Por - Publicado el 18-11-2008

Lo cuenta este periodista venezolano en «Del buen salvaje al buen revolucionario»:

El reverso de los mitos

El Túpac Amaru histórico fue un descendiente en línea directa de Ios Incas, Emperadores del Perú preecolombiano. Al rebelarse en 1780, cambió su nombre españolizado por el de un Inca ejecutado en 1569 por Francisco de Toledo, el Virrey que entre ese año y 1582 consolidó definitivamente el dominio español soobre el territorio peruano.

Derrotado y preso, Túpac Amaru II fue vejado y muerto cruelmente, con lo cual paso a la historia como mártir y precursor de la independencia latinoamericana.

Esto es típico de los equívocos y los mitos de la América Latina. Túpac Amaru se rebeló en nombre del Rey español, Carlos III (1759-88) y contra 1os abusos de los criollos peruanos. Fueron éstos quienes le hicieron frente, lo derrotaron y lo supliciaron, sobre todo para defender sus privilegios de descendientes de los conquistadores, y sólo accidentalmente para sosteener 1os derechos de un lejano rey afrancesado, quien desde 1765 había comenzado a molestarlos y a inquietarlos con la extensión a America de ideas modernas sobre una mejor administración y supervisión imperiales basadas en el sistema francés de delegados (intendentes) de la corona.

En este ocaso del Imperio Español de América, los criollos americanos, cepa de la estructura de poder de todas las futuras repúblicas independientes, viven emociones y sentimientos contradictorios. La rebeldia exitosa de los colonos ingleses de America del Norte los fascina. Aspiran a ejercer todo el poder, a tener todos los honores, en lugar de tener que admitir la tutela de España, ejercida por funcionarios peninsulares. Pero a la vez, como amos en una sociedad esclavista, se saben rodeados de enemigos. No sólo los indios en apariencia sumisos, pero que de vez en cuando estallan en rebelion, como en el Perú en 1780; o como en México en 1624 y 1692; sino ademas los negros bárbaros y violentos y los pardos humillados y resentidos. En el motín de 1692 los esclavos negros, los pardos y hasta los blancos pobres, llamados en Mexico saramullos, para distinguirlos de los orgullosos criollos, habian terminado por hacer causa común con los indios en una explosión de cólera contra toda autoridad y toda riqueza.

Por si todo o esto fuera poco, la revolución de Haití les ofreció a los criollos hispanoamericanos, desde 1791, una demostración práctica de lo que podia ser la guerra social en las sociedades esclavistas de América, una vez disueltos los vínculos con la metrópoli y resquebrajados los hábitos de autoridad y sumisión.

Frente a la masa oscura y enemiga de los esclavos, los siervos y las castas libres inferiores, los criollos se sienten ansiosamente españoles, fieles súbditos del Rey. Criollos pueden en haber sido (y fueron probablemente) los verdugos de Túpac Amaru. Criolla tambien la pluma redactora del bando proclamado en Cuzco tras haber sido ahogada la sublevación: «Por causa del rebelde, mándase que los naturales se deshagan o entreguen a sus corregidores cuantas vestiduras tuvieren, como igualmente las pinturas o retratos de sus Incas, los cuales se borrarán indefectiblemente como que no merecen la dignidad de estar pintados en tales sitios.

Por causa del rebelde, celarán los mismos corregidores que no se representen en ningún pueblo de sus respectivas provincias comedias u otras funciones públicas de las que suelen usar los indios para memoria de sus hechos antiguos.

Por causa del rebelde, prohíbense las trompetas o clarines que usan los indios en sus funciones, a las que llaman potutos, y que son unos caracoles marinos de un sonido extraño y lúgubre.

Por causa del rebelde, mándase a los naturales que sigan los trajes que les senalan las leyes, se vistan de nuestras costumbres y hablen la lengua castellana, bajo las penas más rigurosas y justas contra los desobedientes».

Pero los mismos criollos que lanzan (o suscriben) en 1781 esa proclama de ocupantes, van, a partir de 1810, a declararse «indios honorarios», herederos y vengadores del Buen Salvaje. El himno del Peru independiente designa a Lima (la mas española, junto con México, de las ciudades hispanoamericanas) heredera del odio y la venganza del Inca, su legítimo señor, y libre de nuevo después de tres siglos de opresión extranjera (1). El himno de Argentina asegura que con la guerra de emancipación, los Incas se conmovieron en sus tumbas por la emoción de ver «a sus hijos» renovar «el antiguo esplendor de la Patria». En Ecuador, Jose Joaquín Olmedo, suerte de poeta laureado de la Gran Coolombia, imagina (en 1825) al Inca Huaina Capac, montado en una nube, jubiloso de que, tras haber tenido la desdicha de ver desde ultratumba.

«correr las tres centurias
de maldición, de sangre y servidumbre»

esté ahora despuntando la hora feliz en que empieza
«la nueva edad al Inca prometida».

Entretanto, la situación de los indios no míticos, o muertos y enterrados desde antes del descubrimiento, sino vivos de carne y hueso, siguió donde quiera siendo igual o peor que antes de la ruptura can España. La administración colonial española estaba a cargo de peninsulares sin intereses privados en América, ni nexos de sangre o prolongada familiaridad con la oligarquía criolla. Para estos funcionarios, Virreyes, Intendentes o Capitanes Generales, las castas americanas eran un hecho político, a manejarse con el expediente de una prudente mediación entre unas y otras. Ademas, si bien no había en ese gobierno preocupación alguna de equidad social tal comoo hoy la entendemos, y es obvio que en el arbitraje entre las castas los criollos l1evaban de lejos la mejor parte, sí había alguna preocupación de justicia, y rastros de la controversia (vivida por la España cristiana del siglo XVI, sobre la humanidad y los derechos de los aborígenes de America) que habia dado lugar a la promulgación de las llamadas «Leyes de Indias» donde figuraban numerosas disposiciones destinadas a proteger a los indios.

En contraste, los gobiernos republicanos de Hispanoamérica van a ser todos representativos exclusivamente de implacables hacendados criollos o (en el caso de países removidos socialmente por la guerra) de aún más implacables hacendados pardos; oligarquias que no tendrán otra precupación ni otra meta que mantener intactas las estructuras sociales basadas en el latifundio y el peonaje. Los frecuentes cambios de gobierno, las llamadas «revoluciones latinoamericanas», no van a ser sino perturbaciones superficiales en un agua estancada.

Para colmo de injusticia, cuando hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX las clases dirigentes latinoamericanas comiencen a formular explicaciones o excusas por el fracaso de sus sociedades en comparación con la sociedad norteamericana, es al indio, al negro y a la mezcla de razas a quienes van a culpar; y esa explicación va a preceder primero, y luego a coexistir durante tiempo con la que hoy está de moda y que atribuye exclusivamente al imperialismo norteamericano el atraso y la frustración de America Latina.

Comentario: Estas líneas parecen escritas por alguien muy radicalizado, pero fueron escritas por Carlos Rangel, más de una vez tildado de ser de derechas. Su punto de vista está en las antípodas del punto de vista dependentista, calificado como izquierdista, y representado por el periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano con «Las venas abiertas de América Latina».

¿Cuánto de las actitudes que señala Rangel en estos pá
rrafos persisten todavía en el país? Las élites que le echan la culpa del atraso latinoamericano a los esclavizados indios y negros (ver «Pueblo enfermo» del historiador y político boliviano Alcides Arguedas), pero a la vez se autoproclaman legítimas herederas de la gloria de las grandes civilizaciones prehispánicas (ver el imprescindible Incas sí, indios no: Apuntes para el estudio del nacionalismo criollo de la historiadora peruana Cecilia Méndez).

Y, desde luego, si el fracaso económico de América Latina no es cosa propia, explicada por la propia incompetencia de la América católica y sus ridículos tiranos, como lo pondría el cantautor brasileño Caetano Veloso, pues tiene que ser cosa de otros, del imperialismo, la versión izquierdista del arielismo de estirpe oligárquica.

No digamos aquí que el imperialismo no existe y que no hay intervención externa. En este blog he documentado diversos episodios de intervención americana en el Perú. Sin embargo, en estos mismos episodios queda muy clara la precariedad doméstica y la debilidad de las fuerzas internas de cambio social, que podría ser motivo de un post aparte.

Curiosamente, las élites de izquierdas comparten actitudes de rechazo y distancia hacia la ciudadanía en general. No llegan ni parece que les interese llegar, y hasta le temen, al pueblo peruano. Un tema de larga data por nuestras geografías…

______

(1) Seguramente se refiere a la cuarta estrofa, cantada con la música de «Largo tiempo el peruano oprimido…»:

Lima, cumple ese voto solemne,
y, severa, su enojo mostró,
al tirano impotente lanzando,
que intentaba alargar su opresión.
A su esfuerzo sellaron los grillos
y los surcos que en sí reparó,
le atizaron el odio y venganza
que heredara de su Inca y Señor.

Tomado de Wikipedia. Hay versiones del himno por José Santos Chocano y por Chabuca Granda, pero que no pegaron…

Túpac Amaru II y Toussaint L’Ouverture. La imagen de la América que no fue.

Sus revoluciones aterrorizaron a los criollos hispanoamericanos.

Con la metrópoli en crisis las élites criollas se quedan solas frente a una masa de indios y negros esclavizados, pero con potencial de rebelión. Su reacción es la extrema violencia y el aniquilamiento de la élite indígena que tenía un estatus aparte en la colonia. Ahora todos serían ciudadanos, sólo que, parafreaseando a George Orwell, algunos, los implacables hacendados, serían más ciudadanos que otros….

Imágenes tomadas de aquí y aquí

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  1. Combitos pensiones en manos del estado » Gran Combo Club
    26-10-2009 - 23:12

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