Por - Publicado el 17-03-2008

En el libro de Jaime Bayly «Los últimos días de La Prensa» el abuelo del protagonista, expropiado por la reforma agraria, espera que en 1980 con Fernando Belaúnde se le restituya la propiedad perdida. Sin embargo, como esto no ocurre, tras redactar diversas cartas que no son publicadas en La Prensa, el impulsivo señor finalmente va a la casa del presidente a retarlo a duelo… No pierde las esperanzas de recuperar su propiedad. Como quien le da un matiz al asunto, en una parte del libro el protagonista va con su abuelo a visitar su antigua propiedad rural, convertida en cooperativa. El señor está encantado con la visita hasta que es rodeado por diversas personas que resultan ser sus hijos e hijas «naturales». Entonces al señor se le pasa la fascinación y le pide a su nieto que lo regrese a la ciudad…

En los últimos años desde cierta prensa se ha estado hablando como si los antiguos propietarios siguieran siendo propietarios de las tierras y los actuales propietarios fueran unos usurpadores (Aldo Mariátegui: «los campesinos trabajan tierras que no son suyas»). Mal. El tema es que hay, y ya desde hace cuatro décadas, una nueva realidad en el campo peruano, que no es la del Perú pre-velasquista. Definitivamente, no vamos a retroceder cuarenta años de historia. Lo que toca es resarcir a los antiguos propietarios, que forman parte de la gran masa de peruanos y peruanas perjudicadas por la acción estatal. No son los únicos. Como país nos tocará pensar cuál es el sorting, la jerarquización, que tenemos que hacer en la compensación a nuestra ciudadanía por la actividad confiscatoria estatal. (En mi opinión los primeros deberían ser los familiares de las víctimas en la guerra interna – ver ¿Y las reparaciones?). En cualquier caso, como señalaba en El estatista Kuczynski los problemas del campo peruano y de la pobreza más aguda no están en los sectores beneficiados por la reforma agraria, sino en los no beneficiados, en la pequeña producción campesina de la sierra peruana.

Sobre la reforma agraria sí quisiera señalar sólo dos cosas:

  1. La reforma agraria creó propietarios, significó una redistribución de la propiedad privada. No fue un atentado contra la propiedad en sí, pues así como algunos se perjudicaron y perdieron su propiedad, otros accedieron a la propiedad. Fue definitivamente una medida coercitiva, cual es el caso e la mayoría de reformas agrarias en el mundo, pero desde un punto de vista del presente y pensando en el conjunto de individuos que forman el país, tenemos también que ver la otra cara de la medalla y darle énfasis también al acceso a la propiedad al que tuvo mucha gente.
  2. El gran problema con la reforma agraria no fue la redistribución de la propiedad, sino que ésta se hizo bajo un modelo colectivista, prácticamente soviético (ver El rol del estado en la reducción de la pobreza). Este modelo, es la gran enseñanza que nos deja el siglo XX, ha sido un gran fracaso en todo el mundo. El Perú no fue la excepción. Creo que otro gallo habría cantado si el acceso hubiera sido privado, individual, transferible.

Si algo se pudo ver en los ochentas en el Perú, a partir de El Otro Sendero de Hernando de Soto, es la posibilidad de que los más pobres tengan caminos para la acumulación de riqueza y la mejora material, a través de la actividad empresarial. El estado a través de la redistribución de la propiedad de tierras rurales y tierras urbanas hacia agentes antes sin propiedad les ha dado medios para que puedan salir adelante. En otros países más ricos el estado te da ingresos; en el Perú, más pobre, el estado te da activos. Lo que haga cada persona con ellos ya es cuestión de cada una, obviamente. El estado no hace más por ti. No puede.

Alguna vez, hablando con una alta autoridad económica peruana, hoy en el gobierno, me comentaba:

«Menos mal que hubo reforma agraria. Con los barones del azúcar no podríamos tener hoy este boom agroexportador».

Quien sabe pues lo que habría pasado. Escuchaba en esta conferencia hablar sobre El Salvador donde no hubo reforma agraria. Antes ese país era controlado por 14 familias, hoy lo es por sólo 8. Pues allí no hay boom agroexportador. Las grandes familias que controlan el país han pasado a la actividad financiera, a intermediar el envío de remesas de lo migrantes salvadoreños en EEUU. Quién sabe, pues. Creo que mi colega tenía razón: la reforma agraria y la creación de propiedad ocurrida en el Perú nos ha dejado en mejor posición para un modelo de economía de mercado privada. Paradojas de la historia.

Carta a un campesino. Tondero.

De nadie seas juguete
tu lampa te hará crecer
úsala como machete
si el patrón quiere volver

Me llama la madre tierra
vuelvo al vientre de mi madre
continúa tú mi guerra
Ya se despide tu padre


Como que los actuales propietarios no tienen muchas ganas de que vuelvan los antiguos…

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  1. 1962-1982: reforma agraria en Chile »
    02-05-2009 - 11:16

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