Por - Publicado el 07-08-2008

[Aquí un articulo del amigo cubano Jorge Daubar]

MONÓLOGOS DE LA FAJINA

Hace ya muchos años, en uno de esos arrebatos bélicos que le daban de cuando en cuando, Fidel puso en pie de guerra a los cubanos para enfrentar la inminente invasión norteamericana (otra más) que, como siempre, brilló por su ausencia. Aparte de la calmada exhibición de algún portaaviones en aguas internacionales, el vuelo en lontanaza de una escuadrilla de cazas y la iluminación arrogante de la plaza de la revolución desde un satélite, no hubo una conducta militar que certificara que Washington estaba a punto de lanzarse sobre Cuba.

Pero, Fidel puso a los cederistas en guardia permanente, le ordenó al G2 que arrestara a cuanto agente enemigo (aficionado a la música de los beatles y otros por el estilo) tenían en sus archivos, hizo que las milicias custodiaran los centros de trabajo, decretó que las playas estuvieran bajo la jurisdicción del MININT. Por todas partes rugían los carros de combate desbaratando calles y aceras a su paso. Los migs rayaban el cielo con sus estelas hirvientes cazando aeronaves enemigas, inexistentes detrás de cada nube. Los edificios más altos de las ciudades sirvieron de emplazamiento a la artillería antiaérea. Las veloces patrulleras de los guardacostas, dedicadas comúnmente a la persecución de balseros, y los cazasubmarinos, torpederas y fragatas de la marina de guerra se desplegaron en el filo de la Isla, formando una barrera hipotética contra la escuadra yanqui. La televisión trasmitía en cadena y, todo esto, por que a él le dio la gana.

Luego de varias semanas de histeria nacional, convocatorias desoídas a la movilización solidaria del campo socialista y agotamiento físico y moral de los cubanos, el país regresó a la normalidad un poco más pobre y aburrido. Para darle categoría filosófica al ridículo inferido por la indiferencia norteamericana, Fidel emitió un parte final declarando la victoria (¿cómo no?) sobre el imperialismo. Desde entonces, como expresión típica de esa institución cultural que es el choteo cubano, a Fidel lo rebautizamos como Armando Guerra Solo. A este comportamiento se le llama meter fajina y el diccionario de la lengua española lo describe como “hablar mucho inútilmente, metiendo bulla y mezclando cosas impertinentes”. Luego de beneficiarnos con este conocimiento académico paso a desarrollar el tema.

Mayor General Calixto García Íñiguez

La muerte por mano propia puede ser un desafío superior a la adversidad. Ese fue el caso de Calixto García cuando, el 5 de septiembre de 1874, estuvo a punto de ser capturado por el ejército español en medio de un combate que iban perdiendo los mambises. La anécdota es tan sencilla que causa pavor: Con intención suicida se hizo un disparo bajo la barbilla que le horadó el cráneo en línea recta sin causarle mayor daño que un par de huecos, los de entrada y salida del proyectil. La marca en la frente quedó como un medallón de gloria.

José Martí Pérez

Entregó la vida echándose sobre una batería de fusileros españoles que no tuvieron que afinar la puntería para ripiarle el corazón a balazos. Maceo lo había menospreciado en La Mejorana y Gómez no quería que la tropa mambisa lo aclamara como presidente, para que no lo “malearan”. Ellos no estaban de acuerdo en que la revolución fuera dirigida por civiles y se la confiscaron. Lo hizo Gómez, que le dio el grado de mayor general para subordinarlo a su autoridad de generalísimo. Un golpe de estado cometido con tanta sutileza que Martí no tuvo otra alternativa que agradecerlo con un abrazo. Por tropa le asignó a un alférez bisoño de 17 años, Ángel de la Guardia, y los dejó solos en el campamento cuando salió a enfrentar a los españoles por el rumbo equivocado. No siempre hay que pensar mal en política, pero la lectura del diario de campaña de José Martí se interrumpe precisamente donde hace la reseña de la reunión con Maceo, por que las hojas donde escribió fueron arrancadas por un desconocido (¿quizás el propio Máximo Gómez?). Otras anotaciones traslucen ciertas discrepancias con el generalísimo, que Martí lamenta con tristeza. Como dato adicional les cuento que Ángel de la Guardia murió en combate dos años después con el grado de brigadier general, el más joven de todos ellos en el Ejército Libertador. Se le consideraba un hombre de gran confianza de Máximo Gómez.

Manuel Fernández Supervielle

Para él, una promesa electoral era igual a un contrato con Dios. Los políticos no suelen pagar sus mandas espirituales ni cumplir las obligaciones que contraen con los votantes durante la campaña. Sin embargo, hay algunos (los menos) que hacen del servicio público una devoción religiosa tan firme que implican su honra en ella. Ese fue el caso de este hombre que ofreció darle agua a La Habana y no pudo. Había sido un ministro de Hacienda renovador y pulcro, que santificó la función del administrador del Erario en medio del aquelarre malversador del Partido Auténtico y las diatribas radiales de Eduardo Chibás. Luego de ser abucheado una noche en el teatro La Comedia, regresó a su hogar muerto ya por la angustia. El pistoletazo fue sólo una redundancia. Terminaba el día 4 de mayo de 1947 y un partido nuevo estaba por salirle al paso a los auténticos.

Eduardo Chibás

Once días después, Millo Ochoa funda el Partido Ortodoxo para darle una organización que lo aupara a la presidencia de Cuba. Pero no resulta elegido y sus cruzadas contra el peculado y el cohecho son como redobles de tambor en medio de la selva, tan ruidosos que lo desorientan al extremo de acusar inocentes. Eso le ocurrió con Aureliano Sánchez Arango al que no le pudo probar peculado alguno. Entonces, su credibilidad cayó al piso y no encontró paliativo mejor que darse un tiro en la íngle. Dicen los que lo conocieron que no quería matarse, sino desviar la atención de la prensa enemiga. Pero murió y en el viaje llevó consigo a un partido efímero junto con su lema cívico: Vergüenza contra dinero.

Carlos Prío Socarrás

El 5 de abril de 1977, la Policía de Miami Beach lo encontró en su residencia, muerto de un balazo y una pistola tirada en el piso a pocos pasos del cadáver. El forense no demoró mucho en dictaminar el suicidio. Pero, hagamos historia. En los gobiernos del autenticismo las organizaciones seudo revolucionarias que se batían a tiro limpio no lo hacían por motivos ideológicos o propósitos adecentadores de la sociedad cubana. En realidad, era un forcejeo mortal por controlar los ministerios y las alcaldías del país, así como los negocios colaterales de la prostitución, el juego y las drogas. Con algunas notables excepciones, ese fue el esquema de sus contiendas y alianzas políticas. Incluida la asociación con la mafia norteamericana. Prío dejó hacer a los pistoleros y le abrió los brazos a los mafiosos. Particularmente a Johnny Rosselli, John Martino y Jack Ruby con quienes se reunía frecuentemente en Palacio Presidencial para cenar, beber y drogarse. Batista continuó las relaciones con la mafia pero favoreciendo a las familias de Meyer Lansky y Sam Giancana. Durante su segundo exilio en Estados Unidos, Prío reanudó las relaciones con Rosselli y Ruby quienes le facilitaban armas para pertrechar a los grupos antifidelistas que él patrocinaba. John Martino estaba preso en Cuba y lo recuerdo sentado en el borde de su cama en el hospital militar, mascullando su odio contra Aldo Vera y John F Kennedy a quienes auguraba una muerte terrible. Liberado, John Martino
viaja a Miami y junto con Johnny Rosselli, según el conocimiento de la Comisión Warren, organiza el atentado a Kennedy y recluta a Lee Harvey Oswald como elemento de distracción para que los verdaderos autores del crimen puedan escapar. Cuando la Comisión Warren avanza en la investigación, los hilos de la sospecha se enmadejaron alrededor de Prío, que no sólo había prestado su casa para tenidas de póquer con sus amigos mafiosos, sino que también les recomendó a algunos de sus más cercanos colaboradores para hacer trabajo profesional. Jack Ruby muere en la cárcel después de asesinar a Oswald y la presión sobre Prío se intensifica, el FBI lo amenaza con la deportación si no cuenta todo lo que sabe y John Martino insiste en verlo para coordinar sus declaraciones. Prío lo evade pero, cuando le habla de sus hijas, sobreentiende que es una amenaza contra ellas. Entonces, se pega el tiro para dar seguridad de que sus labios están sellados. John Martino vivió unos cuantos años más, los suficientes para (¿quizás?) enviar un hitman contra Aldo Vera.

Pedro Luis Boitel

Ganarle una escaramuza a Fidel no es algo que él pase por alto. Esa huelga de hambre a lo largo de la cual se fueron rindiendo otros hombres y que cobró la vida de uno de ellos terminó con una victoria de Pedro. Le permitieron vestir ropa de civil, visitas semanales, radio y libros, comida mejorada y como lo trasladaron al hospital militar lo asistían médicos y enfermeras diariamente. Es cierto que sus contactos con el exterior aumentaron exponencialmente pero, en cambio, quedó aislado de sus compañeros de presidio. Uno de sus médicos había sido vecino mío y, cuando yo estaba en el mismo hospital, pero en el cuarto piso, me pasaba mensajes de mi familia. Por su intermedio le envié una carta a Pedro en la que lo prevenía contra la trampa de Fidel a la que se debía anticipar. Mi sugerencia fue que escribiera un documento de alto contenido político renunciando a los beneficios de la victoria y pidiera su regreso a la prisión. No lo hizo y perdió la oportunidad de seguir vivo y convertirse en el líder más acatado del presidio. El resto fue su última huelga y aquella expresión final de desaliento cuando le dice a Maqueca que no podía vivir así, preso y sometido a tantas humillaciones, sin esperanzas de que el suplicio concluyera alguna vez. Después de ese lamento se abandonó a la muerte con el propósito de universalizar su protesta.

Los suicidios del fidelismo

La lista es larga y tiene como denominador común la desilusión y el desengaño. Augusto Martínez Sánchez, Carlos Iglesias, Félix Pena, Alberto Mora, Haydée Santamaría, Osvaldo Dorticós y el capitán Gustavo Castellón, conocido como el caballo de Mayaguara, a quien lo odiaban su mujer y sus hijos, los vecinos le temían y sus compañeros recelaban de él.

Hay uno que vengo esperando desde hace años, en la creencia de que la desmesura de su ego cedería a la evidencia de tanto fracaso, tanta mentira, tanta demagogia, tanta incuria, tanto crimen atribuible a él, pero me equivoqué y no sólo no se ha pegado un tiro en los huevos, sino que continúa jodiéndole la vida a los cubanos. En términos absolutos, no pinta nada en el gobierno pero sigue husmeando para dar la apariencia de que aún tiene en sus manos la llave de los truenos. Ya todos saben que su grandeza ha sido un fuego fatuo pero, en lugar de esconderse a escribir sus justificaciones, que no memorias, para tanto estropicio que ha causado, insiste en meternos fajina. Fidel no tiene vergüenza alguna.

En esa tesitura hay que interpretar la payasada de sentar a Raúl y Chávez delante de él, como si fueran unos pupilos maravillados por su magisterio, y exhibir el video por televisión, sin audio para que el pueblo no escuche su voz de viejito cagalitroso. O las fotografías con Gabriel García Márquez, casi póstumas, después de un almuercito terapéutico, a propósito para la reconciliación y la cita pronto en el más allá. Por que ése es otro que también está por irse.

Hay muchos que quieren que Raúl le acelere la muerte con una bala pero él no puede hacer eso, no debe, por que es el hermano y, al menos yo, nunca lo vería bien. Además, no es necesario. Lo importante de su gestión de gobierno es que vaya resolviendo los problemas a su aire, pero sin presos políticos. Eso no lo ayuda. Es bueno que haya mencionado en el discurso del 26 de Julio las mirillas con que Fidel recomienda dispararle a los stealth. Cosa tan ridícula había que divulgarla en un momento especial. También es bueno que haya hecho el inventario de calamidades en que recibe el país y que, como colofón, se haya vuelto hacia la enorme pancarta con el rostro del Gran Hermano para darle las gracias por todo lo que ha hecho, justo antes de gritar un Viva Cuba Libre. En esto último, estoy con él. Por que eso, no es meter fajina.

Jorge Daubar
Miami
jorgedaubar@yahoo.com

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