Por - Publicado el 05-12-2010

En abril del presente año salía publicado el siguiente libro:

Peru and the United States, 1960–1975.
How Their Ambassadors Managed Foreign Relations in a Turbulent Era By Richard J. Walter

La introducción puede leerse aquí.

Un pasaje interesante, que nos ilustra la asimetría en las relaciones entre los Estados Unidos y el Perú es el siguiente, nos indica que el embajador peruano en los EEUU tenía muy poco acceso a encontrarse con el presidente de ese país, se encontraba un poquito más con el Secretario de Estado y sus vínculos y conversaciones principales erann con el secretario de estado asistente para asuntos inter-americanos y algunos funcionarios del Departamento de Estado. El embajador estadounidense en el Perú, por el contrario, tenía un acceso mucho mayor al presidente del Perú, como al ministro de relaciones exteriores y a otras importantes figuras gubernamentales.1 Y más aún, particularmente interesante en estos tiempos de Wikileaks, el autor nos cuenta cómo el embajador estadounidense al menos en una ocasión fue un actor crucial en determinar las acciones del gobierno peruano, en un intento en 1968 de resolver la controversia por la IPC. (En 1982: Ortiz, Belaúnde y Las Malvinas vimos cómo el embajador Frank Ortiz trabajaba con Fernando Belaúnde en la mediación peruana entre Argentina e Inglaterra. Haig le dictaba su plan y luego Belaúnde, después de hacer algunos cambios llamaba por teléfono a Galtieri a hacerle «la propuesta peruana», con el embajador Ortiz delante.). Y además de todo, ayer como hoy, una de las labores del embajador era informar a su país sobre muchos detalles de lo que ocurría en el Perú, en particular las personalidades de los políticos, sus motivaciones y sus acciones.2

La parte fuerte del libro está en los sesentas, en que los reportes de los embajadores peruanos en los EEUU como los reportes de los embajadores estadounidenses en el Perú, nos dan un panorama de intransigencia estadounidense en defensa de su empresas, en particular de la IPC, a pesar de que el Perú de Belaúnde se alinea por completo con las políticas estadounidenses casi a todo nivel. Sobre los setentas el libro pierde fuerza argumentativa y se le escapan varias cosas, desmereciendo lo que pueda ser una discreta intervención estadounidense en el Perú (la desmerece explícitamente en el caso de Chile, cuando desde hace mucho tiempo que está confirmado que la hubo). Para los setentas el libro resalta una gran cooperación entre el gobierno de Velasco y los EEUU, contrariamente a lo que se suele pensar. Las relaciones de los EEUU con el gobierno civil de Belaúnde no fueron tan buenas, ni sus relaciones con el gobierno militar de Velasco fueron tan malas. Y esta paradoja es tal vez lo más interesante del libro, que resalta una cierta continuidad en las políticas peruanas (y estadounidenses) a través de sus diferentes gobiernos, usualmente vistos como totalmente opuestos.

Belaúnde en su discurso de toma de mando en 1963 como en la campaña electoral había prometido resolver el conflicto con la IPC y afirmar la soberanía peruana sobre La Brea y Pariñas, aunque no era claro sobre una nacionalización de la empresa de los Rockefeller. La IPC se negaba a una solución, pues básicamente no querían pagar los impuestos que le debían al estado peruano. Su posición estaba apoyada por el gobierno de los EEUU a través de la Enmienda Hickenlooper que sancionaba a los países que nacionalizaran empresas estadounidenses sin una compensación. que considerara aceptable. Esta era la principal fuente de problemas entre los dos países. Por lo demás el gobierno estadounidense apoyaba al gobierno peruano a través de la ayuda económica de la USAID, de los Cuerpos de Paz, de los créditos para obras como la Marginal de la Selva o el Aeropuerto Jorge Chávez. El gobierno de Belaúnde recibía este apoyo económico con gusto, confiando recibir más por su participación en la Alianza para el Progreso y su toma de posición en contra de la Cuba castrista. Desde luego que esta política era contradictoria y los EEUU lo tenían muy claro, pues comenzaron a retener el apoyo económico al Perú como mecanismo de disuasión para que no se tocara a la IPC y se le cobrara los impuestos impagos. El asunto es que inicialmente los EEUU no eran claros en establecer una conexión entre la IPC y su apoyo económico al Perú; sólo enviaban un mensaje implícito.

En febrero de 1964 el flamante embajador Celso Pastor de La Torre estaba por presentarle sus credenciales al presidente Lyndon B. Johson. En la preparación para ese encuentro el asesor de seguridad nacional McGeorge Bundy le informaba a Johnson sobre el peligro para los EEUU de tener que aplicar la Enmienda Hickenlooper por la IPC y la política de conceder al Perú pequeños créditos a la vez que postergaba la concesión de grandes créditos. Sin embargo, decía Bundy «no queremos admitir ninguna conexión de este tipo ante los peruanos» («However, we do not want to admit any such connection to the Peruvians»). Este mensaje fue tomado literalmente por el gobierno peruano que pensaba que la disputa con la IPC y el apoyo estadounidense a su programa de inversiones, digámoslo con una palabra que se escucha mucho en la actualidad, iban por «cuerdas separadas».

Sobre la IPC Pastor se entrevistó también con Thomas Mann, secretario de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado, quien le dijo que poco podía hacer sobre la IPC pues sus manos estaban atadas por la Enmienda Hickenlooper (que fue pensada originalmente para sancionar a Cuba por las nacionalizaciones de empresas azucareras estadounidenses en ese país). Una propuesta que le hizo Mann a Pastor fue que Belaúnde expropie la IPC y luego la compensara con dinero prestado por los EEUU. Pastor consultó con Belaúnde y éste rechazó la propuesta. El consenso en el Perú era no aceptar los términos de la IPC, que debía dinero por impuestos al estado peruano.

Pastor, por su parte, le pidió más ayuda de parte de USAID y le reclamó por la demora en la concesión de créditos para la carretera Tarapoto-Pomacocha, el aeropuerto de Lima-Callao y para la realización de la reforma agraria prometida por Belaúnde en su campaña electoral. Pastor informaba a Lima que todo estaba en camino, pero que no se concreta por «razones de procedimiento» (procedural reasons). El autor del libro señala que hay indicios que para este momento el gobierno estadounidense ya había decidido suspender la ayuda al Perú como forma de presionarlo en que no toque a la IPC. Sin embargo, el gobierno peruano se negaba a aceptar esta realidad, queriéndose convencer que se trataba de demoras por razones de «insuficiencia burocrática», manteniendo Pastor su admiración y gran respeto por Mann.

En una breve visita al Perú Pastor declaró que todo andaba bien entre los dos gobiernos y se expresó en forma optimista sobre la ayuda al Perú. Caretas le dedicó una primera plana con artículos asegurando que gracias a Pastor ahora el Perú tenía grandes sumas de dinero concedidas en crédito, con una gran llegada a la prensa estadounidense. Antes sólo Chile tenía esa llegada en los EEUU; ahora el Perú competía de igual a igual con otros países de la región. Sin embargo, Belaúnde no estaba nada contento con lo que ocurría y comenzó a criticar duramente las demoras en el apoyo estadounidense a su gobierno. De regreso a los EEUU Pastor se quejó ante Mann, pues los EEUU preferían apoyar más a dictaduras como Brasil (que acababa de tener un golpe de estado) y no a democracias como la del Perú, y que los EEUU finalmente apoyaban más a Colombia y a Chile que al Perú. Y aquí es interesante señalar la paradójica justificación estadounidense: el gobierno estadounidense daba más ayuda a esos países porque éstos estaban en mayor peligro que el Perú de un viraje izquierdista. Los países adquirían importancia para los EEUU precisamente por estar en riesgo de virar en su contra; quien se alineaba con los EEUU, como el Perú, perdía importancia para los EEUU.

Este entrampe continuaría hasta el final del gobierno de Belaúnde, hasta que Belaúnde sería derrocado. Cinco años sin poder resolverlo. Y a este entrampe se le sumarían más conflictos con EEUU, por las 200 millas de mar territorial, por la cuota azucarera, que perjudicaba directamente a los barones del azúcar, por la negación de venderle napalm a los militares para combatir las guerrillas, por el veto a que el Perú compre aviones supersónicos a Francia. El autor señala que los EEUU debilitaron a Belaúnde no tanto porque la retención del apoyo económico fuera cuantitativamente importante, sino sobre todo porque debilitó la posición interna de Belaúnde exacerbando los sentimientos nacionalistas en el Perú, que quedó señalado para sanciones económicas con una enmienda pensada originalmente para la Cuba castrista. Sobre este punto el autor concluye que

«en retrospectiva una política de los EEUU que pusiera un menor énfasis en defender los intereses de una empresa privada y un mayor énfasis en apoyar un régimen democrático comprometido a reformas habría podido producir mejores resultados para ambas partes».

Queda por reflexionar cuánto ha cambiado el énfasis de la política estadounidense hacia el Perú. Ya vimos en este post que en los noventas hubo una doblez en la política estadounidense hacia el Perú, con algunas dependencias apoyando a Fujimori y a Montesinos y otras agencias oponiéndose a éstos. Recientemente dejaron que el gobierno de García insista en los decretos de la selva, supuestamente para el TLC, pero también intercedieron a través del embajador estadounidense en Lima para que el congreso peruano los derogue. Parece que algo han avanzado, aunque no mucho, en diseñar una política exterior coherente hacia el Perú.


<--- Fernando Berckemeyer, embajador del gobierno de Manuel Prado y la Junta Militar de 1962-63. Fernando Belaúnde al asumir la presidencia lo cambió por su cuñado Celso Pastor de La Torre (arriba derecha), quien fue embajador durante todo su gobierno. Pastor era abogado, activo dirigente de Acción Popular, uno de los principales asesores de Fernando Belaúnde y propietario de una colección de arte colonial, que exhibio en los EEUU al asumir su cargo de embajador, verla aquí.
Con el gobierno militar de Velasco, Berckemeyer volvió a ser embajador, desde 1968 hasta 1974. El origen terrateniente de Berckemeyer, en particular vinculado a las haciendas azucareras del norte del país y a la Sociedad Nacional Agraria, no fue óbice para que aceptara representar a un gobierno que estaba realizando una reforma agraria que precisamente perjudicaba los terratenientes. Fue el general Edgardo Mercado Jarrín quien lo convenció de volver a ser embajador peruano. Berckemeyer estaba casado con una estadounidense y era muy «activo socialmente» en los EEUU. No le venía mal el puesto de embajador, así se tratara de un gobierno antioligárquico. El Departamento de Estado informaba que Berckemeyer apoyaba el regimen de Franco en España (y había sido condecorado por éste) y consideraba que «no era un hombre de gran habilidad intelectual ni de perspicacia profesional», pero muy majestuoso (dignity of bearing) y encantador, aunque era por momentos algo rimbombante (flamboyant). Como se aprecia, los calificativos descarnados en las comunicaciones oficiales internas estadounidenses no son cosa reciente, descubierta por Wikileaks.

1966: Johnson con su equipo analizando la política hacia América Latina.

1967: Lyndon B Johnson reunido con John Wesley Jones, su embajador en el Perú, discutiendo la política hacia el Perú.

  1. «the Peruvian ambassador had only infrequent contact with and access to the president of the United States and met only a bit more frequently with the secretary of state. Most of his major connections and conversations were with the assistant secretary of state for Inter-American Affairs and State Department desk officers. The U.S. ambassador in Peru, however, had much greater access to the president of that country as well as his foreign minister and other important governmental figures.» []
  2. «Indeed, on at least one occasion, during an attempt in 1968 to resolve the IPC controversy, the U.S. ambassador was a vital player in the Peruvian government’s actions. Of perhaps greater value to the historian, however, this access allowed the U.S. ambassador to report, often in confidence, back to Washington certain insights into and details about the Peruvian presidents that allow for a much fuller picture of their personalities, their motivations, and their actions than has heretofore been available. Recently declassified material from the diplomatic records also sheds greater light on some of the behind-the-scenes maneuvering that took place as both sides addressed the challenges and crises that arose in the relationship.» []
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Comentarios a este artículo

  1. Silvio Rendon dijo:

    GCC: 1960s: intransigencia estadounidense favor de la IPC http://bit.ly/f6t8mL

  2. Louis dijo:

    A proposito de Wikileaks, este comentario censurado por Faveron.

    Que extraños esos anonimos respondiendo tan concretamente a Ricardo Mendoza. Que buenos dateros. Cuantos se apellidaran Perez? O sea que la universidad de Columbia les hace el favor a sus estudiantes. Que desverguenza!
    Vargas Llosa es mucho mas abierto que Faveron

    http://elcomercio.pe/mundo/680080/noticia-vargas-llosa-califica-formidables-peligrosas-revelaciones-wikileaks

  3. John dijo:

    Al parecer un video de niños cargando materiales y armas para los «insurgentes» de Sendero Luminoso:

    http://www.youtube.com/watch?v=yPPanWnVbcA&feature=player_embedded