Por - Publicado el 01-01-2012

José Carlos Mariátegui explicaba los procesos sociales a partir de lo económico.

La cuestión indígena arranca de nuestra economía. Tiene sus raíces en el régimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administración o policía, con métodos de enseñanza o con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo, mientras subsista la feudalidad de los «gamonales».
Siete ensayos.

Era la tradición marxista, entonces novedosa en las ciencias sociales en el Perú, de explicar la superestructura por la infraestructura, la conciencia social a partir del ser social. Desde entonces generaciones de peruanos y peruanas se dedicaron a luchar por reformas sociales antioligárquicas, notablemente «expropiación inmediata sin indemnización a los terratenientes» (según rezaba el programa del Partido Socialista de Mariátegui) y «nacionalización de tierras e industrias» (según rezaba el programa de la APRA). Había que ir al meollo del asunto, y éste estaba en la «base» económica (sin que Mariátegui sea reduccionista a la economía o insensible a otros aspectos de la vida social).

Esta visión fue sometida a crítica en los setentas y ochentas. Fue declarada «determinista» y «mecanicista». En las ciencias sociales en vez de hablar de clases sociales surgidas de la producción material se tenía que hablar de «actores sociales», siguiendo las elaboraciones de los sociólogos franceses.1 Era la teoría de los «movimientos sociales». La clase obrera, creadora de la plusvalía según Marx, perdía sus centralidad y pasaba a ser un movimiento más, el movimiento obrero. Los diversos actores sociales quedaban homogenizados en diversos movimientos: movimiento campesino, movimiento de mujeres, movimiento de jóvenes, movimiento de pobladores, etc. Un gobierno militar ya había hecho las reformas económicas propugnadas por socialistas y apristas aurorales, con el apoyo y la oposición activas de varios de sus seguidores crepusculares.

Los ochentas eran tiempos de una entonces poco perceptible restauración ideológica oligárquica. Las reformas estructurales impulsadas en los sesentas por los Estados Unidos de Kennedy, con su agenda de reforma agraria, planificación económica e industrialización, daban lugar a otras reformas estructurales impulsadas en los ochentas por los Estados Unidos de Reagan, con su agenda de privatización, cambio de constitución y tratados comerciales.

La visión sociológica predominante en las izquierdas vino aparejada del surgimiento de la Izquierda Unida como fuerza política de izquierdas basada en las organizaciones sociales. La expectativa era ganar las elecciones generales a partir de la influencia en estas organizaciones, supuestamente emulando lo ocurrido en varias municipalidades. Sin embargo, no acabaron de percatarse que el fracaso económico de Alan García de alguna manera también era su fracaso. Eso más el terrorismo que los socavó en el movimiento social a la vez que derechizaba al electorado. La división y derrota de la IU en las elecciones de 1990 acabó por desinflar estas expectativas. Una cosa era tener influencia en los movimientos sociales y otra cosa, muy diferente, era ganar las elecciones. Los «grandes» movimientos sociales, ya golpeados por la hiperinflación y recesión alanista, quedaban minimizados frente a la dinámica electoral, definivamente más mediática. Finalmente, no había mucha conexión entre una cosa y otra y esta constatación evidente llevó a un nuevo cambio de énfasis.

Los otrora vitales movimientos sociales quedaban fuera del lente académico. Tampoco había mucho que mirar, pues durante el fujimorismo estos movimientos fueron reprimidos, descabezados, cooptados.2 Si antes se pasaba de la economía a la sociología, esta vez se pasaba de la sociología a la politología. El interés ya no estaba en los movimientos sociales, sino en el sistema de partidos, la división de poderes, el voto preferencial, la «intermediación política», si el sistema era presidencialista o parlamentarista, etc. Era la superestructura de la superestructura, el penthouse de las ciencias sociales.3 Todo esto tuvo mucho sentido como parte de la «transición» peruana: pasar del fujimorismo al toledismo continuando con la agenda económica del fujimorismo. El fujimorismo era sólo criticable por lo político, por su irrespeto al estado de derecho, no por lo económico. Esté la economía en la base o en el techo, un análisis político «aeconómico» venía bien para tan selectivo cuestionamiento.

Hoy en día la politología en el Perú ya no es tan nueva, ya lleva su década y media. Más aún, en las últimas elecciones generales parece que se ha producido una nueva elevación, del penthouse al palomar de las ciencias sociales. El análisis político ahora es cosa de nuevos hombres del tiempo, metidos más en la propaganda política y la formación de opinión que en el análisis científico social, con trabajos arbitrados no por académicos, sino por periodistas conservadores, que han dejado de lado el bisturí analítico a cambio del chavetazo retórico, basados en encuestas tan no creíbles como incuestionadas, y con muchas ganas de notoriedad. Han fundado la patinología, la ciencia de disparar a todos lados con afirmaciones categóricas que luego, por supuesto, no se cumplen. Ocurrió en el primer semestre del año pasado, durante la campaña electoral, en que los politólogos más connotados desahuciarion muy doctamente a Ollanta Humala. Fue un estrepitoso fracaso analítico, su golpe en la polla, del cual no quieren hablar pues pone en entredicho sus teorías y métodos.

Pero su patinada continuó en la segunda mitad del año, ya con Humala gobernando y torciéndose, planteando las cosas al revés: «el gobierno no tiene operadores políticos en la sociedad», dicen, cuando en una democracia es la sociedad la que tiene que tener «operadores políticos» en el gobierno; «la radicalización del movimiento social lleva a la derechización del gobierno», dicen, cuando es exactamente al revés: es la derechización del gobierno la que lleva a la radicalización del movimiento social. Analizan la sociedad desde la escena política en la que están ellos mismos metidos, no la escena política desde la sociedad. Y si así es su «despegue» de la sociedad, peor lo es de la economía.

Pero bueno, la dinámica social es mucho más amplia que los figuretismos rebotados por los medios de comunicación, que más bien excluyen y satanizan lo que no les conviene. El país sí quería algún cambio en el modelo económico y votó con ese espíritu, pero tal mandato ha sido desacatado una vez más por el gobernante electo. Las protestas contra las extractivas, clasificadas por el estado como «conflictos socio-ambientales», incluyendo «arequipazos», «baguazos» y «cajamarcazos», cuestionan la base misma del modelo económico, las privatizaciones y las concesiones extractivas. Queda atrás lo de hace diez años, de continuar con el modelo económico «corrigiendo» el irrespeto al estado de derecho. La conflictividad actual requiere una acción y un análisis de los temas económicos en juego con los temas políticos.

Los patinólogos seguirán patinando si no cuestionan el modelo económico; pero claro, si cuestionan el modelo económico, a ver quién en los medios los vuelve a llamar. Allá ellos. Antes hubo en el Perú gente que se dejó seducir por el poder oligárquico y entró en convivencias, para luego ser desbordada por otra gente que las rechazó para contribuir en algo a una sociedad más democrática. El desafío hoy es para toda la gente dedicada a las ciencias sociales en el Perú que sí sintoniza con las protestas sociales y que no tiene nada que perder por cuestionar el modelo económico actual.

  1. Alain Touraine, profesor de Alan García, se expresaría en tal sentido muy ardorosamente en el J-101 de la Universidad Católica. []
  2. Hubo sí algunos breves rezagos sociológicos, particularmente quienes se dedicaban a analizar las «mentalidades populares» o la estilizada prosa de los émulos del mexicano Octavio Paz. []
  3. Curiosamente, en la economía incluso más mainstream se mantiene la idea, compartida con el marxismo, de la determinación de la acción social y política por el comportamiento económico. Hay toda una producción académica contenida en una subdisciplina llamada «economía política». No es lo que los clásicos del pensamiento económico consideraban «economía política», pero sí admite interacción entre economía y política. De hecho, varios científicos sociales economistas de formación tienen sus diversos aportes a las ciencias políticas. En la economía en general se asume con mucho más naturalidad lo que en ciencias políticas es sólo un enfoque, el del «rational choice». []
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Comentarios a este artículo

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  10. Roberto Sánchez M dijo:

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