Por - Publicado el 13-08-2008

[Por Jorge Daubar]

Ya he dicho antes que Internet es la democracia por excelencia. Sus usuarios la utilizan sin pedir permiso ni identificarse con nombre propio. En Internet, uno es quien es en realidad y no quien aparenta ser a la luz pública, aunque haya gobiernos que pretendan controlarla más allá de lo razonable en términos legales. Coartadas sobran y, generalmente, se refieren a seguridad nacional, integridad física, protección de menores, fraude económico, defensa del ciudadano, derechos de autor e intocabilidad de caudillos, que todo eso está muy bien si no esconden segundas intenciones.

La geografía de Internet se ha establecido paso a paso y hoy día el mapa de sus intereses es tan abarcador que parece absoluto. Lo curioso es que su plan original ha sido variado y extendido por los usuarios a fuerza de asombros y maravillas, ideas y afanes, y no hay otra actividad del ser humano en que se realice con tanta proyección. Quien no tiene registrada una dirección de email, simplemente, no existe.

Surgida para la guerra, Internet debe ser, a la larga, el vehículo más eficaz para concertar la paz porque su característica fundamental, a la hora de las discusiones, es el pluralismo y la tolerancia. Nadie le pega a quien no tiene al alcance de sus puños y eso es bueno para las avenencias. En Internet no caben las ideologías totales ni los policías del criterio por que si hay conexión a la red hay libertad de pensamiento, a pesar de todo.

Internet nos ha mejorado la vida y transformado las pautas del desarrollo. Hace apenas un lustro, la gran preocupación de los ecologistas era el exterminio de los bosques de tanto papel que requeríamos para escribir cartas e imprimir libros y periódicos. Se convocaban conferencias científicas para buscarle alternativas a la pulpa vegetal y la gente corría a tomarle fotos a los bosques antes que desaparecieran. Hoy no se habla de eso y hasta western union dejó de trasmitir telegramas y los bancos gratifican a sus clientes que opten por el «paperless» en el manejo de sus cuentas.

Internet es la síntesis de tantas cosas que antes se hallaban dispersas que ejemplifica los valores de la facilitación tecnológica. Ahora, con sólo hacer «clic» con el «mouse», podemos escuchar radio, ver televisión y cine en la misma pantalla, «chatear», todo a la vez y sin que importen las distancias. En Internet, tenemos el mundo a la vista y a su población dentro de la casa. Internet acabó con la soledad del Hombre.

La fauna que habita Internet es variada y responde a conductas típicas de los grandes grupos generacionales: Adultos y jóvenes. Me voy a ocupar de los adultos.

EL WEBISTA. Es el que asume a la Internet como un medio de instrucción superior. Su objetivo es el conocimiento y su navegación por la red obedece a la búsqueda inteligente de información. Va de un «link» al otro siguiendo la secuencia de sus descubrimientos y su placer mayor, su plenitud, es la prospección de datos. Su participación en las comunidades la restringe a círculos de estudiosos como él y su cartabón filosófico califica a Internet como un instrumento formidable para alcanzar la sabiduría. Es un intelectual puro cuyo medio ambiente preferido es la madrugada y su bebida preferida a la hora de Internet es el coñac o el té con limón. Juega al ajedrez con adversarios distantes y nunca ofende a alguien en las discusiones, porque su argumento es la razón y no el vituperio. La esposa respeta ese espacio tan íntimo de sus actividades. Es una persona feliz y educada.

EL WEBERO. Es el que toma a la Internet a la ligera, como simple diversión. Escribe emails para sus amigos que incluyen pps, fotografías y referencias a los tiempos en que eran niños. También, videos de humor y sexo «light». Charla sobre política, deportes y la carestía de la vida. Baja música de tangos y si encuentra un bolero perdido en la memoria de sus mejores años, escucharlo de nuevo lo hace caer en estado de trance. Juega billar en Yahoo para pasar el tiempo y bebe cerveza o «wisquicitos» durante las sesiones de Internet. Se va a dormir cuando la esposa lo llama desde la cama. La lectura del periódico local en papel impreso es sólo una rémora mal llevada, por que todo lo que aparece allí lo puede encontrar gratis en la inevitable edición digital. Es un tipazo de gente que responde con buen ánimo a quienes lo contradicen y no dilapida su dignidad lanzando amenazas e insultos a diestra y siniestra. Es una persona feliz y educada.

EL WEBÓN. Es el incordio de Internet. Carece del nivel de responsabilidad social adecuado para participar en las comunidades con moderación y respeto hacia los demás. Suele permanecer en el anonimato pero si elije un seudónimo es confrontacional. Insulta a los participantes que no van en su misma línea obsesiva. Cuando se refiere a alguien le aplica nombretes degradantes o descalificadores, demostrando con ello que es un espejo de los defectos que les atribuye. En realidad, emplea la computadora como una ametralladora y dispara sin apuntar debidamente. Por eso nunca da en el blanco. Su bebida predilecta es la «cocacola» aunque lo niega a rajatabla, come encima del teclado y, cuando la esposa lo llama desde el lecho matrimonial, responde con una palabrota. Considera al Webista y al Webero como un par de «webonazos» y se los hace saber en cada desacuerdo. Amenaza con ataques a la integridad moral de ellos para acoquinarlos y siempre con la advertencia de que les sabe «cosas» secretas. No tiene mentalidad de policía, sino de chivato. Se resiste a la desacralización de sus mitos porque, para él, los tiranos no mean y si alguien le hace notar el error desenvuelven sus iras y las escupen en torrente. Aunque no siempre ocurre así, a todas las «cretinencias» anteriores algunos de ellos agregan el pago por sexo virtual, pero no lo disfrutan. Es una persona infeliz y sin educación.

Pero hay que soportar a los «webones» por que entran a la casa sin tocar a la puerta y se sientan entre nosotros a participar de la conversación sin tener la menor idea de qué se trata y siempre con el propósito de trancar el juego. Pero no se le puede sancionar por que si lo expulsan regresa con otro seudónimo pero con las mismas intensiones. Esta es la única inconveniencia de Internet.

Cierro con una observación importante: Hay quienes se mueven de una clasificación a otra al ritmo de sus hormonas. Practican un travestismo cibernético agrio y frustrante porque jamás los puedes conocer bien.

Jorge Daubar
Miami
jorgedaubar@yahoo.com
La búsqueda de la libertad sólo vale la pena si es una obsesión sin punto final

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