Por - Publicado el 15-10-2012

1. Liberalismo y neoliberalismo
El liberalismo es la ideología del burgués que insurge contra el feudalismo. El neoliberalismo es la ideología del burgués que insurge contra el comunismo, el socialismo, el fascismo y el estado de bienestar occidental, todo junto agrupado como un «estatismo» o un «camino a la servidumbre».

Si el emblema de la lucha del liberalismo es la Bastilla, el emblema de la lucha del neoliberalismo es el Gúlag.

El liberalismo surge tras una larga lucha en todos los niveles, llega a derrotar al antiguo régimen feudal europeo, pero luego es derrotado más que por el socialismo y el comunismo, por sí mismo. La crisis de 1930 le acaba de poner fin. El neoliberalismo surge como resistencia a las soluciones intervencionistas a la crisis de 1930, florece intelectualmente con el crecimiento del capitalismo de la postguerra, contrataca con la crisis de los 1970s y triunfa en los 80s con Reagan y Thatcher en el poder, siendo su punto máximo la victoria en la guerra fría.

El liberalismo surge y se aplica en Europa y los Estados Unidos y de ahí se expande al mundo. El neoliberalismo surge en los Estados Unidos, pero se aplica primero en Chile, y luego rebota en Inglaterra y los Estados Unidos.

Los neoliberales equiparan su oposición al estatismo a la oposición de los liberales al feudalismo, pues les da una imagen de popularidad y una continuidad histórica. Sin embargo, históricamente fueron los mismos liberales aurorales quienes dieron pie a la crítica socialista del capitalismo.

Al neoliberal no le gusta que lo llamen así y reclama que lo llamen liberal, porque el término evoca el cantar de gesta, popular e insurgente, contra el feudalismo. Son inactuales Quijotes que reviven las andanzas de caballería de épocas pasadas: la lucha contra el «mercantilismo», ser un «Tea Party» que se opone contra la opresión monárquica o evitar el camino a la servidumbre. El neoliberal ve gigantes mercantilistas donde sólo hay molinos prebendarios, gigantes que nos regresan a la servidumbre donde sólo hay molinos de políticas públicas.

El neoliberal gusta de equiparar las cosas que se le oponen: así como equipara feudalismo con estatismo, equipara dentro de lo que considera como “estatismo” al comunismo, socialismo, fascismo y al estado de bienestar capitalista. Cualquier intervención pública es un “camino a la servidumbre” que acaba por llevar al capitalismo por la vía del totalitarismo. El neoliberal se resiste a admitir que el mercado en diversas circunstancias fracasa y que entonces la intervención estatal es necesaria. El neoliberal solito ganó la guerra fría. No va a admitir que hubo un estado capitalista que intervino con políticas, programas públicos, funcionarios del estado, militares, planificación de concesiones a empresas.

El neoliberal que se viste de liberal es como un manganzón vestido con ropa de bebé. El liberal defendía al libre mercado impulsado por una burguesía emergente y pequeña; el neoliberal defiende a una megaburguesía monopolista y transnacional invocando una inexistente libre competencia. El neoliberal habla del pasado glorioso burgués, de los actuales pequeños empresarios y de soberanos consumidores, pero en realidad no defiende a ninguno de éstos, sino a los meganegocios que, para variar, son los que auspician sus elaboraciones intelectuales.

Pero tampoco digamos que no hubo ninguna continuidad. El liberal hablaba de libertad, igualdad, fraternidad, pero la esclavitud abierta seguía en las plantaciones de Haití y en el Sur de los Estados Unidos. Qué viva la propiedad privada, incluso de personas y qué ningún estado la cuestione. Y en las fábricas inglesas los obreros habían decidido libremente, sin que nadie los obligara, aceptar largas jornadas de trabajo y magras retribuciones. Tan libres como los cadetes del Leoncio Prado que elegían entre seis puntos y ángulo recto. Por su parte, el neoliberal habla mucho de libertad, no tanto de igualdad  y menos de fraternidad, pero el trabajo infantil amarrado a las máquinas continúa en las transnacionales fábricas en Pakistán, Filipinas o México. Cuidadito con contraproducentes intervenciones a esa libertad de elegir.

2. Los viejos aguafiestas
Los liberales iniciales fueron muy buenos intelectuales. Ingeniosos, hábiles y eruditos. Pero tuvieron su par de aguafiestas, no menos ingeniosos, hábiles y eruditos: el alemán Karl Marx encontró que detrás de la libertad de intercambio se escondía una relación de explotación. Y lo hizo limpiamente, derivando sus conclusiones a partir de los planteamientos del escocés Smith y el inglés Ricardo, impulsores de la teoría del valor trabajo. Una broma de pésimo gusto para los liberales. Echarles en la cara que su libertad venía con truco. Y más aún, Marx se puso lanza y anticipó el fin del capitalismo en base a una elaboración medio malthusiana medio hegeliana: la tendencia decreciente de la tasa de ganancia haría que el capitalismo sucumbiera y se autonegara, dando paso a una economía colectivista. La elaboración de Marx rápidamente hizo carne en los obreros que no llegaban a ninguna tierra prometida por la libertad del orden capitalista.

Pero Marx no fue el único aguafiestas. Hubo otro, también alemán, y también emigrado a un país anglófono, sólo que no a Inglaterra como Marx, sino a los Estados Unidos: Friedrich List. Este señor saldría con la idea que el librecambismo estaba bien, por un tiempo, para Inglaterra en cierto momento, pero no para otros países de industrialización tardía como Alemania o los mismos Estados Unidos. Estos países deberían fijarse más en la práctica de los ingleses que en su discurso. Y así lo hicieron el industrialista Lincoln contra los liberales terratenientes esclavistas sureños, como la Alemania de industria naciente de fines del siglo XIX.

Estos aguafiestas tuvieron su momento de gloria y campeonaron en la batalla de las ideas. El golpe al liberalismo fue tan fuerte que a comienzos del siglo XX los más brillantes intelectuales eran cuestionadores de la lógica liberal; sus producciones académicas eran las más interesantes.  Y no sólo eso, el par de fisuras que le abrieron al liberalismo no se quedó en lo intelectual, sino que atravesó estepas, desiertos y pampas. Los zares, emperadores, sultanes, señoritos o gamonales del mundo ya no caerían por la ideología liberal de un Jefferson o un Rousseau, sino por la ideología colectivista de un Lenin o un Mao. El antifeudalismo dejaba de ser cosa de la burguesía, ante la amenaza socialista. Los «liberales», asustados por la rebelión de los oprimidos, estaban bien acurrucaditos con los opresores. En pocas décadas buena parte de la humanidad pasaría a ser gobernada por regímenes estatistas de diversos tipos.

3. El nuevo liberalismo
Un capitalismo en crisis en los 30s, desempleo, quiebras, deflación, con un desafío comunista en Rusia, con un fascismo al alza en Europa Occidental y movimientos anticoloniales en el mundo, no era el mejor contexto para predicar sobre las virtudes del libre mercado. De hecho, poca gente lo hizo. El problema era cómo corregir los fracasos de ese mercado e incluso cómo abandonarlo del todo para reemplazarlo por alguna otra institución. Treinta años después el capitalismo se recuperaba, volvía a crecer y mucho, y un liberalismo escarmentado, relanzado sobre bases diferentes a las del liberalismo primigenio incluso llegaba a derrotar económica y políticamente sus rivales ideológicos desde los más lejanos hasta los más cercanos y parecidos. ¿Cómo lo hizo?

Como suele ocurrir con las corrientes sociales, es una mezcla de calle con escritorio, de experiencia vivida con reflexión intelectual. La gran depresión es resuelta con una mayor intervención estatal. Los años de postguerra son años de crecimiento de una rápida expansión de la intervención del estado en la economía. Keynes y Roosevelt eran los emblemas de la época, definitivamente pro-capitalistas y definitivamente intervencionistas. Para nada son liberales, como no lo son las políticas que se llevan a cabo en los Estados Unidos ni en Europa Occidental en los años de postguerra. Hasta ese momento la guerra fría es un conflicto entre un estatismo total, el comunismo, y un estatismo moderado, el de la economía mixta occidental.

El contrataque de este nuevo liberalismo, o simplemente neoliberalismo, surge primero en el plano de las ideas como un cuestionamiento al estatismo de todo tipo. Se equipara al comunismo con el fascismo como totalitarismos. La viada antifascista de la segunda guerra mundial se la reorienta a una viada anticomunista de la guerra fría. El comunismo ya no es un ideal utópico de intelectuales y obreros, sino un régimen opresor. Los ideologos neoliberales realizan un trabajo de desconstrucción de un modelo político aparentemente colectivista (cosa que ya había sido hecha en forma pionera por Trotsky en diversos libros, y otros autores como el historiador marxista Isaac Deutscher). El aristócrata austriaco emigrado a Inglaterra y los Estados Unidos Friedrich von Hayek, que conocía de cerca a nazis, socialistas y comunistas, es quien sienta las bases de lo que es el nuevo liberalismo o neoliberalismo. En su caso es muy clara la reacción contra el estatismo y autoritarismo europeos que le toco vivir. Tuvo algo de audiencia en unos Estados Unidos que no había experimentado nada de lo que Hayek les contaba.

Pero la desconstrucción más agresiva y más importante no es la que se hace de lo que está lejos, se sabe poco, auque es más evidente, como es el régimen soviético, sino de lo que está cerca, se sabe más y tiene más sutilezas, como el estado de bienestar que los Estados Unidos estaban construyendo. Esta elaboración no la hizo un noble de privilegio como von Hayek, sino un hijo de inmigrantes, cuya madre trabajó en una sweatshop en New York, lo más proletario que había en la época, que tuvo la oportunidad de educarse y ascender social e intelectualmente gracias a la escuela y universidad públicas. Un emergente y vital Milton Friedman reinterpretaría la historia de la gran depresión como resultado no de las fuerzas de mercado, sino de la intervención estatal. Su mensaje era que el mercado libre hacía las cosas bien, innovaba, creaba empleo, generaba crecimiento para todos, eliminaba la discriminación racial, de género, etc. Era el estado el que fracasaba. El problema es que si bien sus puntos de vista eran respetados, no tenía mucha audiencia en un contexto keynesiano e intervencionista. El sueño americano fue y es el mercado y la libertad, pero también lo es la institucionalidad gubernamental, la igualdad de oportunidades y el sentido de pertenencia a una comunidad. El fin de la segregación educativa en el Sur no la traería el mercado libre, sino el estado encabezado por el texano Lyndon B. Johnson que enviaría la Guardia Nacional a «des-segregar» las escuelas públicas, es decir a proteger a los jóvenes negros que querían educarse de las agresiones de los blancos. Friedman y otros intelectuales avanzaban en moverla a nivel académico, pero a nivel político el horizonte seguía siendo keynesiano e intervencionista.

La crisis de los setentas fue grave, pero no fue considerada una crisis del capitalismo, sino una crisis de un modelo dentro del capitalismo, el modelo estatista-keynesiano que había ganado la batalla décadas antes. No fue la ofensiva mundial anticapitalista de los sesentas (descolonización del África, insurgencia en toda América Latina, rebeliones estudiantiles en Europa y los Estados Unidos) la que prevaleció. Ésta fue contenida dura y exitosamente por el capitalismo mundial. La crisis golpeó al statu quo de «ahora todos somos keynesianos» a nivel político como a nivel intelectual. Fue el momentum para el contrataque neoliberal, experimentado antes en un largamente trabajado Chile, donde tenían un enclave intelectual de contención del comunismo obrero y popular, con políticas que hasta ahora no han sido posibles en los Estados Unidos ni en Europa Occidental.

El nuevo liberalismo no se instaló por una insurrección como el viejo liberalismo, pero sí por una resurrección. Había que volver al liberalismo prekeynesiano. Algo se había hecho mal en el camino y había que regresar a las fuentes que indicaban que las intervenciones estatales, monetarias, fiscales, reguladoras, y peor si eran estatizadoras, eran totalmente perniciosas. Si la teoría del valor-trabajo llevaba a la explotación, no había problema, se proponía otra cosa, la teoría subjetiva y marginalista; chau explotación. Si se decía que el capitalismo se derrumbaba, se harían los cambios que evitarían ese derrumbe. Pero claro, el momento era muy diferente. Los monopolios desde hacía varias décadas que no eran solamente estatales, sino también privados. El neoliberalismo no iba a ser antimonopólico a secas: si tenía que elegir entre el monopolio estatal y el monopolio privado, elegiría al privado, y si tenía que elegir entre el monopolio privado regulado por el estado y el monopolio privado no regulado por nadie, elegiría la no regulación. Eso sí, los sindicatos quedaban dentro de la categoría de monopolios y tampoco deberían ser regulados: deberían ser desmantelados. Si había discriminación, el estado tampoco debería intervenir. No se debería hacer nada que atentara contra la libertad del discriminador. A esperar nomás a que el discriminador quiebre por no contratar a los o las mejores. Se volvía a la micro por oposición a la macroeconomía, a la oferta por oposición a la demanda.

Los neoliberales no tuvieron un visión anticipadora, sino simplemente una visión constatadora. Racionalizaron los visibles fracasos del anquilosamiento colectivista como de un estado de bienestar capitalista inoperante ante la crisis. No hubo que anticiparle nada al colectivismo con sutiles «tendencias decrecientes»; sus propias contradicciones lo llevaban a una catástrofe económica. A esto se sumaba el ajuste de cuentas con el modelo keynesiano en crisis. Cuando no había nada sobre la mesa, los neoliberales tenían algo que ofrecer. Sus elaboraciones ya estaban listas; habían pasado de la reflexión sugerente a la propuesta y hasta la experiencia en su almácigo chileno.

Los años de contraataque capitalista mundial y de superar la crisis económica en los setentas son seguidos de los años de Reagan en los Estados Unidos y de Thatcher en Inglaterra. Los personajes emblemáticos del neoliberalismo encabezan estados, Reagan, Thatcher o Pinochet, gente que privatiza y desregula y fortalece así a los monopolios privados. La liberalización del neoliberalismo es monopolista; el estado interviene a favor de los monopolios privados. Las reglas pueden estar ahí, pero ¿quién puede lograr que se apliquen con grandes empresas que juegan con ventaja sin ningún contrapoder? El resultado es una gran concentración del ingreso en los más ricos. La vuelta a políticas pre-rooseveltianas significó, no sorprendentemente, la vuelta a inequidades pre-rooseveltianas (ver gráfico abajo).

En los ochentas el comunismo, presionado por la expansiva economía capitalista, sucumbe por sus propias contradicciones y acaba por entrar en crisis y caer. Regímenes antipopulares y represivos ellos, el mundo era audiencia para una ideología que afirme la libertad y la individualidad. Gran victoria. A Reagan y Thatcher, como a sus ideólogos, les toca dar el cabezazo que da el mete-gol-gana y llevarse todo el crédito por un gol que se gestó desde atrás y por mucha gente. El mundo polar llegaba supuestamente a su fin, como la historia, como cualquier alternativa al capitalismo. Triunfo y triunfalismo.

Pero claro, esa idea de un mundo unipolar es tan candorosa como pensar que si se corta un imán por la mitad, uno se puede quedar sólo con el polo positivo y deshacerse del polo negativo.

Porcentaje del ingreso percibido por el decil más rico de los Estados Unidos.
La crisis de los 30s llevó a políticas intevencionistas que resultaron en una redistribución progresiva: más igualdad.
La crisis de los 70s llevó a políticas neoliberales que resultaron en una redistribución regresiva: más desigualdad.
Tomado de Piketty y Saez, 2001, «Income inequality in the United States, 1913-1998,»  NBER, aquí.

¿Cuál es la opción preferencial del neoliberal en este conflicto?

Dibujo de Ian Falconer «Out of the Mouths of Babes», de The New Yorker, aquí.

[Continúa en un siguiente post.
4. ¿Nuevos aguafiestas?
y
Yapa:
5. El neoliberalismo en el Perú.]

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Enlaces a este artículo

  1. Liberalismo y neoliberalismo (2) » Gran Combo Club
    22-10-2012 - 10:00
  2. El neosocialismo latinoamericano » Gran Combo Club
    11-09-2013 - 10:01
  3. Apogeo y decadencia del neoliberalismo en el Perú » Gran Combo Club
    23-03-2014 - 18:01

Comentarios a este artículo

  1. Miguel Ángel Rodríguez dijo:

    Valioso post. Que siga. Tres cuestiones: (1) Creo que Trotsky y Deutscher no fueron los principales críticos del modelo político aparentemente colectivista («modelo soviético») sino defensores del mismo aunque condenaban su «desviación burocrática» (estalinista). El gran crítico del capitalismo estatizado de la URSS fue James Burnham (v. «La era de los managers», en inglés «The Managerial Revolution»), quien desarrolló ideas pioneras de Bruno Rizzi («La burocratización del mundo») y advirtió que el «colectivismo» nacido de la versión leninista y trotskista del marxismo derivaba necesariamente en un despotismo totalitario. (2) Cierto que el afrontamiento de la crisis económica de los ’30 en EEUU fue intervencionista y que el afrontamiento de la crisis de los ’80 fue ultra liberal, esto es, todo lo contrario. Lo regocijante es que el afrontamiento de la crisis del 2008 fue propiamente estatizante ¡y sobre eso no hay cuestionamiento de los «neoliberales»! (3) Cuánto ha jugado el colapso del «sistema socialista» a favor del neo liberalismo, ¿no?

  2. Silvio Rendon dijo:

    Gracias por el comentario, Miguel.
    Trotsky fue un temprano crítico del sistema soviético, sabía del asunto bien desde dentro y lo hizo desde un punto de vista marxista. Esa es su originalidad y aporte. Deutscher fue su seguidor. Regatearles el mérito de haber tenido un ojo analítico y haberse opuesto al estalinismo es un tanto injusto y abona la equivocada idea que sólo los anticomunistas y derechistas se opusieron al sistema soviético, cuando también hubo gente que rechazaba el capitalismo que se opuso y propuso alternativas. A Deutscher esta postura política le valió ser estigmatizado y excluído de una universidad inglesa por presión del neoliberal Isaiah Berlin, agente de los servicios secretos ingleses. Una injusticia.

  3. Miguel Ángel Rodríguez dijo:

    De acuerdo con que no hay que regatear méritos críticos a Trotsky y Deutscher, entre otros marxistas. Cierto que el cuestionamiento del «socialismo realmente existente» por parte de anticomunistas y derechistas conservadores y neoliberales fue básicamente inconsistente y sesgado. Desde la izquierda brilló la crítica temprana de los «comunistas de izquierda» (Pannekoek, Pankhurst y otros) y bastante más tarde la de Castoriadis… De hecho, la más seria crítica del «modelo soviético» ha provenido desde la izquierda.

  4. Gran Combo Club dijo:

    GCC: Liberalismo y neoliberalismo (1) http://t.co/0vr6hsnv

  5. AveCrítica.com dijo:

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  6. NUEVO CURSO NEWS dijo:

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  7. MAS_LIMA dijo:

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  8. Daniel A.Y. Vega dijo:

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  9. alexandro dijo:

    silvio; tu artículo demuele los mitos y creencias más acentados de los neoliberales sobre la base de data y conocimiento.

  10. Miguel dijo:

    Hola:

    Como siempre reduces el liberalismo sólo al aspecto económico. Los liberales también creen en la democracia, en el respeto a los derechos humanos, en la tolerancia. Sería bueno que mencionaras esos aspectos cuando te refieres al liberalismo o los liberales. O han sido los comunistas, fascistas, etc quienes han conseguido que esos valores sean defendidos y promovidos en el mundo??

  11. Silvio Rendon dijo:

    No faltarán esos liberales, pero ¿quiénes son?

  12. Miguel dijo:

    Por mencionarte sólo uno: Vargas Llosa. Dime tú algún comunista o fascista que defienda los derechos humanos, la democracia y la tolerancia.

  13. Silvio Rendon dijo:

    Anónimo, ¿no fue Vargas Llosa quien apoyó la invasión de Iraq en nombre de la democracia y los derechos humanos?

    Ha sido tu conjetura afirmar que comunistas y fascistas defendían la democracia y los derechos humanos. No la mía. Lo que he dicho es que la lucha antifeudal en el siglo XX no la dieron los liberales, sino los colectivistas. Si quieres refutar algo, refuta lo que afirmado.

  14. Miguel dijo:

    «Ha sido tu conjetura afirmar que comunistas y fascistas defendían la democracia y los derechos humanos. No la mía. Lo que he dicho es que la lucha antifeudal en el siglo XX no la dieron los liberales, sino los colectivistas. Si quieres refutar algo, refuta lo que afirmado». Totalmente de acuerdo.
    Vargas Llosa posteriormente ha renegado de su apoyo a la Guerra de Irak. También de su apoyo a la «Revolución» Cubana.

  15. Silvio Rendon dijo:

    Y mañana tal vez reniegue de su apoyo a Thatcher, Aznar, Uribe, Piñera, a Alan Garcia en el «baguazo», etc.

  16. Iván dijo:

    Buen momento para aclarar dichos términos. En twitter tuve varias discusiones sobre estos temas.
    Últimamente en el Perú sobre todo, hay un sector que dice ser de izquierda liberal o liberal de izquierda.
    Hay bases para sustentar esto?
    Como sugerencia, en tu próximo post podrías ampliar esto? Gracias.

  17. Silvio Rendon dijo:

    Gracias. Algo diré sobre eso.

  18. Iván C #LeyDeMedios dijo:

    Pasen y lean… RT @rensilvio: GCC: Liberalismo y neoliberalismo (1) http://t.co/ATDzs6S7

  19. Rodrigo Malca dijo:

    Liberalismo y neoliberalismo:
    http://t.co/zQye9KMF
    http://t.co/7x5JmJ13

  20. Rodrigo Malca dijo:

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  21. Gran Combo Club dijo:

    Mi opinión sobre el liberalismo y el neoliberalismo http://t.co/0vr6hsnv