Por - Publicado el 15-03-2015

1. La lucha histórica inconclusa
Muchos peruanos lucharon reciamente contra el colonialismo español. Pero fueron traicionados, derrotados por otros peruanos (que después a su vez se rebelaron) y finalmente cruel y ejemplarmente torturados y muertos. El colonialismo español pudo conquistar primero y luego gobernar lo que devendría en el Perú debido a los enfrentamientos entre los grupos humanos que dominaban y a aterrorizarlos con torturas y crueles ejecuciones públicas.

Todo este sistema reventó por una crisis en el centro y en la periferia: una España invadida por Francia y una periferia caraqueña y bonaerense hicieron explotar todo este tinglado de poder. El Perú, y más precisamente Lima, era el subcentro de opresión y represión colonial, el lugar desde el cual se comandaba la represión contra los patriotas argentinos y venezolanos. Lógicamente las corrientes revolucionarias periféricas, llenas de liberalismo burgués, tenían que aplastar a ese poder opresivo y represivo. Tenían que aplastar a ese Perú oligárquico y reaccionario.

La lucha de los peruanos fue muy aguerrida y honorable, pero no pudo triunfar por sí misma. El sentimiento de libertad nunca murió entre los peruanos, pero fue amortajado duramente por la crueldad española, que sí logró restarles fuerzas para una liberación propia. El Perú logró su independencia de España, pero en buena cuenta gracias a las corrientes liberadoras venezolana y argentina. Es algo que todos los peruanos lo sabemos y no lo podemos negar, no importa cuánto nos engañemos exaltando a los honorables peruanos que se fajaron por una liberación que nunca consiguieron.

Lo bueno de todo esto es que mirando adelante a las nuevas generaciones les queda una tarea pendiente: la liberación del Perú por los peruanos y las peruanas.

2. Lo político y lo geopolítico
Las nuevos países suramericanos surgieron de las instancias administrativas españolas. Audiencias y capitanías se convirtieron en países. En relación al Perú a varios de ellos les quedó la inercia de ver al Perú independiente, pero igual de reaccionario que el Perú colonial, como un enemigo. Esa fue la doctrina Portales de Chile y esa fue la doctrina de Bolívar heredada a la Gran Colombia. La lógica anticolonialista de las corrientes independentistas continuó como lógica antiperuanista de los países independientes que rodean al Perú.

Y básicamente el Perú perdió ante la presión del sur, pero resistió y ganó ante la presión del norte.

El Perú fue invadido tres veces por mar desde Chile, por tropas chilenas supuestamente amigas que se volvieron abiertamente enemigas: la primera fue con San Martín para liberar al Perú, la segunda fue guiada por varios peruanos chilenistas y antisantacrucistas (como Ramón Castilla y Ricardo Palma) para desunir al Perú de Bolivia y la tercera fue la encabezada por los chilenos Patricio Lynch y Pedro Lagos para anexarse territorio peruano. Todas estas guerras fueron una mezcla de guerra exterior con guerra civil. Hubo peruanos en ambos lados, sea combatiendo o por connivencia y derrotismo ante el invasor. Pero los extranjeros invasores tenían muy claro que estaban luchando contra una entidad opresiva.

Y por el norte en la colada de la independencia Bolívar, quien anticipó a Portales en debilitar al Perú, le quitó Guayaquil al Perú y lo dividió de Bolivia, para debilitar a la entidad reaccionaria peruana. Con ello el Perú mantuvo una prolongada tensión en la frontera norte (y de paso, separado de Bolivia, quedó débil por el sur). Finalmente, con la caída del guano y del salitre y el auge del petróleo, los territorios amazónicos resultaron ser más importantes económicamente que los del sur. Como el Perú y sus vecinos son economías primario-exportadoras rentistas, las disputas territoriales son cruciales.

La derrota en el sur significó un movimiento de conciencias, un replanteamiento de lo que es y debe ser el Perú. Manuel González Prada entendió que un país reaccionario y oligárquico era un país débil nacionalmente. En cambio la victoria en el norte de 1941 en pleno gobierno oligárquico de Manuel Prado reforzó y consolidó la resignación a un Perú reaccionario, en que todo funcionaba bien bajo el poder de la oligarquía. Una pax oligárquica.

3. No hay liberación desde afuera
Las corrientes independentistas del sur y del norte se transmutaron así en corrientes invasoras del Perú. Las rutas de la liberación fueron las rutas de la invasión. Los sanmartinianos argentinos de la pampa quedaron lejos y vinieron chilenos saquedores, ya no de tropa seguidora, sino comandando la mutilación del Perú. Los bolivarianos venezolanos del llano también quedaron lejos y nos quedamos en guerras largas y sangrientas con persistentes colombianos y ecuatorianos. El Perú pagó el precio de la destrucción por siglos de sus fuerzas humanas internas con su mutilación territorial y la muerte en combate y en invasión de sus gentes. El genocidio de la población peruana sembró las derrotas de la entidad post-colonial independiente. Una independencia del Perú basada en sus propias fuerzas no habría permitido tales derrotas a manos de las nuevas entidades vecinas.

No hay pues liberación desde afuera. Hay el comienzo de un proceso de disgregación que sólo remitió a comienzos del siglo veinte, coincidente con la emergencia de los Estados Unidos como poder mundial, una tabla de salvación nacional para el Perú. Siempre buscando soluciones fuera del Perú, nunca dentro. Los indígenas conquistados por el poder español en base a sus enfrentamientos entre sí ya se habían percatado que no fueron «liberados» desde afuera. Una constante en la historia del Perú de la cual no se acaba de aprender.

4. El Perú, ¿hasta cuándo un bastión reaccionario?
Hoy se vive un momento similar. En pocos años el Perú celebrará doscientos años de independencia de España y llega a ese momento con un régimen oligárquico fatigado, con presión interna del movimiento social para acabar con el gobierno de los pocos y con países que lo rodean que han abandonado el neoliberalismo como forma de gobierno y manejo económico. Este Perú usurpado se reafirma en ser un bastión reaccionario, esta vez en sumisión a los Estados Unidos, poder dominante externo que le da seguridad a la vil oligarquía reinante.

Si alguna vez los actuales peruanos y las actuales peruanas leyeron los libros de historia y sintieron frustración por no haber conseguido la independencia con fuerzas propias, aquí hay una oportunidad histórica para hacer lo que no se ha hecho hasta ahora. Se necesita una liberación del Perú desde dentro, desbarrancar del poder a esa minoría oligárquica y que el poder esté verdaderamente en las mayorías de este variado Perú. No es una liberación que vendrá desde ningún país de la región por más progresista que sea. Eso ya se hizo, no funcionó y no se debe repetir. Aprendamos de la experiencia histórica. Menos se hará desde la embajada de los Estados Unidos y sus tan «progresistas» apoyos a las políticas sociales. Y tampoco es una liberación que llegará «porque tiene que llegar», porque como el mundo ha cambiado el Perú también tiene que cambiar. Los cambios no llegan ni de afuera ni de arriba; llegan de la propia acción de peruanos y peruanas. El atraso oligárquico no tendrá cuándo acabar si no es derrotado por fuerzas internas peruanas. Otros pueblos lograron avances luchando duramente. Nos podrán dar su ejemplo de lucha y mostrarnos sus logros, pero éste por sí solo no va a debilitar a una oligarquía tan retrógrada.

Es una liberación que comienza con la conciencia de su necesidad y con las ganas de gobernarse a sí mismo y concluye con que el Perú deje de ser un bastión oligárquico para convertirse en un bastión revolucionario y multicultural. La liberación del Perú está en la mente de sus gentes. Una vez que los peruanos y las peruanas tomen conciencia de que su liberación sólo está en sus manos, el poder de la minoría oligárquica se caerá como un castillo de naipes.

5. De la conquista a la liberación
En los sesentas Fernando Belaúnde escribió un libro en el que exponía su plan de gobierno, titulado «La conquista del Perú por los peruanos». Como oligarca que era, admiraba a los conquistadores españoles y se imaginaba que los actuales peruanos debían conquistar el Perú: colonizar la selva como los españoles habían colonizado la costa y sierra. Ese es un pensamiento colonialista y excluyente, que en los sesentas del siglo pasado convenientemente cambiaba la necesidad de una reforma agraria por la colonización de la selva por los campesinos sin tierra. Este pensamiento sigue presente en el Perú, como todavía se le reverencia como algo muy peruano.

No.

Lo que se necesita no es que los peruanos y las peruanas se sientan «conquistadores» de su país como lo fue el «exitoso» Francisco Pizarro, sino liberadores del mismo como lo fue el «derrotado» Túpac Amaru. Se necesita que los actuales peruanos y peruanas sientan que tendrán el éxito que no tuvieron los recios y heroicos peruanos que lucharon por la liberación del Perú, no el éxito que sí tuvieron los genocidas que oprimieron al Perú por siglos. En suma, lo que se necesita más bien es la liberación del Perú por los peruanos y las peruanas.

ConquistaBelaundeconquistaBelaunde

«La conquista del Perú por los peruanos».
1959. Libro de Fernando Belaúnde, con el que lanza el programa de Acción Popular.
2012. Conferencia en el Congreso del Perú.

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