Por - Publicado el 28-04-2008

Arguedas en El Sexto (p12-13. Ediciones Merlín) nos ofrece este diálogo entre un obrero minero comunista y un estudiante universitario:

– ¿No es cierto que el gringo de los trusts no tiene patria? ¿Dónde, dónde pone su corazón? ¿Sobre qué tierra, en qué pueblo? ¿Qué cerro o qué río recuerda en el corazón, como a su madre? ¿Qué hace un hombre que no ha sido cuidado, cuando era huahua, por la voz cariñosa de su madre? ¿Un gringo que no ha sido criado, propiamente? ¿Entiende usted? ¿Que no ha tenido crianza de una patria, sino del billete, que no huele ni a México, ni a China, ni a Japón, ni a New York, que ni siguiera tiene el olor de las lágrimas ni de la sangre ha costado, ni del asufre del demonio? ¡Estamos jodidos, porque ellos mandan todavía en el mundo!

– ¿No cree usted que aman a los Estados Unidos, o a su Inglaterra? ¿No cree usted que cada quien ama al país en que ha nacido? ¿No lo cree usted, compañero? – le pregunté.

– De esos gringos que he visto en Morococha no lo creo, compañero. Uno que tiene a su padre y a su madre y a su patria y va a otra nación para hacer millones con la sangre y la tierra extranjera, acaso, si es hombre criado por padres y madres, ¿puede escupir al trabajador que le hace ganar millones? ¿Puede escupirlo? ¡Ahistá! Ese no tiene crianza. Por eso, como maldición, no hay para él otro apoyo que las balas. ¡Balas y billetes, es la patria del gringo! Y entonces todo se lo quiere agarrar. No hay más remedio para él. ¡Están condenados! Y nosotros, amigo, estamos bajo los zapatos de los condenados!

– Usted habla de los gringos que ha visto en Morococha y Cerro. Pero ellos son millones. No confunda…

– ¿Y por qué nos mandan a esos que miran al cholo no como gente si no como a perro? Así es, amigo estudiante. Tú te ves allá, en las minas y, clarito, no encuentras otro camino: o ellos o nosotros.

El obrero le sale al estudiante con una lógica que no se esperaba. Es un caso de lo que podríamos llamar «generalización autocumplida». Hay un grupo determinado dentro del cual hay «buenos» y «malos», pero los «buenos» no hacen nada contra los «malos»; conclusión: todos son «malos».

Queda claro también el poderoso sentimiento anti-americano en las zonas mineras del país, reacción a los abusos sobre la población trabajadora a fines de los años 30 del siglo pasado. ¿Cuánto ha cambiado esta realidad? Tal vez el sentimiento ahora sea anti-chino o anti-canadiense. ¿Los abusos? Parece que siguen…

«La siguiente foto se trata de una mina situada en la Oroya cerca de la ciudad minera de Cerro de Pasco en Perú. Los medios de producción son totalmente primitivos. El minero se ayuda masticando su bola de coca.»

Imagen y texto tomados de aquí.

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