Por - Publicado el 07-02-2009

[El tema daría para toda una investigación. Van aquí algunos apuntes. Habría mucho por profundizar, e incluso, cuantificar]

A raiz de los chuponeos publicados recientemente el tema del lobbismo ha pasado a las primera planas de los diversos medios de comunicación. Se lo plantea como un tema de corrupción, negocios turbios de un grupo de políticos y empresarios tanto nacionales como extranjeros. El asunto es que el lobbismo es una práctica que no es privativa de tal o cual grupo, sino de casi todos lo grupos políticos y empresariales del país. Más aún, el lobbismo no es necesariamente ilegal ni perjudicial para el país. El tema es cómo se lleva a cabo esta práctica, cuán transparente y fiscalizable es, y sobre todo en qué medida no es una forma, más o menos sofisticada, de otorgar prebendas a determinados grupos empresariales, a cambio de alguna irregular retribución económica.

Acabando con un grupo en particular no se acaba con el problema de la transparencia, irregularidad, corrupción en la actividad lobbista. Es legítimo que un grupo de interés le envié una carta o se reúna con un congresista o ministro explicándole su posición sobre un tema y solicitándole la aprobación de una ley, pero sería irregular que este grupo le pagara dinero, lo agasajara mucho…lo «aceitara».

¿Cómo funciona el lobbismo en el país? Al parecer el bastión del lobbismo en el Perú son algunos estudios jurídicos. Es a estas entidades a las que recurren las empresas que necesitan hacer valer sus intereses en el estado. ¿Y de qué va el lobbismo? Pues mucho tiene que ver con establecer barreras a la entrada de los posibles competidores. Excluirlos legalmente. ¿Y cómo se hace eso? Pues mediante:

  1. el ejecutivo y el congreso, que promulgarán leyes con nombre propio destinadas a beneficiar a tal o cual grupo empresarial.
  2. la prensa, que publicará informaciones y opiniones que sustentarán una posición que conviene tal o cual grupo empresarial,
  3. el poder judicial, el más permeable y barato de todos (como lo demostró Montesinos, ver aquí).

El tema es que el lobbismo en un país oligopólico, tanto en empresas en general como en empresas de comunicaciones, y de reducida fiscalización democrática a los gobernantes, la actividad lobbista no se caracteriza por la sofisticación y por el cuidado con cumplir algunas reglas mínimas. Todo queda tapado y se refuerza el poder diferencial de los ciudadanos: no gana quien tiene la razón o es el más emprendedor o quien plantea algo conveniente a más personas, sino que el poderoso y rico le gana al desposeído y pobre. El lobbismo en un sistema poco democrático y precario funciona como funciona el sistema.

Cuando alguna denuncia trasciende no es porque se quiera cambiar las cosas en sí y hacer el sistema más transparente y regulado de manera que tenga límites en los derecho ajenos. Es porque hay dos o más grupos que están en guerra de negocios (y no digamos competencia, pues ésta se asienta sobre un sistema institucional que funciona: libertad de entrada, información perfecta, etc.). Así, hemos visto las guerras entre Brahma y Backus en la cerveza, entre Cemex y Cementos Lima en cementos, Petrotech y Discovery. Cada grupo despliega a sus ejércitos económicos, políticos, judiciales e informativos, y a ver quién gana, quién excluye a quién. Hay un mercado de influencias dentro de un estado poroso a los incentivos empresariales. En el congreso reside una persona a tiempo completo pasando información en dos direcciones: de lo que se discute en el congreso hacia las AFPs y vendiéndole las posiciones de las AFPs a los, ni siquiera congresistas, sino al personal administrativo del congreso, que puede acaso tener más poder que los mismos congresistas. Lo mismo ocurre con algunos ministros/as que reciben a empleados lobbistas casi en la misma forma en que los médicos reciben a los visitadores médicos. Son «visitadores/as» previsionales, cerveceros, petroleros, de comunicaciones.

Y quien gana la batalla o la guerra no es necesariamente quién es más innovador o eficiente (como nos dice la teoría económica que no tiene a los lobbies como parte del modelo), sino quién se mueve mejor y es más inescrupuloso y agresivo en este opaco ambiente institucional. Una relativamente menor empresa argentina, beneficiada por los nacionalismos y antiimperialismos locales, le puede ganar la partida a la poderosa pero fiscalizada Shell. El resultado puede ser y es el contrario al deseable. Al final la empresa argentina se desdice y renegocia las suculentas ofertas ofrecidas al estado, pero ya es tarde. Ya «ganó» el contrato y la Shell está en Kazajstán.

Así el mercado no es tan libre como se supone. El lobbismo peruano se encarga de que no lo sea. Aquí es una contradicción en términos hablar de «lobbistas liberales», cuando lo primero que hace el lobbismo es erigir barreras a la entrada de los competidores. Es una fuerza anticompetitiva (1). Gana el más lobbista, no el más eficiente (2). Gana el que tiene el guante con herradura, no el mejor boxeador.

El estado peruano, por ejemplo, no puede recurrir a ningún estudio jurídico si tiene algún pleito con Telefónica. Ninguno se atrevería a chocar con tamaña empresa. El estado tiene que tener sus propios abogados y técnicos, que en muchos casos resulta difícil de retener porque son tentados para trabajar, precisamente en Telefónica. Así es difícil formar en una institución públcia un cuerpo profesional con capacidad de fiscalizar y regular al monopolio. Y si a la incumbent Telefónica le sale competencia, Telmex, es porque la primera no pudo impedir la entrada del competidor, a quien tampoco le fue tan fácil entrar…

En relación a los últimos sucesos, sería bueno que a partir del destape lobbista petrolero y cementero (del cual se supo mucho en tiempo real, pues lo denunciaron los propios empresarios peruanos; ver El cuento del liberalismo económico) poner la atención en el sistema lobbista en general, investigarlo y entenderlo como parte de cómo funciona el sistema político y económico peruano realmente existente. Es un gran desafío no sólo para la investigación periodística, sino para las ciencias sociales peruanas.

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(1) Y bueno, esta contradicción no es inusitada en nuestro país. En el Perú prevelasquista los más «liberales» eran los terratenientes, que mantenían en sus haciendas relaciones laborales anticapitalistas.

(2) Dado que en el Perú varios lobbistas fungen de economistas liberales (es decir, no sólo fungen de «liberales», sino también de «economistas» o «periodistas económicos») se ha creado la idea que es la ciencia económica sustenta las justificaciones y el discurso oficial que a veces se escucha. Quienes se oponen a estos lobbistas, acaban por oponerse a la ciencia económica, supuesta responsable ésta de lo que no son sino prebendas y prácticas anticompetitivas. Paradójico. Esto se extiende a algunos think-tanks, que además de hacer investigaciones económicas (Apoyo, ILD, IPE, etc.), alguna dedicación le ponen a la actividad lobbista.

Actualización: El lobbismo también se practica a partir de algunas organizaciones no gubernamentales (ONGs) que influyen directamente en algunas instituciones públicas (y por lo tanto no son tan «no gubernamentales»). Recientemente lo hemos visto con la comisión evaluadora de candidatos y candidatas a contralor/a. La ONG Proética estuvo haciendo una campaña mediática sobre los criterios que debían orientar la elección de el/la contralor/a hasta que finalmente se creó una «comisión evaluadora» integrada por la directora de Proética, con los resultados que conocemos. Algo similar ocurre con el poder judicial donde hay una importante influencia oenegista. Igualmente, algunas ONGs tuvieron un rol preponderantemente político y muy «gubernamental» al contribuir a la caída del régimen fujimorista (por ejemplo, Transparencia). Ver más sobre el poder no gubernamental en ¿Quiénes son «la sociedad civil» en el Perú? y Los dueños del Perú no gubernamental.

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Enlaces a este artículo

  1. Lobbies y lobbistas » ONG, Indecopi, Lobby, Cabildeo
    26-02-2009 - 9:22
  2. Sangre por petróleo en Amazonas 1 »
    23-08-2009 - 14:45

Comentarios a este artículo

  1. Carlos del Carpio dijo:

    Los estudios de abogados resultan importantes para aquellos con intereses prebendários ya que son los que mejor know how tienen para mantener la actividad lobbista en los limites de la legalidad, transformando la corrupción de jure en corrupción de facto.

    En otras palabras, son quienes pueden «legalizar» la corrupción.

    Aparte de los temas de competencia, oligopolio y seudoliberalismo, otros términos claves son «Desigualdad política» y «Democracia capturada».

    A quienes les interesa entrar al tema desde las ciencias sociales, pueden encontrar una buena entrada a la bibliografía de frontera es este paper:

    http://www.nber.org/papers/w12108

  2. M. Isabel Guerra dijo:

    Me parece excelente la manera como organizas y explicas cada punto. Son las cosas que se ven todos los días en nuestro país pero que de tanto tenerlas delante no se nos ocurre mirar con atención… y quizás por no siempre comprendemos en todas sus implicancias.

  3. Rafael Euribe dijo:

    El problema no es que existan abogados que traten de influenciar las politicas en favor de determinadas empresas, el problema va por los politicos que se dejan seducir por ellos por encima del interes publico.

    En el caso del gobierno americano, el lobbying es reglamentado e incluso deben reportar el manejo fondos durante su labor con los representantes:

    http://lobbyingdisclosure.house.gov/