Por - Publicado el 14-01-2013

1. Alan García y su Pizarro colosal
Alan García en «Pizarro. El rey de la baraja. Política, Confusión y Dolor en la Conquista», Titanium Editores, Lima, 2012, nos ofrece un Pizarro colosal, un Pizarro con secretos del carajo, un manual de conducta política para las nuevas generaciones de peruanos en que el ex presidente decodifica de las acciones del conquistador lo que éste tenía en la cabeza. Así, le atribuye a Pizarro conocimientos, tácticas, principios, que explica en quince «reglas».

Al leer el libro uno no puede dejar de pensar que García está hablando de sí mismo a través de Pizarro: de sus cambios de bando, de sus supuestas geniales tácticas para conquistar el poder, de su conducta inescrupulosa. Definitivamente, no estamos ante un libro de historia, sino ante un manifiesto personal alanista, un intento de ser Maquiavelo en el cuerpo del conquistador. Mejor hubiera sido que García extraiga sus quince reglas directamente de su propia experiencia como político y gobernante. En vez de presentar la crueldad y las promesas incumplidas del conquistador como perseverancia, hacer esa misma presentación en base a sí mismo, a sus escuadrones de la muerte, su enriquecimiento, su exilio en Colombia (y pedido de la nacionalidad colombiana) y luego en Francia y a tantas cosas que la ciudadanía peruana no olvida, comenzando por la gente de su propio partido. Los advertidos lectores peruanos definitivamente leerán su libro entre líneas, tomando acaso como algo positivo la motivación para repasar la conquista y verificar los hechos que García señala, por cierto en forma muy desordenada y repetitiva.

2. «No hay que ser economicista: la plata llega sola»
Alan García introduce su texto criticando el marxismo por economicista y proclamando la centralidad de la política para entender los procesos sociales.1

Es un error frecuente confundir los niveles de análisis. En el plano de las acciones humanas uno desde luego tiene que analizar la psicología de los agentes, sus motivaciones y sus interacciones; en el plano de los procesos sociales uno tiene que ir más allá de estos eventos y buscar aspectos más fundamentales como la la forma como en que esos seres humanos se organizan para producir y reproducir su vida social. El propio Karl Marx realizó detallados análisis de acciones humanas concretas en «Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850» o en «La guerra civil en Francia» sin un reduccionismo a «lo económico».

Lo que es muy interesante y revelador es que Alan García sea tan enfático en afirmar la supremacía de la política por sobre la economía. Parece que las restricciones presupuestales no existen para él. En su primer gobierno su prioridad es concentrar el poder mientras la economía peruana colapsa por la hiperrecesión y la hiperfinlación; en su segundo gobierno resulta que «la plata llega sola». En ningún escenario la economía es su preocupación, sólo el poder.

3. Pizarro, ¿principal o agente?
La conquista puede analizarse como una secuencia de eventos (contratos, batallas, emboscadas, alianzas, traiciones, etc.), pero también como un proceso social en que una entidad monárquica destruye y somete a un decadente y enfrentado conjunto social. Quienes acaban teniendo el poder no son los conquistadores, sino los reyes españoles. Lo que triunfa es el aparato estatal colonialista sobre el espíritu «emprendedor» y destructivo de los conquistadores.

Los conquistadores, con todo su talento guerrero y su falta de escrúpulos, son la avanzadilla, los subcontratistas, los agentes de un estado feudal. Nunca fueron los dueños del circo. Toda la conquista, comenzando por Cristóbal Colón, se hizo por contrato entre expedicionarios y la corona española. Los conquistadores son los agentes, y los reyes son los principales. En estos casos no falta el problema del riesgo moral. Algunos conquistadores que tienen sus propios proyectos personales son rápidamente «pacificados» por el poder monárquico. Ninguno fue un Alejandro Magno, un Julio César o un Pachacutec. Donde manda rey no manda conquistador.

4. La conquista alanista
Alan García sabe desde dentro cosas que «aun no entienden los fracasados en la política o el poder»:

Antes de estudiar cada una de las normas y reglas políticas de Pizarro, debemos analizar los elementos de su personalidad para comprender cómo estos lo predispusieron a la búsqueda y el ejercicio del poder por sí mismo, independientemente de la acumulación de riqueza, algo que aun no entienden los fracasados en la política o el poder y que compensan usando la política para medrar recursos y frivolidad. Pizarro era un hombre político con una gran vocación de poder, que ejerció de manera estratégica y calculada. p. 40.

García, como Pizarro, encontró condiciones favorables para su astuto actuar. Ambos recurrieron a hábiles gambetas políticas y procederes inescrupulosos. Pizarro encontró sociedades en conflicto, enfrentadas entre sí, y tuvo la pericia para aprovechar sus contradicciones a su favor. García heredó de Haya un aparato partidario que condujo dos veces hacia el aprovechamiento del poder, también aprovechando las contradicciones entre los grupos que le eran adversarios. García, evidentemente, se siente un político exitoso, según él, un Pizarro.

5. ¿Cuán exitoso fue Pizarro?
Hernán Cortés vivió más de dos décadas y media después de su encuentro con Moctezuma, mientras Francisco Pizarro apenas vivió ocho años después de su encuentro con Atahualpa. Hernán Cortés murió en España, tranquilo, en la cama; Francisco Pizarro murió en Lima, de una estocada en la garganta a manos de los almagristas, tres años después de morir Almagro. Los hermanos de Pizarro, convocados por éste para desplazar a Almagro y sus seguidores, también murieron.

Al final al supuesto maestro de la traición secuencial le pasaron la factura. Los frustrados almagristas lo mataron. La conquista le quedó grande, particularmente si lo comparamos con Cortés. Pizarro mató a espada y murió a espada.

El Pizarro alanista es negociador, paciente, sereno, se construye una legitimidad personalizada, diferente, de largo plazo, confundiendo al adversario, y evade responsabilidades atribuyéndoselas a otros. El Pizarro real muere personalizada y certeramente a manos de los nada confundidos almagristas, sin ninguna legitimidad, bien responsabilizadito.

Tal desenlace no es precisamente el de un político genial, sino el resultado de una secuencia de errores. Con tanta intriga y ambición él mismo preparó la estocada que lo liquidaría. García en su apología del conquistador no reconoce los errores pizarristas y los presenta como virtudes.

6. Y se llama Perú, con P de Pizarro.
El Perú es el país de América Latina que más culto le rinde a su conquistador. Esto no ocurre en México, país que experimentó una profunda revolución agraria, que por cierto fue inspiradora del partido matriz de Alan García.

En México el mestizo y hasta el blanco rechazan la figura de Cortés. En la Argentina, país de mayor presencia blanca que el Perú o que México, no hay identificación alguna con los conquistadores y, más aún, el símbolo patrio de todos es el Sol de Mayo, que no es otro que el sol de los Incas. En el Perú, en cambio, el culto al conquistador Pizarro, antes homenajeado en plena Plaza de Armas, no desaparece, sólo se transforma.

El hispanismo en el Perú es un timbre de orgullo en las clases dominantes. A pesar de las importantes transformaciones sociales del siglo pasado prosigue el morboso culto a la supuesta genialidad del conquistador. Lo que García aporta es desmarcarse del discurso hispanista que presenta a Pizarro como un noble caballero y presentarlo como un experto en malas artes, como un mangonero y manipulador. El Pizarro alanista es un Maquiavelo retrospectivo, que implícitamente se guiaría por sofisticados principios de la ciencia política moderna.

7. Las «reglas» de Alan Pizarro
El intento de Alan García de descubrir «reglas» políticas en Pizarro es más fútil que útil. Se advierte que quiere hacer pedagogía en las nuevas generaciones, formar «alanitos» desprejuiciados para la alta traición al amigo y la baja misericordia con el enemigo. No es que lo logre ni que diga nada que un aprendiz de político práctico no pueda aprender de otros textos y sobre todo en la práctica. Suena a que con este libro pasará lo que pasó con los libros anteriores de García, que quedaran anaquelados en los estantes de las promesas bonitas y falsas. Más interés tiene el libro como testimonio del discurso interno de un expresidente peruano sobre procederes políticos: menos aprendemos sobre Pizarro que sobre García.

  1. p. 25. «la explicación economicista de que la acumulación de la riqueza económica o de la propiedad de los medios de producción es lo que determina y explica el porqué de las decisiones políticas. Tal fue el aporte del marxismo. Pero esta tesis reductiva dejaba de lado factores básicos como la dimensión psicológica, el afán por el prestigio y el instinto por la dirección social, así como la habilidad desplegada por el actor para tales objetivos. Por ello, en los últimos años, la acción política y la ciencia del poder han comenzado a ganar independencia respecto a otros factores y ya no son definidias como un efecto necesario, un epifenómeno o, como peyorativamente se la llamó, una «superestructura» de la economía.»

    p. 26. «Fue la extradordinaria capacidad de Pizarro para constituir una élita y dentro de ella un «núcleo duro»; su habilidad para mantener confundido al adversario y para desplazar simbólica y psicológicamente sus responsabilidades sobre el oponente lo que le dio inmensa ventaja. Un lector economicista o marxista dirá que la élite de la propiedad y de la riqueza es siempre la dueña de las decisiones, pero eso solo será cierto si no existe en la excena un político profesional como Pizarro, Lenin o muchos otros en la historia y si otros factores como la cultura y la religión no tienen más fuerza que la economía en la situación concreta.» []

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Comentarios a este artículo

  1. Arturo Zevallos dijo:

    ¿Boicot a Crisol?

  2. Alfred Jarry dijo:

    Crisol es aprista. Investiguen a su dueño, Jaime Carbajal.

  3. juancho dijo:

    Yo recuerdo: Me parece que fue en el 2001, cuando en la campaña presidencial para la segunda vuelta les hacian notas periodísticas a los candidatos: Toledo y Garcia, durante sus mítines. Sucede que García hizo un mitín en el Estadio Nacional, y la periodista que lo acompañaba antes del mitin conversaba con su esposa Pilar Nores en el camerino. Pero la nota curiosa, para mi, fue que en el camerino estaba el libro «El Principe» de Nicolás Maquiavelo. Recuerdo que Pilar Nores y la periodista al ver descubierto el libro se sonrieron.

    No es de extrañar entonces que García tenga en Maquialevo a su inspirador politico tanto así que lo lee antes de dar un mitin y que lo lea y relea siempre. Por eso es que ahora nos sale con su librito de porquería.

  4. Jose Beltran dijo:

    Gracias por el articulo. Llegue a este sitio buscando informacion de Garcia Cobian, a quien lo conoci en un Coloquio de Matematicas en Arequipa, me parece en 1985.
    Regresando al tema de Alan Garcia, es un maestro de la maldad, con un calculo politico vergonzoso. Su «descubrimiento» de Pizarro es contra natura, porque los mismos españoles lo califican de «hijo bastardo, criador de cerdos y sin cultura.» segun http://www.abc.es/historia-militar/20130524/abci-pizarro-conquistador-vencio-soldados-201305232021.html en donde se narra la invasion al Peru tal como una violacion narrada por el propio violador, en donde se explica claramente que Pizarro en España era considerado un ciudadano de segunda categoria y que su ambicion por oro y posicion social lo llevaria a ser el criminal que hoy conocemos.