Por - Publicado el 14-05-2014

1. «Mercantilista» como equivalente a «prebendario»
Hernando de Soto tergiversó el significado del término «mercantilista» y lo aplicó como sinónimo de «prebendario», pero sólo cuando la prebenda era para algún interés industrial. Difícilmente algún vocero de la derecha calificará de «mercantilista» a las concesiones obtenidas del estado por alguna gran empresa primario-exportadora, algún banco o AFP: exoneraciones tributarias, expropiaciones a campesinos, venta de mercados cautivos de contribuyentes de AFPs, leyes con nombre propio en favor de megamineras, etc. En el Perú, si se trata de alguna concesión destinada a beneficiar a la industria nacional, inmediatamente se le aplicará en sambenito de «mercantilista».

2. Mercantilismo de balanza comercial
El mercantilismo es otra cosa: es la creencia que exportar más de lo que se importa sustenta un mayor bienestar. Por esa razón, en la actualidad se suele llamar irónicamente «mercantilista» a la economía alemana o china, tan superavitarias en sus cuentas externas. Sin embargo, en el Perú se vive un microclima semántico en que «mercantilista» es lo que dijo alguna vez Hernando de Soto. En ninguna otra parte del mundo se habla del mercantilismo con esa acepción.

3. El paralelo fisiocrático
Siguiéndoles el razonamiento sobre un paralelo entre la industrialización proteccionista y el mercantilismo se podría calificar a las ideas económicas de la derecha de «fisiócratas»: por i) su énfasis en presentar a la actividad primario-exportadora como gran creadora de valor, ii) su librecambismo extremo, y iii) su oposición a lo que llaman «mercantilismo».

4. Pensamiento fisiócrata: «La actividad extractiva es la única que crea valor»
Según los fisiócratas la actividad extractiva era la única actividad productiva (agricultura, explotación forestal, minería, pesca). La actividad industrial, no extractiva, no crea ningún valor. Por eso los fisiócratas calificaron a la clase artesanal, precursora de la clase industrial, como «clase estéril», pues según ellos no creaba ningún valor. Una actitud muy en sintonía con el antiindustrialismo de los librecambistas mediáticos en el Perú. Desde luego que lo que se escucha en la actualidad no llega al extremo del fisiocratismo primigenio, pero es muy similar en su énfasis en la actividad extractiva como central y gran agregadora de valor en la economía.

Un ejemplo:

«Con la excepción de una pintura de Rembrandt o una novela de Vargas Llosa, dudo que exista actividad con mayor valor agregado que la minería. Esta actividad busca minerales en el subsuelo, pero, para volverlos realmente riqueza, debe primero encontrarlos (prospección); luego, debe evaluar si son suficientemente ricos y abundantes para justificar la gran cantidad de esfuerzo que requiere extraerlos (factibilidad) y, finalmente, debe construir la operación industrial para explotarlos. En pocas palabras, puro valor agregado. Tomó algo sin valor alguno (el mineral bajo tierra) y lo convirtió en riqueza, donde la parte del león se la lleva el Estado.»
Roberto Abusada, 11 de mayo de 2014

Nomás falta que digan que la mayor parte del valor agregado contenido en una computadora viene de la minería.

Emulando a los fisiócratas, creen en una gran agregación de valor por parte de la actividad extractiva: «dudo que exista actividad con mayor valor agregado que la minería», «Tomó algo sin valor alguno (el mineral bajo tierra) y lo convirtió en riqueza».

Los argumentos que se escuchan sobre un gran valor agregado creado por la actividad extractiva, se podrían aplicar a todos los booms exportadores que ha vivido el Perú: guano, salitre, caucho, como la misma minería, el petróleo y toda la agro-exportación. Pero ya vimos cómo todos esas expansiones fueron «prosperidades falaces», que enriquecieron a pocos, beneficiaron a muchos sólo tangencialmente, y no dejaron ningún efecto duradero. El Perú tiene mucha experiencia en aplicar políticas fisiocráticas, sin que éstas hubieran llevado al país a buen puerto. La industrialización proteccionista fue, vista en retrospectiva, un episodio de un par de décadas, una disgresión histórica dentro de una invariable política primario-exportadora.

5. El liberalismo fisiocrático
Los fisiócratas franceses son los inventores del «laissez faire, laissez passer» (dejar hacer, dejar pasar), el famoso eslogan del librecambismo. De hecho Adam Smith adoptó varias de las ideas originales de los fisiócratas. La idea del libre mercado como un «orden natural» con lógica propia viene de los fisiócratas.

Según los fisiócratas el gobierno es un parásito que vive de la actividad económica privada. El gobierno más bien no es parte del «orden natural». Los fisiócratas abogaban por la eliminación de las restricciones a la actividad comercial y de los monopolios gubernamentales. Tampoco era que qusieran desincentivar la actividad industrial, pero sí resaltaban que no tenía sentido distorsionar a toda la economía con aranceles para favorecer a ese sector. Argumentos muy similares a los que se repiten cansinamente en el Perú.

6. El antimercantilismo fisiocrático
La primera oposición contra los mercantilistas no viene de Adam Smith, sino de los fisiócratas, quienes se oponían duramente a las políticas del colbertismo, la variedad francesa del mercantilismo, de promover desde el estado la actividad industrial. En contra del mercantilismo, los fisiócratas propugnaban la maximización del producto nacional y no del saldo de balanza comercial con su correspondiente acumulación de reservas de oro. Nada de intervenciones gubernamentales «antinaturales»; más bien una política de libre mercado con un impuesto simple y único. En el Perú no sólo tenemos recomendaciones políticas, sino también una actitud antigubernamental muy similar. Tienen una bronca muy marcada con lo que insisten en llamar «mercantilismo», su enemigo hereditario.

7. Fisiocracia local
Si en el Perú se habla con tanta soltura de «mercantilistas», también procedería hablar de «fisiócratas», aquellos extractivistas, librecambistas y anti-«mercantilistas» que tienen balcón en los diversos medios de comunicación.

Los neoliberales bananeros se alucinan Smith criticando al mercantilismo, pero finalmente más se parecen a Quesnay oponiéndose a Colbert en la Francia prerevolucionaria. En cualquier caso estamos en un escenario ideológico de fantasías medievales, mismo Harry Potter, con poco asidero en la realidad.

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