Por - Publicado el 30-12-2013

SanMartinBolivarBolívar no entró en vainas. Tuvo claro que tenía que derrotar al realismo afincado en Lima. Luchó frontalmente contra los realistas y los derrotó en varias batallas.

San Martín, en cambio, entendió que Lima era un bastión realista, que no estaba por la causa patriota. Por eso propuso que la entidad gobernada por Lima fuera una monarquía. El antirealista San Martín era un «realista» político. ¿Pero cuán realista era un Perú monárquico e independiente a la vez? No suena a que esta estrategia continuista resolviera la cuadratura del círculo de lograr un cambio que la élite limeña no quería, a diferencia de la élite caraqueña o porteña argentina.

En 2006 Humala (y Chávez) siguieron la estrategia de Bolívar. Se fueron con todo contra el poder afincado en Lima. Fue una lucha frontal. No les funcionó. En tiempos de Bolívar no había una embajada de los EEUU que manejara los recursos y la red local que hoy maneja.

En 2011 Humala (¿y Castro?) parece que siguieron la estrategia de San Martín1. Entendieron o creyeron que no había condiciones para derrotar frontalmente al bastión oligárquico limeño más la embajada. En forma «realista» cedieron y dejaron que el Perú siga políticas continuistas, gobernado por un monarca fáctico oligárquico, acaso con la esperanza de hacer cambios pequeños y clave ahora y que con el tiempo las cartas se barajen de nuevo, venga una mejor mano y se puedan hacer cambios mayores. La vieja estrategia de ceder espacio para ganar tiempo.

El problema es que tanto la oligarquía como la embajada desconfían de Humala. Por un relanzamiento de Petroperú se imaginan un autogolpe de estado. Cualquier pequeña desviación de su libreto es una fisura en su férreo sistema de gobierno. Cualquier cambio clave en el aparato estatal es causal de guerra total. El espacio cedido es insuficiente y no hay nada de tiempo a cambio. Ahora se habla abiertamente de golpe de estado, pero impulsado por la ultraderecha. ¿Quién vencerá a quién?

Todas estas estrategias se basan en el juego de cintura, en la política en la alturas y no en la movilización ciudadana. El destino del Perú no debería estar a cargo de ningún Bolívar, San Martín, Chávez, Castro ni la embajada de los Estados Unidos, sino a cargo de la propia ciudadanía peruana. Se sigue bajo la concepción velasquista de hacer cambios desde arriba para los de abajo, que ya demostró su fracaso. Concepción que por supuesto continúa el manejo oligárquico y vertical del país y empata perfectamente con el control tecnocrático de éste desde algunas embajadas y agencias multilaterales. Paradójicamente el manejo desde arriba no es lo que se ve en Venezuela, Bolivia o Ecuador, donde la movilización popular es indispensable para la gobernabilidad con cambios sociales. En el Perú tenemos una seguidilla de gobiernos pseudo-benefactores, no de gobiernos de arraigo popular. A diferencia de los intentos de golpe en Venezuela, Bolivia y Ecuador, la gente no va a sentir que tenga nada que defender si hay alguna intentona contra el gobierno de Humala. Para lo que está haciendo, la oligarquía no lo necesita. Y el pueblo tampoco.

[Esta es una versión corregida de este post aparecido en el muro Facebook del Gran Combo Club. Imagen tomada de aquí.]

  1. Ver La hipótesis de la derechización táctica de Humala []
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