Por - Publicado el 29-10-2010

[Con la música de «Palabras, palabras, palabras».]

1. Los prejuicios de Faverón

“En la más atroz de las dictaduras ficcionales jamás imaginada, los andinos tienen más posibilidades de poder que en el Perú de la realidad. Y después hay quien se pregunta por qué ciertos mensajes violentistas y autoritarios han encontrado alguna vez eco en los Andes”.
Gustavo Faverón, Ironías

El asunto viene a partir de la discusión de la ley antiracista boliviana; el lector interesado puede seguir esa discusión en “¿Borrarlas de la memoria y de la tradición?”. Faverón reaccionó en contra de la ley antiracista deduciendo que se prohibirían libros de autores racistas, cuando sólo se los está retirando de la enseñanza escolar.

Faverón ahora (y me entero primero por su artículo aparecido en un medio chileno1 ) la baraja utilizando una cita de «1984» de Orwell, que no citó en su post inicial, en que Orwell se refiere a los judíos, negros e «indios sudamericanos de pura sangre». Cree que con esta argumentación su prejuicio selectivo pasa piola. Ah, bueno, pues supongamos que alguien utilizara a Orwell para decir algo como esto:

“En la más atroz de las dictaduras ficcionales jamás imaginada, los judíos tienen más posibilidades de poder que en el mundo real. Y después hay quien se pregunta por qué ciertos mensajes violentistas y autoritarios han encontrado alguna vez eco en Israel”.

Sin temor a equivocarnos, podríamos decir que estamos ante un judeófobo conspiracionista, que manipula a George Orwell para levantar su agenda.

¿Y qué tal esta otra?

“En la más atroz de las dictaduras ficcionales jamás imaginada, los negros tienen más posibilidades de poder que en los Estados Unidos de la realidad. Y después hay quien se pregunta por qué ciertos mensajes violentistas y autoritarios han encontrado alguna vez eco entre los negros americanos”.

Al leer estas líneas pensaríamos que estamos ante un extemporáneo segregacionista sureño de los Estados Unidos.

Lo único que he hecho es cambiar algunas palabras alusivas a los «andinos» por otras alusivas a los «judíos» y «negros» en el párrafo de Faverón.

Supongo que muchas personas, incluyendo al mismo Gustavo Faverón, protestarían por tales evidentes manipulaciones argumentativas, judeófobas y racistas. Y es claro que a cada texto se le ve el plumero, se asoma bien claro el prejuicio, la fobia. No queda menos claro el prejuicio en el texto original de Gustavo Faverón.

¿Es cierto que en «el Perú de la realidad» los «andinos» tienen menos posibilidades de poder que en la dictadura ficcional de Orwell? El sustento de Faverón es que la dictadura de Orwell recluta algunos judíos, negros e «indios sudamericanos de sangre pura» para ser cuadros del partido único. Ah, ya, entonces porque recluten a algunos cuadros entre estos grupos, según Faverón éstos ya tienen más poder que en la realidad. Ya no sufren la dictadura orwelliana en que la mayoría de personas de todos los pueblos no tiene poder alguno. ¿Eso es tener «más posibilidades de poder» que en la realidad? Desde luego que no. Qué gran disparate.

En base a su deducción que en una dictadura ficcional los «andinos» tienen más posibilidades de poder que en la realidad, Faverón señala que es evidente («y después hay quien se pregunta por») que los mensajes violentistas y autoritarios encuentran eco en los Andes, con lo cual pasa del todo de la ficción a la realidad. Resulta que los andinos sin posibilidades de poder en la realidad resuenan con los discursos violentistas y autoritarios de las dictaduras, que sí les ofrecen más posibilidades de poder. Un razonamiento que aparenta ser lógico, pero no lo es.

La falta de poder no tiene por qué llevar ni a la violencia ni al autoritarismo, y de hecho no ha ocurrido así históricamente. Cuando uno estudia cómo vivía el pueblo en la Francia pre-revolucionaria del siglo XVIII, uno no dice «se entiende que los mensajes violentistas y autoritarios puedan encontrar eco entre esta gente», sino «se entiende que esta gente quiera ser tratada con justicia y equidad» o «se entiende que hayan luchado por que paren los abusos contra ellos». Cuando uno ve la esclavitud de los judíos en el Egipto faraónico no dice «se entiende que en este pueblo prenda el violentismo y el autoritarismo», sino que entiende una lucha por una liberación. Cuando uno ve la segregación racial contra los afro-americanos o el apartheid sudafricano no dice, salvo algunos prejuiciosos, «con razón son tan violentos y autoritarios» o se le ocurre decir que están mejor en la dictadura de Orwell. Lo que encuentra eco en la gente oprimida del mundo son los mensajes emancipatorios y justicieros, no los mensajes violentistas y autoritarios. El razonamiento de Faverón es tirado de los pelos y es desde luego una estigmatización.

Pensar que los andinos son propensos a la violencia y al autoritarismo es un prejuicio. Ya puede Gustavo Faverón endulzarlo diciendo que

«Eso es una crítica contra nuestra sociedad y nuestro Estado que asfixia a la población andina, la margina y la olvida, o la reprime y la silencia, y luego se sorprende hipócritamente cuando un discurso violentista cala en ella»

No quiero ni imaginar qué crítica social, ni ironía, podría decirse que hay en el texto de Faverón aplicado a los judíos o a los negros. Mejor no defiendas a nadie, compadre.

Las dictaduras orwellianas aludidas por Faverón abarcan a todos los pueblos. Que alguien utilice a Orwell para estigmatizar a un pueblo en particular dice mucho de quien lo hace y poco de Orwell.

Si se quiere argumentar que los «andinos» son propensos a la violencia y al autoritarismo tendría que establecerse un estándar, y ver qué hicieron otros pueblos. Ni siquiera dentro de tal comparación los «andinos» resultan particularmente violentos y autoritarios. ¿No tuvieron los Estados Unidos una cruenta guerra civil? ¿No hubo allí un genocidio contra los indígenas norteamericanos? ¿Cuántas invasiones realizaron los Estados Unidos nomás en América Latina y el Caribe? ¿Cuántas veces ha sido la democrática Europa teatro de operaciones de cuántas guerras civiles e internacionales? Y en cada uno de estos acontecimientos históricos, ¿cuánta violencia y autoritarismo desplegaron los pueblos involucrados? Pero claro, uno debería tomar la afirmación cliché de Faverón con reconocimiento, pues «como todos sabemos» los indígenas sudamericanos son «violentos y autoritarios». Ah, y por si acaso, «no fui yo, fue Orwell», nos dice Gustavo Faverón. Y si uno dice algo en contra de sus prejuicios es uno el paternalista con los indígenas.

Porque un prejuicio haya calado entre la gente no deja de ser prejuicio. Se contaba que había un cartel de propaganda nazi que decia «La culpa de los males de Alemania es de los judios y de los ciclistas». La reacción al leer esto era decir «¿por qué los ciclistas?» demostrando que en el fondo había triunfado la idea que odiar a los judios es normal.2 Es lo que pasa con los indígenas con quienes se reiteran en forma asolapada prejuicios y estereotipos verdaderamente cavernarios como que éstos son levantiscos y violentos (por haber sido marginados, se añade). No es de sorprender que Faverón elija precisamente a Alcides Arguedas, Riva Agüero o López Albújar para emprender su cruzada a favor de una libertad de expresión que nunca ha sido realmente amenazada en Bolivia (de hecho según Reporteros Sin Fronteras, la libertad de expresión está más amenazada en el Perú que en Ecuador y Bolivia, verlo en Libertades paradójicas).

Y me reafirmo en lo que ya manifesté en mi post inicial. Faverón es muy sensible con ciertos racismos y les combate hasta la más mínima sutileza, pero con racismos que él admite y tolera se da él mismo muchas licencias, en particular contra los «indios sudamericanos de pura sangre» o «andinos». Y lo peor es que cuanto más más despliega sus tan esforzadas como ineficaces piruetas de trapecista argumentativo para negarlos, más reafirma sus prejuicios.

Que Faverón se entusiasmó, le bajó el disimulo y se animó a mostrar, provocadoramente, una fobia contra los indígenas sudamericanos es una verdad más grande que una casa. Ahora le incomoda, queda mal, y reacciona negándolo todo. Hasta conmueve el candor con que niega lo que reafirma.

2. «La más atroz de las dictaduras ficcionales jamás imaginada»
Ahora veamos lo que manifiesta George Orwell en «1984». Gustavo Faverón tuvo que complementar su primera cita con otra que aparece varias páginas después y que no citó inicialmente. El lector interesado puede ver este libro de Orwell en línea aquí. Para no dejarse sorprender por la manipulación de Faverón es recomendable prestar atención al siguiente párrafo:

The heirs of the French, English, and American revolutions had partly believed in their own phrases about the rights of man, freedom of speech, equality before the law, and the like, and have even allowed their conduct to be influenced by them to some extent. But by the fourth decade of the twentieth century all the main currents of political thought were authoritarian. The earthly paradise had been discredited at exactly the moment when it became realizable. Every new political theory, by whatever name it called itself, led back to hierarchy and regimentation. And in the general hardening of outlook that set in round about 1930, practices which had been long abandoned, in some cases for hundreds of years — imprisonment without trial, the use of war prisoners as slaves, public executions, torture to extract confessions, the use of hostages, and the deportation of whole populations-not only became common again, but were tolerated and even defended by people who considered themselves enlightened and progressive.

«La más atroz de las dictaduras ficcionales jamás imaginada» surge precisamente de los herederos de las revoluciones francesa, inglesa y americana, que comienzan creyéndose «sus propias frases». Surge de la corrupción de las sociedades fundadas por valores liberales: Europa Occidental y Estados Unidos. No surge en los shtetln de Europa Oriental, las plantaciones sureñas de los Estados Unidos o los Andes sudamericanos, estos últimos escogidos por Faverón para su elaboración. El reclutamiento del partido único orwelliano ocurre también entre minorías como los judíos, negros e «indios sudamericanos de sangre pura». De hecho este tipo de reclutamiento ocurrió históricamente en varios imperios, por ejemplo, romano, chino, otomano, británico, francés, etc. No por ellos los

Es claro que Orwell no habla particularmente de los Andes como territorio dictatorial. Y si habla de ellos no es porque exista alguna tradición autoritaria particular entre «los indígenas sudamericanos de sangre pura», (el Gran Hermano no anda pidiendo «andinos» para el partido porque éstos, al ser violentistas y autoritarios – según Faverón como reacción a que han sido asfixiados, marginados, olvidados, reprimidos y silenciados-, serán excelentes cuadros), sino porque todo su mundo de ficción es dictatorial y no precisamente surgido de los Andes, sino de los países occidentales. Es Faverón quien centra su atención en los «andinos» para presentarlos particularmente a ellos como propensos al violentismo y al autoritarismo. A poca gente se le ocurriría utilizar esta obra de Orwell en la forma sesgada en que lo hace Faverón (salvo, como he mostrado arriba, a algún judeófobo conspiracionista o a algún jurásico racista segregacionista). Y lo dice ya no sólo una vez, en un post de hace algún tiempo, sino que lo ratifica torpemente en su último post.

3. La ley antiracista boliviana
Y sobre la ley antiracista de Evo Morales, Faverón se lamenta por tener que repetir tanto su falaz silogismo, y acusa a quienes lo leen de tener poco entendimiento. Bueno, ya lo puede repetir cuantas veces quiera, que no por repetirlo será correcto. Faverón razona así:

Premisas:
1. Evo Morales prohibe el racismo;
2. Evo Morales califica a Alcides Arguedas de racista.
Conclusión:
3. Evo Morales prohibe a Alcides Arguedas.

Faverón se jacta de haber razonado en forma lógica, textualmente como cuando 1+1=2. El problema de su razonamiento es que Morales no ha prohibido a Alcides Arguedas. Todo es una conjetura que está en la cabeza de Gustavo Faverón. El alcance y los castigos de no acatarse la ley antiracista tienen que ser todavía reglamentados y tienen que verse en funcionamiento. La ley está centrada en las gruesas manifestaciones de discriminación y estigmatización histórica contra los indígenas bolivianos por los Bedoya-Ugarteches de ese país. Es hora de hacer algo, que además existe en otros países democráticos. No es nada inusitado en el mundo. Pero ahí salta gente con argumentaciones pseudológicas para simplemente deslegitimar una acción concreta contra el innegable racismo vigente en el país vecino. Ya podemos verlos diciendo lo mismo cuando surja una ley antiracismo en el Perú.

Como ya dije en los comentarios a este post: toda ley considera una cierta proporcionalidad entre la falta y el castigo. En algunos lugares vas a la cárcel por evasión de impuestos, pero tu evasión tiene que ser grave para llegar a esa situación. Aún así, alguien puede razonar a lo Faverón:

Premisas:
1. La ley da pena de cárcel a los evasores de impuestos;
2. Pepe evadió impuestos.
Conclusión:
3. Pepe va a la cárcel.

Y tozudamente repetirlo muchas veces, guiado por una voluntad deslegitimar una ley que contempla castigos severos para quien evada impuestos, sin advertir u obviando que la pena de cárcel no es universal para toda evasión, sino sólo para algunos tipos de evasión. Si alguien te manda a la cárcel por una evasión leve (que se castiga con una multa, por ejemplo) no estamos ante una aplicación de la ley, sino ante a un abuso de la misma. Entonces es el abuso en la aplicación el que toca denunciar, no la ley en sí. Sin embargo, el gobierno boliviano ya ha hecho diversas aclaraciones que Faverón insiste en pasar por alto:

Aguilar: ningún libro será prohibido por la Ley Antirracismo .

No se prohibirá ningún libro. Ni al autor de «Pueblo enfermo» ni a nadie.

4. ¿Evo Morales anda cubriéndole los pechos a las actrices?
Y ya que estamos en este tema, toquemos un último punto: la supuesta prohibición de las telenovelas por tener contenidos considerados obscenos. Dos congresistas del partido de Evo Morales lanzan una absurda iniciativa contra las telenovelas. Inmediatamente los medios de prensa del mundo lo denuncian estruendosamente. Algo más que decir contra Evo Morales. Un presuroso y facilista Gustavo Faverón, aquí, se suma a la ola mediática contra la «cucufatería de la izquierda» y con más especulaciones:

Evo Morales encarga a sus parlamentarios «estudiar» la manera en que se puedan censurar las telenovelas con algún contenido erótico.

Y más especulaciones:

Tenemos ahora revolucionarios como Morales, que anda cubriéndole los pechos a las actrices y dibujando hojitas de parra en las ingles de los actores.

Y una vez más el desacertado crítico literario queda posición adelantada, con ridiculizaciones atolondradas, que son rebatidas oficialmente por las autoridades bolivianas:

Vicepresidente boliviano desmiente a líder oficialista sobre veto a telenovelas.

García Linera: no estamos en tiempos del oscurantismo para prohibir libros ni formas de expresión artística y cultural .

Y Faverón es conciente de estas declaraciones (pues ha aceptado un comentario que se lo hace notar), pero las ignora. Es la deshonestidad de excluir la evidencia que no le conviene.

Si en el FREDEMO encabezado por Mario Vargas Llosa un congresista tipo Rafael Rey soltaba alguna pachotada reaccionaria, seguramente ahí tendríamos al siempre dispuesto Faverón explicándonos la distinción entre una y otra persona, diciéndonos que se trata de un frente político pero que dentro de éste Vargas Llosa es muy liberal y que lo que diga Rey no es atribuíble a Vargas Llosa. Hasta lo veríamos acusando de razonar mal a quien critique a Vargas Llosa, como cuando salió a arropar a un indefendible Alfredo Bryce, pescado habiendo plagiado textos ajenos. Así es de selectivo.

En suma, Gustavo Faverón no da pie con bola en su facilona campañita contra las izquierdas. Va levantando cosas puntuales, pajitas, que va exagerando y tergivesando (como si no pudiera encontrar otra cosa que criticar a las izquierdas). Y por el contrario, no ha sido nada vocal para ver la viga en el terreno de las derechas, como el paramilitarismo y la violencia estatal de la Colombia uribista, el golpe en Honduras, el golpe de Carmona contra Chávez, y ya que esta discusión comenzó por Bolivia, como el racismo de las derechas golpistas bolivianas. Una real preocupación por el violentismo y el autoritarismo llevaría a una actitud equitativa contra quienquier gobierno violento y autoritario, no sólo contra algunos. Entusiasmado y ensimismado, se le han chispoteado expresiones sesgadas contra los indígenas de nuestra región, que lejos de rectificar ha justificado, muy torpemente por cierto.

P.S. Gustavo Faverón responde al presente aquí reiterando sus argumentos y con la misma torpeza de siempre. Ante tal reiteración no vale la pena reiterar los míos. Mas sí quisiera hacer notar al lector y la lectora la acusación de Faverón de haber mentido:

¡Silvio también le atribuye a Orwell algo falso!: dice que Orwell sólo habla de «las Américas» en general y no de los pobladores andinos en particular: otra mentira, como acabo de mostrar.

Bueno, pues Faverón me atribuye algo falso, pues lo que he dicho textualmente es lo siguiente:

Orwell habla de “las Américas”, incluyendo la tierra de George Washington y de Abraham Lincoln, como territorio dictatorial, no particularmente de los “andinos”.

Y es lo que he dicho en el presente post subrayado y todo: Orwell no habla particularmente de los Andes como territorio dictatorial, violento o autoritario, como sí hace Faverón, quien como siempre juega al distraccionismo de acusar de mentir, de no haber leído, de no saber, de tener mal estilo, de escribir mucho, etc., para que sus patinadas pasen piola. La mejor defensa es el ataque, dicen.

Si con esa comprensión de lectura tan mala el crítico literario evalúa el trabajo ajeno, no nos sorprendamos que le escapen falsas atribuciones, como ver a Evo Morales censurando libros o cubriéndole el pecho a las artistas (y eso que está al tanto de la aclaración del vicepresidente boliviano) a la vez que arropa a su amigo Alfredo Bryce.

  1. Para el lector interesado, el título del post de Faverón parece aludir a la respuesta del comunista ruso Vladímir Ilich Lenin al socialista español Fernando De los Ríos: «¿Libertad para qué?», tal cuenta este último en su libro de 1921 «Mi viaje a la Rusia soviética»; ver más al respecto aquí. Esta conversación contribuiría a que el PSOE no se afiliara a la Tercera Internacional Comunista. Es una alusión muy sofisticada; prefiero referirme a Pimpinela con «Palabras, palabras, palabras». []
  2. Esta historia ilustra cómo cala un prejuicio, pero no sería sino una fábula. Hay otra versión, del israelí Avi Primor, aquí, Der Spiegel, que es un chiste: un judío es golpeado por los nazis y éstos lo fuerzan responder ¿de quién es la culpa de la infelicidad de los alemanes? Aquél responde «de los judíos y de los ciclistas». Los nazis le preguntan «¿Por qué de los ciclistas?». Y el judío responde «¿Y por qué de los judíos?». []
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  1. Tweets that mention Prejuicios, prejuicios, prejuicios » Gran Combo Club -- Topsy.com
    29-10-2010 - 16:05

Comentarios a este artículo

  1. John dijo:

    «Lo que encuentra eco en la gente oprimida del mundo son los mensajes emancipatorios y justicieros, no los mensajes violentistas y autoritarios.»

    Entonces, ¿Cómo Hamas está hoy en el poder? ¿Acaso la historia no está llena de ejemplos de cómo discursos extremistas y violentistas se aprovechan de la necesidad de la gente? En el Perú mismo lo hemos vivido…

  2. jorge dijo:

    Se sabe que ese faveron es de lo mas ofensivo. Mas no sabia que era racista. Sino piensas como el, eres una persona enemiga según el.

  3. Silvio Rendon dijo:

    Pues no está en el poder porque estén oprimidos. Es alucinante cómo se estigmatiza al oprimido: encima de estarlo resulta ser violentista y extremista.

  4. Silvio Rendon dijo:

    GCC: Prejuicios, prejuicios, prejuicios http://tinyurl.com/2fjosnm

  5. Aysa Cordova dijo:

    RT @rensilvio: GCC: Prejuicios, prejuicios, prejuicios http://tinyurl.com/2fjosnm

  6. Rafael Euribe dijo:

    Y le crees al ministro boliviano Aguilar cuando dice que ningun libro va a ser prohibido?

    Y que dices del derecho que se otorgan para castigar a la prensa? Que te hace creer que ellos tienen la suficiente integridad legal para aplicar la ley sin sesgos, ni usarla como una arma de represion?

    Faveron exagera? quizas, pero esas leyes antiracistas bien pueden desbocar por mal camino, sino mira el genocidio contra los blancos en sudafrica, o ese rabi judio que declaro que el unico proposito de los gentiles es servir a los judios. No era que los judios eran siempre las victimas?

    El «reverse racism» existe, es tan o peor que el original que pretende abolir.

  7. Silvio Rendon dijo:

    Sí, le creo.

    Son sanciones qu existen en otros países. No veo qué requisito tendrían que pasar para demostrar su integridad.
    Sí. ¿Genocidio contra los blancos en Sudáfrica? Tienes tus prejuicios contra los judíos, una vez más lo demuestras.

    Entonces que no haya ley antiracista en ningún lugar del mundo, no sea que los oprimidos se vuelvan opresores.

  8. vpc dijo:

    Puede que Rendón esté en lo cierto en afirmar que los mensajes justicieros y emancipatorios calen más en los oprimidos que los violentistas. Pero la posibilidad de que un mensaje violentista le gane por puesta de mano osea un, digamoslo, estadío previo, a la emancipación, es factible también. Los mensajes emancipatorios no pueden excluir sus interpretaciones violentistas, y que muchas veces son las que se ejecutan en un corto plazo. Y creo que a eso se refieren los que critican la premisa mentada. Y hay ejemplos donde los oprimidos se dejan llevar por esos mensajes excluyentes y violentos. Pienso en el genocidio en Ruanda en 1994 cuando la mayoría oprimida hutu masacró a la minoría tutsi que detentaba el poder y no quería compartirlo.

  9. Silvio Rendon dijo:

    Es que es cuando se habla de los Andes se piensa en el genocidio ruandés o en Sendero Luminoso, mientras que cuando se habla de otros se piensa en la rebelión del ghetto de Varsovia, o en Alejandría, o en Sudáfrica o en Haití. No se puede negar que en el caso de los Andes hay connotaciones tirando a lo negativo y en otros hay algo más de simpatía. He ahí el prejuicio.