Por - Publicado el 30-12-2015

No es un libro para tomarse en serio. Existen diversos análisis sobre la izquierda hechos por otra gente de derecha escritos con mucho mayor fundamento, que sí citan bien a sus fuentes, que tienen alguna especialidad en algo, y que sobre todo están mucho mejor escritos. Este libro está escrito con el hígado; supura bronca y complejos, acusaciones personales y descalificaciones en cada línea que uno lee. Es el boquillazo que precede a una mechadera convertido en libro.

Ni siquiera vale la pena perderse en las comidillas que va soltando, pues no es ninguna fuente confiable, ni cita con rigurosidad. Allá los reseñadores ayayeros que se pierden en buscar precisiones en estas comidillas como si éstas fueran algún aporte a algo.

Al autor, obviamente acostumbrado a escribir pequeñas columnas, le queda grande escribir un libro. Uno siente estar leyendo sus columnas de opinión en un formato grande e interminable. Es como ver a un jugador de fulbito, experto en pequeñas gambetas y sin físico para correr más, totalmente desubicado en una cancha de fútbol. Es un libro repetitivo y nada original, totalmente prescindible y por sobre todo que no tiene las de lograr su objetivo cual es supuestamente advertir al público sobre lo nocivo que es la izquierda para el Perú. Desde luego que tal mensaje le hace muy pero muy poca mella a la izquierda peruana. Por el contrario, gente como el autor contribuye mucho a esclarecer las cosas. Larga vida y que nunca pare de escribir como lo ha venido haciendo.

El mensaje del autor, cual gran catón, es que la izquierda debe desaparecer del país porque le ha hecho mucho daño. Arranca señalando dos debacles de la izquierda: el cierre de la revista Quehacer de DESCO (¿?) y el fracaso de Susana Villarán en la municipalidad de Lima. Se equivoca en lo primero. Quehacer había dejado de ser una revista de izquierda hacía ya mucho tiempo. Había apoyado al fujimorismo en los 1990s. Cerró porque no tenía nada que aportar. El fracaso de Villarán es connotado como un fracaso de la izquierda, sobre todo cuando ella logró no ser revocada a diferencia de sus regidores. Pero esa salvada quedó en nada al ocurrírsele ir a la reelección, y con “Diálogo Vecinal”, con lo que acabó personalizando su fracaso y mostrándose como muy oportunista, imagen que ha consolidado con su reciente integración a la plancha de Urresti. En una izquierda plural fracasa una opción y surge otra, no se fracasa necesariamente en bloque. Su fracaso claro que perjudica a la izquierda en general, pero es una situación remontable. Más aún cuando la derecha no tiene nada mejor que ofrecer.

El libro continúa con un recuento de “lacras izquierdistas” que la izquierda fue una gran asesina, que el modelo económico velasquista es un sida, que la izquierda está en decadencia intelectual, más un “testimonio de parte”. En este último acápite cuenta cómo la izquierda lo agredió durante toda su vida:
“Soy un ‘hijo de la revolución’ velasquista, así que de niño vestí uniforme escolar único como si fuera militar, tuva a Papá Noel y Mickey Mouse prohibidos y me ahogaron con un país cerrado al exterior y una televisión gris y repleta de discursos militares con transmisión ‘en cadena’ (en todos los canales en simultáneo).”

Y por supuesto, también lo agredió Sendero Luminoso y el MRTA. Humala amenazó regresar toda esa bazofia a su vida desde el 2006. Dice. Luego sigue un horripilante y olvidable recuento histórico sobre la izquierda peruana que concluye con que el “tumor” de la izquierda está derrotado, disperso y sin apoyo electoral. Pero claro, ahí viene su discurso sobre el “electarado” que por ahí acaba apoyando a opciones izquierdistas. La úlitma frase no tiene desperdicio:

“La izquierda local es un cóccix extra large, un vestigio inmenso de ese rabo que tuvimos los humanos cuando fuimos simios, un atavismo arcaico que tan solo nos ha traído desgracias. Una tragedia y una maldición”.

Y tampoco lo tiene su Post Scriptum titulado “Gracias (periodísticas) totales” dedicado a varios izquierdistas, pero también a otros nada izquierdistas:

“A Juan Carlos Tafur, zahorí colega que se entusiasmó con la respuesta a Lauer y me convenció para que escribiera semanalmente una columna

A Eduardo Carbajal Arenas (EC) y Luis Agois Banchero (EPENSA), que me despidieron, in motivo aparente o relevante, de trabajos muy queridos en periódicos.

A Carmelo X (no recuerdo su apellido), un editor del diario económico español Expansión, quien luego de una entrevista en diciembre de 1991 aseguró a un ilusionado y joven recién graduado que todo estaba OK para ese puesto de redactor y que lo llamarían esa semana…”

El denominador común para esta dedicatoria es el odio, no importa que se trate de gente de izquierda o de derecha. De hecho los maltratos más directos los sufrió el autor de parte de gente de derecha. Pero claro, haciendo un balance, finalmente lo trataron y lo siguen tratando más o menos bien. Suena a que si el autor del libro hubiera sufrido más episodios de maltrato de parte de la derecha, particularmente durante su niñez, en vez de ser anti-izquierdista habría sido un furibundo anti-derechista.

¿Por qué escribir un libro así? Ocurre que ya pasó la “época de oro” del autor, como director de Correo, y necesita un relanzamiento personal. Hoy el autor lleva muchas banderillas en el lomo. Su discurso está gastado. Sus broncas personales no despiertan interés en sus posibles empleadores que entienden que es alguien conflictivo y no confiable. Lo botan de Correo y se da nivel inventándose una conspiración brasileña para sacarlo. Todo su discurso tiene más valor de entretenimiento, para la derecha y a veces para la izquierda, que de esclarecimiento. Y es un discurso nada consistente: ha pasado de ser algo anticlerical a ser totalmente clerical, se ha mostrado en su rol más represivo, con incoherencias estatistas y dirigistas dentro de su supuesto liberalismo. Es un columnista asilado con una columna en P21, después de haber salido de El Comercio. Su programa televisivo ha salido del horario estelar del domingo por la noche para ser reubicado en la mañana.

Se nota que es una persona que no trabaja bien en la adversidad y que está muy interesado en que su libro sea aclamado para recuperarse de lo dolido que está por su caída de Correo.

¿Le funcionará?

Todo dependerá de si en la derecha hay cama para tanta gente. Con el nombramiento de Berckemeyer y Garrido en El Comercio y P21 ya quedó claro que la derecha tiene otros cuadros jóvenes mucho más preparados que el autor y sobre todo que sí son de la casta oligárquica. Al lado de ellos el autor es un antiguo guardaespaldas del cual tal vez la derecha no tenga ningún problema de prescindir. Ojalá que eso no ocurra y tengamos Aldo Mariátegui para rato.

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