aquí.

(Este post salió antes aquí).

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Por - Publicado el 10-08-2015

Víctor Caballero de Utero.pe encuentra un plagio de Cipriani en su último artículo de El Comercio.

Pues no es el único.

En el artículo «Tú tienes la palabra» de Juan Luis Cipriani Thorne, del 23 de mayo de 2015, encontramos que buena parte del contenido coincide con lo escrito por Pablo VI en la CARTA ENCÍCLICA «ECCLESIAM SUAM» de Pablo VI, del 6 de agosto del año 1964.

Veamos:

1.
Cipriani, párrafo 7:

«Algunos alardean de su impiedad y la sostienen como programa de educación humana y de conducta política, en la ingenua pero fatal convicción de liberar al hombre de viejos y falsos conceptos de la vida y del mundo, para sustituirlos, según dicen, por una concepción científica conforme a las exigencias del progreso moderno.»

Pablo VI. Punto 37.

«Sabemos, sin embargo, que en este círculo sin confines hay muchos, por desgracia muchísimos, que no profesan ninguna religión; sabemos incluso que muchos, en las formas más diversas, se profesan ateos. Y sabemos que hay algunos que abiertamente alardean de su impiedad y la sostienen como programa de educación humana y de conducta política, en la ingenua pero fatal convicción de liberar al hombre de viejos y falsos conceptos de la vida y del mundo para sustituirlos, según dicen, por una concepción científica y conforme a las exigencias del progreso moderno.»

2.
Cipriani, párrafo 8:

«Para quien ama la verdad, la conversación es siempre posible. Pero obstáculos de índole moral acrecientan enormemente las dificultades, por la falta de suficiente libertad de juicio y de acción, y por el abuso dialéctico de la palabra, no encaminada precisamente hacia la búsqueda y la expresión de la verdad objetiva, sino puesta al servicio de finalidades utilitarias, de antemano establecidas.»

Pablo VI, punto 38.

«Para quien ama la verdad, la discusión es siempre posible. Pero obstáculos de índole moral acrecientan enormemente las dificultades, por la falta de suficiente libertad de juicio y de acción y por el abuso dialéctico de la palabra, no encaminada precisamente hacia la búsqueda y la expresión de la verdad objetiva, sino puesta al servicio de finalidades utilitarias, de antemano establecidas.»

3.
Cipriani, párrafo 9:

«La apertura a un diálogo sincero excluye fingimientos, rivalidades, engaños y traiciones.»

Pablo VI, Punto 39

«La apertura de un diálogo —tal como debe ser el nuestro— desinteresado, objetivo y leal, ya decide por sí misma en favor de una paz libre y honrosa; excluye fingimientos, rivalidades, engaños y traiciones»

El artículo de Cipriani no cita para nada el texto de Pablo VI, por lo que el lector por supuesto que asume que se trata de un texto de la autoría de Cipriani. Esto se llama plagio.

Lo irónico en todo esto es que en su artículo Cipriani se queja de que «interpretan o traducen» SUS palabras, «sacándolas de su verdadera sentido y contexto» (sic):

«Tantas veces escucho la crítica cazurra de algunos –siempre los mismos– que interpretan o traducen mis palabras, sacándolas de su verdadera sentido y contexto, y manipulándolas a su gusto. Los perdono de todo corazón, apelando al Dios misericordioso.»

Oiga, señor, esas no son SUS palabras. Son palabras robadas a otro, de autoría ajena. Vd. está usando las palabras copiadas de un papa, Pablo VI (curiosamente para exaltar a otro papa, Francisco I). Vd. No puede perdonar supuestas manipulaciones de sus palabras, pues éstas ni siquiera son suyas.

A. 11 de agosto de 2015.Cuando escribí este post, anoche, no estuve al tanto que el escritor José Carlos Yrigoyen había descubierto este plagio (el segundo párrafo aquí citado) un par de horas antes que yo, aquí. Van los créditos a él.

Hoy Víctor Caballero de utero.pe descubre dos párrafos de este segundo plagio de Cipriani, aquí, y da créditos a «Jose Carlos Yrigoyen, quien descubrió otro párrafo copiado en la misma columna y en el mismo texto que nosotros».

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Por - Publicado el 09-08-2015

1. American senderology
La «senderología», el estudio académico de Sendero Luminoso en el Perú, surgió en los Estados Unidos. Si bien hubo tempranos documentadores peruanos de las acciones y la orientación de Sendero Luminoso, éstos no llegaron a ordenar y elaborar sus reflexiones en forma comprehensiva y relatada. Un temprano senderólogo peruano fue Raúl González de Desco, quien a través de una revista Quehacer en auge dejó reflexiones y diseños argumentativos al paso, recogidos por otros intelectuales acaso con mayor capacidad y sobre todo audiencia académica.

Fueron los académicos estadounidenses David Scott Palmer (1986, publicado, pero circulado desde 1983 como documento de trabajo) y sobre todo su alumna Cynthia McClintock (1984) quienes en dos artículos académicos analizaron a Sendero Luminoso como una rebelión campesina. Los títulos de sus artículos ya son reveladores de su enfoque. El de McClintock se llama Why Peasants Rebel: The Case of Peru’s Sendero Luminoso (¿Por qué los campesinos se rebelan?: el caso de Sendero Luminoso del Perú), mientras que el de Palmer es Rebellion in Rural Peru: The Origins and Evolution of Sendero Luminoso (Rebelión en el Perú rural: los orígenes y la evolución de Sendero Luminoso.

Ambos autores provienen de una intelectualidad estadounidense peruanista y vinculada a la inteligencia de su país (ver 1970s: los padrinos intelectuales de Montesinos). David Scott Palmer es un notorio profesor de la Escuela de las Américas, aquella que forma a militares golpistas latinoamericanos y McClintock está vinculada una academia que contribuye al diseño de la política del Departamento de Estado de los Estados Unidos hacia América Latina. De hecho dos trabajos de McClintock fueron publicados en la guerrafriísta revista Problems of Communism (Problemas del Comunismo) y en el International Policy Report del Center for International Policy, un think tank de diseño de política exterior de los EEUU.

En estos trabajos los autores sostienen que al menos parte de los campesinos peruanos se está rebelando a través de las acciones de Sendero Luminoso. El campo peruano, según ellos se ha empobrecido en los setentas, llevando a una «crisis de subsistencia», lo cual ha acicateado la rebelión senderista. El campesino peruano rebelde es un pequeño propietario relativamente poco integrado a la economía capitalista. La reforma agraria velasquista habría tenido impacto mínimo en las zonas de expansión senderista y más bien habría contribuído a la politización de los campesinos hacia la revolución senderista. El reformismo militar habría creado expectativas que no habría sido satisfechas llevando a la frustración campesina regional y luego a optar por la revuelta senderista. Así, una reforma agraria, lejos de socavar la base material para una revolución, cual se planteaba en los 1960s, la habría inducido.

Ninguno de los dos académicos ve a Sendero Luminoso tomando el poder en el Perú, pero sí creando una situación de permanente inestabilidad:

En las regiones del cuarto mundo del Perú como Ayacucho, sin embargo, donde la ira y desesperanza campesina son intensas, Sendero o grupos similares podrían mantener altos niveles de violencia por muchos años. El curso político futuro del Perú podría seguir al de Colombia: un gobierno que es civil, pero no muy democrático en el sentido completo del término, virtualmente confrontando violencia revolucionaria y criminal constante. (McClintock 1984)

.

McClintock documenta que en los departamentos de Ayacucho y Huancavelica en 1978 los «partidos marxistas» presentan una alta votación. Pero su «mejor evidencia» para la influencia de Sendero en esas regiones, dice, es el extraordinariamente alto voto nulo y blanco: «algunos ciudadanos se abstendrían por miedo a la represalia de Sendero».

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Y aporta por supuesto más evidencias, que el lector interesado seguramente consultará.

2. La senderología de «segunda generación»
Esta senderología inicial no tuvo mucho impacto en el Perú. Sin bien los argumentos presentes en estos trabajos, ya vertidos por peruanos, flotaron en el ambiente, ninguno de los artículos citados fue traducido al castellano ni publicado localmente.

En el post Arguedas en el IEP, la senderología y la CVR ya argumenté que esta senderología inicial fue desplazada por el planteamiento de Henri Favre, cuyo trabajo en francés sí que fue traducido y publicado por la revista Quehacer, con portada kioskera y todo. Favre «desexorcisaba» a Sendero, rechazando que correspondiera a un fenómeno de rebelión campesina para asimilarlo a gente «desindianizada» y «descampesinizada» guiada por una «lumpenintelligentsia» provinciana. Este planteamiento sí fue rápida y ampliamente asimiliado por la intelectualidad limeña más mainstream, principalmente vinculada a ONGs y la PUCP, con algunas excepciones notables, como Alberto Flores Galindo o Nelson Manrique. Surgía así la senderología de «segunda generación», sin que la inicial hubiera sido muy percibida en el Perú. Esta segunda senderología coincidiría con el gobierno del Apra apoyado por la socialdemocracia europea y con el más abierto rechazo de la Izquierda Unida ya no sólo a Sendero Luminoso, una particular forma de realizar la lucha armada, sino a toda idea revolucionaria por vía armada, otrora compartida verbalmente por toda la izquierda marxista y no marxista.

3. La crítica a la senderología inicial
A mediados de los 1980s no había muchos peruanos que pudieran debatir académicamente con tan bien establecidos intelectuales como Palmer o McClintock. Varios no habían iniciado sus estudios de post-grado y varios no habían acabado sus estudios de pregrado. La tesis de licenciatura del antropólogo Carlos Iván Degregori es de 1983. Degregori le tomaría la posta de la senderología recién de mediados a fines de los 1980s, después de que Favre rompiera la baraja en 1984.

Dos profesores de Nueva York, Gerardo Rénique del City College y su esposa Deborah Poole del New School, recién en 1991 publicarían un largo artículo en el que «ajustarían cuentas» con Palmer y McClintock, rechazando enfáticamente que el accionar de Sendero Luminoso correspondiera a una rebelión campesina. Para entonces, Sendero ya había asesinado a muchos dirigentes y autoridades de la Izquierda Unida, a la que estos dos profesores serían afines. En la izquierda llamada «legal» se había pasado de una inicial vacilación ante Sendero, a comienzos de los 80s, a una abierta condena y rechazo. En la ciudad de Nueva York, en un evento de Sendero Luminoso, algunos peruanos protestarían a gritos, condenando el asesinato de la dirigente María Elena Moyano. La contradicción que no impidió reuniones entre dirigentes de la IU y SL en 1983 era ahora totalmente antagónica.

Poole y Rénique (PR) abiertamente acusan a Palmer y McClintock de intencionalmente falsificar la historia peruana presentando a Sendero Luminoso como algo misterioso con el fin validar la autoridad de algunos «expertos». PR plantean que «estos auto-proclamados expertos adquieren un estatus importante en la maquinaria ideológica de post guerra fría del imperialismo estadounidense». De la guerra fría se pasa a una situación en que el terrorismo es central, y con él conceptos como «fundamentalismo», «drug lords» (narcotraficantes). El enfoque sobre Sendero de Palmer y McClintock encajarían totalmente con este discurso.

El artículo de PR es intenso en descalificativos para Palmer y McClintock y en señalamientos de errores. Si McClintock dice que los campesinos del departamento de Ayacucho están poco integrados a la economía capitalista nacional, PR aseguran que están muy integrados. Si McClintock presenta el cuadro de arriba y afirma que el gran porcentaje de votos nulos y blancos es evidencia de la influencia de Sendero, PR dicen que no, que McClintock no distingue entre votos nulos y blancos, que Ayacucho no tiene un porcentaje significativamente mayor en esos votos que otros departamentos. Si McClintock escribe sobre una rebelión del campesinado, PR la acusan de no haber leído los documentos de la CCP y la CNA (Confederación Campesina del Perú y Confederación Nacional Agraria) rechazando a Sendero Luminoso. (Por cierto, McClintock en su artículo sí se refiere a estas dos organizaciones campesinas peruanas, a la primera como «marxista» y a la segunda como «esponsorizada por el gobierno». En el texto de McClintock enlazado abajo hay también referencias a la CCP, acertadamente vinculándola a Vanguardia Revolucionaria, y a la CNA.) Y más aún, PR acusan a McClintock de grandes omisiones en sus referencias bibliográficas sobre casi todos los temas que tocan. En fin, hay una serie de acusaciones que no acaban de desmontar el argumento principal de McClintock, escrito más de un lustro antes, cuando aún no había el desenlace de comienzos de los noventas.

En 1992, PR escribirían un libro titulado Peru: Time of Fear, un libro de divulgación sobre el Perú, escrito para el público estadounidense. Uno de sus evidentes propósitos era desplazar a los enfoques sobre Sendero como una «rebelión campesina» aún prevalecientes en los EEUU. Sin embargo, como señala Michael Gonzales, irónicamente en este libro PR no sólo tienen grandes omisiones en sus referencias bibliográficas, sino que no citan a nadie. El libro no tiene citas, ni notas a pie de páginas ni notas finales. Todo esto sería una omisión tolerable, si no fuera por las duras críticas que les hicieron a Palmer ya McClintock:

Ironically, Poole and Rénique’s book Peru: Time of Fear, published in 1992, suffers from “bibliographical elisions” of its own, mainly that it does not contain one. While this text is clearly aimed a popular audience, and has many strong qualities that make it a compelling read, it does not contain a single citation, footnote, or endnote. This would be a much more bearable omission if it were not for their harsh criticism of the bibliographical omissions of Palmer and McClintock.
Blog «La Lucha sigue y sigue» de Michael Gonzales
«Sendero Luminoso in Context: An Historiographical Analysis of Senderology»

4. La continuidad de la senderología inicial
McClintock y Palmer no se amilanarían por las duras críticas de Poole y Rénique, que se limitarían a hacer antítesis sin síntesis, es decir, sin ofrecer mucho en positivo como alternativa al analisis de Sendero Luminoso. En los 1990s y 2000s Palmer y McClintock seguirían escribiendo, principalmente McClintock reafirmándose en sus tesis, por ejemplo, Peru’s Sendero Luminosoı Rebellion: Origins and Trajectory de 2001, o desde una perspetiva comparada: comparando la insurgencia senderista con la insurgencia centroamericana, SENDERO LUMINOSO IN COMPARATIVE PERSPECTIVE. En este trabajo McClintock se reafirma en su argumento que la catástrofe económica en el campo peruano fue el detonante de la insurrección senderista, a diferencia de El Salvador donde el catalizador fue el abuso político. Más aún, se trataría de una insurrección comparable a otras, visión que contrasta con la visión predominante entre varios intelectuales peruanos que veían y ven a la insurrección senderista como un fenómeno singular e incomparable con otras insurrecciones, menos aún con las que prevalecieron en América Latina. Con la Comisión de la Verdad y Reconciliación, Sendero Luminoso más que como un grupo insurgente o terrorista comparable con la insurgencia en El Salvador, sería visto como un fenómeno más asimilable a los casos de Ruanda o Camboya, a un grupo que establece régimen perpetrador de muertes en masa. Motivo de un análisis aparte.

5. Trasfondos senderológicos
Los picadillos de señalamientos de imprecisiones, reales e imaginarias, nunca han conformado un discurso alternativo. Presentar a Sendero Luminoso como una lucha armada sin base social, o con un bolsón de base social «desestructurada» a la Favre, era más fácil a comienzos de los noventas (más aún a comienzos de los 2000s y mucho más a comienzos de los 2010s), que a comienzos de los ochentas. Por entonces Sendero ya estaba siendo derrotado y sólo faltaba la estocada final en la cabeza, demorada por Fujimori para presentar un clima de zozobra que justificara su golpe de estado. A comienzos y mediados de los ochentas, sin embargo, Sendero sí dio evidencias de apoyo campesino y popular, como lo dio el MRTA. Esta es una realidad que cuesta reconocer no sólo a sectores de izquierda intelectual, sino al país. En el Perú, incluso entre los intelectuales sigue prevaleciendo la prejuiciosa imagen del «gringo zonzo» que idealiza a Sendero Luminoso, cual trasunta el artículo de Poole y Rénique. Acaso los dos estadounidenses de lógica contrainsurgente, Palmer y McClintock, no sólo tuvieron ojos para verlo en tiempo real, sino que no tuvieron ningún problema en reconocerlo y decirlo abiertamente, sin tabúes. Tal vez aplicaron el proverbio de Sun Tzu (no Mao Zedong, como algunos equivocadamente creen): «Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo; de cien batallas tendrás cien oportunidades de ganar».

Sin embargo, no sólo eran estadounidenses quienes veían a Sendero Luminoso y al MRTA como expresión de una rebelión campesina. Tampoco eran sólo los senderistas o emerretistas. Un sector de la intelectualidad limeña dentro del cual destacó Alberto Flores Galindo, en sintonía con la mayoría de la IU, también tenía esta perspectiva. La demolición de los argumentos senderológicos estadounidenses al parecer mataba dos pájaros de un tiro, pues demolía también visiones como la de Flores Galindo, quien ya no estaba ahí para defender (o retroceder) en sus tesis. Esto lo vimos en parte en el post La polémica Flores-Degregori (libios contra zorros), pero lo veremos más en un futuro post en que revisitaremos esa polémica.

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Fotografía de Julio César Mezzich ilustrando el artículo de Cynthia Mcclintock sobre Sendero Luminoso en «Problemas del Comunismo», publicación emblemática de la guerra fría.

Referencias

McClintock, Cynthia, «Sendero Luminoso: Peru’s Maoist Guerrillas,» Problems of Communism 32, no. 5 (1983), 19-34.

McClintock, Cynthia, «Democracies and Guerrillas: The Peruvian Experience,» International Policy Report, Center for International Policy, (1983).

McClintock, Cynthia, «Why Peasants Rebel: The Case of Peru’s Sendero Luminoso.» WorldPolitics, Volume 37, Number 1. Princeton: Princeton University Press, 1984. Pp. 48-84.

Palmer, David Scott, «Rebellion in Rural Peru: The Origins and Evolution of Sendero Luminoso,» Comparative Politics, Vol. 18, No. 2 (Jan., 1986), pp. 127-146.

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