Por - Publicado el 18-03-2013

Este post salió ayer como nota en Facebook.

Levitsky en este artículo responde a los cuestionamientos a su análisis equiparador de Chávez y Fujimori. Se desmarca de Vargas Llosa, que califica a Chávez de «caudillo», y reconoce que Chávez fue una fuerza democratizadora que benefició a los sectores más pobres y postergados de Venezuela.

Sin embargo, se aferra a su identificación de Chávez con Fujimori. Quien la cuestione, dice, incurre en «confundir las preferencias ideológicas con el análisis», como sí Levitsky no introdujera sus propias preferencias ideológicas en su análisis.

«Sugerir que el régimen de Chávez no era autoritario –o que no se compara con el autoritarismo de Fujimori– es ignorar parte de la realidad venezolana (y confundir las preferencias ideológicas con el análisis).»

Algo sistemáticamente ausente en los análisis de Levitsky es la reacción popular al golpe de 2002. Allí no hubo el Chávez personalista, sino el Chávez ausente, secuestrado. La palabra la tuvo la ciudadanía y está habló y muy claramente. Fue un momento crítico y una prueba de fuego para un regímen «personalista» y «autocrático», «autoritario competitivo», puesto en jaque por unos supuestos «demócratas», «perseguidos», «encarcelados», «sometidos», etc. Allí se vio cuan profundamente los sectores más pobres se sentían representados por ese gobierno. Tal vez Levitsky también se anime a equiparar ese hecho con la triste renuncia por fax de Fujimori.

Nótense estas construcciones de Levitsky:

«No hizo un autogolpe, como Fujimori, pero utilizó mecanismos plebiscitarios para construir un régimen muy parecido.»

«El chavismo no robó elecciones, pero gracias a la politización de las instituciones judiciales y electorales, la intimidación de los medios, y el abuso masivo de los recursos del Estado, la competencia política se volvió injusta.»

Siguen la estructura: «el chavismo no hizo lo que el fujimorismo, pero….. finalmente es lo mismo».

Si el fujimorismo se hubiera limitado en el Perú a hacer lo que Levitsky dice que el chavismo hizo en Venezuela, el fujimorismo habría caído mucho antes. El fujimorismo no permitió los espacios que permite el chavismo en Venezuela. En tal sentido, Levistky sigue también ignorando que el chavismo contó con la oposición de los poderes fácticos (clase empresarial, embajada de los EEUU, clero, medios oligárqucos y hasta sectores militares, como se vio en el golpe), mientras en el Perú el fujimorismo no sólo contó con el apoyo de esos sectores, sino que fue el gobierno de esos sectores contra un debilitado movimiento social. El asunto no es tan trivial como decir que un régimen fue de izquierda y el otro de derecha. Este punto es uno de los grandes problemas de los politógos que hacen análisis politicos formalistas sin basarse en las fuerzas sociales detrás de los regímenes políticos. Acaban equiparando lo diametralmente opuesto en base a un par de apariencias.

Y más aún, a cada nombre que Levitsky pueda dar de algún opositor «perseguido», «encarcelado» o «exilado» por el chavismo le podríamos dar el nombre de alguna persona tal vez no «encarcelada» o «exilada», pero sí muerta por los escuadrones de la muerte del fujimorismo (y ya puestos, también de regímenes previos a Fujimori) y esterilizada en forma forzada. ¿Qué no habría dicho Levitksy de un chavismo con escuadrones de la muerte y esterilizaciones forzadas?

Será pues que una Patricia Poleo, periodista venezolana procedente de un clan familiar propietario de un diario, «exilada» en el Perú, vale mucho más que un Javier Ríos Rojas, niño de ocho años asesinado en la masacre de Barrios Altos.

O tal vez Guillermo Zuloaga, dueño de Globovisión, sea más importante que María Mamérita Mestanza, campesina que murió tras ser esterilizada por un programa impulsado por USAID, UNFPA y la Fundación Japón y ejecutado por el gobierno de Fujimori.

Y desde luego, el nombre de la jueza María Luisa Afiuni, acusada de corrupción, merece ser mencionado con mucho más volumen de voz que el nombre del profesor de la Cantuta Hugo Muñoz Sánchez, asesinado por un escuadrón de la muerte de Fujimori.

Aún así, Levitsky insistirá en forzar lo que no es más que una analogía resultona, una construcción política que refuerza un discurso político en el Perú que apunta a «fujimorizar a Chávez». No sea que en algún momento el Perú se sume al conjunto de países de la región que toman el rumbo «chavista».

Dejémonos de pretender lo que no es. En América Latina que un gobernante concentre poder, sea electo por el voto ciudadano, o sea un dictador, es el estándar. Así ocurre en México, Colombia o Venezuela (con Chávez y antes de Chávez). Lamentablemnente, así son las reglas de juego político «realmente existentes».1 Maquiavelo sigue siendo el gran cientista político entre nosotros. Esta concentración ocurre en gobiernos de orientación neoliberal y en gobiernos de orientación «chavista». Es muy tramposo ser selectivo en declarar como «no democráticos» sólo a los regímenes izquierdistas, que buscan un cambio. Equipararlos a regímenes como el de Fujimori o Yeltsin no «equilibra» tal trampa (como para que se diga «yo critico por igual a Chávez que a Fujimori»), sino que la hace aún mas grave.

  1. Las reglas de juego políticas «realmente existentes» en nuestros lares me recuerdan a los partidos de hockey sobre hielo en los EEUU y Canadá, en que parece que los golpes, empujones y peleas están permitidos y hasta son parte del juego. []
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