Por - Publicado el 04-04-2014

[El presente post se inscribe en la serie de posts sobre historia social peruana como 1950: La masacre de Cayaltí, Valle de Chicama 1912: la rebelión de los braceros, Chincha: terratenientes, trabajadores y la sublevación de 1879, entre otros. Son hechos olvidados por una historia oficial que oculta el nunca resarcido sufrimiento de la población peruana causado por sus explotadores.]

1. El fulminante efecto de la masacre de Parcona
La masacre de Parcona se supo inmediatamente en Lima. Impresionó e indignó a toda una generación de obreros, campesinos e intelectuales progresistas. Fue la expresión del abuso terrateniente contra los campesinos peruanos. Mariátegui menciona esta masacre en sus obras, al igual que las masacres en Huancané y La Mar. Ricardo Martínez de la Torre en su «Apuntes para una interpretación marxista de la historia del Perú» lo cuenta así:

Cuando se supo en los centros obreros de Lima, los sangrientos sucesos de Parcona, un unánime sentimiento de horror e indignación sacudio a todos los trabajadores. Las masacres de aborígenes, en la sierra, llegaban muy vagamente, y se carecía casi siempre de informaciones directas. Las noticias más o menos exactas eran obtenidas después de meses o de años.


Portada de «El Obrero Textil» sobre la masacre de Parcona.

Las masacres de Parcona, a las puertas de Lima, se conocieron casi inmediatamente. Los trabajadores recibieron versiones directas y fidedignas llegadas del centro mismo de la tragedia. Como aún no se había organizado el movimiento marxista, no fue posible acusar a la Federación de Campesinos de Ica, como a una organización comunista. Por eso, se utilizó contra ellos los cargos de «subversión», de «motín», de «saqueadores», de «conspiración revolucionaria» para derrocar a Leguía.

Martínez de la Torre escribe sobre esta masacre pensando en el futuro, en el día en que los terratenientes expropiadores de los campesinos sean expropiados:

Pido, desde aquí que el día del triunfo final, el día que en el Perú se instale el libre gobierno de los obreros y campesinos, esta colección sirva como ACTA DE ACUSACIÓN contra los expropiadores, después de ser expropiados por la Revolución.

Bueno, ese día no ha llegado aún. Los terratenientes fueron expropiados, pero nunca pagaron por sus crímenes contra los campesinos. Y más aún, ahora toda la sociedad tiene que pagarles a los terratenientes, redimiéndoles los bonos de la reforma agraria. Menuda justicia histórica.

2. Surge la organización campesina

Jornada de trabajo desde las 5:30 am hasta las 6pm. Con una hora de pausa para comer, de 12m a 1pm. Los capataces podían usar el látigo y azotar a los trabajadores. Y si alguien no aceptaba el castigo, ahí estaba el cepo y la barra y sino las autoridad «que siempre estaba solícita a la voluntad del gamonal».

Los trabajadores comienzan a organizarse después de 1917. En 1918 aparece el «Centro Obrero Iqueño». Los terratenienes y el clero local miran con desconfianza a esta organización. En mayo de 1920 un frayle intenta incendiar la biblioteca del Centro Obrero de Parcona. Como resultado de esta organización los obreros comienzan a obtener mejoras de salarios y condiciones de trabajo, mas no los obreros rurales.

Se efectúa la primera reclamación formal de los campesinos ante la Sección Trabajo del Ministerio de Fomento en provincias. Piden que se cumpla con las ocho horas de trabajo. Se instala una Junta de Conciliación. Los delegados de los terratenientes responden que las ocho horas son sólo para los obreros industriales, no para los del campo. «Que el aparente exceso de tiempo estaba compensado con el tiempo que perdían en ir a beber agua y hacer alguna necesidad corporal».

En cuanto a la existencia de cepos y barras en algunas haciendas, que existían por uso que de ellas habían hecho los antiguos propietarios de estas haciendas, sin que fuera cierto que actualmente se hiciera uso de ellas.

Los delegados campesinos refutan todas estas afirmaciones.

La autoridad emite una sentencia a favor de los campesinos: las ocho horas tambión son para los obreros rurales y se prohibe terminantemente el uso de cepos y barras.

Los trabajadores campesinos, como era natural, celebraron con alegría este primer paso hacia su mejoramiento social. Los gamonales, por su parte, se sintieron indignados, principalmente contra los delegados campesinos, a quienes desde ese momento consideraron como agitadores peligrosos.

En octubre de 1921 la organización da un siguiente paso y se crea la Federación de Campesinos del Valle de Ica, «desde Huamaní hasta Ocucaje, inclusive Yauca», que logra reconocimiento oficial por el Ministerio de Fomento. El prefecto entonces era Miguel V Merino Schroder, quien gozaba de la simpatía de los trabajadores iqueños por su actitud igualitaria y su receptividad ante los reclamos campesinos.

Indudablamente que el gamonalismo se sintió herido en su orgullo y soberbia al sentirse demandados por sus peones, por no decir sus esclavos, denunciándoles sus abusos y arbitrariedades; y les indignaba de que hubiese una autoridad que prestase atención a los «cholos» en sus quejas y se atreviese a dictar sentencias o castigos contra los «señores» demandados; pues nunca se había visto tal cosa.

El prefecto Merino Schroder no dura mucho en el cargo: los terratenientes hacen una maliciosa campaña de calumnias acusándolo de ser tolerante con las casas de juego y cometer abusos contra personas distinguidas. El gamonalismo logra su destitución a través de la acción de un grupo de «iqueños distinguidos» residentes en Lima. El nuevo prefecto se llama Julio Rodríguez, «a quien no dejarían de que se le acercasen los «cholos» campesinos con sus quejas». La Federación Campesina expresa su protesta por la destitución de Merino, pero le da la bienvenida al nuevo prefecto, efectivamente, sin poder acercársele. Este prefecto rápidamente se ganaría la antipatía de los campesinos.

Con el ejemplo iqueño surgen nuevas Federaciones campesinas en Cañete, Chincha y Pisco, con los mismos reclamos salariales y de condiciones de trabajo.

Por esos tiempos la Ley de Conscripción Vial afecta duramente a los campesinos, que son arrancados de sus hogares y propiedades a realizar trabajos forzados, dejando a sus familias en la miseria.

3. 18 de febrero de 1924: comienza la masacre
El 18 de febrero de 1924 se celebra el cumpleaños de Leguía. El prefecto asiste a un banquete en su honor en una hacienda. Regresa a la prefectura y se entera de una reunión de los campesinos de Parcona. Decide asistir acompañado de un contingente armado. Los obreros están en asamblea, acordando un paro general en todo el Valle de Ica hasta que se cumpla el fallo del Tribunal Arbitral sobre el conflicto en la hacienda «Caravedo». Piden que se cumpla la jornada de ocho horas, que les paguen a los yanaconas por el algodón ya entregado a los hacendados, que se nivele el jornal en todas las haciendas

El prefecto Julio Rodríguez aparece entonces en estado de embriaguez y hace amarrar por los soldados a quienes se encuentran fuera del local de la Federación y los pone en un camión para llevárselos a la ciudad, alegando que se trataba de una montonera. Salen varias mujeres de sus casas a suplicarse que se detenga.

Pero la autoridad indiferente a toda súplica y ciega de injusto odio, rechazaba a las infelices mujeres con palabras injuriosas y golpes, hasta que a una de ellas de una feroz trompada la derribó a tierra, privándola del conocimiento. Este cobarde hecho, provocó la protesta de las demás mujeres que aterradas presenciaban tan extraño y ruin proceder de autoridad. Era el prefecto Julio Rodríguez.

El prefecto ordena a los soldados la captura de todas ellas y los soldados las persiguen, intimidándolas con sus carabinas, apuntando a unas y golpeando a otras. El mismo prefecto la emprende a fuetazos contra ellas llevándolas al camión, junto con sus parientes.
Sale el Secretario de la Federación a pedirle al prefecto «que calmara su temeraria imprudencia», pero éste le dispara con revólver a la altura del muslo. Y lo hubiera matado si uno de sus compañeros no interviene oportunamente y coge del brazo al prefecto que ya ejecutaba un segundo disparo. El mismo prefecto acaba herido en el brazo izquierdo.

y fue entonces que en una lluvia de balas de parte de la policía que hacían blanco en la puerta del local, cuando la gente indignada por tan criminal atentado contra la vida de sus indefensos compañeros, que salió en distintas direcciones y emprendió a pedradas contra el carro donde se encontraba la policía, logrando dominarlos después de una encarnizada lucha que trajo como consecuencia la muerte del Prefecto por una pedrada, un policía muerto, y diez y siete compañeros heridos de bala, varias criaturas muertas, dos mujeres heridas de bala, y de lo cual no han dado cuenta los periódicos de esta localidad, ni tampoco dan cuenta de las nuevas tropelías que está cometiendo la fuerza que ha venido de Limaa resguardar el orden y quienes al hacerse cargo de su puesto y constituído en el lugar del suceo o sea en el caserío de Parcona el que se encontraba completamente tranquilo y sin más gente que las pobres mujeres que allí se entregaban entregadas a su habitual constumbre, descargaron sus ametralladoras sobre el local de la Federación, e indenciándolo totalmente junto con su bibilioteca y enseres; además procedieron en esta misma hora a quebrar las puetas de las casas a fuerza de balas, sin respetar que a esa hora se encontraban durmiendo criaturas y mujeres, resultando varias heridas más y muchas niñas con serias contusiones por efectos de los maltratos, principiando enseguida la persecución de los indígenas aún cuando éstos se encontraban en plena labor; se hacían descargas sobre ellos y lo que ha dado lugar a que los moradores del caserío de Parcona hayan huído en distintas direcciones dejando sus hogares abandonados, sus chacras o sus pequeñas propiedades sus animales como aves y otros animales domésticos sin que hasta hoy se les permita su vuelta a sus hogares y lo que es peor todavía es que la misma fuerza mata a balazos a los animales y carga con ellos sin menor escrúpulo, y de lo que tampoco dan cuenta los periódicos locales.

Este pronunciamiento tiene como fecha febrero de 1924 y sale publicado en «El Obrero Textil» y sale en el libro de Martínez de la Torre.

4. 20 de febrero de 1924: saqueo de Parcona
Las cosas no acaban el día 18 de febrero de 1924. Al día siguiente llegan tropas enviadas desde Lima, reforzadas por gendarmes y policías de Ica, que saquean a los campesinos de Parcona el 20 de febrero de 1924 a las cuatro de la mañana. Varios son apresados y varios son muertos. Es entonces que los campesinos son aterrorizados y abandonan sus hogares.

Terminada la segunda faz de la masacre el 20 de febrero, queda en posesión del pueblo de Parcona, una comisión de agentes de policía, para capturar a cuanto ser humano se acercase por esos lugares, mientras numerosas comisiones de policía fueron repartidas por todo el Valle en busca de nuestros compañeros dirigentes de la Central y «Comités Federales». Vivos o muertos era la consigna, principalmente contra nuestros compañerso Pévez y Palacios.

Esa misma noche del 20 comienza el saqueo de Parcona, por los agentes de la policía y gamonales. Animales de toda especie, de propiedad de los moradores del lugar, son cargados, y junto con ellos dinero en efectivo, alhajas, muebles, ropa, útiles de cocina, etc., terminando con las cosechas de uvas y frutas de las huertas.

inquisicion
(Imagen: museo de la inquisición de Lima, tomada de aquí.)
5. Torturas inquisitoriales y persecución a dirigentes

Mientras estos actos vandálicos se llevaban a cabo en estos lugares y en la forma ya descrita; por otro lado se llevaba a cabo la persecución y captura de de hombres y mujeres campesinas.- Encerrados en la Comisaría, a media noche se les desnudaba y colgados de las manos atadas hacia atrás, se les flajelaba y torturaba hasta hacerlos arrojar sangre y dejarlos moribundos.- ¿Y para qué? Para obligarles a hacerse responsables de hechos ignorados por ellos o ellas, o para que hiciesen acusaciones calumniosas contra algunos de nuestros compañeros, que el gamonalismo necesita hacer desaparecer en Ica.

Los tiempos no han cambiado mucho.

6. 10 de marzo de 1924: quema de Parcona
Los gamonales visitan Parcona y insinúan que la van a incendiar, cosa que acaban haciendo:

La criminal promesa ha sido cumplida. Cuando acabaron de desvalijar de todo cuanto había en esos hogares, en la noche del 10 de marzo, llegaron a este lugar dos automóviles con su carga de criminales; el uno llegó por el lado del Caserío de la Tinguiña y el otro por los terrenos de la hacienda «Parcona» y después de rocear efectivamente de gasolina todas las casas que son de madera, les prendieron fuego. y en la mañan sólo amanecieron montones de ruinas cenicientas, humantes aún. ¡Más de cien familias sin hogar y en la más desesperante manera!

Otra persona escribe una carta a un familiar donde también cuenta de este incencio:

el 10 de Marzo se lanzó la fuerza a las cuatro de la mañana, prendiendo fuego a todo el barrio salvándose los ancianos, por su edad no los llevaron a la cárcel; los sobrevivientes cuentan que daba pena ver como ardía los animales y cuando veían que alguien corría y procuraba salvar algo, le disparaban. Lo único que han respetado y ha quedado parado es la capilla, figúrate que la cárcel está llena tanto de hombres como de mujeres y nadie ni siquiera puede ir a saludarlos.

Y la carta prosigue contando cómo los presos son flagelados por el juez militar:

ahora el juez del crimen según instructiva de algunos presos y no ha encontrado culpabilidad alguna optó por ponerlos en libertad y de la puerta de la cárcel el nuevo Prefecto que es el señor Duffó, los hizo formar de nuevo y ponerlos a disposición del juez militar para de esa manera sacarlos de la cárcel a media noche al cuartel de policía y flajelarlos, pues el presidente indígena se presentó en buena salud y ahora está malogrado; él pide que lo lleven a Lima para que lo sentencien, pero no lo mandan hasta borrar las huellas de los maltratos.

A los dirigentes campesinos encarcelados se les extorsiona para que paguen fuertes sumas de dinero para que salgan en libertad.

7. Desapareciendo los cadáveres
Hace noventa años ocurrió algo que ha ocurrido también en años recientes:

Y los cuerpos de nuestros hermanos victimados no han conocido sepultura, sólo fueron devorados por las bandas de cuervos y canes hambrientos que quedaron abandonados por sus dueños (…) Y esos restos óseos que hubiera servido cuanto menos para saber el número de víctimas; cuando los autores de estos crímenes supieron que el señor Agente Fiscal y el Juez del Crimen iban a constatarlos, por denuncia expresa hecha, se apresuraron a ir en automóvil y recogerlos en costales llevándolos no sabemos dónde. Esta labor maliciosa de ocultamiento de esos sagrados restos, la llevaron a cabo el día martes 22 de abril; de tal manera que el jueves 24, que llevaron a cabo la constatación de estos hecho espeluznantes, el señor Fiscal y Juez doctor Isauro Tantalcan, acompañados del escribano Martínez ya no encontraron estos restos(…)

8. Los gamonales
Era mucho atrevimiento que los trabajadores agrícolas se organizaran legalmente y comenzaran a reclamar mejores condiciones laborales. Los gamonales reaccionarían así violentamente.

Victor Elías y Toledo, Oscar Elías Castañeda, César Elías, Manuel Antonio Elías, Dr. Daniel Olaechea, Benavides Canseco, Boza, Mario del Río y otros que sería largo enumerar, estos señores son pues los que han venido provocando la masacre de los infelices labriegos y obreros que con todo respeto a la ley y a las autoridades constituídas nos estábamos reuniendo en el local de la Federación en Parcona con el fin único de acordar definitivamente en qué día se iba a llevar a cabo el PARO GENERAL, y a la vez pasar los oficios correspondientes y para poner en conocimiento de las autoridades respectivas cuáles eran los moviles que nos inducían a llevar a cabo la paralización de nuestras labores en el campo y la ciudad.

Muchos apellidos de «alcurnia».


Tomado de «El Obrero Textil».

9. La impunidad
A los pocos días de caer Leguía, el 2 de septiembre de 1930, la Federación de Campesinos del Valle de Ica le dirige una carta a Sánchez Cerro exigiéndole justicia por la masacre.

Una comisión de estos «caballeros» vinieron hasta el palacio de Pizarro, donde se encontraba el tirano Leguía, capitaneados por nuestro postizo representante Guillermo U. Olaechea, pidiendo el exterminio de todos nosotros, más la inmediata clausura de nuestra Federación , habiendo conseguido todo esto por intermedio de un decreto, el 21 de febrero de 1924.

Todos estos inicuos y vandálicos procedimientos del tirano Leguía que se hacía llamar por sus lacayos «el protector de la raza indígena» hasta ahora han permanecido ignorados por la opinión pública. Ahora pedimos sanción contra todos aquellos que aprovechando de los momentos oportunos nos desalojaron de nuestras tierras, de nuestra casas.

Esperamos, señor Presidente, que nuestra solicitud ha de merecer atención.

Martínez de la Torre califica esta carta como «llamado en el vacío»:

Producido el derrocamiento del tirano Leguía, la Federación se dirigió al «héroe» de la «revolución de Arequipa», en demanda de justicia. Posteriormente, la sangre obrera y campesina derramada por este agente malvado y sanguinario del imperialismo, de los gamonales y terratenientes, demostró que el paso dado por la Federación había sido un «llamado en el vacío».

10. Borrada de la historia oficial
Nunca se hizo justicia por esta masacre de campesinos a manos de los terratenientes, de los Elías, Olaechea, Boza y otros «notables». Más aún, esta masacre quedó olvidada de la historia oficial peruana.

Noventa años después es una masacre más que quedó impune como casi todas las que se hicieron en el Perú. Los poderosos recurrieron a la tortura y a la desaparición de los cadáveres de los trabajadores muertos, criminalizaron y persiguieron a los dirigentes obreros rurales.

¿Y por qué fue esta masacre? Pues porque los gamonales no toleraron que los trabajadores agrícolas defendieran sus derechos (ocho horas de trabajo, salario nivelado y mínimo para todo el valle, que no los azoten ni pongan en cepos) en forma totalmente legal. No toleraron que los trabajadores tuvieran bibliotecas y se organizaran gremialmente. Y no conformes con masacrarlos y torturarlos, procedieron a quemar el pueblo, cual hiciera el general español José Carratalá con el rebelde pueblo de Cangallo, Ayacucho, en diciembre de 1821.

Terrorismo terrateniente

Crimen impune, como la mayoría de violaciones a los derechos humanos en el Perú, hasta ahora.

Masacre, saqueo y finalmente quema de Parcona.

Imágenes tomadas de «El Obrero Textil.

A. En los años ochentas notablemente la socióloga Teresa Oré investigó sobre la historia de Parcona con especial énfasis en la vida del dirigente campesino Juan Péves, el primer secretario general de la Confederación Campesina del Perú. Entonces incluso se publicaron cómics sobre la masacre de Parcona con ilustraciones de Jaime Luna. Aquí seleccionamos tres páginas de esa publicación, aparecida en 1982, editado por Illa, Centro de Educación Popular.

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Este cómic tiene como contratapa la imagen de «El Obrero Textil» que aquí reproducimos «Parcona antes de la Masacre e Incendio» y la siguiente cita:

«Yo he visto en sueños, un mes antes de la masacre, cómo mi pueblo estaba hecho cenizas. Pero después vi que mi pueblo se había levantadao. Había nuevas casas, una alameda de árboles bien fornidos al centro. ¡Todo eso lo vi en sueños y cómo después se hizo realidad!»
JUAN H. PÉVEZ OLIVEROS
(Primer Secretario General de la CCP).

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Comentarios a este artículo

  1. pepe mejia c. dijo:

    En las empresas azucareras de Lambayeque, la explotacion del trabajador se sigue dando, como en los tiempos de las haciendas. El colmo es que son comerciantes de azucar, que con el poder politico, judicial, periodistco. Se estan apoderando de las empresas, con el beneplacito de los gobiernos de turno.
    Esta situcion tiene que cambiar si aspiramos a un Peru mejor.