Por - Publicado el 30-04-2008
La larga entrevista del día lunes que le hizo Cecilia Valenzuela al Presidente García ha dado mucho que hablar. Ya mucho se ha comentado en este blog y en otros medios acerca de la posición de ambos personajes en temas álgidos como el MRTA, Aprodeh y los detenidos en Tumbes. No redundaré en ello.
Entre las muchas cosas que me llamaron la atención, hubo una muy precisa. En un momento de la entrevista Valenzuela menciona el artículo de Martín Tanaka en que se hace una crítica a la manera en que el aprismo, según Alan García, se viene replanteando. En pocas palabras, en su nueva versión, el Apra ha asumido el discurso pro mercado pero con poco énfasis en el componente social. En eso se distinguiría de otros partidos de tendencia izquierdista, como los socialistas chilenos o brasileños, que si le dan importancia a este tema. Por el contrario, el Apra estaría siguiendo el camino que llevó a Carlos Andrés Pérez, en Venezuela, y Gonzalo Sánchez de Losada, en Bolivia, a finales estrepitosos.
García se apresuró a responder. Y a hacer una salvedad. Su «compadre» C.A. Pérez, a inicios de los noventa, y Sánchez de Losada en el 2003 cayeron cuando sus economías se encontraban en recesión o crisis. Él, en cambio, gobierna en un momento de prosperidad, en que la economía peruana no deja de crecer. No habría entonces, según él, de que preocuparse. Se trata de situaciones distintas.
En parte es cierto lo que dice García. Su compadre Pérez se enfrentó a una situación difícil, así como toda América Latina a finales de los ochentas. El precio del petróleo había descendido también, así que sus ingresos se vieron menguados. Y ante tal situación, se vio en la necesidad de aplicar medidas de ajuste estructural, como requisito para recibir financiamiento del FMI. A ello habría que agregar los escándalos de corrupción. Por otro lado, muchos recordamos la manera en que Sánchez de Losada salió del poder, con una Bolivia polarizada y golpeada por la recesión de finales de los noventa (la «media década perdida»).
Ahora bien, lo que no percibe García, o no dice, es algo bastante evidente. Tanto Venezuela, como Bolivia y el Perú actual deben gran parte de sus ingresos a materias primas, y en especial, a recursos minerales. Y como todos sabemos, el precio internacional de estos no son constantes. Y como también sabemos, el Perú debe buena parte de su crecimiento actual a los altos precios de los minerales. Entonces, asumir que en el Perú no hay peligro porque «estamos creciendo» es errado. Venezuela vivió la bonanza petrolera de los setentas, pero en los ochentas se vio envuelta en la crisis que golpeó a todo el continente. Bolivia era, en la primera mitad de los noventas, un país que parecía por fin salir de los problemas: se iba consolidando un sistema tripartidista, se daba impulso a la descentralización ( en el primer gobierno de Sánchez de Losada, en 1994), la economía se recuperaba. Y ya vimos como acabaron ambos casos.
García cuenta con la ventaja de los altos precios internacionales, pero estos podrían cambiar. El Presidente no llega aún a la mitad de su mandato y no sabemos lo que le puede esperar. Pueda ser que sigamos en un crecimiento sostenido, como también puede venirse una situación adversa que nos coja sin un Estado reformado, ni políticas sociales inclusivas.
Es peligroso confiarse. Y parece que el Presidente lo está haciendo.
Llama la atención, por otro lado, que el Presidente habla de crecimiento, y no de desarrollo. Y resulta que en verdad es así. El Perú crece, el Perú avanza, pero no se desarrolla.
Ojalá la confianza de García no se vea traicionada. Sánchez de Losada y C.A. Pérez fueron reelectos por el buen recuerdo de sus primeros gobiernos. Con García fue todo lo contrario. Con su pésimo antecedente, solo la amenaza de Humala permitió su elección. Pérez y Losada acabaron mal. Tal vez García cree que la Historia SI le ha dado una segunda oportunidad, y por ello no acabará como sus colegas. Ojalá no se equivoque.
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