Por - Publicado el 25-09-2016

Por Jorge Rendón Vásquez

La Segunda Sala de Derecho Constitucional y Social Transitoria de la Corte Suprema, integrada por cinco vocales provisionales (colocados allí sin concurso) les ha dado el gusto. Los jerarcas de los empresarios y sus inefables asesores deben de haberlo celebrado ñatos de risa y libando hasta el amanecer luego de haber leído la sentencia.

Analicémosla (Casación Laboral nº 00489-2015, Lima 7/6/2016. Las citas son de la sentencia.).

El demandante, un trabajador, pretendía “el reintegro de sus remuneraciones y su incidencia en el pago de gratificaciones y compensación por tiempo de servicios por el período de marzo de dos mil a diciembre de dos mil tres […] habiendo recién el demandante reclamado por la supuesta disminución de sus remuneración luego de que la demandada cursó la carta de cese por límite de edad de fecha doce de setiembre de dos mil doce”. Esta pretendida omisión de reclamar determinó al juez de primera instancia a declarar infundada la demanda. En la sentencia suprema se valida esta afirmación al decir: “la parte demandante no ha acreditado en su oportunidad la referida disminución de remuneración” (9º considerando). Por consiguiente, ni para el juez de primera instancia ni para la Sala suprema existe la Ley 27321, vigente desde el 23/7/2000, que dispone “Las acciones por derechos derivados de la relación laboral prescriben a los 4 años, contados desde el día siguiente en que se extingue el vínculo laboral.” Más todavía: para la Sala suprema se trata de “una supuesta disminución de su remuneración”, o sea que nunca sucedió. ¿Por qué entonces tuvo que justificarla?

La sentencia de segunda instancia declaró fundada la demanda, basándose en que el trabajador no había aceptado documentalmente la reducción de su remuneración, en aplicación de la Ley 9463.

La Sala suprema se lanzó a replicar este argumento con la especiosa articulación siguiente:

“Debe precisarse que la posibilidad de la reducción de las remuneraciones se encuentra regulada en nuestro ordenamiento jurídico, y esta puede ser consensuada o no consensuada. a) Será consensuada si es realizada de manera voluntaria, es decir, si existe un acuerdo libre, espontáneo, expreso y motivado entre el trabajador y el empleador, tal como se regula en la Ley Nº 9463. b) Será no consensuada si es adoptada por decisión unilateral del empleador, es decir, sin aceptación previa del trabajador. Esta posibilidad resulta de la interpretación en contrario del inciso b) artículo 30º del Decreto Supremo Nº 003- 97-TR y del artículo 49º del Decreto Supremo 001-96-TR, que consideran que la reducción inmotivada de la remuneración es un acto de hostilidad equiparable al despido si es dispuesta por decisión unilateral del empleador y sin causa objetiva o legal. En tal sentido, esta decisión resultará viable si se expresa los motivos por los que así se procede” (10º considerando).

Lo novedoso en esta afirmación de la Sala suprema es la creación de una reducción no consensuada de la remuneración. Pero es errónea: 1) porque el contrato de trabajo, como todos los contratos, “se perfecciona por el consentimiento de las partes” (Código Civil, art. 1352º); y porque la libertad contractual está garantizada por la Constitución del Estado: “Toda persona tiene derecho: 14. A contratar con fines lícitos, siempre que no se contravenga leyes de orden público.” (art. 2º). Son leyes de orden público las de protección de los trabajadores. La Constitución dispone además que “La libertad de contratar garantiza que las partes pueden pactar válidamente según las normas vigentes al tiempo del contrato. Los términos contractuales no pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase.” (art. 62º). En consecuencia, si ninguna ley puede autorizar la modificación de los términos contractuales, es obvio que el Texto Único Ordenado por el Decreto Supremo 003-67-TR no puede conferir esa autorización, y, en rigor, no la confiere. El artículo 30º de este texto, invocado por la Sala suprema, dice: Son actos de hostilidad equiparables al despido los siguientes: La reducción inmotivada de la remuneración o de la categoría.” ¿Que quiere decir reducción inmotivada? Una reducción sin causa. Pero esta causa, como en todos los contratos, sólo puede ser consensual. La ley no puede ordenarla, ni facultar a las partes contratantes a imponerla. Imaginemos que en un contrato de venta, locación, crédito, etc. se facultara a una de las partes a reducir el precio pactado. Sólo pensarlo sería absurdo. Además, el artículo 30º del Texto Único Ordenado citado, al hacer a la reducción inmotivada de la remuneración un acto equiparable al despido, lo considera un hecho prohibido para el empleador, prohibición que implica también la de reducir la remuneración y la categoría. Y, si la prohibe, no es posible inferir, contrario sensu, que la autorice; con mayor razón porque las facultades y las obligaciones, por su importancia, deben ser definidos explícita y claramente por la ley, siempre y cuando la Constitución lo permita. En la relación de trabajo no lo permite: “Ninguna relación laboral puede limitar el ejercicio de los derechos constitucionales” (art. 23º).

Los vocales provisionales de la Sala suprema autores de la sentencia legicida no podían ignorar los artículos 51º y 138º de la Constitución que declaran la prevalencia de esta sobre toda norma legal y la obligación de los jueces de preferir la primera. Tampoco podían desconocer que “En la relación laboral se respetan (el) carácter irrenunciable de los derechos reconocidos por la Constitución y la ley” y que debe haber una “Interpretación favorable al trabajador en caso de duda insalvable sobre el sentido de una norma.” (Constitución, art. 26º). El demandante no sólo no había renunciado al íntegro de su remuneración, sino que la reclamaba; y en el artículo 30º del Texto Único Ordenado en mención no hay duda insalvable, puesto que esta claro que no crea para el empleador el derecho de reducir la remuneración.

La sentencia comentada, que execra a sus autores sin atenuantes, es, por lo tanto, nula.

Ya algunas organizaciones sindicales se están movilizando contra ella. Aunque para evitar la protesta, un juez supremo ha salido a decir que esa sentencia no es vinculante, es decir que se aplica solo al caso juzgado, lo cierto es que, como pronunciamiento judicial de la más elevada instancia, estimulará a otros empresarios a utilizarla, pese a su inconstitucionalidad, pues para eso ha sido dada .

La pelota ha pasado al campo de los trabajadores en un partido más importante y grave que el de la Ley Pulpín.

(25/9/2016)

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Por - Publicado el 02-06-2016

Por Jorge Rendón Vásquez

Y pasó lo que los opositores al gobierno de Nicolás Maduro querían: el 31 de mayo el uruguayo Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos, anunció que convocaría al consejo permanente de esta entidad para “realizar una apreciación colectiva de la situación (en Venezuela) y adoptar las decisiones que estime convenientes”, aplicando el artículo 20º de la Carta Democrática Interamericana de la OEA.

Se saltó a la garrocha el primer párrafo de este artículo que dice que esa medida podría ser adoptada “En caso de que en un Estado Miembro se produzca una alteración del orden constitucional que afecte gravemente su orden democrático”. No le interesó para nada que en Venezuela los poderes del Estado, elegidos o designados como la Constitución dispone funcionan regularmente, aunque haya discrepancias de opinión entre ellos y que, por lo tanto, no hay “una alteración del orden constitucional”.

Tampoco se han dado los casos de Honduras, cuando sacaron a Zelaya en junio de 2009, ni de la propia Venezuela cuando los mismos grupos que ahora dominan su Poder Legislativo apresaron al presidente constitucional Hugo Chávez en abril de 2002 y pusieron en su lugar al jefe de los empresarios Pedro Carmona, casos ante los cuales la OEA nada pudo hacer.

La actitud de Almagro revela que se siente como el capitan de un barco al que temerariamente lanza a la aventura en plena tormenta. Lo real es, sin embargo, que navega contra una tormenta de escenario fílmico en una cacerola, probablemente de esas que ciertas pitucas golpean en las calles.

Porque ¿qué puede hacer el Consejo Permanente de la OEA si condena sin pruebas fehacientes al gobierno de Maduro, como sería la intención de varios gobiernos de derecha que lo han puesto en el índex de los chicos malos? Respuesta: realizar “gestiones diplomáticas” y, si ellas no le dan resultado, llamar a la asamblea general de la OEA para que considere la suspensión de Venezuela como miembro, conforme dispone el artículo 20º de la Carta Interamericana Democrática. En otros términos, amonestarlo, con algunos improperios entre paréntesis, y, en el límite, excluirlo de los bailes al interior de un club privado.

Y nada más.

Porque la Carta Democrática Intermericana no estipula otras sanciones. Y, sobre todo, porque el artículo 19º de la Carta de la OEA, que es el documento constitutivo de esta organización, dispone que “Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho de intervenir, directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. El principio anterior excluye no solamente la fuerza armada, sino también cualquier otra forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen.”

La derecha venezolana, integrada por las huestes de los partidos Adeco y Copei y cierto número de empresarios sin partido, no lo ignoran. Pero, han echado a andar un operativo de propaganda internacional tras fracasar en el uso de la institucionalidad interna a la cual se sometieron para llegar al parlamento.

El pueblo venezolano sufre ahora las consecuencias de la caída del precio del petróleo que sustenta la mayor parte de su presupuesto público y es su principal fuente de divisas. En la década pasada el petróleo alcanzó más de 100 dólares el barril. Luego ese precio descendió hasta llegar a menos de 30. Ahora está a unos 49 dólares. Pero aún es poco para Venezuela. Por lo tanto, hay escasez de los bienes que se compran con los ingresos del petróleo, agravada por el boicot en la producción interna de bienes llevada a cabo por ciertos empresarios. Y esto es una tragedia para un país dependiente de la monoproducción, que no ha tenido tiempo de alcanzar una diversificación adecuada de su economía con los gobiernos de Chávez y Maduro. Es una emergencia frente a la cual todos los venezolanos debieran unirse como si estuvieran en guerra. A la derecha, sin embargo, le importa menos que un comino la suerte del pueblo. Tiene recursos para pasarla bien mientras la mayor parte vive agobiada por la escasez, unida al acaparamiento y la especulación practicados con celo ejemplar por muchos de los que hoy atacan a tiempo completo al gobierno de Maduro. La mayoría en el parlamento le sirve a la derecha para tratar de derrocarlo, en lugar de usar su poder para contribuir a superar la crisis económica. Y si llegara a tumbarlo no podría sobreponerse a la escasez cuya causa no es política ni depende de Maduro, sino del petróleo.

Tampoco a Luis Almagro le inquieta la crisis del petróleo. De repente su corazoncito derechista resolvió salir del armario y tratar de añadir a la OEA al cargamontón contra el gobierno de Maduro.

Cuando lo eligieron secretario general de la OEA muchos creyeron que por haber sido canciller de un gobierno progresista daría la talla de un diplomático ecuánime y confiable. Su connivencia con la derecha venezolana lleva a suponer que podría haber descubierto su vocación de pieza de ajedrez.

(2/6/2016)

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Por - Publicado el 23-05-2016

Por Jorge Rendón Vásquez

Muchos vieron el debate televisado de los dos candidatos a la presidencia de la República, organizado por el Jurado Nacional de Elecciones (noche del 22/5/2016).

¿Pudo la mayoría que desconocía sus propuestas básicas enterarse de ellas al escucharlos, por lo menos a grandes rasgos?

Parece evidente que no.

Primero, porque es materialmente imposible que en solo tres minutos por tema un expositor pueda hacer conocer sus proyectos sobre lo que podría hacer desde la presidencia de la República. Tres minutos alcanzan apenas para una presentación somera de un punto de los muchos que comprenden cada tema, cuyo contenido es de por sí complejo y vasto.

Y, segundo, porque la capacidad de entendimiento de la mayor parte de electores de las cuestiones tan especializadas del gobierno es casi nula. En las aulas universitarias, los alumnos retienen no más de un 5% de la exposición del profesor si sólo la escuchan; si toman notas su retención puede ir de un 10% a un 20%. Y estos oyentes, de un nivel superior, están allí para entender lo que se les enseña.

Por lo tanto, el debate entre los dos candidatos fue más un show mediático complementado con los comentarios de algunos personajes y periodistas convocados para cumplir esta función.

Para los entendidos, Keiko Fujimori perdió: porque leyó un discurso que le prepararon otros y que ella probablemente no es capaz de redactar; porque se dedicó a mentir sobre el otro candidato; y porque se perdió en generalidades. Pedro Pablo Kuczynski estuvo más versado y aplomado, trasuntando conocimiento y experiencia.

En un comento sobre el debate entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori para la segunda vuelta de 2011 dije:

La impresión de los teleespectadores sobre este debate (29/5/2011) se configura por su nivel cultural, grado de comprensión de las exposiciones, madurez intelectual y hábito de ver televisión, además de otros factores de menor incidencia. Para los espíritus livianos acostumbrados a las telenovelas vacuas, talkshows escandalosos, noticias escabrosas y chismes de la “alta” sociedad, si es que pudieron aguantar la hora y media del programa, es posible que los rasgos relevantes hayan sido la manera de vestirse de los candidatos, su sonrisa y ciertas frases que atrajeron su atención.

[…]

Los opinólogos mercenarios, convocados para el comentario del debate, valoraron más la impresión del primer grupo de televidentes. Para eso los habían contratado, como una fase del plan de la derecha

[…]

En síntesis, lo que dijo (Ollanta Humala cuando prometía el oro y el moro) fue que promoverá el crecimiento de la riqueza nacional con inclusión social, lo que significa que esa riqueza deberá ir también a los trabajadores que la producen, a los sectores de la población de menores ingresos y a los que nada tienen, para desterrar definitivamente el estado de necesidad y la pobreza. […] Es insultante para las mayorías populares la multiplicación de edificios de departamentos al alcance sólo de quienes tienen los ciento cincuenta mil dólares o más que cuestan, el pantagruélico consumo de las clases ricas y medias en los restaurantes de lujo, los supermercados exclusivos para la gente de alto poder económico que reparten catálogos impresos en el papel más caro, el avisaje comercial en ciertos diarios de productos vedados, de hecho, para las clases pobres.

[…]

Y en esto los silencios de Keiko Fujimori la perdieron.

Calló lo que hicieron su padre y ella en la década del noventa cuando gobernaron el país, la razón de ser de las esterilizaciones de más de trescientas mil mujeres, el burdo y gigantesco latrocinio de los caudales del Estado, el despojo de una gran parte del poder de compra de los trabajadores, reduciendo sus derechos sociales y remuneraciones con la “flexibilidad laboral”, y, sobre todo, la manera como financiaría las ofertas que hace alegremente en las urbanizaciones populares, repetidas en su intervención de ayer. Es evidente que cualquier promesa de dar ciertos bienes y servicios sin redistribuir la riqueza es una mentira.

En el proceso electoral de 2011, Keiko Fujimori ganó en Lima, tanto en los barrios de más alto poder económico como en los de familias con ingresos bajos y en su mayoría paupérrimos. En este aspecto, la historia parece repetirse ahora. Que muchos de los ricos voten por ella se explica. Pero que los pobres le den su apoyo es aberrante. No es el primer caso en la historia del Perú, ni en la de otros países. Luego, los pobres reciben su merecido, cuando los candidatos de su preferencia no les dan lo prometido y hasta los oprimen con más saña y desprecio. (Más mi pegas, más ti quiero.) Es el juego de la democracia burguesa que se debería atacar para hacerla realmente democrática, haciendo a los electores más conscientes de su clase social y de sus expectativas de mejorar su condición económica.

Uno de los destinatarios de mis comentos (exdirigente sindical) me dijo que él no votará ni por Pedro Pablo Kuczynski ni por Keiko Fujimori. Le respondí que esa actitud era como un tul que no llegaba a ocultar su frustración de individuo aislado que no puede ni siquiera advertir la naturaleza y la fuerza de las grandes corrientes que mueven a las personas, incluso contra su voluntad. Era inútil recordarle la dinámica de la estructura de la sociedad y su marcha inexorable envolviendo a todos en sus términos antagónicos y llevándolos consigo.

La elección del próximo junio no tiene como fin cambiar la estructura de la sociedad. Con el dominio del congreso de la República por los representantes de Keiko Fujimori la suerte de nuestro país está casi echada. Darle también el puesto presidencial podría convertir al gobierno en una dictadura, que por sus raíces familiares y el arrejuntamiento de los políticos arribistas y de dudoso currículum económico que se le han plegado, repetiría la infausta década del noventa y podría hacer del gobierno la cabeza de un narcoestado.

Los electores obnubilados por Keiko Fujimori y por el voto viciado o en blanco deberían reflexionar sobre esto.

(23/5/2016)

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Por - Publicado el 14-05-2016

Por Jorge Rendón Vásquez

Hay un derecho laboral muy importante cuya subsistencia dependió de Pedro Pablo Kuczynski cuando era presidente del Consejo de Ministros. Él pudo haber bajado el pulgar para eliminarlo, pero, al contrario, lo levantó y ese derecho se mantuvo.

Este hecho, que trasciende el nivel de la anécdota, sucedió en junio de 2006 luego de un ir y venir de trámites que yo había impulsado.

A comienzos de ese año, el ministro de Trabajo Carlos Almerí Veramendi, quien había sido mi alumno en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Marcos, me pidió que lo ayudara en su gestión. Quería hacer algo por los trabajadores. Acepté y seleccioné en seguida una idea para cubrir un vacío legal, consistente en la ausencia de una norma que obligase a los empleadores a llevar un registro de asistencia al trabajo.

Con excepción de los informales, los empleadores, utilizaban tarjetas, cuadernos u otros documentos para registrar el ingreso y la salida de sus trabajadores con la finalidad de descontarles el tiempo de inasistencia y probar las ausencias justificatorias del despido. Pero lo hacían por propia conveniencia. Como no había una norma que los obligase a llevar ese registro, prescindían de exhibirlo a las autoridades para mantener a sus trabajadores realizando trabajo en tiempo extraordinario que no pagaban. Y esto se había convertido en una práctica común luego de julio de 1980 hasta establecerse como una irreductible norma ilegal en la década del noventa. Al ser requeridos por los inspectores de trabajo y los jueces para mostrar los registros de asistencia de sus trabajadores se negaban a hacerlo, aduciendo que no los llevaban y que ninguna norma los obligaba a tenerlos. Los jueces y los inspectores de trabajo convalidaban esa negativa, y así los trabajadores no podían cobrar por su trabajo en horas extras.

Redacté entonces un proyecto de decreto supremo por el cual se disponía, en síntesis, que los empleadores del régimen laboral de la actividad privada debían tener un registro permanente de control de asistencia en el cual los trabajadores firmarían al ingresar al centro de trabajo y al retirarse de él, y que deberían exhibirlo cuando lo requirieran las autoridades administrativas de trabajo, los jueces, la organización sindical y el propio trabajador.

El ministro de Trabajo Almerí Veramendi hizo completar la forma legal del proyecto y con otros documentos lo llevó al despacho con el presidente de la República, que era Alejandro Toledo. Este recibió las explicaciones de Almerí y firmó el decreto, que fue publicado al día siguiente en el diario oficial (5 de abril de 2006).

Los trabajadores y sus organizaciones tardaron en informarse de esta norma y de su importancia. En cambio, las organizaciones de empresarios, que cuentan con equipos de expertos en asuntos laborales, reaccionaron de inmediato y pidieron su derogatoria. Más iracunda y exigente fue la actitud de los funcionarios a cargo de las entidades del Estado con trabajadores en el régimen laboral de la actividad privada. Su presión se desbordó en una reunión del Consejo de Ministros en el que casi todos los ministros pidieron a gritos la derogatoria de la malévola norma. Toledo los miraba, preguntándose tal vez cómo pudo haber metido la pata. Finalmente, dispuso que el presidente del Consejo de Ministros se reuniese con los ministros para estudiar el asunto y propusiera lo que resultara conveniente.

La reunión se llevó a cabo en el local de la Presidencia del Consejo de Ministros, una antigua casona situada en la avenida 28 de Julio de Miraflores. El ministro Almerí se excuso de asistir por tener que viajar fuera de Lima y me pidió que lo representara con el Director de Asesoría Jurídica del Ministerio.

Los ministros se sentaron a los lados de una larga mesa y Pedro Pablo Kuczynski ocupó una cabecera. En la segunda fila se apiñaron los jefes de las instituciones públicas y de algunas empresas del Estado. Sus discursos fueron de tono y contenido dantescos: las empresas quebrarían porque con ese decreto tendrían que pagarles horas extras a sus trabajadores; se ausentaría la inversión privada y la economía se precipitaría en caída libre; y lo más dramático, en el presupuesto público no se había previsto egresos por horas extras y sin el concurso de ese trabajo gratuito la maquinaria estatal se paralizaría. Los jefes de las instituciones públicas exigieron a coro la derogatoria del decreto y, entre ellos, la jefa de Aduanas reveló sin ningún escrúpulo que su entidad nunca había perdido ni un juicio por horas extras y que si el empleado no quería trabajarlas tenía las puertas bien abiertas para irse. Un murmullo de feria aprobó estas palabras. Pedro Pablo Kuczynski los escuchaba en silencio. Cuando se agotaron las intervenciones de esa burocracia, pedí la palabra.

—Hay una norma en la Constitución Política —dije— que limita la jornada y la semana de trabajo. Pregunto ¿se le acata o se le infringe? Y seguí: el decreto de control de asistencia está ya en la calle, y los trabajadores lo han incorporado como un activo. (Exageraba, pero tenía que valerme de este argumento.) ¿Se lo quitarán? La jornada de ocho horas fue conquistada hace casi cien años con una huelga que paralizó Lima. ¿Quieren otra?

Kuczynski se inclinó hacia una funcionaria algo robusta y con una peluca a lo garzón, que era al parecer una consejera, y le cuchicheo algo.

La consejera dijo entonces:

—Como el presupuesto vigente no ha previsto el pago por horas extras, el decreto podría aplicarse en la administración pública recién a partir del 1º de enero del año próximo.

Pedro Pablo Kuczynski me dirigió la mirada, como en una negociación. Yo le hice un gesto afirmativo.

—Queda así entonces —dijo—. Se levanta la sesión.

El 4 de junio de 2006 se publicó el decreto supremo que disponía esa medida, corrigiendo en tal sentido el anterior decreto. Y así el control obligatorio del tiempo de trabajo quedó en vigencia.

Pedro Pablo Kuczynski había demostrado ser un hombre serio y poseer la estatura de un estadista.

Moraleja jurídica: en ciertos casos, no bastan las normas de fondo para el goce de tales o cuales derechos. Se requiere complementarlas con reglas de procedimiento para evitar que les saquen la vuelta.

(14/5/2016)

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Por - Publicado el 21-04-2016

El modelo económico actual se basa en las ganancias de las grandes empresas.1 Éstas, las que están y las que vienen atraídas por las ganancias, invierten y ganan, y de sus ganancias reinvierten, con lo cual el negocio crece y con él lo que usualmente llamamos «la economía».

Para aumentar esta atracción por la ganancia, los gobiernos de turno les ponen hartas luces verdes, con lo cual por supuesto que ponen luces rojas a otros agentes. La libertad de otros acaba donde comienza la libertad de las grandes empresas.

  1. Así, las ganancias aumentan a costa de los trabajadores, que la tienen difícil para sindicalizarse, pueden ser despedidos expeditivamente, y se les recorta cualquier beneficio que tengan que pagarles los empresarios.

    Y el gobierno de turno vigila que las ganancias aumenten por esta vía, siempre optando preferencialmente por las empresas en contra de los trabajadores.

  2. Las ganancias aumentan a costa del medio ambiente y de las comunidades vecinas, facilitándoles a las empresas que hagan «estudios de impacto ambiental» amañados, cambiados, hechos por empresas socias.

    Y el gobierno de turno vigila que las ganancias aumenten por esta vía, siempre optando preferencialmente por las empresas en contra principalmente de los campesinos e indígenas.

  3. Las ganancias aumentan a costa de los impuestos que las empresas deben pagar al estado (las empresas logran sus ganancias también gracias al uso de infraestructura pública). Los gobiernos de turno les rebajan los impuestos a través de diversos mecanismos, como exoneraciones tributarias, contratos ley, depreciaciones aceleradas, «obras por impuestos», etc.

    Y el gobierno de turno vigila que las ganancias aumenten por esta vía, siempre optando preferencialmente por las empresas en contra de la ciudadanía que paga sus impuestos completos y gracias a la cual estas empresas pueden operar en el país.2

  4. Las ganancias aumentan a costa de los consumidores, cuando las grandes empresas cobran precios de monopolio por sus servicios: tarifas elevadas por servicios públicos, altas comisiones por el mantenimiento de fondos de pensiones, tasas de interés sobrecargadas, etc.

    Y el gobierno de turno vigila que las ganancias aumenten por esta vía, siempre optando preferencialmente por las empresas en contra de los consumidores.

Se trata, pues de un modelo económico desproporcionadamente orientado hacia las grandes empresas privadas, so pretexto del crecimiento. El objetivo de la economía a nivel social no es el crecimiento. El crecimiento es un medio, no un fin. El objetivo de la economía es aumentar el bienestar de los integrantes de una comunidad. No se trata de tener un estado al servicio de la gran empresa privada, pensando que lo que es bueno para la gran empresa privada es bueno para la sociedad, pues no es así. Tiene que haber un óptimo, un punto medio entre el incentivo a las empresas a invertir y el bienestar de los toda la comunidad nacional: trabajadores, campesinos, indígenas, ciudadanos, consumidores, no sólo los grandes empresarios.

Y los resultados saltan a la vista. Tenemos crecimiento, recién en los últimos años, gracias principalmente a los elevados precios de las materias primas (hoy elegantemente llamadas «commodities»). Durante el fujimorismo no hubo crecimiento ni se redujo la pobreza (hubo primero una subida y al final, una caída, dejándose todo casi igual). El crecimiento y la reducción de la pobreza recién ocurren a partir de mediados de los 2000, pero los salarios nunca recuperaron el nivel que tenían en 1973. Y es un crecimiento que lo experimentan tanto países de modelo neoliberal como países de modelo «chavista», pues ambos son exportadores de materias primas. No se trata, pues, de un crecimiento «gracias a este modelo».

Resulta pues que estamos ante un modelo inercial, facilista, sesgado hacia las grandes empresas, y sobre todo en agotamiento, que se derrumbará el día que caigan los precios de la materias primas, que ocurrirá tarde o temprano, como ocurrió antes con el guano y el salitre, el caucho o en la crisis de los 1930s. Generosamente se les llama ganancias, pero en muchos casos en realidad se trata de una renta por la extracción de recursos naturales. En esos casos estamos ante la renta de la tierra, no ante una verdadera ganancia capitalista. Estamos en una época del guano con esteroides y celulares.3

El debate no debería ser ya si cambiamos de modelo porque el que tenemos es maravilloso, como pregonan los voceros oligárquicos más oscurantistas y retrógrados, sino comenzar a delinear las bases de un modelo alternativo.

  1. Una versión previa de este post apareció primero aquí, en Facebook. Es un post en referencia a este artículo de opinión:

    El maldito “modelo económico”, por Roberto Abusada Salah
    Este régimen económico ha transformado al país, cortado la pobreza a la tercera parte y disminuido la desigualdad.

    y continúa las ideas expresadas en estos dos posts:
    Los cinco mitos de Althaus
    ¿Cuándo creció el Perú? []

  2. Añadiría que un caso especial de 3 ocurre cuando el estado abandona su actividad empresarial, para traspasársela a empresas extranjeras, privadas o estatales, que no operan bajo la lógica de la reinversión en el país, sino de la extracción de las ganancias generadas en el país hacia otros países. El crecimiento ocurre cuando las empresas extranjeras traen inversión, pero se va cuando las empresas extranjeras se llevan sus utilidades y no las reinvierten. []
  3. Esa es otra. Se hace pasar el impacto positivo en el campo peruano por el uso de celulares, como un logro del modelo económico neoliberal. []
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Por - Publicado el 04-04-2016
«La historia no se repite; rima»
Mark Twain

Verónika Mendoza pasaría a la segunda vuelta.1

1. Si es así, ¿podría ganarle a Keiko Fujimori?
2. Y si es así, ¿cómo sería su gobierno?
3. Y si es así, ¿cuán deseable sería desde un punto de vista contestatario que Mendoza gane la segunda vuelta y gobierne?

1. Viendo lo ocurrido en las elecciones del 2011, y luego en su rol opositor desde entonces, en que logró formar una alianza para quitarle al humalismo la directiva del congreso, está claro que el fujimorismo tuvo y tiene una mayor capacidad de formar amplias alianzas. Humala en la segunda vuelta de 2011 sólo pudo conseguir el apoyo de un todavía alguien Toledo, a nivel partidario. La mayoría de partidos apoyó a Fujimori. El apoyo importante de Humala fue el de Vargas Llosa, que lo potabilizó con la clase media limeña, sacrificando en algo el voto del Perú no limeño, como vimos en este post.

En una segunda vuelta, no está en duda que Mendoza, en su afán de ganar, tendría que anunciar una suerte de Hoja de Ruta.

Lo que estaría por verse son los términos de la misma. Para comenzar tendría que recurrir al apoyo partidario de Acción Popular, sucedáneo del toledismo (a su vez sucedáneo de Acción Popular), partido con el cual ya existe una alianza en el congreso. A esto se sumaría el apoyo del humalismo, definitivamente interesado en que no gane el fujimorismo, acaso un apoyo gubernamental sin influencia electoral.

Eso no le sería suficiente a Mendoza. La derecha apretaría sus tenazas sobre ella, acusándola por un lado de terruco-chavista y por el otro de corrupta-lavadora de dinero chavista. Ante eso, Mendoza necesitaría algo similar a lo que necesitó Humala en 2011. ¿Aceptaría Vargas Llosa apoyar a Mendoza? Pues, depende de las condiciones. A Vargas Llosa no le interesa que gane el fujimorismo, pero no otorgará su acreditación de aceptable a Mendoza, si no tiene las garantías de que Mendoza no va a hacer chavismo. Y para tener esas garantías pedirá cosas muy concretas, comenzando por la política económica. Lo primero que pedirá será la cabeza de Dancourt y su gente. Si no le dan eso, Vargas Llosa verá la elección entre Mendoza y Fujimori como elegir entre el cáncer y el sida y no se quemará a apoyar nada. Es decir, para ganar las elecciones, Mendoza tendría que repetir lo que hizo Humala en 2011 (una volteada temprana, que por cierto, fue aprobada y apoyada por Mendoza).

Desde luego que la cúpula del Frente Amplio podría no aceptar estos términos. Al fin y al cabo, ya no se trata de izquierdistas empotrados en el humalismo, sino de izquierdistas que dirigen su propio frente. Deberían obtener algo más de lo que obtuvieron como aliados de Humala. Ellos podrían contraproponer que su gente se quede, pero que lleve a cabo políticas neoliberales. Al fin y al cabo, varios de los de su equipo ya lo han hecho, Dancourt en el toledismo a comienzos de los 2000 (y en el 2011 Dancourt fue economista del equipo de Toledo y sólo en la segunda vuelta se incorporó al equipo de Humala) o Campodónico, que fue el economista de Castañeda o Francke, quien fue alto cargo en el fujimorismo. Total, más importante, para ellos, es su gente que las políticas. Quedaría por ver si Vargas Llosa aceptaría esos términos. Probablemente no. También es cierto que Vargas Llosa tiene menos influencia a nivel social que antes, pero también conserva alguna influencia clave en el sector caviar, centrista, macartista de la clase media y alta limeña. Y también es cierto que a nivel de equipos técnicos hay una mayor diversificación. Para hacer neoliberalismo, no es necesario gente de apellido Berckemeyer, Miró Quesada o Garrido, pues hay gente de apellido Carranza, Castilla o Segura.

Pero aquí también hay que considerar que quien manda no es precisamente Vargas Llosa, sino directamente el Departamento de Estado. Los Wikileaks sugieren que ni bien Mendoza pase a la segunda vuelta, tendría su reunión con la gente de la embajada de los EEUU (si no la ha tenido ya), que querría despejar dudas sobre lo que implicaría un gobierno de Mendoza.2 Ahí vendrían las verdaderas negociaciones y Mendoza tendría que dar garantías muy concretas, acotando su programa. Mendoza podría insistir en que Conga y Tía María no van (con lo de Espinar más). Al fin y al cabo, se puede hacer neoliberalismo sin Conga y sin Tía María. Pero, ¿por qué la embajada atracaría algo así, si puede sacar más en términos netos auspiciando a Fujimori? Como en los noventas, este también es un tema de lucha de tendencias en el seno de las agencias de los EEUU. Algunas están más interesadas en soluciones militares y prohibicionistas al narcotráfico y en los intereses mega empresariales; otras agencias inciden más sobre los formalismos democráticos. Suelen ganar las primeras, si la hacen bien, como cuando apañaron a Fujimori a comienzos de los noventas, pero si hacen mucho escándalo, acaban por ganar las segundas, como cuando hicieron caer a Fujimori a fines del los noventas y el 2000. A ver cuál gana esta vez.

2. El humalismo ha demostrado que una hoja de ruta es una total concesión al neoliberalismo, pero que aún así la derecha oligárquica ataca y demuele con todo. No por concederles algo, o todo, dejan de sentirse que están ante un gobierno comunista (ver el reciente artículo del numerario del Opus Dei y ex mano derecha de Pedro Beltrán, Arturo Salazar Larraín, quien asegura que el gobierno de Humala es un «segundo socialismo castrense»).

Ninguna hoja de ruta que conceda Mendoza evitaría la total y diaria demolición de El Comercio, P21, Correo y sus canales de television. Le caerían con todo y más fuerte que a Humala, Heredia y Villarán juntas. En el Frente Amplio, ya podrían preguntarse cuál es su incentivo para dar concesiones, aparte de ganar, si igual los van a demoler. Ante eso, tal vez sería mejor no dar concesiones y chocar con los poderes fácticos en serio, arrebatándoles al menos parte del poder. Así valdría la pena que se quejen igual, pues se redistribuiría en alguito el poder.

Esta situación colocaría a un posible gobierno de Mendoza en una situación similar a la del gobierno Humala: cercado por todos lados, en jaque permanente, llevando a cabo las políticas que vegetativamente van siendo diseñadas para la región desde las multilaterales, atacado por la derecha oligárquica, en una situación de una izquierda organizativamente débil. Sería en buena cuenta una continuación del humalismo con otros personajes.

3. Definitivamente una cierta continuación del humalismo sería mejor, menos peor, desde un punto de vista contestatario que el regreso del fujimorismo, con Alberto Fujimori presenciando libre, entre vítores, la toma de mando de su hija. Sería menos peor como opción que gane la segunda vuelta y como gobierno.

En todo esto hay un tema de fondo. No se pueden hacer cambios sociales sin un apoyo mayoritario y una mayor organizacion del movimiento social. En América Latina los gobiernos de izquierda han necesitado de una sólida organización social para hacer cambios sociales venciendo la resistencia del poder fáctico, es decir, de la clase dominante oligárquica. En su defecto, han necesitado crear esta organización desde el poder, un empoderamiento de las clases trabajadoras. Pero en el Perú la oligarquía sabe muy bien de qué va todo esto, e históricamente ha bloqueado cualquier fortalecimiento social que eventualmente le fuera a arrebatar el poder. Nunca ha dejado que se le escape ninguna rendija que deje entrar la luz en su mundo oscurantista y retardatario.

En el Perú, el postfujimorismo está quedando como una etapa histórica en la cual el voto se va radicalizando y logra elegir gobiernos, pero éstos hacen más de lo mismo y más bien resulta siendo el fujimorismo el fortalecido. La oligarquía, particularmente con el humalismo, entró en una dinámica de microdemolición a cada paso que daba el gobierno, que no dejó que se haga ya no digamos un cambio grande, sino al menos un cambio pequeño que permita hacer eventualmente un cambio grande. Lo que sí es claro es que la demanda de cambios sociales sigue ahí, acumulándose, embalsándose para reventar furibundamente en algún momento.

  1. Este post salió ayer en FB, aquí. []
  2. Cuando este texto fue escrito, Mendoza ya había tenido su reunión con el embajador de los EEUU Brian Nichols, aquí. []
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Por - Publicado el 24-01-2016

1. Atarante. Haga preguntas cortas que requieran respuestas largas. En medio de la respuesta, interrumpa, haga más preguntas, cambie de tema. Así dejará la impresión de que la entrevistada no tiene cómo responder a su pregunta y no sabe nada del tema.

2. Aterre. Lleve cada respuesta del entrevistado al absurdo o al estereotipo. «Ah, o sea que ustedes proponen una dictadura como en Corea del Norte». «Ah, o sea que ustedes proponen políticas populistas que llevan a la hiperinflación». «Ah, o sea que ustedes proponen ahuyentar la inversión». «Ah, o sea que ustedes apoyan el terrorismo». Garantice que el entrevistado no pueda levantar la acusación interrumpiéndolo y haciéndole más acusaciones.

3. Evite centrar el tema en los puntos fuertes del entrevistado. Si el entrevistado es un técnico, lleve el tema a la política. Si el entrevistado es un político, lleve el tema a lo técnico.

4. Haga preguntas falsas. «¿Dejarán de ahuyentar la inversión que tanto necesita el país?» (Responda «sí» o «no», el entrevistado se verá forzado a reconocer que ahuyenta la inversión). «¿Están ustedes a favor de las privatizaciones o se oponen al crecimiento del país?» (Falacia del tercero excluído. Sólo se presentan dos opciones, cuando hay más). Y si no responde la pregunta, acúselo de evadir una respuesta, o simplemente de negar los hechos.

5. Distraiga a la entrevistada con acusaciones personales. Que la entrevistada pierda tiempo respondiendo acusaciones para que nunca pueda hacer su propuesta. Incluso si responde bien a las acusaciones, quedará una sombra de duda sobre su persona.

6. Apodérese de la realidad. No le dé al entrevistado ninguna posibilidad de discrepar fácilmente con la imagen de la realidad que usted dibuja. Y si lo hace, que pierda tiempo refutándolo. No le pregunte sobre cómo ve la realidad. Afirme de frente que está demostrado el modelo económico actual es el que más le conviene al país, que ha traído un gran crecimiento, una gran redistribución y una gran reducción de la pobreza. Que la respuesta de su entrevistado gire en torno a intentar refutar esta afirmación. Siempre es más difícil plantear una idea en relación a una afirmación previa que plantearla libremente.

7. Haga enojar a su entrevistada. Píquela con acusaciones hasta que pierda los papeles y levante la voz. Usted también levante la voz, pero quien siempre perderá en imagen es ella, no usted.

8. Embosque. En medio de cualquier explicación de su entrevistado, pase imágenes que ilustren lo contrario a lo que éste señala, interrumpa y dé la palabra a un entrevistado sorpresa que está en la línea telefónica y deje malparado a su entrevistado.

9. Dos contra uno. Una forma de garantizar que su entrevistada quede siempre arrinconada es hacer la entrevista con algún colega que comparta sus criterios y que sea tan incisivo como usted con el entrevistado. No le den ningún respiro al entrevistado. Ametrállenlo con preguntas e interrumpan todas sus respuestas.

10. La casa gana. Cuando su entrevistado se haya ido, siga hablando del tema y refutándolo. Desde luego que así su entrevistado no podrá responder a nada, usted redondeará sus ideas (las de usted y de su empleador) y consolidará una mala imagen en su entrevistado.

[Publicado antes en Facebook aquí.]

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Por - Publicado el 30-12-2015

No es un libro para tomarse en serio. Existen diversos análisis sobre la izquierda hechos por otra gente de derecha escritos con mucho mayor fundamento, que sí citan bien a sus fuentes, que tienen alguna especialidad en algo, y que sobre todo están mucho mejor escritos. Este libro está escrito con el hígado; supura bronca y complejos, acusaciones personales y descalificaciones en cada línea que uno lee. Es el boquillazo que precede a una mechadera convertido en libro.

Ni siquiera vale la pena perderse en las comidillas que va soltando, pues no es ninguna fuente confiable, ni cita con rigurosidad. Allá los reseñadores ayayeros que se pierden en buscar precisiones en estas comidillas como si éstas fueran algún aporte a algo.

Al autor, obviamente acostumbrado a escribir pequeñas columnas, le queda grande escribir un libro. Uno siente estar leyendo sus columnas de opinión en un formato grande e interminable. Es como ver a un jugador de fulbito, experto en pequeñas gambetas y sin físico para correr más, totalmente desubicado en una cancha de fútbol. Es un libro repetitivo y nada original, totalmente prescindible y por sobre todo que no tiene las de lograr su objetivo cual es supuestamente advertir al público sobre lo nocivo que es la izquierda para el Perú. Desde luego que tal mensaje le hace muy pero muy poca mella a la izquierda peruana. Por el contrario, gente como el autor contribuye mucho a esclarecer las cosas. Larga vida y que nunca pare de escribir como lo ha venido haciendo.

El mensaje del autor, cual gran catón, es que la izquierda debe desaparecer del país porque le ha hecho mucho daño. Arranca señalando dos debacles de la izquierda: el cierre de la revista Quehacer de DESCO (¿?) y el fracaso de Susana Villarán en la municipalidad de Lima. Se equivoca en lo primero. Quehacer había dejado de ser una revista de izquierda hacía ya mucho tiempo. Había apoyado al fujimorismo en los 1990s. Cerró porque no tenía nada que aportar. El fracaso de Villarán es connotado como un fracaso de la izquierda, sobre todo cuando ella logró no ser revocada a diferencia de sus regidores. Pero esa salvada quedó en nada al ocurrírsele ir a la reelección, y con “Diálogo Vecinal”, con lo que acabó personalizando su fracaso y mostrándose como muy oportunista, imagen que ha consolidado con su reciente integración a la plancha de Urresti. En una izquierda plural fracasa una opción y surge otra, no se fracasa necesariamente en bloque. Su fracaso claro que perjudica a la izquierda en general, pero es una situación remontable. Más aún cuando la derecha no tiene nada mejor que ofrecer.

El libro continúa con un recuento de “lacras izquierdistas” que la izquierda fue una gran asesina, que el modelo económico velasquista es un sida, que la izquierda está en decadencia intelectual, más un “testimonio de parte”. En este último acápite cuenta cómo la izquierda lo agredió durante toda su vida:
“Soy un ‘hijo de la revolución’ velasquista, así que de niño vestí uniforme escolar único como si fuera militar, tuva a Papá Noel y Mickey Mouse prohibidos y me ahogaron con un país cerrado al exterior y una televisión gris y repleta de discursos militares con transmisión ‘en cadena’ (en todos los canales en simultáneo).”

Y por supuesto, también lo agredió Sendero Luminoso y el MRTA. Humala amenazó regresar toda esa bazofia a su vida desde el 2006. Dice. Luego sigue un horripilante y olvidable recuento histórico sobre la izquierda peruana que concluye con que el “tumor” de la izquierda está derrotado, disperso y sin apoyo electoral. Pero claro, ahí viene su discurso sobre el “electarado” que por ahí acaba apoyando a opciones izquierdistas. La úlitma frase no tiene desperdicio:

“La izquierda local es un cóccix extra large, un vestigio inmenso de ese rabo que tuvimos los humanos cuando fuimos simios, un atavismo arcaico que tan solo nos ha traído desgracias. Una tragedia y una maldición”.

Y tampoco lo tiene su Post Scriptum titulado “Gracias (periodísticas) totales” dedicado a varios izquierdistas, pero también a otros nada izquierdistas:

“A Juan Carlos Tafur, zahorí colega que se entusiasmó con la respuesta a Lauer y me convenció para que escribiera semanalmente una columna

A Eduardo Carbajal Arenas (EC) y Luis Agois Banchero (EPENSA), que me despidieron, in motivo aparente o relevante, de trabajos muy queridos en periódicos.

A Carmelo X (no recuerdo su apellido), un editor del diario económico español Expansión, quien luego de una entrevista en diciembre de 1991 aseguró a un ilusionado y joven recién graduado que todo estaba OK para ese puesto de redactor y que lo llamarían esa semana…”

El denominador común para esta dedicatoria es el odio, no importa que se trate de gente de izquierda o de derecha. De hecho los maltratos más directos los sufrió el autor de parte de gente de derecha. Pero claro, haciendo un balance, finalmente lo trataron y lo siguen tratando más o menos bien. Suena a que si el autor del libro hubiera sufrido más episodios de maltrato de parte de la derecha, particularmente durante su niñez, en vez de ser anti-izquierdista habría sido un furibundo anti-derechista.

¿Por qué escribir un libro así? Ocurre que ya pasó la “época de oro” del autor, como director de Correo, y necesita un relanzamiento personal. Hoy el autor lleva muchas banderillas en el lomo. Su discurso está gastado. Sus broncas personales no despiertan interés en sus posibles empleadores que entienden que es alguien conflictivo y no confiable. Lo botan de Correo y se da nivel inventándose una conspiración brasileña para sacarlo. Todo su discurso tiene más valor de entretenimiento, para la derecha y a veces para la izquierda, que de esclarecimiento. Y es un discurso nada consistente: ha pasado de ser algo anticlerical a ser totalmente clerical, se ha mostrado en su rol más represivo, con incoherencias estatistas y dirigistas dentro de su supuesto liberalismo. Es un columnista asilado con una columna en P21, después de haber salido de El Comercio. Su programa televisivo ha salido del horario estelar del domingo por la noche para ser reubicado en la mañana.

Se nota que es una persona que no trabaja bien en la adversidad y que está muy interesado en que su libro sea aclamado para recuperarse de lo dolido que está por su caída de Correo.

¿Le funcionará?

Todo dependerá de si en la derecha hay cama para tanta gente. Con el nombramiento de Berckemeyer y Garrido en El Comercio y P21 ya quedó claro que la derecha tiene otros cuadros jóvenes mucho más preparados que el autor y sobre todo que sí son de la casta oligárquica. Al lado de ellos el autor es un antiguo guardaespaldas del cual tal vez la derecha no tenga ningún problema de prescindir. Ojalá que eso no ocurra y tengamos Aldo Mariátegui para rato.

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Por - Publicado el 30-12-2015

Con una veintena de campañas presidenciales más miles de campañas individuales para congresistas se crea una realidad política mediática distanciada de la realidad social y económica. Un gran circo electoral en que se pierde para la comprensión general lo esencial. Ya no hay contradicción principal ni secundaria. Y más aún cuando la tradicional oratoria demagógica les ha cedido el paso a los ritmos y bailes rodeados de peluches y muñecos de arrejuntamientos abiertamente oportunistas y sin principios. Es una hiper-enajanación. La imagen del opio del pueblo se queda corta para graficar lo que se avecina. Y desde luego, entre tanta dispersión, no falta el discurso inteligentón marisabidillo que declara que las contradicciones del capitalismo ya fueron, que hay que resignarse a lo que hay como muestra de una supuesta madurez o seriedad.

¿Cómo encontrar un hilo conductor que dé algún mínimo criterio orientador entre tanto laberinto?

Pues ir al tema de fondo.

El poder en el Perú lo sigue teniendo una oligarquia relanzada en los años 1990s en alianza con el poder de empresas extranjeras apoyadas por las embajadas de sus paises. Y este poder lo tiene pues ganó la partida, lo reconquistó tras el intento reformista militar de los 1970s y los intentos de ir más allá de este reformismo en los 1980s, intentos tanto electorales como insurgentes. Desde luego que la derrota no fue sólo de esas opciones políticas: perdieron las clases trabajadoras, ganó la clase oligárquica. Ahí están las privatizaciones corruptas y la consolidación de nuevos grupos económicos , el recorte secular de derechos laborales, el poder ilimitado de las grandes empresas de las comunicaciones, el relanzado poder clerical. Esta situación fue desafiada en parte en los años 2000s. Como la organización social y política estaba destruída y ganada por la resignación y el oportunismo, las asonadas contestarías, a nivel político, vinieron de los soldados veteranos de la guerra contrainsurgente. A diferencia de lo ocurrido con la insurgencia de los 1960s, en que los militares vencedores, sensibilizados y devenidos en contestatarios fueron coroneles, los militares vencedores de la insurgencia de los 1980s que se sensibilizaron socialmente fueron capitanes, que tuvieron que ganarse el apoyo electoral, al no tener el poder de dar un golpe de estado. Los ejecutores del “trabajo sucio” de la guerra resultaron tener un rol de vanguardia política contestataria. Una asonada en Locumba y otra en Andahuaylas fue su carta de presentación social y política en tiempos de post-guerra. Un pueblo sin sindicatos ni partidos fuertes vio en este segmento social y político una tabla de salvación, que podría revertir una situación en que la oligarquía más reaccionaria de las Américas más las embajadas extranjeras hacían y deshacían en un reconquistado Perú. Así surgió el humalismo, que acabó llegando al gobierno y renegando inmediatamente de sus promesas electorales. Con esta volteada se malversó todo un proceso de acumulación de fuerzas sociales y políticas. Muy al estilo de Fujimori con su promesa de no-shock en 1990: si en 1990 la moraleja era “si hasta los que prometen no-shock hacen shock, será que ese es el único camino posible”, pero con el neoliberalismo como único camino posible. El sistema ha sido capaz de entronizar este mensaje en prácticamente todas las fuerzas políticas existentes. El sistema político es como un servicio de cable con un montón de canales nada interesantes, que deja en el usuario la imagen de una inexistente variedad. Más aún, con la volteada de Humala hubo menos congresistas comprometidos con el movimiento social que durante el alanismo. Los que antes se opusieron tenazmente al baguazo, acabaron respaldando al gobierno en Cajamarca, Espinar, Tía María y en la ley pulpín. Un gran retroceso. Sin embargo, las contradicciones sociales siguen allí. No han desaparecido. Y sigue ocurriendo que la propia voracidad del sistema es la mejor incubadora de futuros levantamientos.

Tomará tiempo reconstruir y relanzar una organización social que defienda los intereses populares. Y más tiempo aún tomará que esta organización pueda trascender la reinvindicación social y lograr un efecto de tipo político. Igual está la coyuntura electoral y algo se puede hacer mientras ésta dure. Dadas las listas de candidatos/as no es que haya una opción que garantice un cambio de rumbo en el Perú.

¿Qué hacer?

Avancemos algunas ideas-fuerza:

– Obligar a que los candidatos se pronuncien sobre el modelo económico que rige en el país. Algunos puntos: 1. derechos laborales y sociales, de trabajadores, campesinos e indígenas, 2. relanzamiento de empresas estatales peruanas, en particular en industrias con fuerte presencia estatal extranjera y 3. programas sociales universales, 4. soberanía nacional, basta de intervención extranjera en el Perú. Es importante diseminar ideas-fuerza alternativas y contrarias a las impuestas por el neoliberalismo. Intentar que el debate esté en los temas de fondo y no en los ataques de campaña.

– Voto estratégico y apoyo al mal menor a nivel presidencial, desde luego sin dejar de criticarlo. Dado el diseño electoral, no tiene mucho sentido perder el voto en partidos sin opción de hacer alguna diferencia. Como en el billar, cuando no se puede ganar en la siguiente jugada, se debe dificultar que sea el oponente el que gane. Tal vez el voto que se perdería en apoyar opciones sin posibilidad de ganar sí pueda servir para determinar quién pasa a la segunda vuelta, con lo cual se puede orientar en algo esta segunda elección. Esto es un poder real. Este voto se irá delineando a medida que avance la campaña electoral.

– Voto cruzado. Menos mal que hay voto preferencial y no hay que votar por el orden determinado por los partidos, es decir, en muchos casos por el poder del dinero y en otros por el poder de las cúpulas partidarias. Si se vota estratégicamente a nivel presidencial, se puede votar por candidatos/as que al menos estén dispuestos a defender un par de reinvindicaciones populares: apoyo la resistencia antimegaminera, a los sindicatos, que se opongan a la presencia de tropas extranjeras en el Perú, etc. Dado el oportunismo reinante, difícilmente existirá alguien que apoye consecuentemente todas las reinvindicaciones sociales y políticas existentes. Como ya se vio con el humalismo, existe el riesgo real que los candidatos que se presentan como muy contestatarios acaben siendo los mejores defensores del sistema. Pero al menos que apoye algunas. Al menos debería recuperarse una bancada o un sector de congresistas que sintonice consecuentemente con algunas de estas demandas. Y dada la dispersión política electoral existente, estos congresistas podrían estar en diferentes partidos.

– Alerta social y resistencia. Como estamos ante un horizonte de derecha, y la oligarquía lo tiene muy claro, tratarán imponer una relanzada agenda de recortes de derechos laborales y sociales y de más concesiones y ventajas a los más poderosos, ni bien asuman el gobierno, en los primeros 100 días. Harán como Fujimori en 1990 con el no shock, quien se compró el apoyo de la “izquierda” mintiendo y a cambio de algunos ministerios, algo que también se vio con Humala. La diferencia es que Fujimori encontró una total desorganización, pero Humala se topó con un movimiento organizado a nivel social como a nivel político, con un gobierno regional (en Cajamarca) en sintonía con el movimiento social. Un nuevo gobierno de derecha entrará con bríos reformistas neoliberales, con la misma tecnocracia, la misma oligarquía gobernante y las mismas embajadas interventoras. Es a este poder fáctico al que hay que tener bien vigilado. Incluso si la arremetida no es de golpe y es gradual, contenida en pequeñas arremetidas “sectoriales”, la resistencia social es crucial.

Para la discusión.

(Este post apareció primero en Facebook, aquí).

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Por - Publicado el 21-12-2015

Finalmente Carlos Iván Degregori junto con Carlos Tapia y otros pasarían a la acción. De ser “intelectuales orgánicos” a las organizaciones campesinas , como la CCP, en una agenda insurgente, pasarían a ser “intelectuales orgánicos” a las fuerzas del orden, en una agenda contra-insurgente. A alentar y dar legitimidad social e intelectual a los “Comités de Autodefensa” contrasubversivos organizados por los militares. Una clara toma de partido por el estado en la guerra contrainsurgente. En el IEP se realizarían encuentros de rondas campesinas dirigidos por Carlos Iván Degregori, calificándolas éste de ser una ola democrática que va del campo a la ciudad.

Más aún, a comienzo del fujimorismo, a pesar de las violaciones de derechos humanos cometidas antes como después del golpe de 1992, Degregori y Tapia plantearían explícitamente un alianza con el estado. En las publicaciones de ambos, queda claro su apoyo al estado en su estrategia contrasubversiva como su falta de crítica a las violaciones de derechos humanos por el estado. Tanto Degregori como Tapia pintan una estrategia contrasubversiva de parte de los militares respetuosa de los derechos humanos, «autoritaria no-genocida». Un nuevo mito. Una idealización de lo que en realidad fue esta estrategia. Ninguno de ellos incluye en sus analisis condenas a masacres como la de Barrios Altos o de la Cantuta. Supuestamente ya no se producen masacres de parte del estado en el campo peruano. Incluso hay palabras de elogio a Fujimori. Ambos estaban activamente trabajando en el apoyo a los militares en su estrategia contrasubversiva, como consultores y asesores o como comunicadores intelectuales a favor de esta estrategia.

En esa línea, se dedican a debatir mediáticamente con los líderes de izquierda que cuestionaban al estado y al sistema, a defender ante ellos el plantemiento de una alianza entre la izquierda y las FFAA. También realizan encuentros con jóvenes, diseminando la idea de una «alianza» con la fuerzas armadas. Es por esos años que Degregori circula privadamente su ensayo de crítica a Flores Galindo.

En esos años, fines de los 1980s y comienzos de los 1990s hubo dos triunfalismos que marcaron a este sector de la izquierda. El primero fue el de la caída del muro de Berlín y el derrumbe del sistema soviético, que ablandó la crítica al capitalismo y fue asumido como un imperativo de aceptar el sistema y defenderlo. El segundo fue la aceptación del discurso fujimorista, que primero exageró el poder de Sendero Luminoso con el fin de hacer aceptable un golpe de estado y las políticas dictatoriales que le siguieron, y luego se presentó como el realizador de una política contrasubversiva inteligente y exitosa, ocultando masacres y escuadrones de la muerte. Este sector de la izquierda idealizaría y validaría la política contrasubversiva de los primeros años del fujimorismo, evitando criticarla en tiempo real. Luego, ya en la CVR cambiaría de discurso, criticándola dura y preferencialmente por sobre los gobiernos previos, llamados democráticos, en atención a las necesidades políticas de comienzos de los 2000s.

1. La reconversión hacia la senderología
Carlos Iván Degregori se reconvierte a la senderología a partir de sus artículos de opinión en el Diario de Marka, donde comienza opinando sobre muchas cosas, ver 1982: el “libio” Degregori. No es que opinara particularmente sobre Sendero Luminoso, ni que aportara una gran documentación sobre el tema. Opina sobre Sendero en la medida en que Sendero Luminoso se expandía y se convertía en un fenómemo sobre el cual todo analista político tenía que decir algo. De lo que Degregori sostiene a comienzos de los años 80s poco queda en su discurso posterior, expresado en sus documentos de trabajo y libros publicados por el IEP, principalmente con apoyo de la Fundación Ford. Ver Del mito revolucionario al mito oenegista.

Degregori era una suerte de esponja que absorbía lo que se decía en el ambiente y lo comunicaba mediante alguna singular fábula o metáfora. Y así como un día decía una cosa en forma categórica, al día siguiente por ahí decía lo contrario con alguna fábula opuesta y encima con sorna hacia quien afirmara lo que él mismo había afirmado antes. Como si nada hubiera pasado. Podía afirmar categóricamente que Sendero Luminoso era milenarista andino para luego asegurar que Sendero no era para nada milenarista andino. Podía afirmar categóricamente la necesidad de un proyecto que incluyera la lucha armada, para luego condenar a quien sugiriera la lucha armada como opción de la izquierda.

Este estilo fabulador, en contraste con un discurso de izquierda dogmático, formalista, lleno de clichés y frases hechas, transmitía en forma impresionista la idea de una amplitud y versatilidad de pensamiento. Desde luego que era sólo una impresión, pues Degregori se caracterizaba por un gran esquematismo conceptual. De la misma forma en que sentenciaba categóricamente que Sendero Luminoso era milenarista andino, un buen día se lanzaba con que Sendero Luminoso quisiera ser el equivalente de un «Túpac Katari colectivo», exclusivista y cerrado; mientras la Izquierda Unida debería ser un «Túpac Amaru colectivo», inclusiva y abierta. (23 de enero de 1983, El Caballo Rojo), aquí. Un senderista, andino, laborioso e independiente, deja las armas y va a Lima a ser microempresario. Un militar, criollo, ocioso y dependiente, un «pretoriano», deja las armas y va a Lima a ser guardaespaldas, aquí. Los manuales de marxismo resulta que conducen al senderismo, según Degregori, sin advertir que esos mismos manuales fueron leídos por las izquierdas más electoralistas del mundo, como la chilena o la francesa, italiana o española. Y entre las imágenes de Degregori no faltaban algunos «préstamos» como el «qué difícil es ser dios», obra de ficción soviética, de Arkadi y Boris Strugatski, aquí.

Quien rompe la baraja en la senderología local, como ya vimos aquí, es Henri Favre, quien con sus tesis sienta las bases lo que será la senderología posterior, particularmente la de Degregori, consistente en negar con todo que la insurgencia senderista fuera la expresión de una rebelión campesina. Era una rebelión lumpen, de una lumpen-intelligentsia, de masas de ex-identidades, «desindianizadas» y «descampesinizadas». Degregori le añade a esta visión, la idea de una «huída hacia adelante» senderista, ante sus fracasos en influir en el movimiento social, idea criticada duramente por Nelson Manrique, aquí. Degregori plantea desde comienzos de los 1980s la idea de «huída hacia adelante» senderista, pero la modifica, sin explicación alguna, como vimos aquí. Esta idea es planteada en diversos medios y documentos de trabajo hasta que la plasma en su libro «El Surgimiento de Sendero», que reconvierte del todo a Degregori en un senderólogo. El libro, si algo hace, es documentar el origen social y regional de Sendero Luminoso. No es un movmiento implantado en la región desde fuera, cual ocurre en buena parte con las guerrillas de 1965, sino que surge por las condiciones propias de la región. No es algo que no se supiera, como que Degregori se basa en materiales ya elaborados y publicados por otros autores, pero era un aporte de carácter histórico a la comprensión del fenómeno senderista. A nivel político, sin embargo, el libro fue utilizado por Belaúnde y sus seguidores, en plan de asegurar que el senderismo surgió durante y gracias al velasquismo y por lo tanto era un problema heredado por el segundo belaundismo.

2. Desenlace práctico: política contrainsurgente
La senderología fue una disciplina que siempre estuvo ligada a las entidades contrainsurgentes. Gustavo Gorriti claramente recurrió a fuentes policiales para escribir su conocido libro. Raúl González de Desco hizo muchos tempranos reportajes que salieron en Quehacer, pero después quedó claro que tenía vinculaciones con los organismos militares. Los senderólogos extranjeros, como David Scott Palmer y Cynthia McClintock, estaban claramente vinculados al diseño de política exterior de los EEUU, como el Departamento de Estado. Palmer era un conocido profesor de la «School of the Americas», la famosa «Escuela de Asesinos» donde se forman los golpistas y represores latinoamericanos. Degregori, como Tapia y otros, no fue la excepción a esta tendencia y por supuesto que fueron orgánicos al delineamiento de una política contrasubversiva de parte de las Fuerzas Armadas y policiales.

3. La definición de la izquierda a favor del estado
El sector mayoritario de la Izquierda Unida (IU), si bien se define en contra de Sendero Luminoso, mantiene un discurso antisistema, principalmente en sus bases. Sin embargo, el sector minoritario, que sigue a Alfonso Barrantes, apoya decisivamente a Alan García durante todo su gobierno, comenzando por renunciar a ir a una segunda vuelta en las elecciones de 1985. Y lo apoya en hechos críticos, como la matanza de los penales de Lima de 1986.

En los años posteriores en esta izquierda se da un debate que acaba con la división de varios partidos y finalmente con la división de la IU en el congreso de Huampaní de 1989. Ambos sectores participaban del juego democrático, pero un sector, el mayoritario, en el cual estaban los «libios» del PUM, acusado por el otro de «vanguardista-militarista», apostaba por la «autodefensa de masas» y finalmente, en el discurso, por realizar acciones armadas contra el estado. El otro sector, los barrantistas, entre los cuales estaban los «zorros» del PUM, tenía muy clara su opción a favor del estado, del capitalismo como sistema no sólo tolerable, sino deseable, estaba dispuesto a alianzas con García como con el fujimorismo, y desde luego que tenía muy clara su opción contrasubversiva. A este último sector pertenece Carlos Iván Degregori.

Durante los dos primeros años del fujimorismo, estos dos sectores mantienen sus discrepancias. Si en el senado Javier Diez Canseco denunciaba al fujimorismo por desacatar sus promesas electorales, quien le respondía con gran sarcasmo no era la derecha, sino el senador Edmundo Murrugarra, y el contrapunto eran retransmitido en horarios estelares en los noticieros gobiernistas. Murrugaba se burlaba de su ex-seguidor en VR por quejarse de haber sido engañado. Y a continuación defendía al gobierno y sus políticas económicas como necesarias.1

Por esos años, comienzos de los 1990s surgieron también publicaciones de diversos entonces ya no tan jóvenes «liberales de izquierda», que renunciaban a toda perspectiva anticapitalista como identificable a las ideas caídas con el sistema soviético, que asumían la defensa de un «capitalismo popular», que desde luego era encarnado por el fujimorismo.

Este clima de justificación del capitalismo y del gobierno que había desacatado su promesa electoral más importante, cual era la de no dar un «shock» económico, favorecía que desde la izquierda se apoyara la política contrasubversiva del gobierno. En octubre de 1990 Santiago Pedraglio esboza lo que después se constituiría en el discurso contrasubversivo «de izquierda», «democrático», supuestamente sin masacres de los militares ni escuadrones de la muerte, con apoyo de la ciudadanía, ante la letalidad, autoritarismo y totalitarismo de Sendero Luminoso (Pedraglio, Santiago 1990 «Seguridad democrática integral: armas para la Paz». Lima: IDL.) Aquí se adelanta como ideal una política contrasubversiva que luego el discurso de Degregori, Tapia y otros presenta como un ideal realizado.

4. La alianza de la «izquierda» con las FFAA: el debate entre Degregori y Diez Canseco
En marzo de 1992 las discrepancias entre estos sectores de la izquierda se exteriorizan en un debate entre Javier Diez Canseco y Carlos Iván Degregori en la Revista Sí. Diez Canseco plantea una «tercera vía» entre las FFAA y SL, criticándolos a ambos. Degregori critica a Diez Canseco por cuestionar «por igual» al gobierno y a SL y plantea una alianza entre la izquierda y las FFAA.

El asesinato de María Elena Moyano ocurre en febrero de 1992, y es el que da pie a este debate. Alguna gente de la izquierda, particularmente la del sector zorro que devino en barrantista al cual Degregori pertenecía, y ya estaba apoyando al gobierno de Fujimori, reacciona ante este asesinato planteando en forma abierta una alianza con las FFAA. Más aún, Degregori es quien gatilla el debate atacando a Javier Diez Canseco, quien había sido entrevistado por la Revista Sí, de cuyo consejo de redacción Degregori formaba parte.

El discurso de Degregori incide en modernizar a la izquierda ante la caída del muro de Berlín y del sistema soviético, aceptar la defensa del estado y del sistema capitalista. Era un discurso que asegura que las FFAA habían dejado de ser tan represivas, que la constitución de rondas paramilitares era una muestra de este cambio de política. En este discurso de lógica contrasubversiva, idealizador de las fuerzas represivas como del gobierno «democrático» de Fujimori, no se consideran hechos graves como los cometidos escuadrones de la muerte de Fujimori, ANTES del golpe de abril de 1992, tanto en Lima como en el Perú no limeño.

Este debate sería cortado pocos días después por el golpe del 5 de abril de 1992, que crea una nueva situación política. A pesar de este golpe, el planteamiento de coordinaciónde de la izquierda con las FFAA y la defensa del estado, continúa de parte del sector al cual pertenecía Degregori, y se consolida en una narrativa contrasubversiva de «izquierda», como se aprecia en las publicaciones de la época, de Tapia, Degregori o Pedraglio, como posteriormente en la CVR.

El lector o la lectora puede ver directamente el debate aquí. Los propios oponentes se expresan así:

Carlos Iván Degregori:

Este gobierno ha sido elegido y puede ser cambiado en elecciones. No sólo eso, existen espacios, derechos y mecanismos para presionar por cambios que, incluso en medio del actual colapso son infinitamente mayores que los que permitiría SL. Si no se aprovechan más es por incapacidad de los opositores – este año el presupuesto neoliberal se aprobó sin un mísero dictamen en minoría – que por naturaleza del régimen político. Porque la elección no es entre SL y las FF.AA., sino entre el proyecto totalitario senderista y este régimen político, que en buena parte fue conquista del pueblo a fines de los ’70s.
(…)
Lo asombroso es que estas FF.AA. violadoras de derechos humanos, aparezcan como el mal menor para los campesinos que, ante el colapso de otras instituciones estatales y la ausencia de partidos políticos, han optado por coordinar con los militares, sin pedir antes que haya «otras FF.AA. ¡Ellos que sufren sus características negativas más que nadie! Dice mucho de su pragmatismo, de su olfato político y, sobre todo, de la brutalidad de SL. A menos que se crea que los campesinos del Mantaro o Ayacucho son meros títeres manipulados por las FF.AA.

En realidad, luchar por transformar el país y derrotar a SL son tareas simultáneas, pero de distintos ritmos y plazos. La vida demuestra que la batalla contra SL es mucho más inmediata. Más aún, en muchas partes del país, es dentro de esa batalla que está surgiendo un Perú nuevo, de perfil inédito, que tal vez no nos guste pero que no podremos modificar ni criticar si permanecemos fuera. Tomar parte de esa batalla no implica arriar ninguna bandera sino ser coherentes con lo que en otros campos ya se viene haciendo de facto: coordinar con el Estado.

Se aducen, finalmente, razones pragmáticas para no hacerlo. Es difícil y a veces imposible coordinar con unas FF.AA.que siguen produciendo el mayor número de desapariciones en el mundo y con unas Fuerzas Policiales corruptas. Sí, es muy difícil. Pero la situación podría cambiar.

Javier Diez Canseco:

Defender este sistema y alinearse con estas Fuerzas Armadas no tiene nada de realista como opción de estrategia antisubversiva. Porque el «mal menor» que se nos plantea respaldar, el sistema actual y el régimen imperante es, francamente, demasiado malo.
(…)
En este sistema la «democracia» consiste en que el elegido haga exactamente lo contrario a lo que prometió para que voten por él, enfrenta a los otros poderes, hace caso omiso a las protestas sociales y no quiere cumplir las leyes. Y hay ahora nuevos grupos paramilitares que ponen sobres-bomba y asesinan, mientras seguimos siendo el país con más detenidos-desaparecidos y las torturas, asesinatos y masacres por parte de las «fuerzas del orden» continúan.

¿Este es el sistema que quieren que apoyemos? ¿Es respaldar este sistema injusto, autoritario, asesino, el camino para derrotar a Sendero Luminoso?

Seguimos pensando exactamente lo contrario: ese es el camino que más le conviene a Sendero. Es más ellos mismos lo han dicho en más de una oportunidad, que buscan que toda la sociedad se alínee así: a favor o en contra de ellos, a favor o en contra del actual sistema. Sólo dos caminos: Sendero Luminoso o el capitalismo en crisis. Abimael Guzmán coincide con Degregori y Rospigliosi, o mejor dicho: Degregori y Rospigliosi coinciden con Abimael Guzmán. ¿No se han preguntado el por qué de esta pasmosa coincidencia?

(…)
Se nos pretende decir que apoyar este sistema es respaldar todo lo bueno que debe ser en teoría y no lo malo que es en la práctica. Que respaldar a las Fuerzas Armadas no es respaldar sus «excesos», apoyar esta democracia no es aceptar los «excesos» presidenciales ni el programa económico.

Lamentablemente, la realidad va siempre antes que las teorías, y a veces sola. Así lo ve la población. Por eso, para quienes pregonan la tesis de que la izquierda debe apoyar a las Fuerzas Armadas, una gran pregunta que deben contestar: qué hacemos con el tremendo rechazo que tiene la población hacia este Estado y estas Fuerzas Armadas. «Sí es muy difícil, pero la situación podría cambiar», nos dice Degregori. Pero no lo ha hecho. Y la experiencia de las rondas de autodefensa en Ayacucho muestra, sin embargo, que esa política de colaboración con las FF.AA. no ayuda a este cambio: ahora las rondas paramilitares también cometen violaciones de derechos humanos y asesinan campesinos.

La realidad nos muestra que hay una unidad entre militarización y estrategia contrasubversiva violatoria de los derechos humanos, régimen político autoritario y aplicación del ajuste neoliberal. Unas y otras se refuerzan entre sí.

Y la respuesta de Carlos Iván Degregori:

Agradezco la respuesta de JDC, porque el debate puede ser una forma fructífera de relación humana. Pero creo que decidió exorcisar sus propios fantasmas, proyectando en mí su temor a crecer. El senador quisiera seguir como una suerte de Peter Pan permanente, habitando por siempre un país de nunca jamás, sin descender a la realidad concreta. Confunde madurar con resignarse, rendirse, claudicar.
(…)
Hace unos días, en Expreso, Neptalí Carpio criticaba el carácter demasiado criollo y hasta aristocrático de una parte de la dirigencia izquierdista. Tal vez hay que hurgar en la tradición caballeresca hispana para entender esta resistencia al cambio, esta opción por ser consecuentes con una idea y no con las masas, con la historia, con la vida.

Resulta igualmente penoso ver al senador Gustavo Mohme, por ejemplo, firmando comunicados radicales donde se condena con igual énfasis al gobierno y a Sendero Luminoso, que avanza, entre otras causas, porque sí es consecuente con su discurso.

Degregori de haber estado en el sector minoritario del PUM como de la IU, empoderado por la caída del muro de Berlín y por el debilitamiento de la izquierda ante el fujimorismo, pasa a la ofensiva atacando a Diez Canseco por «condenar por igual a SL y al gobierno y su programa neoliberal».2

5. Uso de las rondas campesinas norteñas en una lógica contrasubversiva
En diciembre de 1991 el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) celebra un encuentro de rondas campesinas al que asisten ronderos de Cajamarca y «ronderos» de zonas de emergencia de Ayacucho, Apurímac, Huancavelica y Junín. En este encuentro inevitablemente se homogenizan problemáticas diferentes bajo el mismo nombre de «rondas», cuando se trata de fenómenos totalmente diferentes. Básicamente se refuerza la imagen de las llamadas «rondas» contrasubversivas como similares a las rondas autónomas creadas por los campesinos norteños, con lo cual se lleva agua al molino de una «alianza» entre los campesinos y los militares.

Orin Starn, organizador del evento, hace una atingencia, que es como una «letra pequeña» dentro de un mensaje emitido con letras gigantes:

los grupos de la zona de emergencia se formaron a partir de 1983 por iniciativa de las Fuerzas Armadas y para combatir a Sendero. Originalmente, estas rondas de Ayacucho, Apurímac, Huancavelica y Junín fueron conocidas como «Comités de Defensa Civil» o simplemente “montoneros”. Pero frente a las crecientes críticas a los militares por forzar a los campesinos a entrar en la guerra, varios altos oficiales rebautizaron a los comités de defensa como «rondas campesinas» para sugerir, falsamente, que integraban el mismo movimiento originario del norte.
Fujimori habla todavía de la «institución de los ronderos» sin distinguir entre los muy diferentes orígenes y misiones de los grupos de autodefensa en las dos regiones.

Desde luego que para que el IEP pueda traer a líderes ronderos contrasubversivos tiene que haber habido conocimiento y aprobación de los militares. Les tiene que haber parecido una buena idea este tipo de encuentro. El IEP publica un documento de trabajo sobre este encuentro recién en abril de 1993, aquí.

Este encuentro es un indicio que para diciembre de 1991, antes del debate entre Diez Canseco y Degregori, la coordinación con el estado ya se estaba produciendo.

Degregori es más explícito que Starn en buscar lo común entre rondas y «rondas»:

¿Qué es lo que hay de común entre las rondas del norte y las del centro del país? Yocreo que hay dos cosas en común: la primera es, como dijo Jaime Urrutia al inicio, un pueblo en busca de un Estado. Las rondas tanto del norte como del centro surgen a partir de la inoperancia del Estado en combatir al abigeato, en imponer la paz y derrotar a la subversión. En las exposiciones tanto del norte como del centro el Estado aparece inoperante, con mucha corrupción e injusticia, incapaz detraer el desarrollo. La diferencia es si se siguen enmarcando o no dentro de este Estado tratando de pelear por transformarlo o no. En ese punto ha habido diferencias con algunasintervenciones del norte, porque también dentro del norte hay algunos expositores que subrayaban el marco de la Constitución y laley. Lo que va salir a después de este conflicto con Sendero -porque en algún momento tendrá que terminar- es otro Estado; es decir, de todas maneras el viejo Estado que quería destruir Sendero Luminoso no va a continuar.

Y más aún, Degregori insiste en su discurso anti-estatista, pero resaltando la relación de los campesinos con los militares, «un pueblo que busca al Estado y que transforma al Estado y que lo hace más democrático»:

Puede ser que en el Perú pasen décadas de desastre, pero hay posibilidades de que el país que surja en el futuro sea más democrático, en el sentido de que el campesinado ya no es como oveja que va al matadero. El campesinado ha levantado cabeza, y en varias de las intervenciones del centro se puede constatar cuando dicen ya no esperamos todo del Estado, nosotros tenemos que ser los que tomemos la solución a nuestros problemas, con nuestras propias manos. Si nuestros compañeros del norte se fijan bien, es más o menos igual que lo que ellos hicieron para enfrentar a los abigeos, sino que en este caso el enfrentamiento es contra Sendero, adversario cualitativamente diferente.

Por esto último parece ser que para enfrentar a Sendero los ronderos necesitan la relación con la Fuerza Armada, que no requieren en el norte. Me imagino que en muchos casos no es porque les guste o porque sean militaristas o tengan espíritu de «Rambos», sino por necesidad. En síntesis, podemos hablar de dos semejanzas: de un pueblo que busca al Estado y que transforma al Estado y que lo hace más democrático y, segundo, de un pueblo que levanta cabeza. La gran diferencia es la militarización: en el norte no se ha producido, pero en el centro sí.

En este discurso Degregori ya deja entrever las ideas-fuerza que expresará con más claridad años despues: que hay una «primera etapa» en que los militares entran a «arrasar con la guerra sucia», y que hay por lo tanto una siguiente etapa en que esto ya no ocurre y los militares dejan de imponerse: «hay una voluntad campesina de hacer rondas y, por lo menos en el caso del centro, de coordinar con la Fuerza Armada»:

Yo viví una primera etapa que fue mencionada sobre todo por Coronel, en la cual la Fuerza Armada entra a arrasar con la guerra sucia por lo menos en Ayacucho. Entre 1983 y 1985, entra a obligar al campesinado a formarse en rondas y no tiene éxito. Y es aquí que se produce una reflexión, como decía el representante de Satipo: hay relación con la Fuerza Armada, pero no puede ser una relación de subordinación total porque así no funciona.

Los campesinos no son como máquinas o robots que uno sólo tiene que apretar, aunque hasta las máquinas se rebelan a veces. Si fuera sólo la Fuerza Armada la que va a imponer la ronda en contra de la voluntad del campesinado, la ronda no funcionaría y ahí está la prueba de Ayacucho en los años 1983-85. Cuando el Estado quiere imponer y el campesino no quiere, no funciona la ronda. A partir del 89 las rondas comienzan a funcionar; puede ser por iniciativa militar, por imposición militar -a veces hay abuso de los militares que llevan a los dirigentes de la ronda al cuartel porque no han cuidado bien la torre y les pegan como si fueran siervos de su hacienda-; pero si no hubiera un aspecto de la voluntad y de iniciativa del campesinado, la ronda no funcionaría, no tendría éxito.
Lo que nos demuestran estas intervenciones es que hay una voluntad campesina de hacer rondas y, por lo menos en el caso del centro, de coordinar con la Fuerza Armada.

La incidencia en el cambio de estrategia de parte de las Fuerzas Armadas adquiere posteriormente centralidad en el discurso de Degregori, Tapia y otros, pues a este cambio de estrategia se le atribuye la razón para la derrota de Sendero Luminoso.

6. La estrategia «genocida» y la estrategia «autoritaria no-genocida» de los militares
En 1993 Carlos Iván Degregori del IEP y Carlos Rivera del IDL publican un documento de trabajo en el cual analizan críticamente al gobierno fujimorista y su autogolpe.

En este trabajo Degregori y Rivera sostienen que Sendero respondió a la formación de «comités de defensa civil» «incrementando la violencia contra el campesinado», lo cual logró «que los comités de defensa civil fueran aceptados e incluso comenzaran a organizarse en muchos casos de manera voluntaria. Por primera vez en nueve años las FFAA conquistaban la confianza campesina en las zonas más candentes.» Esto desencadena un proceso en el cual las FFAA ganan la confianza del campesinado, tienen mayor experiencia y familiaridad con «el escenario de la guerra y con sus habitantes». La represión es más selectiva y hay menos masacres. Es una «estrategia autoritaria no genocida»:

Es que el nuevo accionar de SL coincidió, además, con un cierto cambio en el accionar de las FFAA. La desconfianza incial en la población tendió a ser reemplazada por una aproximación paternalista/populista, que retomaba algo del estilo del Gral. Huamán en 1984 y que en otro contexto había sido uno de los rasgos del docenio militar 1968-80. Queda por dilucidar en qué medida el cambio maduraba desde antes en instancias como las Escuelas de Estado Mayor de las diferentes armas o en el CAEM, y en qué medida fue más bien fruto de la experiencia y creciente familiaridad con el escenario de la guerra y con sus habitantes. Lo cierto es que la decisión del campesinado de incorporarse a los comités de defensa civil acelera los cambios en las FFAA que, conforme acumulan experiencias mejoran también el trabajo de inteligencia. La represión se vuelve más selectiva, aunque no acaba con las violaciones de los Derechos Humanos. Disminuyen las masacres indiscriminadas pero entre 1987 y 1990 Perú pasa a ocupar el primer lugar en detenidos-desaparecidos en el mundo (IDL 1990).

Se puede decir que hacia 1990 las FFAA habían delineado finalmente una estrategia para el combate a SL. Dejadas a su suerte por la clase política, esa estrategia exhibe un notorio carácter autoritario. No es sin embargo una estrategia genocida, a pesar de las provocaciones de SL que necesitaba una reacción de las FFAA todavía más brutal que la de Ayacucho en 1983 para seguir avanzando. Y a pesar de que luego de Ccayara y en medio del desgaste de los partidos políticos, crecía el peligro de una «solución» a la guatemalteca de inicios de la década de 1980

7. ¿Militares «velasquistas» en los 1990s?
En febrero de 1996 el IEP publica Las rondas campesinas y la derrota de Sendero Luminoso que incluye dos artículos de Degregori, «Ayacucho, después de la violencia», trabajo financiado por la Fundación Ford, y «Cosechando tempestades: Las rondas campesinas y la derrota de Sendero Luminoso en Ayacucho». Este último es reproducido en 1999 en la compilación hecha por Steve Stern «Los senderos insólitos del Perú: guerra y sociedad, 1980-1995». Nótese la adopción de la palabra «rondas campesinas» para denominar a los «comités de autodefensa», que en realidad son grupos paramilitares o «rondas paramilitares» como las llamó Diez Canseco.

En el primer trabajo, Degregori, como todos los que escriben en ambas compilaciones, es muy poco crítico con el fujimorismo. Degregori refiere así sus «breves recorridos por comunidades de Cangalla y de la sierra de Huanta y La Mar».

el Estado vuelve a hacer sentir su presencia en muchas áreas rurales, o la hace sentir prácticamente por primera vez en otras. El gobierno, o más precisamente el Ministerio de la Presidencia y las FFAA, desarrollan niveles de asistencialismo relativamente importantes si tenemos en cuenta la situación de la región. Los carteles con sus lagos son ubicuos. El FONCODES (Fondo de Compensación y Desarrollo Social) y el PAR (Programa de Apoyo al Repoblamiento) distribuyen calaminas, reparten plantones, ganado (sobre todo menor), construyen carreteras y expanden hacia el campo programas de salud. Si en las elecciones de abril de 1995 Fujimori obtuvo más del 65% de los votos emitidos en las provincias norteñas de Ayacucho, no fue pues sólo por los éxitos de su primer gobierno en la lucha antisubversiva.

Esta mayor «presencia del estado» y el incuestionado apoyo fujimorista es explicado por el discurso que Degregori y otros fueron construyendo. Degregori repite casi textualmente el pasaje citado anteriormente:

Un conjunto de factores contribuyeron a su generalización[«de los comités de autodefensa»]: un cambio en la estrategia de SL, que consideró llegado el momento de pasar al «equilibrio estratégico» en su guerra e intensificó las demandas sobre el campesinado, provocando el incrementó de sus reticencias; un cambio por la misma época en la estrategia de las FFAA, que pasaron de la represión indiscriminada y los reflejos conosureños de los primeros años a una represión más selectiva y a relaciones más bien paternalistas con la población, sacando a relucir viejos reflejos velasquistas, bastante modificados por cierto en el nuevo contexto. Estos cambios empalmaron con el hastío campesino con una guerra que, en medio de una dura sequía, se prolongaba y se volvía más sangrienta sin que ellos le encontraran ningún sentido. Surgió entonces, en mayor o menor medida, una voluntad campesina de organizarse en rondas, que constituye el elemento clave de su generalización.

¿Fueron los campesinos carne de cañón? En cierta medida, sí: las rondas están definitivamente subordinadas a las FFAA. Pero ellos lo ven de otra ma-nera, más ambigua, o más compleja. Se quejan en algunos casos de la desidia militar, pero al mismo tiempo están orgullosos de haber ganado la guerra. Están orgullosos, incluso, de ser mejores combatientes que los militares. Orgullosos pero al mismo tiempo prudente, reclamando la presencia del estado para la reconstrucción de sus aldeas y reclamando la protección militar, más como una suerte de retaguardia que de paraguas: una última línea de defensa. Así, dentro de una relación de subordinación con las FFAA, los campesinos han logrado negociar espacios crecientes de independencia.

8. Degregori: en 1988 se comete «la última matanza masiva perpetrada por las FF.AA en la región»
En cada artículo que escribe, Degregori repite la misma idea, siempre añadiéndole algún condimento diferente. En su artículo «Cosechando tempestades», ya citado, Degregori repite la idea de una coexistencia de una tendencia a la baja de las masacres de los militares con una tendencia al alza de las masacres de los senderistas: «Si graficáramos el horror, la curva ascendente de SL y la descendente de las FF.AA. se cruzarían definitivamente alrededor de Ccayara.» Y es aún más explícito en su opción preferencial por los militares:

las FF.AA. no pretenden controlarlo «todo sin excepción», como SL. Si bien las visitas semanales de los «comandos» campesinos a los cuarteles, la participación en los desfiles y las atenciones a las patrullas en las comunidades podían ser una incomodidad, las FF .AA. no interferían mayormente con la vida cotidiana de la población, agobiada por el celo senderista.

Por contraste, SL se alejaba del campesinado, que pasó tendencialmente de la aceptación pragmática a la adaptación-en-resistencia y a la rebeldía abierta contra el partido. De esta forma, si en los primeros años de la guerra se hicieron tristemente célebres nombres como Pucayacu, Accomarca, Umaru, Bellavista, Ccayara, poblaciones arrasadas por las FF.AA.; a partir de 1988 son las masacres perpetradas por SL las que pueblan de muertos la región. En poco más de cuatro años, entre diciembre de 1987 y febrero de 1992, una revisión nada exhaustiva nos da un total de dieciséis masacres senderistas en las que se supera la docena de víctimas (véase IDL 1992). Si graficáramos el horror, la curva ascendente de SL y la descendente de las FF.AA. se cruzarían definitivamente alrededor de Ccayara. El 14 de mayo de 1988, 28 campesinos murieron en esa comunidad, en la última matanza masiva perpetrada por las FF.AA. en la región. Pocos días antes, el 20 de abril, SL había asesinado a 18 ronderos en Azángaro, Huanta (IDL 1992). Embarcados en esta contabilidad macabra, es notorio que mientras las FF.AA. desarrollan una represión más selectiva, SL pasa de los «aniquilamientos selectivos», justificados según SL porque se cumplían «sin crueldad alguna, como simple y expeditiva justicia» (PCP-SL 1986), a las grandes masacres. En muchas partes, sectores decisivos del campesinado optaron entonces por una alianza pragmática con las FF.AA., como explican Coronel (1996) y del Pino (1996).

Lo dicho, el mismo discurso de antes con algún recutecu más. Por ejemplo, Degregori hace un apunte que parece ser un cierto desmarque de la acción de las FFAA:

No sobreestimamos los cambios en las FFAA, ni olvidamos el grado de desmoralización en que parecía sumida hacia el cambio de década. Tampoco puede decirse qué hubiera pasado si Guzmán no era capturado. Pero hacia fines de la década de 1980 la acción contrasubversiva parecía a punto de desembocar en una «solución guatemalteca». Felizmente, la historia transcurrió por otros rieles y las FFAA desarrollaron más bien una estrategia que podría describirse como «autoritaria no-genocida» (Degregori y Rivera 1993).

Pero como se aprecia, es un desmarque muy débil, pues se resalta el cambio de la acción contrasubversiva y su conversión en una que es llamada «autoritaria no-genocida».

Carlos Tapia en «Autodefensa Armada del Campesinado» de 1995 y en «Las Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso» de enero de 1997 sostiene tesis muy similares a las de Degregori. Así como el encuentro de «rondas» de 1991 se realiza en el IEP, en la UNSCH en septiembre de 1993 se celebra el «Primer Congreso de Comités de Autodefensa Antisubversiva de Ayacucho», al parecer con la participación de Carlos Tapia.

Tapia, al igual que antes Degregori, incluye a las «rondas norteñas» en su análisis de los «comités de autodefensa» o «destacamentos antisubversivos del campesinado», pero va más lejos que Degregori en asegurar que las rondas contrasubversivas fueron una iniciativa de los campesinos y no de los militares:

Si bien es cierto que, en cualquier manual de contrainsurgencia, se señala la necesidad de que las FFAA deben tratar de establecer buenas relaciones con el campesinado para «secar el agua de la pecera» y aislar socialmente a los grupos armados subversivos, muchas veces conseguir este objetivo es bastante más que difícil. Ahí está el ejemplo de Colombia.

Tampoco es una novedad que la contrasubversión busque conseguir la adhesión activa -si no de todo- por lo menos de una parte del campesinado ubicado en el escenario de la guerra, organizándolo y armándolo para que se comporte como fuerzas paramilitares, auxiliares de las FFAA en el combate militar contra los insurrectos. Allí está el ejemplo de las «patrullas civiles» de Guatemala.

El caso peruano fue diferente. La autodefensa campesina fue, en la gran mayoría de los casos, una iniciativa propia que desde lo local se fue expandiendo en vastos Sectores de la región convulsionada por la violencia. En determinado momento, el desarrollo de este proceso social de insurgencia campesina contra el senderismo empató con la estrategia contrainsurgente del Estado -cuando ésta dejó de cometer los garrafales errores de los primeros años-, convirtiéndose en un vasto movimiento organizado, y armado, del campesinado: La legitimidad local conseguida en sus inicios pasó a ser unánime y nacional.
Carlos Tapia, «Autodefensa armada del campesinado»

Y en su segundo libro, «Fuerzas Armadas y Sendero Luminoso: dos estrategias y un final», Tapia detalla el proceso de lo que él, al igual que Degregori, llama una nueva estrategia contrasubversiva. Pues esta nueva estrategia, según el mismo Tapia, está contenida en «el manual sobre contrasubversión», cuyo nombre oficial era «Guerra no convencional. Contrasubversión», aprobado el 9 de agosto de 1989. Tapia escribe señalando lo que considera aciertos de este manual, como su diagnóstico de la lucha contrasubversiva (priorizar el trabajo la inteligencia, la alianza con el campesinado, etc.), pero tiene el cuidado de hacer la salvedad que en este manual se exagera la fuerza de SL con el fin de justificar «la excesiva concentración del poder contenida en algunos de los DL propuestos o, peor aún, en función de calculados objetivos de los que recién tomaríamos conciencia la noche del 5 de abril de 1992». En 1997, cuando sale publicado el libro de Tapia, ya no hay el triunfalismo pro-fujimorista de 1995 o el del fin de la guerra fría de cinco de años antes, y ya se deslizan críticas a la premeditación del golpe de Fujimori. Sin embargo, Tapia en ningún momento se refiere al gobierno de Fujimori como una dictadura, ni es contundente a su cuestionamiento a los militares por las violaciones de derechos humanos. Escribe en plan de exaltar la nueva estrategia contrasubversiva. Su tono es más favorable que cuestionador del «manual», a diferencia de cómo escribiría casi años décadas después en que si sería su contundente cuestionador:

el Manual de Contrasubversión ME 41-7, lo que dio carta blanca para asesinar a los simples campesinos sospechosos de colaborar con el senderismo, agrupados en sus comités populares (0PA, en la terminología militar), que en las llamadas zonas liberadas se encargaban de la producción, hacer justicia, etc., y muchos de sus miembros eran forzados a cumplir este encargo, como se demostró en 1993.
Alan García: Manual EP 41-7

Ver también aquí. Ver aquí un post en que se exponen los argumentos centrales de Tapia en su libro de 1997.

9. «Shining and other paths»
En 1998 se publica en los EEUU la mencionada compilación de Steve Stern, «Los senderos insólitos del Perú: guerra y sociedad, 1980-1995» que en inglés se llama «Shining and other paths: war and society in Peru, 1980-1995», cuya traducción literal sería «senderos luminosos y otros» (y nótese que el periodo que cubre es hasta 1995, no 1997, un año antes de su publicación, sugiriéndose que 1995 es el año en que se acaba la guerra insurgente-contrainsurgente). Junto con la de la «Las rondas campesinas y la derrota de Sendero Luminoso» es la compilación de trabajos sobre Sendero Luminoso más representativa de los discursos que se tienen en el Perú sobre el tema. Y son estos los discursos que luego se adoptan en la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Con algunos cambios.

Los trabajos de estas colecciones son muy poco críticos con el fujimorismo. Ninguno de los autores que exalta a las rondas campesinas tiene muchas palabras de crítica a los militares a su accionar en los 1990s. Sus críticas son a políticas contrasubversivas que no dudan en llamar «genocidas», pero antes de 1985. Después de Ccayara, supuestamente hay un cambio. Y luego, ya en los 1990s tenemos fuerzas armadas que no violan masivamente los derechos humanos. En la compilación de Stern sólo en el trabajo de Enrique Obando se menciona a la masacre de la Cantuta y Barrios Altos, como parte del tema «Las relaciones civiles-militares en el Perú 1980-1996», y porque el general Robles en su asilo en la embajada de los EEUU reveló los nombres del comando ejecutor de estas masacres, es decir como un tema de lucha por el poder entre militares durante el fujimorismo. Otros dos trabajos de esta compilación tocan tangencialmente estas dos masacres, en pies de página.

Tampoco son, por supuesto, críticos con las llamadas «rondas» contrasubversivas y sus violaciones a los derechos humanos. Estas «rondas» no eran tampoco un fenómeno nuevo, como que el mismo Degregori ya había escrito críticamente sobre éstas (en 1989. Sendas peligrosas: La guerra del Comandante Huayhuaco. QueHacer 58:26-30). De hecho, Degregori (1995) como Tapia (1995) evitan mencionar el nombre de este desprestigiado «rondero» en su análisis exaltativo de las «rondas» paramilitares. Orin Starn (en 1995: «La derrota de Sendero Luminoso») sí se refiere a este «rondero» arrestado por narcotráfico en 1989, y extrae las consecuencias de esos hechos, que contradicen el discurso de Tapia y Degregori:

Todas esas historias contradicen el intento tanto por reducir las rondas a una simple historia de inocentes campesinos enfrentados a perversos subversivos, como por imaginar que tales organizaciones gozaban de un respaldo unánime.

Es una producción académica que corresponde a un momento de triunfalismo, de apoyo al fujimorismo, al que Degregori le reconoce un 65% de apoyo, en el que no se le cuestiona al gobierno ni a su política contrasubversiva ni las violaciones a los derechos humanos que ésta implica. El cuestionamiento al fujimorismo vendría después, en el 2000 a partir de las elecciones fradulentas, la compra de la linea editorial de los medios de comunicación. Entonces la historia se reescribiría nuevamente, en lo que sería la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que lejos de exaltar al fujimorismo, pondría especial énfasis en condenarlo.

El lector o la lectora puede sacar sus propias conclusiones sobre el discurso de Degregori y otros. En mi opinión, éste adolece de diversos problemas, que pasaré a comentar.

10. El mito contrainsurgente
Degregori dice que «Si graficáramos el horror, la curva ascendente de SL y la descendente de las FF.AA. se cruzarían definitivamente alrededor de Ccayara.»

Los datos de la CVR muestran, efectivamente, que en 1988, año en que se produce la masacre de Cayara por los militares, se produce un cruce entre las curvas. En 1988 el estado es responsable de 295 muertes y Sendero de 284 en la región Ayacucho. En 1989, Sendero aumenta a 308 y supera a estado que es responsable de 279 muertes. Pero en 1990 casi empatan (209, estado y 204, Sendero). Luego se amplía la diferencia, pero estamos hablando de 100 a 200 muertes por bando, con tendencia a la baja, muy lejos de los 1900 muertes causadas por el estado en el año 1984. Los datos no ratifican precisamente la tendencia monotónica al alza de las muertes de SL y a la baja del estado, que imagina Degregori. Estamos hablando de tendencias similares en ambos bandos, con escalas mucho menores en los 1990s que las ocurridas a mediados de los 1980s.

RegionAyacucho

Degregori declara a la matanza de Ccayara como «la última matanza masiva perpetrada por las FF.AA. en la región». ¿Es acertada esta afirmación?

Nótese primero del complemento de lugar «en la región». La afirmación podría ser cierta si las FFAA perpetran masacres masivas en otras regiones, mas no «en la región», en cuyo caso estaríamos no ante un cambio de principio de parte de los militares, sino simplemente ante una nueva forma de operar en una región que ya sufrió masacres masivas a manos suyas. Para refutar esta afirmación basta con ir a la misma CVR y ver los casos por ésta investigados, aquí. Tenemos masacres en Pucará, Huancayo, Junín en 1989, Santa Bárbara, Huancavelica en 1991, a los campesinos del Santa en 1992, Pichanaki en 1993 («ronderos» que matan a colonos por «por negarse a conformar una organización de autodefensa dependiente de las fuerzas armadas»). A pesar de las elaboraciones de Degregori, Tapia y otros, no es que a los militares les tiemble la mano de matar campesinos. Tampoco les tiembla la mano a los «ronderos» paramilitares. Lo cual nos lleva a comentar el énfasis que ponen en resaltar la autonomía de los «Comités de Autodefensa».

En toda guerra contrainsurgente hay alguna política destinada a ganarse el apoyo de la población que podría apoyar a la insurgencia. Es lo primero que hacen los militares y gobernantes que enfrentan un desafío insurgente. Aplican una política de eliminación de la población más favorable a la insurgencia y de clientelismo con la población más indecisa o favorable. Así actuaron los ingleses en Malasia, considerado internacionalmente un caso modélico de lucha contrainsurgente. En el Perú ocurrió así desde que se inicia la guerra. Previo a la masacre de Uchuraccay, Belaúnde celebró que los campesinos de Huaychao rechazaran a los senderistas. Hubo una política de aliento a que los campesinos combatieran a los senderistas, que tempranamente demostró sus resultados en la masacre de ocho periodistas limeños. El discurso de fines de los 1980s revisita y realza esta estrategia contrasubversiva como una estrategia deseable, haciendo pasar como cambio de estrategia lo que en realidad era pasar a otra etapa de la guerra en una región particular. Si los militares no matan tanto en la región sur central (para matar en forma puntual y focalizada), sí lo hacen masivamente en otras regiones, como la región nor oriental, a donde se traslada la mayor conflictividad en la guerra. Y una masacre «focalizada» sigue siendo una masacre. La masacre de La Cantuta cometida por el fujimorismo fue también una masacre. En los años 1990s el énfasis del discurso contrasubversivo «de izquierda» no incidía en este señalamiento; recién en los 2000s, con la caída del fujimorismo del gobierno, se comienza a cuestionar esta «nueva estrategia» de los militares. Desde luego que el triunfo del estado en la guerra contrainsurgente o contrasubversiva, con el apoyo de sectores campesinos, y la derrota de una insurgencia opresiva y totalitaria, fue vista por Degregori, Tapia y otros, como una validación de sus tesis, en particular en su debate con Javier Diez Canseco y la izquierda que abogaba por la «tercera vía» o que simplemente no se había alineado con el estado y en particular con los militares en la guerra.

Otra idea-fuerza en el discurso contrasubversivo de Degregori es negar que Sendero Luminoso tuviera apoyo campesino. Las «rondas» organizadas por los militares sí serían autónomas y expresión de un sentir campesino, pero nada de lo que hiciera Sendero respondería a este mismo sentir. Sendero sólo sería una fuerza opresiva, que lograría una inicial aceptación campesina debido a su autoritarismo paternalista, hasta «la rebelión del coro», la rebelión antisenderista de los campesinos y su supuesta decisión libre y soberana de apoyar las «rondas» promovidas por los militares. Más aún Degregori, en «Cosechando tempestades» caracteriza a los «senderistas como nuevos mistis, influenciados por la escuela y el marxismo». Esta caracterización Degregori la hace con el esquematismo que lo caracteriza:

Es impactante advertir cómo en los años ochenta en la sierra peruana se reproduce en alguna medida el conflicto entre mistis e indios de Yawar Fiesta y cómo, nuevamente y por última vez, los mistis convertidos en revolucionarios resultan derrotados por los «indios» transformados en ronderos.

A tanto llega su apasionamiento contrasubversivo que ve entre la lucha en «senderistas» y «ronderos» una contradicción arguediana entre «mistis» e «indios», respectivamente. Los militares que impulsan esas «rondas» son desde luego un personaje secundario en este esquematismo, abordados de paso, minimizando su rol dirigente y magnificando la idea de un cambio de estrategia supuestamente más respetuosa de los derechos humanos y menos letal con los campesinos.

Hay evidencias, sistemáticamente negadas o pasadas por alto por la producción académica de la intelectualidad de «iquierda», de que Sendero tuvo apoyo campesino. Estas evidencias incluso aparecen en el encuentro de «rondas» organizado por el IEP en 1991, pero no se les sigue la pista. Así, Degregori se pregunta:

Finalmente, una última pregunta: ¿en qué sectores recluta sus cuadros Sendero? Porque de las intervenciones ha salido que Sendero llega y organiza -en algún caso se dijo que llegó a tener 2,000 cuadros-; después se forman las rondas y lo expulsan; pero en alguna intervención salió que también había campesinos que de día eran campesinos y de noche «terrucos». Entonces, ¿entre quiénes recluta sus cuadros Sendero Luminoso?; ¿entre qué sectores del campesinado recluta Sendero Luminoso?

Sendero sí reclutaba a sus cuadros dentro del campesinado. Los senderistas no sólo eran jóvenes «desindianizados» y «descampesinizados» como proponía Henri Favre y repetía Degregori. Pero los reflectores académicos/propagandísticos están en otra parte.

Si se constata que Sendero tiene apoyo entre los campesinos, la imagen que se plantea es la de un campesino oprimido y obligado a seguir directivas. Si se constata que las «rondas» son promovidas por los militares, la imagen que se plantea es la de un campesino libre que decide establecer una alianza con los militares. Un gran esquematismo.

Y la misma pregunta Degregori la plantea para las «rondas»:

Y lo mismo para el caso de las rondas: ¿qué sectores son los más activos en la organización de las rondas? Por lo que yo he leído en el trabajo de Ponciano del Pino, sé que en la sierra de Ayacucho los que principalmente quieren organizar rondas son los más pobres, lo cual es el revés trágico para Sendero Luminoso, que dice ser el representante del campesinado pobre; en otras zonas pueden ser los más ricos o digamos los menos pobres o que por lo menos tienen algo, porque hablar de riqueza en el campo peruano a estas alturas es demasiado decir. Quedarían como temas de discusión.

Nótese el lenguaje: si son «ronderos», ya no son «los más ricos», sino «los menos pobres». Al final los pobres siempre acaban siendo contrainsurgentes. En cambio los senderistas son asimilados a los «mistis» opresores, en forma especulativa.

En suma, el discurso contrasubversivo degregorista se rige por un gran esquematismo y una idealización de un supuesto cambio de estrategia de los militares, de «genocida» a «autoritaria no-genocida», como de las «rondas» paramilitares establecidas en el campesinado. Esta idealización de la estrategia contrasubversiva es el mito asumido por Degregori y otros en los años 1990s y parte de los 2000s. Corresponde a un momento de cambios en el pensamiento de un sector de la izquierda, que se entusiasma con el capitalismo y el apoyo al estado a comienzos de los 1990s. En esto hay una paradoja que Degregori y Tapia no parecen advertir: el mayor cambio de estrategia estuvo en ellos mismos, más que en los militares y su estrategia contrasubversiva. Los militares hacen ajustes mínimos a su política contrasubversiva en comparación con el gran viraje de este sector de la izquierda, que de insurgente se vuelve contrainsurgente y colaborador con el estado.

Este mito contrainsurgente dura hasta fines de los 1990s, hasta que es desplazado por un nuevo mito, heredero pero no igual al mito contrainsurgente: el mito de la CVR, que veremos en un próximo post.

  1. Hace poco, por el 50 aniversario de Vanguardia Revolucionaria, ver aquí, Murrugarra explicó el razonamiento de los campesinos de las «rondas» o «montoneras» organizadas por el general Huamán:

    Murrugarra comenta que VR se planteó luchar contra dos enemigos principales: el ejército y SL. y que deberia ser VR, la izquierda, la que derrote a SL, porque si dejaban que lo haga el ejército sería la tragedia.

    Murrugarra cuenta que la IU lo envía a Huamanga en 1983, cuando «el cholo» (sic), el general Huamán Centeno, ya estaba organizando montoneras, reunidos con los dirigentes de la comunidad, los comuneros en su lengua dijeron «Cuando viene Sendero mata 40, cuando viene el ejército mata 4». Ese cálculo sencillo pragmático lo hicieron los comuneros.

    La misma lógica de «mal menor» que la referida por Degregori y otros. []

  2. Dos detalles más sobre el debate Diez Canseco-Degregori:

    1. Nótese cómo Javier Diez Canseco es cuestionado por Fernando Rospigliosi como por Carlos Iván Degregori, ambos aupados en los 1980s al IEP procedentes de una izquierda considerada radical. JDC hace notar esta coincidencia y les responde a ambos.

    2. Nótese cómo Degregori ampara mediáticamente a Neptalí Carpio y su artículo en Expreso, diario de la derecha. Carpio, de dirigente estudiantil en San Marcos, acabaría incorporado totalmente al aparato fujimorista, gracias a la cabida que le dio Jaime de Althaus. Y nótese cómo en ese mismo artículo Degregori acusa nada menos que a Gustavo Mohme Llona de firmar «comunicados radicales donde se condena con igual énfasis al gobierno y a Sendero Luminoso». Mohme era parte del sector mayoritario de la IU, pero no era para nada un «radical». Y estamos hablando de un gobierno que nomás en Lima había cometido una matanza muy conocida, como la de Barrios Altos. []

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