Por - Publicado el 18-08-2008

[A continuación se publica una carta del Sr. Rodolfo Ybarra]

Estimados amigos de la escena bloggera: les envío esta respuesta al Señor Iván Thays (en datos adjuntos),
quien me ha acusado gravemente de tener «nostalgias terroristas», poniendo con ello en grado de ultranegatividad
(más allá del grado cero que él cree que hay en mis críticas
a un artículo sobre «Un Mundo Dividido», ensayo de Miguel Gutiérrez). Obviamente Thays, se cuida de poner mi nombre para evitar
posibles enredos legales, no obstante, es más que tácito de que se trata de mi blog y de mi persona.
Quiero anotar que jamás me he escondido detrás de un anónimo para criticar o dejar un comentario, siempre lo hago con respeto y
con mi nombre y apellido (y cuando la circunstancia lo exige con DNI). Por eso me sorprende que se me llame «atrabiliario» y de que
«promuevo el insulto» (¿qué poder tendré yo sobre las conciencias de los comentaristas?). Se me acusa, también, de no moderar mi
blog (lo correcto es «no moderar los comentarios del blog», imagino cuál es la mala intención de este enunciado impreciso) como si
eso fuera garantía de corrección, acaso no hay varios «blogs basura» que «moderan» comentarios. Eso no es garantía de nada. En
todo caso, sería bueno la tolerancia y la aceptación a la diferencia.
He decidido enviarles esta carta, porque este tipo de percances excede a lo que ocurre en un (mi) blog y nos compromete a ser
observadores, vigilantes de esta «nueva democracia» de los blogs (blogocracia) y la internet.

Saludos, espero que puedan postearlo en sus leídos blogs.

Saludos

RODOLFO YBARRA
http://www.rodolfoybarra.blogspot.com

EL «TERROR» DE IVÁN THAYS
Debido al último comentario (bastante lamentable por lo demás y en donde se me acusa de tener «nostalgias terroristas») proferido por el escritor Iván Thays, debo decir lo siguiente:
El hecho de que en mi blog no se «moderen» los comentarios y deje en libertad (como debería de ser) para que el lector vierta su opinión sin mayores inconvenientes o premisas, no me convierte en cómplice de opiniones contrarias, mucho menos en el «asesor» o el «provocador» de los insultos, creo que esa observación (en lenguaje emocional) es más un prejuicio que una verdad creíble. Si usted no quiere «enlazar» el link respectivo «porque «Moleskine» no avala blogs sin moderación» es su problema. Si usted cree que la «seriedad» de un blog depende de los comentarios que dejan los lectores es su problema. Si usted cree que el repudio de los lectores se traduce sólo en los comentarios (furibundos, racionalistas, adjetivistas, etc.), es, también, su problema. Considero que la cultura está por encima de las opiniones, mucho más si estas son subjetivas o alejadas de lo concreto, por eso usted encontrará en esta página el link respectivo a su famoso weblog (¿cuándo se acabará eso de las regencias con vestigios coloniales? ¿No hay acaso en algunos el gen de la esclavitud, el gen del libertador, y, en otros, el gen del despotismo?). No reclamo reciprocidad, quizás por eso no entiendo eso de «atrabiliario» que usted hábilmente pretende endosarme; qué «maldad» puede haber en alguien que busca la verdad de los conceptos o en alguien que discrepa abiertamente, salvo que usted considere el hecho de discrepar como una «maldad» en sí misma; entonces no me equivoco cuando considero que sus críticas con respecto a «Un Mundo Dividido» son de un «individualismo dogmático». Usted no entiende razones sino ideas prefijadas que le van a dar conclusiones prefijadas. Razones que no provienen de la lectura rigurosa del libro (ni de la necesaria «arborescencia») en cuestión, sino de prejuicios y de ideas fuerza donde confunde la «libertad del individuo» con la libertad para denostar sobre una obra literaria a su libre albedrío y con la venia de un círculo literario cada vez más desacreditado (no, no se preocupe, no voy a hablar de eso). Lástima que usted sólo vea la punta del iceberg, se sorprendería si leyera con detenimiento y sin subjetivismos lo que en mi anterior artículo he tratado de decirle (y que muchos han entendido, lamentablemente usted no). Por eso usted no entiende que «mi defensa» (esto ya parece un juicio) del libro de Gutiérrez pasa menos por —como dice usted— «la falacia» de que fue marginado por el establishment y que sus parientes murieron en la cárcel» (qué visión tan recortada y epidérmica, me sorprende su reduccionismo académico) que por el mismo análisis del libro, análisis que por cierto usted haciendo alarde de ese minimalismo post-industrial quiere reducir a una comparación por demás peyorativa y ridícula como son los accesorios o baratijas de guerras pasadas, «artefacto anacrónico» lo llama usted intentando ironizar con poca suerte.
Así, usted apunta: «Si el blogger hubiera leído la reseña objetivamente, sabría que lo que sostengo es que lo que hace anacrónico al libro no es el contexto que lo produjo sino el dogma que defiende». En este silogismo condicionante encuentro que —por si acaso, usted no se ha dado cuenta— los contextos son los que producen los dogmas y no al revés (aunque en cierta forma podríamos hablar de que precipitan ciertas situaciones) y hasta el «mejor» de los libros escritos con el «mejor» de los dogmas no escapa a su tiempo, aquí es donde sirve para enjuiciar o para ser condenado, por pecado expreso u omisión que es como usted quiere —o quisiera— que se resuelva esta segunda edición de «Un Mundo Dividido». Lástima que usted piense que alguien le quiere imponer algún tipo de dogma (¿no hay ahí un prejuicio bastante patológico?) o que —peor aún— alguien quiere coactar su libertad individual o frustrar su obra creativa. Eso no sólo es exagerado sino que demuestra una paranoia, un delirio por la «pérdida de la libertad» en cuyo caso usted no necesita una observación a un artículo errático, sino un médico frenópata.
No, no se preocupe usted: NO SOY TERRORISTA. No quiero volar su casa, mucho menos dinamitar su obra literaria. Eso sería una cobardía. Tampoco guardo relación alguna con ningún miembro del grupo «Narración» (a quienes debo mi admiración por la lectura de sus obras y no por el conocimiento de sus personas) o con algún «blogger exiliado que pulula por ahí». En todo caso es el tiempo y los lectores quienes acusarán recibo de sus palabras y quienes harán lo que se tiene que hacer con una literatura acomodaticia o de salón cuya mirada estrábica insiste en negar una realidad evidente.
Finalmente, apunta usted: «Si buscar comparaciones es un nivel bajo de argumentación (en relación a lo vertido por Javier Ágreda, esta precisión es mía), defender a un autor por datos biográficos y solidaridad política es el grado cero de cualquier discusión». Ergo, motejar e incriminar a alguien, sin ninguna prueba, de anidar «nostalgias terroristas» es el non plus ultra de que la discusión ha descendido a zonas batipelágicas, quizás en el terreno de lo abisal tenebroso. No sabía que a usted le interesaban los bajos fondos y las altas presiones (cuando quiera le recomiendo la mejor escuela de buceo del país), en algún momento creí percibir que a usted le interesaban más las luces, los flashes y las lentejuelas literarias.
Usted ha degradado el debate más allá de lo audible. Desde aquí puedo escuchar sus ecos.
Amable, pero firmemente,
Rodolfo Ybarra
DNI 09441432

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