Por - Publicado el 11-09-2013

A 40 años del sacrificio de Salvador Allende,
quien tanto nos ha enseñado.

En el capitalismo puede haber competencia electoral. Hay alternancia en el gobierno, pero ésta es para quienes están dentro del sistema. Las opciones anti-sistema, en este caso anti-capitalistas, pueden competir por el gobierno. Lo que no pueden es ganarlo.1

¿Por qué el socialismo en vez de recurrir a un partido único y reprimir a sus opositores no hace algo parecido? Que los opositores tengan libertad, que compitan, pero que no socaven los fundamentos del sistema, protegidos por una constitución que dé estabilidad económica, social y política. ¿Por qué recurrir a arcaicos y vejatorios mecanismos de represión, incompatibles con el ideario emancipatorio y humanista del socialismo?2 Aquí residiría una de las principales diferencias entre el «socialismo real» o del siglo XX, y el neosocialismo o el «socialismo del siglo XXI».

1. Del neoliberalismo al neosocialismo
Fue la chileno-cubana Martha Harnecker quien en diversos ensayos propuso la idea que los diversos gobiernos izquierdistas latinoamericanos representaban el «socialismo del siglo XXI», ver aquí y aquí.3 Y más aún, que este tipo de régimen era el resultado del fracaso del neoliberalismo en la región. Efectivamente, en Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros países, los regímenes izquierdistas fueron el resultado de una movilización popular y electoral contra el desprestigiado neoliberalismo.

Y es claro que no se trata de opciones políticas que se contentan con gobernar temporalmente administrando el sistema, sino que buscan transformarlo. En tal sentido, son regímenes que continúan, más que las vías guerrilleras de Cuba o Nicaragua, los intentos izquierdistas pacíficos y electorales de Jacobo Arbenz en Guatemala y Salvador Allende en Chile: llegan al gobierno mediante elecciones y desde el gobierno hacen reformas que desempoderan, si existe la palabra, a la oligarquía y a la embajada de los EEUU, que gobiernan de facto, no importa qué gobernante de turno alterne en la casa presidencial. Son un reintento de «la vía chilena al socialismo» en condiciones históricas favorables a un cambio de régimen. El gran descontento con el neoliberalismo, producto de la catástrofe económica y social que trajo, creó una situación en que los de arriba ya no podían y los de abajo ya no querían. Así como años antes, con la caída del muro de Berlín, parecía que no había alternativa al neoliberalismo, esta vez en diversos países parecía que no había alternativa a opciones neosocialistas. Además, la concentración de los Estados Unidos en otras regiones del mundo daba margen para cambios en América Latina (aunque los Estados Unidos han intentado tumbarse a estos gobiernos a través de intervenciones asolapadas, en Venezuela, Bolivia y Ecuador, notablemente).

2. De Castañeda a Harnecker
El mexicano Jorge Castañeda en 2006, aquí, hizo la división entre dos izquierdas, una «buena» y pro-sistema, la pro-empresarial chilena, brasileña y uruguaya, y otra «mala» y anti-sistema, la populista venezolana, boliviana, ecuatoriana y argentina. Castañeda es un enterado investigador sobre las izquierdas latinoamericanas, como que alguna vez estuvo muy vinculado con ellas, pero luego al parecer se distanció de las mismas pero siempre teniéndolas como audiencia, predicándoles la necesidad de su asimilación al sistema, al estilo de la Concertación chilena, ver aquí.

Su libro «Utopía desarmada» es un manifiesto para que las izquierdas, en los ochentas muy influídas por la revolución nicaragüense y centroamericana en general, en los noventas dejen la idea de un cambio no sólo violento, sino de sistema y más bien se «modernicen» y representen el «ala izquierda» en la alternancia sistémica. Un socialismo que busque referesco en el neoliberalismo (una fórmula evocativa del programa de los mencheviques rusos). Y efectivamente, algunas izquierdas han seguido por ese camino.

Si la izquierda «buena» buscaba acercar al socialismo con el neoliberalismo, la izquierda «mala» iba por el camino contrario: se reafirmaba en el socialismo en rechazo al neoliberalismo.

Martha Harnecker fue una manualista marxista en los años setenta. De alguna manera su vida, vinculada a Chile y a Cuba, es una síntesis entre la experiencia socialista chilena de Allende y la revolución cubana de Castro (como que estuvo casada con el «ministro de la revolución» latinoamericana Manuel Piñeiro). Su elaboración teórica sobre el neosocialismo fue posterior al surgimiento del chavismo y al parecer tuvo un distanciamiento con ese régimen, pero sus reflexiones no dejan de ser pertinentes. Los neoliberales años noventa y el comienzo de los años cero acaban estrepitosamente en la mayoría de países latinoamericanos con la necesidad de algo más que simples cambios de administradores neoliberales (y en ese contexto el Perú es una notable excepción). Sin que pasen siquiera dos décadas desde la caída del Muro de Berlín, surgía así la «izquierda mala», la que insistía en querer un cambio de sistema, ya no mediante «la violencia revolucionaria», sino mediante los mecanismos del propio sistema. Si en los años 50 la revolución cubana rompía con los cubileteos políticos pactistas de las izquierdas previas, en esta década, las izquierdas neosocialistas centradas en movimientos sociales y en cuestionamientos directos al poder oligárquico y sus políticas rompía con las políticas violentistas o resignadas de las fatigadas izquierdas anteriores. Común denominador entre estas dos rupturas: la voluntad de poder y de cambio de sistema. El contexto había cambiado de tal manera que el abandono de la idea de una toma del poder por las armas no le quitaba el carácter revolucionario a esta izquierda o la volvía reformista, como había ocurrido décadas atrás.

3. Del socialismo real al neo-socialismo
Uno de los grandes problemas del socialismo real es la falta de libertad y la represión a quien no piense igual. Los grupos opositores están prohibidos, los centros de detención, tipo Gulag, están abarrotados de gente que no comparte la ideología del sistema. Por eso diversos sectores de izquierdas rechazaron al socialismo real, apostando a construir algo diferente de gobernar esos sectores. Esta posición izquierdista en buena cuenta es de principio, y surge de un aprendizaje en base al fracaso del socialismo anterior. En parte es un aprendizaje motivado porque gente de pensamiento socialista o izquierdista fue también reprimida por los socialismos reales.

El neosocialismo sería tolerante, permitiría la libertad de expresión y no reprimiría a la gente por pensar diferente. Por lo tanto no habría tampoco las masivas violaciones a los derechos humanos como las ocurridas en los socialismos reales. La tolerancia política y los derechos humanos serían rasgos fundamentales, que lo diferenciarían del socialismo anterior, en lo político y social. Pero claro, la teoría puede estar muy bien argumentada y bien escrita, pero la realidad puede ser muy diferente. Ocurrió antes y ocurre ahora. En la actualidad tendríamos también algo así como un «neosocialismo realmente existente», hasta el momento mucho más tolerante que los regímenes del socialismo real.

4. Del poder del dinero al poder regulado
En el capitalismo la alternancia política no pone en cuestión al poder oligárquico porque éste siempre puede hacer valer su poder económico. Puede hacer lobby, financiar candidatos, jueces, alcaldes, etc, etc. La gente puede votar lo que quiera, pero finalmente la casa gana y se hace lo que ésta diga.

Hay dos políticas cruciales que pueden socavar este poder: que haya un límite para la acumulación de dinero y que haya un límite a que el poder económico se transforme en poder político. Ambas políticas requieren una activa intervención pública que compense el poder privado. Esta intervención formalmente la hace el estado, pero finalmente la realizan las mayorías sociales.

5. Del colectivismo oligárquico a la regulación democrática y al diseño de mecanismos
El socialismo real era totalitario no sólo en lo político, sino también en lo económico. Ese fue su gran talón de Aquiles. Un sistema económico en que se aniquilan los incentivos individuales no trae prosperidad. Pero por otro lado, un sistema económico basado en la pura individualidad, trae polarización y una gran desigualdad, y tampoco trae siempre prosperidad para todos. La idea de abolir totalmente la propiedad privada de los medios de producción no ha funcionado en la práctica. Pero esto no quiere decir los dueños puedan hacer lo que quieran. Tiene que haber una regulación democrática de la propiedad privada y un diseño de mecanismos institucionales compatibles con incentivos individuales que evite fracasos de mercado. Y esto tiene que hacerlo un estado que regule no para la minoría rica, sino para las grandes mayorías sociales.

Paradójicamente, en esta regulación es la propia experiencia de los países capitalistas más avanzados la que da el ejemplo. Y tiene sentido en la medida en que el capitalismo, contrariamente a lo que trasunta el discurso neoliberal, trae consigo una mayor concentración de la propiedad y con ella la necesidad de una mayor regulación. Y paradójicamente también, no parece ser la regulación un aspecto en que los países «chavistas» hayan demostrado mucho avance. Tal vez sea por la continua lucha por el poder con la oligarquía supérstite (un ambiente conflictivo no es el más propicio para la regulación), o tal vez sea que simplemente no son ideas que compartan esos regímenes. Sin embargo, no hay que ser muy zahorí para percatarse de la sensatez de un organización económica basada en la regulación y el diseño de mecanismos institucionales compatibles con incentivos individuales como parte de un programa neosocialista.

6. De la focalización a la universalidad social
Sin embargo, algo que sí hace el neosocialismo realmente existente, y en forma coincidente con el socialismo anterior, es otorgar educación, salud y condiciones de vida mínimas en forma universal, para toda la población, en forma garantizada. En Latinoamérica, parece ser que este es su rasgo distintivo que lo contrasta con la neoliberal y multilateral idea de gastos sociales focalizados. Las cifras macroeconómicas pueden acaso ser mejores para los países neoliberales o «del Pacífico», pero las políticas sociales «chavistas» o «del Atlántico» son mucho más extensivas que las de los anteriores.

7. Inversión extractiva y el estado anti-imperialista de Haya de la Torre
Chevron en la Argentina, el Yasuni explotado en el Ecuador, el Tipnis en Bolivia: los países «chavistas» claro que reciben inversión extranjera; no la rechazan ni necesariamente la restringen por razones sociales o medioambientales. Acaso recurren a una mayor participación del estado en las decisiones de inversión y otorgan un rol más protagónico a sus empresas estatales extractivas.

En los años 20 y 30 Haya de la Torre planteó un estado anti-imperialista que reciba la inversión extranjera negociando con el imperialismo. En buena cuenta su idea venía de su familiaridad vivencial con lo que hacía entonces la Rusia Soviética de la NEP. Mariátegui llegó a Italia, pero no a Rusia (según él mismo, su mujer y su hijo se lo impidieron); por lo que no llegó a ver tal rasgo del socialismo realmente existente. Pues bien, una idea muy similar es la que se está aplicando en los neosocialismos de la región. Un capitalismo de estado en negociación con el capitalismo monopólico extractivo. En este punto, el neosocialismo realmente existente no se distancia mucho ni del socialismo anterior, ni del capitalismo. Comparte con ellos la lógica extractivista, y es uno de sus problemas a nivel social.

8. De combatir la opresión de clase a combatir todas las opresiones
Si hay algo que caracteriza a las izquierdas en la actualidad es su amplitud en la lucha contra la opresión de todo tipo. Ya no se piensa que basta con luchar contra la opresión de clase y que una vez resuelta ésta, las otras dimensiones opresivas de la humanidad se resuelvan por añadidura. La izquierda es por lo general la abanderada de la lucha contra la opresión de clase, de raza, étnica, de género, por orientación sexual, por discapacidad y de todo tipo en general.

Los neosocialismos realmente existentes tienen un desempeño muy desigual en estos temas. Por lo general, son muy sensibles a los temas de raza y étnicos, no tanto en género y orientación sexual. En Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua se han visto expresiones machistas y homofóbicas (estruendosamente aprovechadas y exageradas por las derechas de la región), (aunque las leyes promulgadas y los equipos de gobierno en esos países han tenido cierta influencia feminista). Sin embargo, la históricamente conservadora Argentina compatibilizó el populismo con una inusual apertura en temas sociales, notablemente la promulgación del matrimonio igualitario. En cualquier caso, esta sigue siendo una tarea pendiente.

9. Burocracias, tecnocracias y nomenklaturas
El neosocialismo realmente existente no está libre de los males del socialismo anterior, de ser finalmente una sociedad desigual en que una minoría privilegiada detente persistentemente el poder. En teoría, la posibilidad de alternancia dentro del sistema y la existencia de libertad y fiscalización democrática actuarían como antídoto frente a esos males. Sin embargo, como bien se sabe en el caso del capitalismo, el chocolateo social ocurre muy limitadamente. Es importante que exista mayor igualdad no sólo de ingresos, sino de capacidad de gobierno entre los integrantes de una sociedad. El principio democrático de división de poderes no sólo debe existir a nivel de instituciones, sino de personas y grupos sociales. Una sociedad en la cual un solo grupo particular es el único que tiene capacidad de gobierno es una sociedad anquilosada, que tendrá una alternancia limitada a algunos personajes. No es este un tema de fácil solución, pero cualquiera que esta sea tendrá que basarse en una fuerte formación y democratización del capital humano.

10. Identidad socialista
Concluyo el presente post con un paralelo final entre el neosocialismo y el neoliberalismo. Hemos visto que históricamente así como el neoliberalismo surgió como desafío al socialismo real, aquí, el neosocialismo surge como desafío al neoliberalismo. Y en forma similar, muy probablemente, así como a los neoliberales no les gusta el calificativo y prefieren autodenominarse «liberales», a los neosocialistas tampoco les guste el suyo y prefieran autodenominarse «socialistas». Ni modo.

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PS. ¿Y en el Perú?
A pesar de la fuerza histórica de las ideas socialistas en el Perú, con exponentes de la talla de Mariátegui, Arguedas y Flores Galindo, el poder del neoliberalismo no acaba de remitir. A partir del fujimorismo el Perú es el país modelo de alternancia neoliberal, con opciones electorales que se presentan como cuestionadoras del neoliberalismo, pero que perpetúan este régimen una vez llegando al poder. Con ello se sigue embalsando descontento social y consenso intelectual que buscan convertirse en acción política. Estamos ante un «neoliberalismo fatigado» como señalé anteriormente, aquí,

Desde luego que tiene recursos, pero no tiene ideas. Todavía vence, pero ya no convence. Propagandiza y difunde, y tiene muy bien aceitados pero desgastados voceros, pero todos dicen más de lo mismo y la gente no les cree. El agua popular no se mezcla con el aceite oligárquico.

Su caída en el Perú es cuestión de tiempo. A seguirle dando duro.

  1. Habrá un sistema de exclusión electoral como en diversos países, notablemente Alemania, o persecución y encarcelamiento de personas, como en los Estados Unidos del macartismo, o, finalmente, golpes de estado, como notablemente en España en los 30s, en Guatemala y en Irán en los 50s, o en Chile en los 70s. []
  2. Alguna vez un dirigente socialista español, Fernando de los Ríos, en una entrevista le preguntó a Lenin sobre la libertad en el socialismo recibiendo la respuesta «Libertad, ¿para qué?». En la actualidad se podría voltear esta lógica y preguntarse: «Represión, ¿para qué?». []
  3. La frase, sin embargo, fue acuñada antes por el alemán Heinz Dieterich Steffan en 1996, es decir, antes del gobierno de Chávez, al cual posterioremente asesoró. []
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Comentarios a este artículo

  1. Gamaliel dijo:

    Ademas me parece que la falta de la libertad ha sido el error mas grave del socialismo

  2. Gamaliel dijo:

    Ademas me parece que la falta de la libertad ha sido el error mas grave del socialismo,ademas la relación existente con lo nacional(nacionalismo) es esencial para una sociedad sin desigualdades.