Por - Publicado el 05-09-2014

Por Silvio Rendon

En este editorial de El Comercio se sostiene lo siguiente:

“las empresas tienen que enfrentar las gravosas regulaciones de seguridad y salud en el trabajo, que imponen obligaciones innecesarias y sumamente costosas (según la Sociedad Nacional de Industrias, por ejemplo, para cumplir con estas últimas exigencias una pequeña empresa de diez trabajadores debe destinar anualmente S/.31.000).”

Según El Comercio una empresa de 10 trabajadores enfrenta terribles “sobrecostos”. A continuación asegura:

“El Estado, de hecho, se ha dado cuenta de esto, pues ha creado un régimen especial para las microempresas y pequeñas empresas en el que no existen todas estas onerosas obligaciones laborales, pero absurdamente insiste en mantener el régimen ‘general’ para el resto de empresas. Lo irónico es que lo general se ha vuelto la excepción, pues existen más empresas dentro del régimen especial que dentro del otro.”

Ahora resulta que hay un régimen de excepción para las microempresas y pequeñas empresas en que “no existen todas estas onerosas obligaciones laborales”.

¿En qué quedamos?

El Comercio se contradice: comienza hablando de onerosas obligaciones laborales para una pequeña empresa de 10 trabajadores para líneas delante acabar diciendo que estas obligaciones no existen para las empresas de este tamaño.

En realidad, lo que ocurre es que El Comercio una vez más recurre al viejo truco de usar a las pequeñas empresas para pedir prebendas para las grandes empresas. Es el viejo truco de la oligarquía, de De Soto Vargas Llosa en los 80s: usar a los pequeños empresarios para lograr ventajas para los grandes. Veamos:

“Si el Estado ya acepta que existan empresas sujetas a menos obligaciones laborales, ¿por qué no dar un paso en dirección a la mayor competitividad y formalidad y volver a dicho régimen especial la norma para todo el mundo? Más aun cuando la existencia de dos sistemas se convierte en un obstáculo para que las microempresas y pequeñas empresas crezcan: como al aumentar de tamaño tienen que empezar a asumir las costosísimas regulaciones laborales del régimen general, muchas empresas no pueden seguir creciendo o deciden hacerlo en la informalidad.”

Quieren que el régimen especial para las pequeñas empresas se vuelva la norma “para todo el mundo”, es decir, incluyendo a las grandes empresas. Quieren recortar los derechos laborales aún más de lo que ya los recortó Fujimori en los 90. Se supone que el régimen especial es un incentivo para que las pequeñas y microempresas arranquen, pero no es algo que va a estar ahí para siempre. Llega un momento de madurez en que el incentivo se retira.

El Comercio, como buen representante de la oligarquía más reaccionaria, recurre a trucos argumentativos ya gastados en el Perú. Usan a los pequeños empresarios para abogar a favor de los grandes. Vienen a decir que al trabajador le conviene no tener ninguna protección laboral, en realidad beneficiando a los empresarios. Usan el buen desempeño de los colegios “Fe y Alegría” para abogar por la privatización de la educación y que se masifiquen las escuelas-negocio. Se las ingenian para presentar los intereses de los grandes grupos de poder como si fueran los intereses de todos los ciudadanos, particularmente de los más pobres.

Afortunadamente, sus cantaletas son un cuchillo loncco que ya no corta como antes.

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