Por - Publicado el 17-06-2008

En El discurso militar 1 presentaba diversos materiales provenientes de fuentes militares. Este discurso tiene las siguientes características:

  1. La posición sentada en estos materiales sobre la gran violencia de las dos últimas décadas del siglo pasado viene dada por militares de alto rango. Lo que se suele leer en algunos medios como La Razón, Expreso o Correo no es la opinión de algunos periodistas o analistas políticos. Es la posición de la jerarquía militar al más alto nivel.
  2. El discurso militar está basado en un análisis político sobre el país. Los movimientos subversivos de los 80s y 90s (SL y MRTA) serían la continuación de los movimientos subversivos de los 60s (MIR y ELN). A su vez, la «izquierda caviar» (IC) sería la continuación de aquellos y, además a igual que aquellos, un fenómeno extranjero.
  3. En tal sentido, la IC es un sector político que tiene el veto explícito de las FFOO (fuerzas del orden) en su intento de llegar al gobierno.
  4. Sobre la gran violencia el discurso militar toma como un hecho que un buen sector de la población peruana, del campo ayacuchano en particular, apoyaba la subversión. Sin este apoyo un movimiento subversivo como el de SL no habría podido durar por tantos años. En esta descripción coincide mucho más con el discurso senderista y emerretista que con el de la CVR, que ve al grueso de la población como atrapada entre dos fuegos. Este sector de la población comprometido con la subversión aprobaría, participaría e impulsaría sangrientas accciones subversivas (terrorismo, ejecuciones, torturas, etc.). Este apoyo popular a la subversión no sólo explicaría la duración del fenómeno subversivo, sino también las diversas versiones sobre violaciones a los derechos humanos de parte de las FFOO: las denunciantes serían personas influídas por la subversión.
  5. La actitud de las FFOO sobre las numerosas denuncias sobre violaciones de derechos humanos en su contra es negar-minimizar-justificar-desvincular: negar en primer lugar que las denuncias sean verdaderas pues éstas vendrían de personas comprometidas con la subversión; minimizar lo que no se puede negar, pues estas denuncias corresponderían solamente a excesos puntuales de parte de soldados alterados psíquicamente y por lo tanto inimputables, mas no a una política deliberada de muerte a civiles o enemigos desarmados; justificar lo que no se puede negar ni minimizar, pues los tiempos de guerra no son tiempos normales, los efectivos de las FFOO expusieron sus vidas quedando muchos de ellos discapacitados, la población apoyaba y participaba de la subversión, etc. (Estos argumentos se usan para justificar los hechos o al menos buscarles atenuantes.); y finalmente, desvincular la responsabilidad de los superiores en violaciones a los derechos humanos, pues la patrullas actúan descentralizadamente. La lógica militar está organizada también militarmente en varias «lineas de defensa» argumentativas.
  6. En tal sentido, el discurso militar niega que durante los tiempos violentos las FFOO hubieran cometido hechos punibles, que por lo tanto tienen como consecuencia un castigo a sus efectivos. Cualquier denuncia documentada no podría ser sino el fruto de una venganza de parte de los subversivos, derrotados en la guerra, y de quienes en estos momentos los estarían apoyando, cual sería la IC.
  7. Su discurso es básicamente defensivo, trasunta frustración y constituye una reacción ante las múltiples denuncias sobre violaciones de derechos humanos. Los militares sienten que salvaron al país de un genocidio tipo Camboya y que el país reacciona contra ellos en forma desagradecida, dejándose llevar por el discurso subversivo. Ellos están ahora arrinconados, cuando deberían recibir el crédito por la derrota de la subversión.

Comentario: Se advierte que este discurso viene muy condicionado por la situación defensiva del estamento militar en la sociedad peruana: no quieren ser castigados. A este condicionamiento se supedita su argumentación y buena parte de su intervención en la política nacional. Aquí hay que tener en cuenta algo crucial. El fenómeno subversivo llegó a nuestro país cuando fenómenos análogos ya habían sido derrotados en otros países, en particular en la Argentina, país con que tuvimos, y en especial nuestras fuerzas armadas, una «relación privilegiada» (así es como le llaman a la relación entre el Reino Unido y los Estados Unidos), una alianza natural. Los militares argentinos fueron el modelo para los militares peruanos. No sólo fue el «gaucho» Cisneros, sino que así fue nuestra política exterior en general, y militar en particular. Los militares argentinos fueron los «hermanos mayores» de los militares peruanos en temas de contrasubversión, derechos humanos y lo que vendría después. Los militares peruanos y sus contrapartes civiles con las que compartieron el poder sabían que vendría el momento de los juicios, las pruebas, los cadáveres, los testigos. Según el periodista Ricardo Uceda, durante el gobierno de Alan García se dieron el trabajo de buscar cadáveres ya enterrados, para desdenterraros e incinerarlos. No querían dejar pruebas en su contra, pues el momento de los juicios llegaría. También tomaron sus previsiones legales, por lo que ahora dicen que la desaparición forzada no era un crimen, sino algo legal, o que no había crímenes de lesa humanidad. Y por supuesto, se trata de una versión en la que no puede haber fisuras, la tienen que sostener todos los miembros de la institución militar e incluso fuera de ella, pues las responsabilidades también involucran, y en realidad involucran principalmente, a las autoridades civiles. Prima así un pacto de protección a nivel institucional. (Los miembros del grupo Colina, por ejemplo, se preguntan, y con cierta razón, por qué ellos tienen que salir de villanos cuando ellos no fueron los únicos ejecutores de una práctica generalizada, conocida, antigua y aplicada masivamente por parte de los agentes del estado. Sienten que otros se han protegido entre sí, pero les han negado la protección a ellos, cabeza de turco por todos.) Obviamente que en estos casos ninguna previsión es suficiente; todo se acaba por saber.

Mucha gente puede entender y apoyar la lucha de las fuerzas armadas contra la subversión: que inflijan bajas en el enemigo y haya muertos en combate, heridos, prisioneros. Menos evidente es que la gente entienda y apoye la tortura, violación sexual y la muerte de un enemigo desarmado, y en particular encarcelado, o de civiles, como mujeres, niños y ancianos. Ahí hay una linea que la mayor parte de la ciudadanía no va a cruzar, no importa cuántas campañas de «sensibilización» o «relaciones públicas» desplieguen las FFOO. Esto es así a pesar de que en el país hay una violencia latente expresada, por ejemplo, en linchamientos con supuestos delincuentes cruelmente muertos. En condiciones normales la población tiende a tomar distancia de atrocidades así, las haga quien las haga. Las considera innecesarias, injustas, negativas. La gente puede hacer muchas cosas cuando está fuera de sí, pero cuando vuelve en sí, prima la sensatez de respetar la vida humana.

En el Perú las FFOO han vencido, pero no han convencido (aquí).

Más aún, el crimen no deja de ser crimen si se comete durante una guerra. Sigue siendo crimen, sólo que se trata de un crimen de guerra.

Este discurso militar ha sido difundido al país por parte de cierto sector
de la prensa peruana que ha actuado como vocero del poder militar. Las fuerzas armadas por interpósita persona han tenido una participación política en la vida nacional. Llevan ya mucho tiempo haciéndolo. Más aún, la institución militar está por encima de las instituciones democráticas en el país. En tal sentido, Fujimori fue el presidente perfecto para unas fuerzas armadas permanentemente interventoras y vigilantes. Tan bueno fue y tan comprometidas estuvieron con él, que desde su vocero más claro, La Razón, siguen defendiendo a Fujimori (1).

Que haya continuidad entre las guerrillas de los 60s y el terrorismo de los 80s y 90s, pues la hay, tanto como la hay en cada proceso político vivido en el país. También se puede establecer continuidad entre las guerrillas de los 60s y el gobierno militar de los 70s. Al fin y al cabo el propio Juan Velasco declararía a César Hildebrandt en una entrevista de Caretas de finales de los 70s «las guerrillas hicieron mucho bien al país». Esas guerrillas fueron aplastadas rápidamente por el Ejército Peruano. También cruelmente. De seguro que muchos de los militares que estuvieron al mando del combate contra las guerrillas fueron los que después estuvieron al mando del «gobierno revolucionario de la fuerza armada». Paradójico (2). Más aún, también se puede establecer continuidades entre el gobierno militar y el terrorismo. Belaúnde expresó esta idea repetidamente. Pero claro, Belaúnde, distraído por la guerra con el Ecuador de 1981, por desconfiar de las FFAA que le dieron el golpe y por dejar escapar a Guzmán, detectado en San Felipe en Lima a comienzos de los 80s, fue el responsable de que Sendero Luminoso en dos años le ganara la partida a los Sinchis y Llapan Atic, conquistara Ayacucho, Huancavelica y Apurimac, y expandiera su accionar por el país (ver aquí).

Y la continuidad llega a la «izquierda caviar». La IC está definitivamente sobredimensionada y mal analizada por el discurso militar. Por defender y tapar las violaciones a los derechos humanos se ha fabricado una teoría conspirativa, la conspiración de la «izquierda caviar» para sabotear al país (como si los intereses de algunos violadores a los derechos humanos fueran los intereses del país). Un sector político tan pequeño no tiene capacidad para generar depresiones en unas FFOO vencedoras de una guerra. Se trata de una amenaza no creíble, un bluff, un intento de falacia de fuerza de parte de una institución que ha evitado cualquier tipo de sanción a sus miembros, en particular a los de más alta jerarquía. La IC tiene sus cosas y en más de una ocasión he señalado diversos casos de prácticas elitistas, excluyentes e interesadas. Sin embargo, tales cuestionamientos no tienen nada que ver con ponerlas como la continuación del senderismo por medios pacíficos. Visión desencaminada, exagerada y no creíble, repito.

Ante una ciudadanía peruana tan débil, ¿qué sector político o qué institución podría defender de verdad el estado de derecho y que las atrocidades cometidas en el país no queden impunes? ¿El APRA? No, porque gobernó en los ochentas y sus líderes estuvieron codo a codo con los militares. No pueden denunciar a nadie. ¿Las derechas? Lo mismo. Belaúnde gobernó. ¿Las izquierdas? ¿Cuáles? De las izquierdas no queda ninguna de las organizaciones políticas que tuvieron alguna opción en 1985. Entonces sí había una estrategia izquierdista «gramsciana», que no era otra cosa que ganar las elecciones a partir de su presencia en el movimiento social. Eso ya fue. Que ahora algunos estrategas militares desempolven las teorías de Gramsci, novedosas en el Perú hace más de 25 años, y les atribuyan ser una suerte de nuevo «pensamiento Gonzalo» demuestra que están completamente desencaminados o que han creado una conspiración-excusa para criminalizar a la IC.

Así también, la alusión al «origen importado» de la IC es exagerada. Es cierto que la IC tiene influencia en diversas ONGs, que son sus centros de trabajo e influencia, y que éstas tienen financiamiento externo. Sin embargo, que desde las FFOO se haga este señalamiento es como ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. De hecho, las fuentes de financiamiento de la IC y de las FFOO han sido las mismas: la CVR fue financiada en su mayor parte por USAID, mientras que el GEIN entre otras instituciones del estado peruano, según manifiesta Benedicto Jiménez, fue financiado por la embajada de los EEUU. Es decir, ambos tuvieron como fuentes financieras al gobierno de los Estados Unidos. Entre bomberos no van a venir ahora a pisarse la manguera. Financiamiento externo no equivale a origen externo.

Lo que sí es curioso es que se insinúe que la IC, como por lo visto cualquier izquierda, tenga un veto de parte del ejército para llegar al gobierno vía elecciones. ¿Y qué pasa si la gente vota por esas opciones como en otros países de nuestra región? Aquí parece que el veto que alguna vez tuvo el Ejército Peruano contra el APRA ha quedado transferido a las izquierdas. A partir de Morales Bermúdez los militares comienzan no sólo desbloquear la actividad política, sino directamente a favorecer al APRA. Cuando García llega al gobierno en 1985 queda claro que ya no hay veto contra ese partido. Más aún, hay un gran entendimiento con las FFAA impuesto por la lucha contra el terrorismo. García y los militares están juntos en el asunto y comparten responsabilidad. Nadie acusa a nadie. Alguien que evada su responsabilidad acusando a otro puede ser a su vez acusado. Hoy en día, García le sigue a Fujimori en empatía de parte de las FFOO.

En Guatemala hace un par de años hubo una catástrofe humanitaria debido a uno de los tantos huracanes que azotan el país cada cierto tiempo. Los militares llegaron a las aldeas más pobres llevando ayuda humanitaria. La población de esas zonas rechazó esa ayuda porque los militares habían matado a mucha gente de esa aldea durante los años de represión…No se puede tener un país integrado y de gente emprendedora cuando la gente en realidad está traumatizada y desconf’ia de sus instituciones. A la pobreza y el abandono se le suma la muerte. A la muerte se le suma la negación de lo ocurrido. No hay un mensaje positivo de reivindicación humana, un mínimo respeto a la gente. No hay respiro: «te excluyo, te mato y te niego. No eres». Y todo queda justificado porque el enemigo fue cruel y menos mal que fue derrotado. Si las FFOO hoy sienten frustración por no ser reconocidas como triunfadoras de la guerra contrasubversiva, pues ¿qué sienten los familiares de quienes acabaron en la fosa común?

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(1) En realidad, la forma institucional en que las FFAA peruanas apoyaron a Fujimori, incluso mediante «cartas de sujeción» estilo Abimael Guzmán, evoca mucho la posición institucional de las FFAA dos décadas antes en el «gobierno revolucionario». Si en los setentas las FFAA se embarcaron en hacer «reformas revolucionarias», en los noventas se embarcaron en hacer «reformas estructurales». Los tiempos cambiaron y así como antes la solución era la estatización de las grandes empresas extractivas, después la solución pasó a ser la privatización de las mismas.

(2) Posiblemente, por haberlas combatido hace muchos años y haber asumido sus banderas (reforma agraria, estatizaciones, etc.) la palabra «guerrilla» tenga para nuestras FFOO una connotación positiva, que no tiene en otros países, como, por ejemplo, nuestro aliado la Argentina. Allí el calificativo de «guerrillero» no tiene ninguna aura positiva y no hay mucha diferencia entre «guerillero» y «terrorista». Por otra parte, no estaría demás recordar también que las guerrillas de 1965 si
gnificaron policías muertos y personas (terratenientes locales, supuestamente) ejecutadas.

Los militares peruanos se han caracterizado por hacer cosas que no hacen los militares en los países vecinos. Más aún, así fue a lo largo de nuestra historia como Basadre oportunamente señalara.

Hace 38 años:
Himno Nacional del Perú en los 70s, durante el gobierno militar. Estética emancipadora. ¿Cómo así?

Hace tres años:
Andahuaylas. Soldados peruanos quechua y aymarahablantes
Seguidores de Antauro Humala en su insubordinación. Lenguaje radical, izquierdista…¿Cómo así?

Las mismas fuerzas armadas que derrotan a la subversión y cometen atrocidades en los sesentas, en los setentas se embarcan en dirigir reformas estatistas y colectivistas. Décadas después, luego de derrotar a una subversión más extendida que en los sesentas, se embarcan en reformas privatizadoras y proempresariales. Posteriormente generan movimientos rebeldes y candidatos que logran un apoyo electoral sustancial de la población. En el Perú quienes combaten a la subversión viven una especie de «síndrome de Estocolmo»: quedan contagiados o impresionados y asumen parcialmente la agenda subversiva. Las mismas fuerzas armadas que matan son las que hacen reformas en el país. «Efectivamente, hay cosas que deben cambiar», parece que dijeran.

Ollanta Humala, acusado de violaciones a los derechos humanos, visitando Cayara (aquí).

No es usual que los militares tengan este tipo de gestos públicos. En países vecinos no ha sido lo común.

Soldados desplegando la bandera peruana en Huaycán en una campaña de «acción cívica». En los países vecinos no suelen haber campañas «cívicas». En el Perú, sí. En los países vecinos los militares del más alto nivel tuvieron que sentarse en el banquillo de los acusados. En el Perú todavía no. Foto tomada de aquí.

Tom Cruise interpretando a un soldado lisiado que combatió en Vietnam y que denuncia las atrocidades vividas y cometidas. Personaje que no tenemos en el país. ¿O sí?

Imagen tomada de aquí

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Enlaces a este artículo

  1. Combitos “confundí a mi padre con un menor de edad” »
    31-07-2009 - 12:26
  2. Waqanapaq » Gran Combo Club
    11-04-2010 - 13:11

Comentarios a este artículo

  1. Silvio Rendon dijo:

    Himno nacional 70s en blog 1ro http://tinyurl.com/njwnos 2 http://tinyurl.com/noktsp y 3(año después) http://tinyurl.com/nb8jae sin creditos

  2. rocio dijo:

    hola a todos muy triste lo que ha pasado por que muchos muertos y desaparecido y los militares le mentian a lo que hiban que los querian atacar