Por - Publicado el 29-01-2019

Homero Quiroz Cabañas
María Sosa Mendoza

[Esta entrevista iba a salir en otro medio, pero no pudo salir. Ante ello, el autor y la autora de la entrevista como el entrevistado gentilmente accedieron a que salga en el presente espacio.S.R.]

Olfer Leonardo Fernández no teme polemizar. Una entrevista centrada en la violencia política que vivió el Perú en los ochenta y sobre la apuesta del Movadef por la reconciliación en la actualidad, no le genera mayores conflictos. Tampoco temores, algo bastante común en personajes de distintas disciplinas, a la hora de pronunciarse sobre el tema. Al artista, sumergirse en este debate, le dibuja una sonrisa. “Está bien comenzar a hablar de ello”, puntualiza.

Últimamente ha ganado notoriedad por haber logrado una sanción a la Municipalidad de Lima que asciende a 66 400 soles. El caso se remonta al 2015, cuando Luis Castañeda Lossio decidió borrar cuatro de sus murales ubicados en el Centro Histórico: ‘Latidos’, ‘Yakumama’, ‘Cultura Lima’ y ‘Aire’. En ese entonces, el exalcalde justificó su accionar resaltando el vínculo del escultor con el Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef). Olfer replicó sin dudarlo: “Sí, simpatizo con el Movadef […] En concordancia con ello, también apuesto por una Amnistía General y Reconciliación Nacional”.

¿Cómo entiendes el arte? ¿El arte tiene un fin en sí mismo?

Yo creo que todo tiene un fin, no solo el arte.

¿No compartes la idea de “el arte por el arte”?

Para mí esa es una visión muy burguesa. Desde que se generó, el arte siempre ha querido comunicar algo. Las pinturas murales en las catacumbas, en los inicios del cristianismo, por ejemplo, trataban de demostrar el proceso de la transición de la resistencia de los cristianos. Aquello fue algo que se desarrolló en la clandestinidad, para generar conciencia. El arte como arte, como objeto de gozo, no existía antes. Antes era una necesidad, un todo; como una casa donde la gente respira cotidianamente. El arte se divide después, en el Renacimiento, entre artistas que generan arte para un grupo, deja de ser parte de una necesidad colectiva.

¿Cuál es el fin de tu obra?

Yo trato que mis propuestas, de una u otra manera, revuelvan la historia; revuelvan temáticas tabúes, cuestionen y generen interrogantes. Yo no doy respuestas, no me interesa darlas. Yo, con mis obras, quiero generar interrogantes. La respuesta la consigue la gente que las ve.

¿Qué tanto influyeron tus padres en tu arte?

Me han influenciado mucho. Mis padres son artistas plásticos  pero de caballete. Tengo un cuestionamiento a la técnica que siguen. Aunque reconozco que, con su trabajo, de alguna forma, denuncian la historia que han vivido. Pero, para mí, el tema pasa por el hecho de que usan una técnica burguesa, donde tú inviertes tanto con una pintura al óleo y no todos tienen acceso por el costo. Yo opté por el mural porque justamente no quería repetir ese proceso.

¿Tus padres eran comunistas?

Mis padres son marxistas-leninistas-maoístas, además ellos trabajaron muy de cerca con Félix Rebolledo. Mi padre, sobre todo, hizo murales con él en Cañete. Hicieron un trabajo muy profundo. Mi madre hace su tesis sobre el mural que hace mi padre con el maestro, es ahí cuando conoce a mi papá. Mi madre es alumna de Félix Rebolledo. Entonces, siempre creyó que el arte debía seguir a las causas de la población, que ayudan en los procesos históricos donde las masas se rebelan para transformar la sociedad.

Ella fue quien creó en ti ese interés en seguir la lucha de los pueblos…

Así es. Ella fue la que más me inyectó la idea de que el arte es un martillo para generar conciencia. Mi padre también lo planteó, pero mi madre para mí ha sido muy determinante en esas cuestiones.

¿La técnica del mural también es parte del mensaje que buscas dar a la sociedad peruana de posguerra?

Tomo todas las herramientas presentes en el arte para poder tener una propuesta. El mural es lo que me ha marcado, por el discurso que tengo, pero yo soy escultor. Pero no solo ello, en la actualidad estoy preparando el guión para una película; entonces no es que yo me centre solamente en el muralismo.

¿Es legítimo que toda ideología tenga una expresión en el arte?

Sí, todas las artes tienen ideas. Quien tiene el arte generalmente es un grupo de poder. Si tú ves el arte egipcio,  logras ver el poder del emperador en las pirámides. En los portales que hacían los romanos en sus campañas de guerra sucede lo mismo. Se levantaban para representar el poder de la victoria. Cuando Túpac Amaru empezó la rebelión, también hizo pintar muchos cuadros de su proceso subversivo.  Esa fue una forma de generar visibilidad de todo lo que en ese momento sucedía. Todas esas  pinturas después fueron destruidas por los vencedores, los españoles.

Al estar erigido en ideas, ¿se justifica la censura de algún tipo de arte?

No creo en la censura, yo creo que deberían estar todas, que convivan o se enfrenten, que se cuestionen. Ese es el motor. Mientras más ideas haya en el ambiente, la gente sabrá decidir lo que es mejor.

¿Ese arte hegemónico que describes sigue siendo preponderante en la actualidad?

Actualmente el arte pasa a ser mercancía; uno compra y vende, y lo encierra en un determinado lugar. En eso yo no comparto. Tiene que ver con el desarrollo de la burguesía, porque es la burguesía la que desarrolla al individuo artista, que está sobre todas las cosas y que te vende obras.

¿Cómo te defines artísticamente?

¿Cómo me considero? Yo no me puedo juzgar, al final me va a juzgar la gente. Yo trato de ser lo más transparente y consecuente. El arte para mí es algo antropológico, se trata de recoger fuentes y testimonios diferentes e ir enlazando ideas.

Y políticamente, ¿cómo es que llegas a identificarte con el Movadef?

Yo me identifico porque creo que el proceso peruano debe ser contado desde diferentes aristas. Desde los insurrectos, desde los familiares, desde los militares. Para mí se trata de un total. No es que yo esté en un grupo. Pretendo ver un total, y de ese total yo hago un diagnóstico y una interpretación. En esta sociedad de posguerra no ha existido una comunicación de todos los partícipes de la guerra. Lo que pretendo contar son esas historias. En mis futuros proyectos audiovisuales yo quiero recoger el testimonio de un guerrillero, de un familiar y de un paramilitar.

El arte de Sendero Luminoso en las prisiones, ¿cómo lo concibes?

Es arte de guerra, propaganda. Es una cuestión que tiene que ver con su historia y sus procesos.

¿Ha cambiado tu posición con respecto al Movadef y Sendero Luminoso desde que mantienes contacto con distintas comunidades debido a los proyectos de memoria que desarrollas? Es decir, después de conocer un poco más sobre las atrocidades propias del conflicto.

Me ha hecho un ser más profundo, más analítico. En mi postura más personal yo creo que la historia de exterminio va por el lado del Ejército, de las fuerzas del estado. Trato de entender también cómo estas comunidades —que si bien no me dicen si fueron o no parte del proceso de la guerra desde una posición insurrecta— quieren ver ahora su historia. Trato de que las obras murales o visuales canten a la vida desde un hecho traumático, pero que aún sigue luchando por tener sus necesidades básicas cubiertas. Y eso tiene que ver con el proceso de la reconciliación.

Tu trabajo suele centrarse en procesos subversivos y en la guerra de los ochenta…

Lo que marca mi trabajo es la historia, la historia del pueblo. Me llama la atención la idiosincrasia del pueblo peruano y latinoamericano, que todo el tiempo está transformándose. Ese es mi tema. Yo no represento solamente la guerra interna; hablo del Inkarrí, de Túpac Amaru, la resistencia de los ychsmas​ … y así. Mi trabajo no se encierra en algo

En trabajos como el del Inkarrí busco expresar una tradición del mito. Una personaje  descuartizado que  unirá su cuerpo , sus extremidades con la cabeza en algún momento de la historia. La última guerra es la del comunismo, claro está, pero los descuartizados en guerras son de antes del 80. Yo no puedo ser mezquino y solo circunscribirme a 30 años; sería faltar a mi propia historia. Yo tengo que ir más allá. Si bien lo último es lo más polémico hay que ir más allá. No hay una comisión de la verdad de las luchas del 50, 40, 30 o 20; de los fusilados de Rumi Maqui tampoco, por citar algunos ejemplos.

En esa línea, tus obras no parecen llamar a un proceso de reconciliación. La representación que sueles hacer en tus murales están relacionados con un proyecto que se une a un mito de insurrección, de lucha de los pueblos.

Lo que pasa es que el pueblo siempre lucha. La lucha de clases es inherente a la población. El pueblo nunca se queda de brazos cruzados frente a lo que pasa. Lo ves en Las Bambas, en Conga, en todos los procesos mineros. Siempre hay una explosividad.

¿Cómo entrelazar lucha de clases y reconciliación?

Lo que pasa es que la insurrección, como yo la entiendo, tiene que ver con la rebelión frente a las necesidades incumplidas, el pueblo con sus organizaciones político militares, como el PCP quisieron subertir ese orden. La reconciliación es que ambas partes asuman su responsabilidad

Te refieres a un Estado, no a un gobierno determinado…

Claro, es el Estado como total. Donde no hay educación ni trabajo, es el Estado el que genera heridas, porque no llega, no cumple. Para un camino hacia la reconciliación nacional tiene que cumplirse los derechos fundamentales del pueblo y derogar las leyes antisubersivas, dejando atrás la política de odio y venganza de los vencedores.

Volviendo a las polémicas que han despertado tus trabajos ¿Recuerdas cuál fue la primera de tus obras que generó cuestionamientos?

Una verdadera polémica causó “Amnistía General”, que hice en Buenos Aires, porque hablaba de presos políticos y de la necesidad de una amnistía general, para policias, civiles y militares. A partir de ahí, empezaron a revisar mis obras de Huanta, de Ayacucho, de Putis y de otros lugares.

El texto de María Eugenia Ulfe y Sebastián Muñoz, “Los murales de Olfer”, publicado en la revista Argumentos ¿qué te pareció?

Un acercamiento, pero todavía no hay una profundidad de lo que pretendo. Salvo para conjeturar en el tema de persecución y presos políticos. Gonzalo Portocarrero lo quiso hacer, pero se perdió en el psicoanálisis y no quiso entender mis objetivos. Hizo comparaciones con otras obras del Chako, Argentina  , murales de otros lugares , descontextualizando todo. Creo que no ha habido todavía una madurez de análisis.

Eso fue lo que pasó con el exalcalde Castañeda también. Trató de mezclar cosas y descontextualizarlas. Confundió a un personaje con otro y con eso trató de censurar todas las obras. Han querido forzar las cosas, pero hasta ahora nada. A mí me han dicho varias veces que en mis obras hay apología, pero no está demostrado qué, cuándo, cómo y dónde.

Has asegurado que en ninguno de los murales que realizaste en el Cercado de Lima intentaste plasmar a Abimael Guzmán. ¿Retratar a Abimael Guzmán es hacer apología al terrorismo o se necesita de otro factor para clasificarlo de tal modo?

Yo creo que toda obra que se haga sobre una persona condenada por el delito de terrorismo va a ser cuestionada porque hay una condena y las leyes antisubversivas en el Perú se aplican, desde mi punto de vista, de forma criticable.

No hablamos de un plano legal, sino de uno más personal. ¿Retratar a Abimael Guzmán necesariamente es ensalzarlo?

Yo no lo sé. Tiene que ver el cómo, el dónde y de qué forma. Se debería analizar el contexto, ya que es un tema muy sensible, y más con las nuevas leyes que quieren generar. Bajo la lógica del Estado, sin duda, ya que es una persona con doble condena perpetua. Es un personaje muy cuestionado y admirado, pero es parte de nuestra historia. La gran cuestión es que se debe poder contar nuestra historia completa, sin exagerar nada y tratando de ser fiel a los testimonios, pero para el Estado eso sería otra cosa.

En una entrevista de televisión comentabas que otros artistas habían pintado a Abimael Guzmán, en cambio tú aún no lo has hecho. Coméntanos de esos artistas que han pintado a Guzmán.

Bueno, Marcel Velaochaga tiene un cuadro que se llama “Los funerales de Atahualpa” [2005], que ha sido censurada en varias oportunidades. Él presenta al Doctor Abimael Guzmán parado, y con el puño en alto, al costado del cuerpo yacente de Atahualpa. Es un cuadro que causó polémica. Muchos lo relacionaron con Buscando un Inca de Flores Galindo; sin embargo, cuando conversé con Marcel me comentó que no pensó en ello; más bien estaba intentando representar la historia del Perú en miniaturas. A mí me pareció muy interesante. Creo que es una obra muy importante para el arte contemporáneo. Además de esa pintura hay muchos dibujos y mucha gráfica.

Entonces, ¿por qué no lo has pintado tú aún?

Mira, estoy pensando en una obra que vincule a muchos líderes y prisioneros políticos de todo el mundo. Tuve la oportunidad, por ejemplo, de pintar en Chile al líder de las Panteras Negras Mumia Abu-Jamal. Y quiero pintar a Abdullah Öcalan, presidente del Partido de los Trabajadores de Kurdistán. Estoy buscando un espacio dónde pintar a diferentes prisioneros políticos del mundo. Yo creo que allí podría ser. Tengo varios proyectos en mente sobre el tema de prisioneros políticos y desaparecidos. Por ejemplo, la masacre de prisioneros políticos y guerrilleros que se dio en Trelew (Argentina), me gustaría relacionarla con la masacre de El Frontón, son proyectos que convergen. Por otro lado, he entrado también al tema de los mitos; pero todavía son eso, proyectos.

Por los proyectos que mencionas parece que empezarán a salir a la luz nuevas representaciones sobre los ochenta que, en cierta medida, harán retroceder a la versión del Estado en las batallas por la memoria. Después de haber impuesto su visión por décadas, parece que el Estado y las Fuerzas Armadas empiezan a perder terreno.

No sé si pierden terreno, más bien creo que existen diversas versiones que están tratando de contar la historia de una manera profunda. Si eso hace que pierda terreno pues será consecuencia de ello, pero no puedo afirmar algo que todavía no veo, yo solamente trato de que lo visual refleje algo de lo que está empañado.

¿Qué sentido le das a la destrucción del llamado Mausoleo de Comas?

Es parte de la persecución. Lo que pasa en el llamado Mausoleo de Comas es destruir todo tipo de memoria. Es una visión fascista de querer que no existan espacios donde la gente reflexione sobre quiénes fueron, qué hicieron. Es perseguir huesos.

¿Por qué le haces un homenaje a los muertos de El Frontón y al Mausoleo en Chupaca y no en Comas?

Yo quise pintar las paredes donde se encontraban los nichos de Comas. Mi intención fue pintarlo ahí o en el frontis del cementerio. Tenía los diseños y todo. No se pudo hacer por cosas de coordinación. Entonces no impulsé esa propuesta. Cuando se empezó a agudizar el tema de que iban a destruirlo dije: “bueno, voy a hacer algo vinculado”. Lamentablemente en el tercer día del pintado se da la destrucción, por eso decidí modificar el diseño. Antes la niña entregaba unos nichos, ahora la niña reconstruye los nichos. Es como si estuviera armando un rompecabezas. El mural ya no tenía sentido si ya habían sido destruidos los nichos.

¿Y por qué son mujeres las protagonistas del mural de Chupaca?

Porque son los familiares, son nietas. Una niña está con un hueso de un abuelo o un tío que tiene un agujero de bala en la frente. Son niñas reales, de unas fotos. Una niña de ciudad y otra de la sierra.

Nos gustaría volver al tema de la reconciliación, la posguerra y tus murales, porque nos parece que allí está el centro de la polémica. Todas las representaciones que se han hecho sobre el posconflicto y que tratan de mostrar lo que pasó en este periodo han sido controversiales. Ninguna de esas representaciones incita a la guerra o hace apología del terrorismo creo que no hay mejor argumento frente a ello que el juicio que acabas de ganarle a la Municipalidad de Lima, y por lo que Somos te dedica un especial; sin embargo, pensemos en “Los retablos” de Edilberto Jiménez, en las “Tablas de Sarhua” exhibidos en el LUM, etc., han generado debates, y acusaciones de apología por cierta prensa y por un grupo de la población afín al fujimorismo y a la versión de los militares.

Yo creo que hay una censura. Para contar los últimos 30 años de la historia del Perú tiene que estar filtrado por la versión del Estado. La memoria, la clasificación de los buenos y los malos, los monstruos y los cucos que dan terror y, por tanto, no deben ser visibilizados ni en el arte. Esa es la visión oficial.

La reconciliación sólo se dará si ambas partes, el estado y los que se levantaron en armas asuman su responsabilidad, en ese sentido recalcó que hubo una política genocida por parte del estado en tiempos de guerra.

Todo ese discurso se mantiene mientras el pueblo está olvidado y el Estado sigue de espaldas. Para mí la reconciliación se dará cuando el Estado realmente cumpla con las necesidades del pueblo, sus derechos fundamentales. La reconciliación tiene que ver con todo lo que le ha faltado. Yo me reconcilio contigo y ahora realmente te voy a dar todo lo que no tienes. Esa es la manera de entender la reconciliación.

Y también están incluidos ahí los exsenderistas.

Claro, todos los que fueron parte de la guerra.

En el llamado mausoleo de Comas, había una escultura con una mano que sujetaba al mundo. ¿Qué interpretación tienes sobre esa representación? ¿Sabes quién talló esa escultura?

Mira yo no sé quién lo ha hecho. Me imagino que lo habrán hecho en la cárcel. No lo sé, pero creo que más que control, tiene que ver con el hombre que transforma la sociedad y el planeta. No sé si es un mundo, pero una esfera que representa un planeta sobre una mano, yo creo que la mano del hombre es el origen de la transformación de todo. Lo veo así.

¿Crees que el contexto ayuda a visibilizar tus murales? Estoy pensando en el contexto de los 70. Si tú fueras un muralista de esa década, tal vez tu obra no tendría el impacto que genera ahora.

Bueno, la persecución ahora es mayor; sin embargo, más allá de la época, lo que yo trato de retratar es la injusticia. Para mí es una injusticia que nuestra población no pueda ver su historia de una forma más profunda.

Ahora bien, entremos al plano de las víctimas. La defensa frente al ataque por las tablas de Sarhua, por ejemplo, argumentó que se trataba de una representación de las víctimas de ese distrito de Víctor Fajardo (Ayacucho).

Para mí eso es cobardía. Muchas comunidades campesinas, de una u otra forma, fueron parte del proceso de la guerra. Fueron bases de apoyo algunas , otras no claro. El tema es que a la víctima se la presenta como a sujetos desvinculados del proceso de insurrección. Eso, en la actualidad, expresa también un doble moral,  pero trato de entender el miedo, los traumas que hay en muchos y la victimización de otras ; hay mucha gente que ha sido parte del proceso subversivo.

Pero la víctima, como diría Todorov, tiene un estatus moral superior frente a los victimarios.

Mucha gente se hace la víctima; para llegar a serlo, para ser aceptado, reniega de sus procesos. Pienso, por ejemplo, en José Carlos Agüero que tiene que renegar de su pasado y de sus padres para ser aceptado en un círculo intelectual burgues.

Sobre el mural de Chupaca, dices que son nietas de personas que murieron en la guerra. Eso me lleva a pensar que te preocupa la posición de los hijos y los nietos frente al accionar de sus padres.

Claro, pero es simbólicamente. Sin embargo, sí, son hijos y nietos.

¿Son víctimas?

Yo no los veo como víctimas, sino como personas que son parte de la sociedad y que tuvieron familiares que lucharon por la transformación social. Ellos son consecuencia de ese proceso.

¿Pero los muertos en El Frontón no son víctimas?

La palabra víctima es muy estéril. Creo que uno sabe lo que va a pasar después que asumes una posición crítica frente a todo. Ahora vale acalarar que en la matanza de los penales hubieron comunistas y personas que no lo eran. Mucha gente presa no estaba procesada, por ejemplo el profesor Félix Rebolledo estaba a una semana de salir en libertad.

Estoy pensando en los hijos y nietos. ¿No son víctimas acaso de un proceso de guerra? Pienso, por ejemplo, en ese estigma que cae sobre ellos, sobre aquellos que no vivieron en ese contexto.

Yo conozco hijos que no han renegado de lo que hicieron sus padres. Ellos están orgullosos. Conozco a muchos de ellos.

Entiendo eso; sin embargo, pensemos en el caso de los muertos en los penales y en sus familiares, ¿no son víctimas del Estado, que violó sus propias leyes para eliminar a sus padres, y de una sociedad que los estigmatiza?

Yo creo que ellos son consecuentes con la memoria, porque el luchar por un espacio donde ellos puedan ir a llorarles o a pensar en ellos, es su derecho. Más que un derecho de las víctimas es un derecho como seres humanos, como ciudadanos.

En todo caso, ¿cómo entender el papel de los abogados del Afadevig y del Movadef en esta caracterización de víctima por la que están luchando en este momento?

Yo creo ellos están luchando por el derecho humano de tener un espacio dónde morir más que por la victimización.

Pero, ¿es más importante tener un espacio, ahora ya derrumbado, que la memoria en sí misma?

Es que tener un espacio donde depositar los restos te da la oportunidad de decir “él está acá por tal cosa”. Entonces, per sé ya sabes por qué asumió tal reto. Al final es hasta un diagnóstico individual.

¿No crees que el Afadevig y el Movadef están desviando un poco su pelea? Es decir, podrían volcar su lucha más en la literatura, en la historia y la memoria. En el arte te tienen a ti como representante, pero en los otros planos tienen aún una producción menor.

Cuando yo empecé a pintar no lo hice pensando en el Movadef, sino porque tenía la necesidad de hacerlo. El Movadef se crea en el 2009, yo pinto desde el 2001.

No obstante, tu producción está relacionada con el Movadef. O al menos los medios te sindican esa relación.

Lo relacionen o no es problema de ellos. No me hace daño. Sí me guío por muchas propuestas del Movadef. Las investigo, las estudio, las analizo. Me sirven para tener más claridad en muchos aspectos, pero cuando hice los murales de Huanta, por ejemplo, lo hice antes de que se cree el Movadef. Cuando el Movadef se crea me da mayor entendimiento de muchas cosas. Yo hablaba de la memoria desde otra visión antes que se creara el Movadef. Es decir, el Movadef no me dice lo que tengo que hacer. No es así. No funciona así. Lo que sí he propuesto al Movadef, hace ya mucho tiempo, es hacer murales a escala nacional e internacional sobre muchos temas, sobre su línea programática.

¿Te han apoyado en ese proyecto?

En algunas cosas sí, en otras no. Lamentablemente no he tenido tiempo para coordinar muchas cosas. Sin embargo, siempre consulto. Hablaba, por ejemplo, durante horas con el Dr. Fajardo y el Dr. Crespo, porque me parece que son personas que tienen una claridad y un análisis muy importante. Entonces, trato de buscar fuentes, no solamente con dirigentes, sino también con bases, con familiares, tanto del Movadef como de otros espacios, de otros partidos políticos.

Coméntanos un poco más sobre tu proyecto de los murales de Huanta. ¿Cómo nace?

Nace porque trataba, de alguna forma, de conocer la experiencia ayacuchana. Cuando tomaron la escuela de Bellas Artes en el 2007, yo me fui a Ayacucho para hacer un reconocimiento. Buscaba testimonios para películas. Y, como parte de mi investigación, salieron los murales. Conocí al alcalde de Huanta de ese momento, Edwin Bustillos. Él fue el que me encargó de hacer los murales. Antes de eso yo había estado en Cuba. Había estado investigando allí, así como haciendo proyectos y talleres. Entonces me contactó por ahí, gente que estuvo en Cuba, con el alcalde ayacuchano. Es así que pinto mis primeros murales sobre la memoria.

Tras la experiencia huantina empiezo a conocer Putis y demás zonas donde hubo masacres. Eso me marca para seguir una propuesta visual que pueda ir en la línea de la denuncia; pero, al mismo tiempo, buscando visibilizar a la gente que sigue luchando para vivir dignamente. Es decir, me niego a ver a las personas como gente que vive del dolor, sino todo lo contrario. Intento mostrar a gente que, a pesar de haber sido marcada por el dolor, sigue viviendo de una manera digna, y sigue luchando por sus derechos. Se trata entonces de un cambio de enfoque de lo que se mantiene como víctimas, contraria a cómo lo ven las ONG en su constante traficar con la memoria y los derechos humanos.

Queda claro tus denuncias contra el accionar del Estado y el Ejército, pero no has denunciado aún las masacres del denominado “Ejército Guerrillero Popular”.

Es que no he encontrado esos testimonios directos. Si es que los encuentro los haré.

Pero es ampliamente conocido, por ejemplo, la masacre de Lucanamarca.

No he ido aún a Lucanamarca. Sí me gustaría ir allá a investigar y recoger fuentes. Cuando llegue seguro haré un trabajo relacionado a eso. Y me gustaría hacerlo de manera profunda.

Cuéntanos un poco más de tu obra “Mamá esperanza”. Dices que es la que más ha resistido al paso del tiempo. ¿Cómo ha sido vista esta obra?, ¿ha sido criticada?

Mira, surge cuando radicaba en Ayacucho, donde ocurre una protesta de muchas mujeres que tienen familiares detenidos y desaparecidos. Fue una protesta muy grande en la plaza de Huanta y estas mujeres se sentaron con sus banderolas.

¿Esas mujeres son reales?

Sí. Muchos registramos en fotografías esa movilización. Cuando me encargaron pintar un muro, yo les dije que quería hacer un mural en homenaje a ellas. El alcalde estuvo de acuerdo. Y trabajamos. Pasó el tiempo, y cuando unos cineastas querían hacer un documental de mis obras, fuimos a Ayacucho a entrevistar al nuevo alcalde y a ver en qué forma se encuentran los murales, y ahí es cuando la autoridad nos comenta que había ido la Dirección Contra el Terrorismo (DIRCOTE) a borrar los murales. Y el alcalde se puso reacio y les dijo “no puedo borrarlo yo. Bórrenlo ustedes, con su propio presupuesto, si tanto les interesa”. Y los otros estaban como alterados y dijeron “no, pero tú eres la autoridad, tú tienes que borrarlo, porque estos murales son apología”. Él les respondió: “pero ¿dónde está la apología?” Y los otros le dicen: “es apología porque habla de la reconciliación y eso tiene que ver con las propuestas senderistas”. Y el alcalde les dijo: “bueno, es la interpretación de ustedes”. Ojo que era otro alcalde. No era el que me contrató.

Bueno, no lograron borrar los murales, porque no solo era “Mamá Esperanza”, eran todos los murales de Ayacucho. Cuando regresé, me cuentan todo eso y me piden que les cuente por qué hay toda esta repercusión. Bueno yo les digo que estaban tratando de censurar toda mi obra bajo el concepto de apología. Pero, como no han logrado demostrar tal cosa, seguirá siendo parte de una campaña. Al final la autoridad huantina me dijo: “me gustaría que restauremos el mural”

¿Dejaron maltrecho al mural?

Ya estaba desgastado por el sol, por el tiempo. Duró 10 años. 10 años después me contrataron y lo volví a pintar. La gente se acercaba cuando pinté. Se acercaban a contarme su experiencia. Las campesinas se acercaban trayéndonos fruta, como una forma de expresarnos su cariño hacia lo que hacíamos. Para mí eso es lo más digno. Más que me paguen, que la gente del pueblo, la gente que tiene algo ahí, sea parte de uno.

Cuando se produce la destrucción del Mausoleo mucha gente comenzó a debatir sobre aquello en las redes, ya sea a favor o en contra. Entre esas voces estuvo, por ejemplo, la del escritor Diego Trelles, quien cuestionó duramente a las legisladoras Marisa Glave e Indira Huilca, por autodenominarse de izquierda y votar a favor de la destrucción.  Glave, en respuesta a Trelles, aseguró que el Afadevig tenía planeado enterrar en el Mausoleo a Abimael Guzmán. Nadie llegó a refutar su justificación. ¿Qué opinas de eso?

Mira, me has hecho recordar a la entrevista que le hace la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) al Dctr. Abimael Guzmán. Él les pregunta: “yo quiero saber, señores, que va a pasar cuando yo fallezca. ¿Qué van a hacer con mi cuerpo?” La respuesta es el silencio. No hay una respuesta concreta. Lo que yo creo es que toda persona tiene el derecho de tener un espacio físico dónde morir. Es parte de descansar en paz. Nadie tiene por qué ensañarse con el Cuerpo, sea Fujimori, Cipriani o Abimael Guzmán. Y lo que ha pasado en Comas es cómo el enemigo se ensaña con el muerto, con los huesos y la presencia física.

Resulta curioso que mientras tú hablas de no negarle el derecho de entierro a nadie, personas como Glave, Huilca y los defensores de Derechos Humanos enarbolan frases como “ni olvido ni perdón”.

Sí, es una estupidez. Es una frase hueca.

Pero la frase en el Perú se usa más contra el PCP-SL y no contra el Ejército, como sucede en Argentina o Chile.

La sociedad peruana con su clase dirigente es una sociedad ultraconservadora y de derecha. Me parece bastante particular cómo, en la sociedad peruana, el tema de la historia de la guerra es tan hermetizado frente a Chile, Argentina o Colombia. Mira, en Chile, me pasó algo curioso. Me invitaron para un proyecto grande, dirigido por los comunistas chilenos del Frente Patriótico. Cuando pintaba a los guerrilleros con sus fusiles, la gente estaba a la expectativa. Se notaba una población orgullosa. Hay como una memoria de orgullo y de dignidad, por lo que representa esa guerrilla. Yo decía: “Wow, cómo en esta sociedad hay toda una visión diferente de lo que representa este grupo armando”.

Pero claro, son historias distintas

Claro, acá ha sido más radical. Acá ha sido la toma del poder. Ahí, en Chile, no era tanto la toma de poder, era más bien acabar con la dictadura. Por eso la sociedad peruana, me refiero a la gran burguesia tiene mucho miedo.

¿Qué proyectos tienes a futuro en este campo de la memoria?

De la memoria, no sé todavía. O sea, tengo diseños, pero no sé cuál va a salir primero.

¿Pero siempre en la línea que plantea la reconciliación nacional y la amnistía?

Hay temas que abarcan eso, pero también muchos otros, como la familia, por ejemplo. Incluso tengo proyectos que tienen que ver con temas ecológicos y los animales. Yo creo que uno debe ser versátil en la creación.

Una cosa final, ¿por qué crees que el diario El Comercio recién empieza a escribir de manera distinta sobre ti. La nota que apreció en su revista Somos, por ejemplo, trata de resaltarte como artista y no como miembro del Movadef.

Yo me imagino que por el tema legal. Estoy batallando para poder tener más derecho como artista, contra la censura y por recuperar mis obras en general. Entonces creo que ponen de lado mi posición filosófica y tratan de ver mi lucha legal. Lo veo más por ese lado. Pero eso no va a quitar que yo siga con mi propuesta y mi discurso. Yo voy a seguir pintando siempre lo que me he trazado como meta. A mí me da igual si El Comercio u otro medio se interesa en mis proyectos. Si lo hacen, bien, si no igual. Yo no los necesito.

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