Por - Publicado el 22-10-2012

Viene de Liberalismo y neoliberalismo (1):

4. ¿Nuevos aguafiestas?
Ya son más de veinte años de la caída del muro de Berlín. Y seguimos en las mismas correrías de antes de «el fin de la historia»: crisis, desempleo, guerras, convulsión social. La desregulación financiera y laboral han perdido el aura de triunfo que tenían hace un par de décadas. Ahora «todos somos comunistas«: si las empresas privadas entran en crisis, es el estado que les hace los salvatajes. Si el estado entra en crisis, alguna entidad supranacional, un «estado de estados», le hace el salvataje y le aplica electroshocks para reanimarlo. Es un contexto en que los esquemas neoliberales pueden ser muy elegante y estéticamente construídos, pero no tiene mucho gancho en la calle: ni en Wall Street ni en Main Street. Cuando hay crisis, todos quieren subirse al bote salvavidas, así sea de madera, no al buque sofisticado, pero en hundimiento.

Aquí no hay mucha fiesta que aguar: la propia fiesta se desanimó solita. No hubo ninguna elaboración que hiciera carne en algún sujeto social y la aguara. La racionalización está viviendo post festum, y se hace simplemente constatando, no anticipando. La propia economía académica moderna definitivamente ratifica la inoperancia del colectivismo, pero no en favor de una solución neoliberal, sino de una solución de economía mixta. El óptimo no es la intervención cero, sino la intervención no sólo cuando el mercado fracasa, y los fracasos del mercado ocurren a cada rato, sino previniendo y estabilizando. Pero el asunto no queda ahí. El discurso neoliberal ha quedado muy expuesto en los últimos años. No es sólo que el neoliberalismo no funciona para todos, sino que sí funciona para algunos. El neoliberal habla a favor de los pequeños informales y ciudadanos de a pie, pero para favorecer a las grandes empresas, los grandes grupos de interés. Ese es su sujeto social. Si habla de la libertad del fumador, no es porque le interese el fumador y su salud, sino porque le interesa las ganancias de las tabacaleras. El aura del neoliberal ha quedado más expuesta como siempre alineada con las megaempresas. No estamos ante el inclusivo crecimiento emergente de comienzos de siglo, ni en los clasemedieros y conservadores años eisenhowerianos de postguerra, sino en un mundo yuppie en crisis, en que el ganador se lo lleva todo. Ya se vio que muchos se la creyeron y quisieron ser ganadores, y algunos hasta tuvieron la oportunidad de serlo, pero el resultado es que sólo algunos lo son y el resto perdió. Estuvo lindo mientras duró la ilusión, pero a ver cómo se afronta ahora la realidad de haber perdido. No, la gente mira al estado. No es consuelo ni excusa haber tenido la oportunidad de timbear.

Pero la crisis también ocurre en la periferia de Europa Occidental, por lo que no faltan argumentos para reclamar que también estamos ante una crisis del estado de bienestar. Así como en los Estados Unidos hay un límite para salvar a los bancos, en Europa hay un límite para salvar estados. A un lado del charco se apunta a intervenir en el mercado, al otro se apunta a dejar de hacerlo. Paradojas del presente, pero que van en línea con la idea de óptimo que mencioné antes: la intervención óptima no es cero, ni es al 100%, sino un punto intermedio. Eso quiere decir que en contextos de fracaso de mercado e intervención insuficiente el camino es incrementar la intervención, mientras que en contextos de demasiada intervención estatal, el camino es reducirla. Algo así es por supuesto muy poco apasionante. La gente se suele movilizar en base a un «ismo» fuerte, no en base a una idea ecléctica, por más sensata que sea. Además tiene el problema que incluso coincidiendo en el principio de un punto óptimo, mucha gente no coincidiría en cuál sería ese punto: cada quien llevaría agua para su molino. Ya hemos visto en el Perú cómo hubo investigaciones que afirmaban que el sector AFP era muy competitivo y que las comisiones no podían bajar. Desde luego que tales investigaciones eran financiadas por las AFPs que ya estaban en el mercado. Además, para hacer las cosas menos entusiasmantes, el punto óptimo cambia en el tiempo: en condiciones de crisis, según el contexto, se requiere una mayor o menor intervención estatal. En los Estados Unidos se vuelven «comunistas» interviniendo, mientras que en Europa se vuelven «librecambistas».

Y desde luego, los puntos medios aristotélicos a veces no son tales. En un mundo de «pensamiento único» no faltaron intentos de decir algo diferente. El inglés Tony Blair surgió encabezando una «tercera vía», en base a las elaboraciones de su paisano Anthony Giddens. Todo muy sugerente, pero a la hora de alinearse con Bush, Blair estuvo en primera fila. Ahí quedó claro que la «tercera» era la misma vía de siempre. No había ningún contrapeso ni variedad dentro del sistema. Lo que sí quedó claro es que Alemania y Francia, menos requeridas de protección estadounidense, tenían su propio juego. Menos frente interno y más frente externo. Más intervenciones: en Medio Oriente y Norte de África.

¿Y el colectivismo?

Hoy como ayer el alimento de la idea colectivista es la indignación ante la concentración de la riqueza y el poder omnímodo de una minoría coexistentes con el desempleo y la pobreza de las mayorías. Una mente desprejuiciada entenderá que tal realidad no puede ser justa y se preguntará cómo es posible que no pueda haber una organización social que corrija estas desigualdades. Algún tipo de planificación o intervención que haga que los de arriba compartan con los de abajo en base a ideales de igualdad y fraternidad, las banderas «pariente pobre» de la revolución francesa. El problema está en la dura economía, que ha demostrado en la práctica, a nivel microeconómico, país tras país, que el colectivismo no funciona. Quienquiera que se replantee el tema, tiene ahí un gran dilema a resolver. La solución que mal que bien ha funcionado hasta ahora, como ya dije, ha sido de naturaleza mixta: impulso privado e individual con dirección pública y colectiva. No hay una gran fiesta, pero tampoco hay grandes aguafiestas.

Pero los rumbos están abiertos y suele ocurrir que cuando algo parece ya definido se vuelve a replantear una y otra vez. Por ahora no hay una estrella en el cielo, sólo un estela en la mar. No hay un «qué hacer» de Lenin, sólo un «qué será» de Chico Buarque (o, si quieren, de José Feliciano).

Yapa:
5. El neoliberalismo en el Perú

En el Perú no hubo ni liberalismo ni neoliberalismo fuerte. Ambos fueron tardíos. La independencia tuvo influencia liberal, pero no fue posible sin la intervención de países vecinos. En el Perú fue el absolutismo borbónico el que tuvo la mayor fuerza política y militar. No hay un San Martín, ni Bolívar, ni Belgrano peruanos. El monopolio comercial con España ya le iba bien a la élite limeña. Nada de burguesías portuarias que impulsen la libertad de comercio con Inglaterra. Los Zela que querían la independencia murieron en Bastillas panameñas, sin poder ver un Perú independiente. Lima no fue un centro de irradiación liberal, sino el destino de las corrientes liberadoras venidas de Venezuela y la Argentina. Estas corrientes liberadoras luego mutarían en corrientes de conflicto con el vecino del norte y el vecino del sur, conflictos de los cuales no hemos acabado de salir, tema de otro análisis.

Pero claro que tuvimos algún tipo de liberalismo, el de la oligarquía exportadora que quería importar productos europeos: liberalismo guanero, liberalismo azucarero y algodonero, liberalismo extractivista. Fue un liberalismo que nunca cayó, pero vio cómo el mundo cambiaba y entendió que en algún momento, de alguna manera, los cambios llegarían al Perú.

Así, en el siglo pasado, el gran líder espiritual del neoliberalismo es claramente Pedro Beltrán y es un neoliberalismo preventivo: no tiene un estado de bienestar o populista con el cual forjarse. Representa a una oligarquía terrateniente que gobierna cómoda y autoritariamente el país. Sin embargo, sí la ve venir, pues los países vecinos sí habían llevado a cabo políticas intervencionistas de masificación de la educación, nacionalización de los recursos y concesión de derechos laborales a los trabajadores. Y en el Perú ya había el germen aprista y socialista en las figuras aurorales de Haya de la Torre y Mariátegui La Chira.

Históricamente, el liberalismo en el Perú hubiera podido ser antifeudal, hubiera podido dirigirse y ser una ideología de libertad para los yanaconas oprimidos por los terratenientes. Pero no hubo liberales que se embarraran los zapatos por defender los derechos de los campesinos indígenas, su educación, su derecho al voto. En clave de huayno ayacuchano, con la letra de los hermanos Gaitán Castro, se le podría preguntar a quien se cree liberal:

Si fuiste tú
cometa en el viento,
¿por qué nunca te acordaste
de este barro caminante?

Pues no, los liberales no estuvieron con los campesinos, estuvieron con los terratenientes, y esto por una sencilla razón: los liberales eran terratenientes. Y lo siguen siendo. Es un liberalismo encomendero al estilo de los terratenientes del sur de los Estados Unidos.

El neoliberalismo en serio también comienza tardíamente, porque el estatismo llega también tardíamente al Perú. Surge en reacción al velasquismo, en los setentas. Allí se forja una generación de neoliberales que sí tienen ejemplos locales de cómo no quieren que se hagan las cosas en el país. En buena cuenta es una generación que ve cómo las tierras de sus padres, abuelos o tíos son repartidas al populacho, cómo sus familiares dejan de timonear el estado para que diversos advenedizos pasen a encargarse de esa responsabilidad. No son burgueses emergentes hechos a sí mismos.

Con Belaúnde 2 esta gente hace la reflexión doctrinaria, liderada por gente como Vargas Llosa y De Soto,1 que se imaginan una inexistente «tradición redistributiva» en el Perú. Las pocas y tardías reformas les parecen demasiado. Con García esta generación pasa a la acción política y logra expandirse y ganar influencia intelectual. De hecho, es una generación que triunfa ideológicamente con García, pero gobierna con Fujimori; mejor dicho desde Fujimori, pues no ha dejado de gobernar al país. Es una tecnocracia ascendida a poder fáctico que se cobra la revancha desmontando el estado velasquista y restituye el poder oligárquico, su poder, que siente que nunca debió perder.

Lo que ahora ocurre es que a estas alturas esta hegemonía neoliberal está a la defensiva y es cuestionada intelectual y políticamente por sectores importantes del país. El Perú ha vivido un microclima político en la región latinoamericana y en el mundo, con la sensación de que otra vez en nuestra historia nos atrasamos políticamente. El neoliberalismo en el Perú es ahora el incumbent, el defensor del título, y cada trampa con la que logra mantener su poder sólo crea más presión y más fuerza en sus retadores. En el Perú no tiene ya nada de novedoso que ofrecer. Todo ya lo ha hecho. No hay mucho más que privatizar o desregular. Es un modelo asediado, jugando a la defensiva.

La región también ha virado. No sólo los diversos países han virado hacia el estatismo, sino el país vendido como modelo (en América Latina, no en Europa, no en los Estados Unidos), está en problemas: Chile cruje. La educación voucherizada, privatizada, polarizada es rechazada por la ciudadanía. Ojo ahí.

Se suponía que Humala iba a significar un cambio de rumbo en el Perú, pero no lo ha hecho. Históricamente, sin embargo, lo único que ha hecho es postergar y embalsar la presión social contra el modelo neoliberal aplicado en el Perú. Cuanto mayor es la subida, tanto mayor es la caída.


Concentración de la riqueza, influencia política en el congreso de los Estados Unidos, brecha creciente entre productividad y salarios, gran población penitenciaria, con sobrerepresentación de afroamericanos, inmensos gastos en armas: realidades que dan aire e invitan a buscar soluciones colectivistas y planificadoras.

La libertad de Troya que muchos aceptan.


El neoliberalismo pionero lo instaló Pinochet en Chile. Una alianza de tecnócratas con militares, ambos anticomunistas.
En el Perú el neoliberalismo se instaló con Fujimori y fue una alianza similar. Ya lleva dos décadas gobernando al Perú.
Caricatura publicada en el Diario de Marka, 26 de junio de 1982.

  1. Sólo en el Perú, por influencia de Hernando de Soto en El Otro Sendero, se habla de «mercantilismo» en el sentido de «prebendario». Las grandes prebendas pasan piola, pero cuando algún sector industrial pide algún apoyo similar es satanizado como «mercantilista», haciendo creer que los «liberales» también se oponen a las prebendas a favor de todos los empresarios. El mismo Hernando de Soto escribió su «Otro Sendero» con un gran apoyo del estado: USAID le dio un millón de dólares (que no tuvo la transparencia de mencionar en su libro).

    En concreto, en el Perú el discurso del «mercantilismo» sirvió para debilitar a la industria nacional y dar todos los privilegios a los primario-exportadores (privatizaciones a manos de empresarios que se compraron las empresas, leyes laborales proempresariales, excepciones tributarias, subsidios de facto, jueces amigos, etc.) o a los financieros (banca, AFPs). []

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Enlaces a este artículo

  1. Apogeo y decadencia del neoliberalismo en el Perú » Gran Combo Club
    23-03-2014 - 20:12

Comentarios a este artículo

  1. Miguel Ángel Rodríguez dijo:

    Bueno, ahora en el Perú los que pueden ser llamados neo-liberales se mantienen (y reproducen)en cómodos nichos académicos y/o mediáticos, donde imparten clases y/o escriben columnas de opinión esperando, esperando –más o menos como los seres imaginados por H.P. Lovecraft– otra oportunidad de resurgir en este mundo. Esperan pero también hacen que los pensemos y eso ya es un logro para ellos. Pero EN ESTE mundo real, carecen de importancia y la pregunta que sin duda los evapora y devuelve a Cthlhu es muy simple: ¿a ver, compadre, en qué rubro del sector real de la economía tienes tu negocio? ¡Plop!

  2. Gran Combo Club dijo:

    GCC: Liberalismo y neoliberalismo (2)
    http://t.co/SMz0vo84

  3. AveCrítica.com dijo:

    GranComboClub – Liberalismo y neoliberalismo (2) http://t.co/lK6P44hJ

  4. Miguel dijo:

    Señor Rendon, unas cuantas preguntas: ¿cuáles son los paises más desarrollados del mundo?, ¿qué camino, político y económico, eligieron esos paises para ser desarrollados o salir del subdesarrollo?, ¿la Historia ha demostrado que existen otros caminos, distintos al que eligieron paises como Noruega o Corea del Sur, políticos y económicos a seguir para dejar de ser subdesarrollados?¿Ha tenido algo que ver el liberalismo, democracia y libre mercado, con el desarrollo de los países?¿usted cree en la sociedad perfecta? supongo que me va a contestar que no. Si la sociedad perfecta no existe, no es lógico que los paises subdesarrollados busquen seguir el camino que en los hechos ha llevado a otros paises ha desarrollarse? gracias por su atención.

  5. Silvio Rendon dijo:

    La evidencia es mixta. El Norte de los EEUU no fue librecambista como el Sur. Pero el modelo del Norte llevó a un mayor desarrollo económico que el del Sur. Varios países de Centroamérica han aplicado por décadas las políticas económicas de libre mercado, con muy pobres resultados. Noruega es un país de una gran intervención estatal, así también lo es Corea del Sur. Suena a que los países subdesarrollados harían mejor en seguir estrategias mixtas de libertad de mercado con regulación estatal. El optimo no es intervención cero como propugnan los neoliberales. Pero esto ya lo había dicho en el post.

  6. Rodrigo Malca dijo:

    Liberalismo y neoliberalismo:
    http://t.co/zQye9KMF
    http://t.co/7x5JmJ13

  7. Rodrigo Malca dijo:

    http://t.co/7x5JmJ13