Por - Publicado el 23-09-2013

A algunos les cuesta creer que la insurgencia de los ochentas tuvo apoyo popular, tan es así que el estado tardó más de una década para derrotarla. Que el fundo Allpachaka de la Universidad San Cristobal de Huamanga fue tomado y destruído por Sendero Luminoso con el apoyo de las comunidades campesinas circundantes. Que el entierro de la senderista Edith Lagos en la Plaza de Armas de Huamanga fue masivo. Que Juanjuí fue tomado dos veces por el MRTA con el apoyo y colaboración de la población. Que la masacre de Lucanamarca fue cometida por senderistas originarios de zonas vecinas, tan campesinos y pobres como sus victimados, en horrenda respuesta por la muerte de Olegario Curitomay, mando senderista originario de la zona, apedreado y quemado vivo por algunos lucanamarquinos, aquí. Es un tabú constatar que el pueblo, campesino y quechuahablante, pudiera optar por Sendero Luminoso, o el MRTA (y desde luego, por el estado entre otras formas a través de Comités de Autodefensa (CADs); aunque esta opción está mucho más difundida en los discursos predominantes).

El supuestamente inclusivo discurso de la CVR ve a los combatientes, insurgentes y contrainsurgentes, como aliens, como si la guerra no hubiera sido llevada a cabo por gente como uno. Cuando se habla de los indigenas, de los quechuahablantes, el discurso aparentemente aboga a favor de ellos, pero lo que en realidad ocurre es que el otro se vuelve doblemente otro, por combatiente y por indígena. En medio de una cruel guerra intra-peruana, con mucha gente manchada de sangre propia y ajena, no se sale de la apología de la víctima inmaculada y pura y de su contraparte, el perpetrador alien, lleno de fanatismo, ajeno socialmente a los victimados. No se acepta que el indígena quechuahablante (y el que hablaba otros idiomas nativos) también tomó las armas siguiendo el camino que le proponía Sendero o el MRTA y también siguiendo el camino que le proponía el estado. Se absolutiza el reclutamiento a la fuerza y se soslaya el enrolamiento voluntario en los bandos combatientes. No sea que constatar esta realidad lleve agua al molino político actual de los senderistas o emerretistas y éstos la usen para justificar sus letales acciones, o no sea que lleve agua al molino político actual de las fuerzas del orden o los grupos de derechas, y éstas la usen también para justificar sus letales acciones. Así, la finalidad política y no las evidencias acaban determinando la verdad.

Desde luego que tal discurso tiene una base cuantitativa, que es motivo de análisis en el presente post. El problema es que esta base es endeble y se basa en un mal análisis de las evidencias.

1. El discurso de la CVR
En el volumen 8, sección 2, en 2.2. Violencia y desigualdad racial étnica la CVR sustenta su tesis de un sesgo anti-quechuahablante de parte de los combatientes armados, insurgentes y contra-insurgentes.

La mayoría de muertos y desaparecidos reportados a la base de datos de la CVR (el 75% del total) tenían al quechua como lengua materna. Este porcentaje es tres veces mayor que el de las víctimas cuya lengua materna fue el castellano.96 Sin embargo, de acuerdo al último censo nacional realizado en 1993, sólo la quinta parte del total de peruanos habla el quechua y otros idiomas nativos. Esta diferencia revela el grado de concentración del impacto del conflicto sobre el sector quechua hablante del país. p. 130.

El gráfico en que la CVR ilustra estos datos es el siguiente:

QuechuaCVRCenso

Hay pues una desproporción idiomática entre la población total peruana y las víctimas del conflicto lo que sugiere una concentración del conflicto en los quechuahablantes.

Por otro lado, en base a testimonios recogidos sin una sistematización cuantitativa, se acentúa más la semejanza entre víctimas y victimarios:

Todos los actores del conflicto, aunque en grados variables, fueron perpetradores de la violencia concentrada en este sector social. La mayoría de víctimas de Sendero Luminoso, los agentes del Estado y los Comités de Autodefensa fueron quechua hablantes. La alta proporción correspondiente a los Comités de Autodefensa refleja un rasgo del conflicto que ha sido destacado en múltiples testimonios brindados a la CVR: muchas veces los víctimarios y sus victimas tenían el mismo origen social, compartían el mismo idioma e incluso el mismo lugar de residencia. En diversos lugares, el conflicto quebró esta proximidad. La violencia fue un enfrentamiento que alcanzó niveles fratricidas, como lo destacan diversos testimonios. p. 131.

Pero páginas después, otra vez a nivel cuantitativo, se reafirma con fuerza que los senderistas no eran semejantes a los victimados, no eran predominantemente indigenas, eran de «una élite mestiza provinciana» y no eran predominantemente quechuahablantes. La fuente de información para esta afirmación son datos recogidos en las cárceles del país:

En la composición social de los grupos alzados en armas, resulta minoritaria la proporción de quechua hablantes, de acuerdo a la información brindada a la CVR por los subversivos recluidos en las cárceles.

La caracterización según lengua materna de los senderistas y emerretistas presos es expuesta en este gráfico:

QuechuaSLMRTA

Es decir, estaríamos ante senderistas «mestizos» no quechuahablantes que matan a campesinos indígenas quechuahablantes. Victimario no quechuahablante contra víctima quechuahablante, en un conflicto en que mueren quechuahablantes en forma desproporcionada en relación a la composición idiomática del Perú.

A continuación se hace una salvedad final:

Los subversivos generalmente fueron jóvenes mestizos de origen provinciano, con altos niveles educativos y expectativas sociales incumplidas, que vieron frustradas sus expectativas de realización personal debido a la crisis económica del país y el freno de la modernización de la sociedad tradicional.

Esta afirmación se basa en el párrafo final de esta subsección, 2.2.4., en que se afirma:

La información presentada confirma claramente que ni Sendero Luminoso ni el MRTA tuvieron una militancia de origen predominantemente indígena. Pero esto no quiere decir que su composición social carezca de un perfil étnico y social preciso. El grueso de los militantes de ambas organizaciones pertenecieron a un sector social compuesto mayoritariamente por jóvenes mestizos, provincianos y con altos niveles educativos, recientemente descampesinizados y desindianizados.101 Se trata de jóvenes que ya no pertenecían más al mundo campesino e indígena de sus padres, pero que tampoco habían logrado insertarse plenamente en los ámbitos modernos de la sociedad urbana.

Sin embargo, esta afirmación final no tiene un sustento cuantitativo: variables que indiquen el orígen social y étnico de los presos por terrorismo, su «descampesinización» y su «desindianización», o su inserción «en los ámbitos modernos de la sociedad urbana». Esta afirmación se basa en el siguiente pie de página:

7 Resultan representantivos de esta corriente los siguientes trabajos: Favre (1984, 1989); Manrique (1985, 1986, 1989a y b, 1995, 1996); Stern (1999); Degregori (1985, 1989 y 1991); Degregori, Coronel y Del Pino (1996).

No es una afirmación basada en los números disponibles, aunque tal vez sí en algunos testimonios y fundamentalmente en la bibliografía aportada por Degregori, Favre, Stern y Manrique. Se aprecia que en el discurso de la CVR hay una diferencia entre los énfasis y enunciados que hace en base a los datos, distancia entre subversivos y campesinos, y los que hace en base a algunos testimonios recolectados y la bibliografía previa, cercanía entre subversivos y campesinos.

2. Los datos incompletos
La CVR publicó con su informe final, aunque no la puso en línea inmediatamennte, una base de datos en que se puede calcular la composición idiomática de víctimas mortales. También publicó un compendio estadístico, aquí, en el que se reportan cuadros y gráficos con la composición idiomática de las víctimas. En este segundo material se incluyeron más observaciones que las que se reportó en el primero.

Los dos cuadros resultantes pueden verse a continuación:

CVRdatosquechua

En el primer cuadro se ven 7423 quechuahablantes de 16383, es decir, un 45.31% de las víctimas son quechuahablantes. Hay 6036 víctimas mortales, el 36.84% de la muestra, para las cuales no se sabe qué idioma materno tenían. Si se las excluye del cálculo porcentual, tenemos que un 71.74% de las víctimas era quechuahablante. Sin embargo, atribuir a la población total de víctimas este porcentaje implica haber hecho un supuesto, y es que el 36.84% para el cual no hay información también contiene un 71.74% de víctimas quechuahablantes. Pero ¿qué pasa si el 36.84% para el cual no hay información no tiene esta misma composición? Es decir, ¿qué pasa si hay un sesgo muestral? El equipo estadístico de la CVR no ha sido precisamente cuidadoso en advertir al público sobre este asunto.

Lo mismo ocurre con el segundo cuadro en que se documentan 11376 víctimas quechuahablantes de 22507 víctimas totales, es decir, 50.54%. Hay 7330, un 32.57%, de víctimas para las que ignoramos su lengua materna. Excluyendo a éstas, resulta que un 74.96% de las víctimas son quechuahablantes, pero esta inferencia para todas las víctimas pasa por que no haya sesgo de selección en la muestra. Hacer esta inferencia hubiera requerido un análisis aparte, en que la CVR hubiera explicitado sus supuestos y cómo trató de evitar incurrir en un sesgo muestral.

Por ejemplo, bajo el supuesto de estar ante una muestra aleatoria por idioma, si se atribuye el porcentaje de casi 75% a las casi 22500 víctimas documentadas, ya estamos haciendo una estimación, y tenemos unas 16900 víctimas quechuahablantes.

3. El supuesto sesgo anti-quechuahablante
Como hemos visto, la CVR hizo una comparación cuantitativa, de la proporción total de quechuahablantes muertos documentados con la proporción total de quechuahablantes en el país en 1993. Esta comparación es imprecisa e invita a una conclusión errónea, cual es la de una guerra de un Perú castellano hablante a un Perú quechuahablante. Esta conclusión queda más clara cuando se complementa esta figura con la composición idiomática de los presos subversivos (no así con la composición idiomática de las fuerzas del orden).

Una comparación mas precisa es analizar la composición idiomática de las víctimas y de la población, no a nivel nacional, sino a nivel de, digamos provincias, que más sufrieron la guerra. Veamos:

PQuechuah

Se aprecia una composición idiomática muy similar, particularmente si se hace la comparación no con el censo de 1993, en que la población ya experimenta los estragos de la guerra, sino el del 1981. En la guerra mueren muchos quechuahablantes, porque ésta se lleva a cabo en zonas de gran densidad de población quechuahablante.

4. El sesgo de selección de sacar conclusiones en base a los senderistas encarcelados
Hacer inferencias sobre las características de los subversivos en base a los subversivos presos tiene el problema de tener un posible sesgo de selección. Los subversivos presos no son necesariamente una muestra aleatoria de todos los subversivos que operaron en el país. Muchos de los subversivos, presumiblemente la mayoría de ellos, fueron muertos en combates o en ejecuciones extrajudiciales o sobrevivientes, como el quechuahablante «Alipio», aquí, o los hermanos Quispe Palomino. Y quienes murieron no necesariamente tienen las mismas características de los que están presos, en particular en cuando a etnicidad y lengua materna. Es muy probable que los subversivos muertos tengan características más parecidas a las de las víctimas reportadas por la CVR, es decir, que haya un mayor porcentaje de quechuahablantes en sus filas que entre los presos. Sin embargo, algo así no pasa de ser una conjetura. Tan conjetura como el supuesto no fundado en la evidencia de la CVR, que los subversivos presos son similares los subversivos muertos o sobrevivientes no presos, un supuesto que no es hecho explícito y advertido a los lectores.

En tal sentido, el siguiente gráfico ilustra lo que puede estar pasando con la inferencia hecha por la CVR:

QuechuaSenderistaspresos

El subconjunto de senderistas presos entrevistados por la CVR puede contener un menor porcentaje de quechuahablantes que el conjunto de senderistas.

5. El error de aplicar porcentajes de quechuahablantes a las extrapolaciones
Se ha tomado la cifra de un 75% de quechuahablantes como un dato duro, tan es así que se ha hecho ejercicios numéricos de aplicarlos a las 69,284 víctimas extrapoladas por la CVR: 75% x 69,284 = unos 50 mil quechuahablantes muertos. Se trata de una aplicación temeraria de la estadística, no sólo porque se trata de una cifra de víctimas mortales sobreestimada, sino porque no proviene de una estimación específica del número de quechuahablantes. No se puede simplemente multiplicar una cifra por la otra, pues los datos de diversas fuentes utilizadas por la CVR para su estimación no contienen la variable idioma, como ya hemos visto.

6. En conclusión, ¿qué nos enseñan los números?
Los números de la CVR tienen que ser tomados con pinzas, pues para muchas observaciones diversas variables importantes no están disponibles. Atribuir las características del subconjunto de la muestra en que hay información sobre idioma materno al otro subconjunto, para el cual falta esta variable, es un supuesto muy fuerte que compromete la validez de la inferencia para toda la población investigada.

En la guerra insurgente-contrainsurgente murió un alto porcentaje de quechuahablantes porque esta guerra se desarrolló principalmente en zonas quechuahablantes. Los datos muestran una composición idiomática de las víctimas muy cercana a la composición idiomática de las poblaciones donde estas víctimas murieron, si bien la composición total de las víctimas es muy diferente a la composición total del pais en cuanto a idioma materno. Esta evidencia es consistente con que se trató de una guerra insurgente-contrainsurgente campesina y de quechuahablantes, pero no de forma conclusiva. Hacen falta más datos.

Los datos de subversivos presos no corresponden a una muestra aleatoria del conjunto de subversivos y por lo tanto tendrían sesgo de selección. No es posible inferir las características del total de subversivos en base a la particular muestra disponible por la CVR. Sin embargo, los testimonios existentes más parecen indicar una mayor similitud en idioma materno entre los subversivos y la población campesina del teatro de operaciones de la guerra.

7. Un discurso alternativo
Alberto Flores Galindo en «Buscando un Inca» (El Comercio, Biblioteca Imprescindibles Peruanos, 2010) tiene una visión completamente diferente al discurso de la CVR, institución definitivamente influída por el pensamiento de Carlos Iván Degregori:1

«A diferencia de las guerrillas de 1965, en 1980 los combatientes no eran extraños al mundo rural porque hablaban quechua, habían nacido allí, tenían parientes en los pueblos, y por eso consiguieron levar a muchos campesinos». p. 268

En el discurso floresgalindista no existe la ajenidad entre senderistas y campesinos: son la misma gente. No son mestizos «descampesinizados» o «desindianizados» que ven al campesino quechuahablante como un otro abusable, como afirma el discurso degregorista. En el discurso floresgalindista el acceso a la educación y la militancia subversiva no quita la procedencia campesina y quechuahablante, muy al estilo del «Rendón Willka» arguediano.

Y más aún, según Flores Galindo, con Sendero Luminoso «el marxismo se expresa en quechua como en los tiempos de Blanco y el sindicalismo agrario», es decir, hay una cierta continuidad social y étnica entre la insurgencia senderista de los ochentas y la insurgencia de los años sesenta, como un cambio sustancial por su expansión por todo el país:

«Enfrentado a uno de los gobiernos más corruptos de nuestra historia republicana, con un aprismo que no superaba sus crisis y colocando en jaque a la izquierda, en 1982 Sendero Luminoso se encontraba en su mejor momento. El marxismo se expresa en quechua, como en loa tiempos de Blanco y el sindicalismo agrario, pero ahora se trataba de un movimiento guerrillero y, además, no confinado a un valle sino propalado por todo un país inmerso en una devastadora crisis económica». p. 270

Flores Galindo usa palabras como «combatientes», «movimiento guerrillero», sin embargo, no condona la violencia senderista.

«La réplica de los ‘terrucos’ no se dirige, al parecer, contra las fuerzas armadas, parapetadas por lo general en sus guarniciones, sino contra aquellos que forzada o voluntariamente son colocados en la primera línea de fuego, y de esta manera la guerra de Sendero contra el Estado se convierte en una atroz guerra civil, en la que ae enfrentan unas comunidades contra otras». p. 283

Y en «La guerra silenciosa» (en «Violencia y Campesinado», aquí) es aún más contundente:

Sendero Luminoso es una organización guerrillera, que ha conseguido movilizar a contingentes campesinos y conformar milicias, pero que tambien emplea – a veces indiscriminadamente- el terror como instrumento político. Mencionamos líneas atras las ejecuciones de autoridades o los atentados contra locales partidarios. Estos atentados han proseguido sin que sus actores mediten siquiera en el costo de vidas no combatientes que implican. Entre las victirnas también han estado campesinos y anónimos militantes de izquierda. El terror es una forma descarnada de autoritarismo. Sustituir el convencirniento por el miedo, la voluntad de las masas por la imposicion vertical. La amenaza dictatorial no viene entonces solamente desde arriba, desde el Estado y sus fuerzas represivas; emerge paralelamente desde las bases de la sociedad. También en este terreno hace falta conjurar el peligro.

El punto de vista de Alberto Flores Galindo ha sido algo olvidado en el Perú. Sin embargo, recientemente, ver aquí, la historiadora Cecilia Méndez, evidentemente más en línea con Flores, caracterizó a la guerra de 1980-2000 no de «conflicto armado interno» ni de «terrorismo», sino de «guerra civil», evocadora del proceso de guerras civiles y campesinas (y quechuahablantes) posteriores a la independencia del Perú.

Como comentario final, notemos que los números disponibles no dan para dirimir entre las tesis existentes. La CVR, en línea con el pensamiento de Degregori, comisionado y principal ideólogo de la misma, resaltó que había una gran disparidad étnica entre senderistas y campesinos (idea consistente con su tesis planteada en los ochentas de un Sendero Luminoso totalmente ajeno a la cultura andina). Sin embargo, como hemos visto, no hay un claro respaldo cuantitativo a tal afirmación. La hipótesis alternativa, más cercana a la forma de pensar de Flores Galindo, reconoce una gran cercanía social, étnica e idiomática entre senderistas y campesinos (idea consistente con su tesis de Sendero Luminoso cercano, aunque no equiparable, al mesianismo andino). Esperemos que las futuras investigaciones aporten en dilucidar la validez de las hipótesis todavía en competencia.

P.S. El quechua en la CVR
La CVR fue una organización estatal dirigida por comisionados predominantemente blancos no quechuahablantes afincados en Lima,

Comisionadosquechua

que en sus respectivas posiciones (dirigentes de partidos políticos, autoridades universitarias, militares o religiosas) fueron parte de la guerra. La CVR claro que habla a favor del quechuahablante, pero con ajenidad, a la manera en que Bartolomé De las Casas defendía a los “indios”, no como parte de un ñoqanchis nacional. Adviértase el «como peruana me enseñaron castellano» y el «respeto sobre otras culturas» en la respuesta dada a la siguiente pregunta:

En la CVR hubo personal quechuahablante, que fueron principalmente recolectores o transcriptores de datos que entrevistaron a familiares de las víctimas o traductores en las audiencias públicas, no los cuadros directivos de esta organización. Los cuadros medios fueron, al parecer, principalmente egresados o estudiantes de la Universidad Católica, universidad privada limeña, que tuvo al presidente de la CVR como rector.

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qatarisun

En 1984 Sendero Luminoso produjo y distribuyó unos 100 mil afiches-volantes impresos en tinta roja, con esta imagen con las palabras en quechua «¡¡Levantémonos todos!!». Sendero Luminoso habló en quechua en su llamado a la insurgencia del campesinado. Según el historiador Alberto Flores Galindo «el marxismo se expresa en quechua como en los tiempos de Blanco y el sindicalismo agrario».
Imagen tomada de aquí.

«Base de apoyo» senderista en la sierra peruana. ¿Quechuahablantes? ¿Están ahí contra su voluntad?
Imagen tomada de aquí.



Jóvenes campesinos senderistas, ¿quechuahablantes?
¿Dónde están ahora? ¿En las cárceles? ¿Fuera del país? ¿Forman parte de las estadísticas de muertos y desaparecidos? ¿Están en las extrapolaciones de la CVR? ¿Operan en el VRAEM? ¿A alguien le importa?
Imagen del 10 de octubre de 1984, tomada de aquí.

Ambas imágenes aparecieron antes en el presente espacio, en el post Waqanapaq.

Edith lagos set 10. 82

Plaza de Armas de Huamanga. Masivo entierro de la poeta senderista Edith Lagos, septiembre de 1982. Desde entonces su tumba ha sido dinamitada al menos tres veces por grupos paramilitares, aquí. Pero igual su tumba siempre tiene flores, aquí. Posiblemente, ella pertenezca al grupo de mestizos provincianos no quechuahablantes predominante entre los senderistas, según asegura el grupo de blancos limeños no quechuahablantes que dirigió la CVR.

  1. Ver La polémica Flores-Degregori (libios contra zorros) []
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Comentarios a este artículo

  1. Iván Leonardo Vadillo Mercado dijo:

    Ineresante post, sería pertinente también citar el caso de Lurgio Gavilán y su autobiografía. Respecto a lo de guerra civil es provocador e interesantísimo, y quisiera agregar el ejemplo de la guerra civil liberal de 1854, que enfrentó a Castilla y Echenique, donde el segundo optó por dar algunas reformas (suaves)hacia los indígenas y negros; mientras que el primero «radicalizo» las demandas y reformas, teniendo como resultado su llegada al poder (radicalizción: abolición de la esclavitud negra y del tributo indígena, la cual permitió engrosar su ejército «rebelde»; ¿cuanto de esto también sucedió con los campesinos andinos y nativos amazónicos durante la guerra insurgente-contrainsurgente?).

  2. Carolina dijo:

    Muy interesante. Pues es cierto que son necesarias más investigaciones. Pero me temo que voy a ser la abogada del diablo aquí, porque si bien la CVR tiene inexactitudes es lo mejor que tenemos por ahora. Por otro lado, no me escandaliza que los responsables de la comisión hayan sido los típicos «blanquitos limeños» pues entonces aquellos conformaban en su mayoría la élite intelectual peruana. Además se podría hacer una diferenciación entre los senderistas (mestizos?) que eran los reclutados en las universidades (como bien sugieres la diferencia étnica entre ellos y el campesinado no debió ser mucha, sin embargo el acceso a educación superior si que se podría definir como una semi descampesinización) y propios campesinos que optaron por seguir a Sendero y el MRTA, que no se tome a mal, quizá al estilo caudillista. De cualquier forma me parece acertado llamar guerra civil a lo que se vivió por entonces, siempre lo entendí de esa manera.

  3. Carolina dijo:

    Ok, «lo mejor que tenemos» no era la descripción adecuada. Pero en su momento fui optimista respecto de que se pudiera hablar de responsabilidad del ejército aún a pesar del negaciomismo. Eso es todo lo que quería decir, ahora si, procede a destrozar mi humilde comentario jaja.