Por - Publicado el 29-01-2008

Lo han explicado muy bien Martín Tanaka, Nila Vigil, José Alejandro Godoy, Rocío Silva Santisteban, Roberto Bustamante, entre otros. Quisiera nomás agregar algunos recuerdos de la masacre de Uchuraccay:

  • Luis Alberto Sánchez pronunciaría un discurso en el parlamento y hablaría del atraso que hay en el país: «en el Perú no sólo hay regiones geográficas, sino también regiones cronológicas. Hay compatriotas que viven en otra época».
  • Fue un hecho que conmocionó a la ciudadanía limeña. La prensa alentó un sentimiento de desprecio hacia los habitantes de Uchuraccay. Las primeras especulaciones que circularon sostenían que los uchuraccaínos confundieron los teleobjetivos con fusiles. Más de una vez escuché cosas como «qué cholos tan brutos». Esto motivó que los medios le dieran un gran énfasis al rol de los antropólogos en resolver este caso. Finalmente, el caso tuvo poco que ver con un «desencuentro de culturas».
  • Cuando recién se anunció la noticia de los periodistas fallecidos, un representante del colegio de periodistas dijo con voz partida que un periodista toma al menos una foto antes de morir. Efectivamente, después aparecieron los rollos de fotos tomados por los periodistas. Tuvo toda la razón.
  • El Diario de Marka publicaría una primera plana con una foto de Caretas donde diría que los uchuraccaínos eran en realidad militares disfrazados. El ministro del interior Pércovich negaría esa versión y la utilizaría para desacreditar las denuncia que vinculaban a los militares con la masacre.
  • Leoncio Bueno, quien escribía en El Diario deMarka, plantearía una tesis muy particular: los periodistas que fueron a la zona no podían aceptar que los campesinos rechazaran a una guerrilla. En un Caretas aparecido unos días antes a la masacre se anunciaba que los pobladores estaban rechazando violentamente a Sendero Luminoso. El propio Belaúnde saludaría este hecho y felicitaría a los pobladores por estas acciones violentas. Según Bueno, los periodistas simplemente no lo creían y fueron a verlo con sus propios ojos, chocándose con la dura y cruenta realidad en carne propia.
  • Estuve en la manifestación el día del entierro de los periodistas fallecidos. Fue impresentable cómo los entonces todavía relativamente fuertes partidos de izquierda se disputaban a los periodistas fallecidos como militantes de su propio partido: De la Piniella del PCR, Sánchez del PC, etc. Cada organización estuvo presente vitoreando a su supuesto militante fallecido, con consignas contra el gobierno.

Hasta ahí los recuerdos. Dos puntos como balance:

  • Finalmente, quedó claro que los pobladores iquichanos cerraron su comunidad a la entrada de cualquier afuerino, considerado sospechoso de pertenecer a Sendero Luminoso. No confundieron cámaras con fusiles, sino periodistas con senderistas. Toca reconocer que esta actitud después sería generalizada y adquiría nombres diversos: «rondas campesinas» (1), «paramiltares», o, más en la línea de la CVR, «organizaciones populares en alianza con el ejército». En tal sentido, la actitud de las izquierdas legales cambió completamente en el país. Si en 1983 condenaba la estrategia militar de alianza con los pobladores contra Sendero Luminoso, diez años después no sólo la saludaba, sino que la promovía. Tan es así que hoy le adjudican el crédito por haber derrotado a Sendero Luminoso justamente a las organizaciones de pobladores. Los iquichanos se equivocaron con los periodistas, pero fueron los pioneros de una política a la que se sumarían muchos otros pobladores en el país.
  • En retrospectiva, la reacción de los limeños ante lo que les dijeron los medios no fue tan diferente de la de los uchuraccaínos ante lo que les dijeron los militares. Reaccionaron con credulidad y con furia, cansados de la violencia senderista. Los uchuraccaínos entonces ya habían sufrido los asesinatos de Sendero Luminoso. Para ellos que les maten algunas personas es como un atentado tipo Tarata para los limeños. Ellos no tienen la población ni la más compleja división del trabajo de Lima. No hay un grupo muy especializado, tipo el grupo Colina (que también se equivocó), que se encargue del ojo-por-ojo. Por eso lo hicieron ellos mismos. En el caso de los limeños, algunos, la mayoría, sólo aplaudieron lo que hicieron los mortíferos grupitos paramilitares. Considero importante resaltar lo que hay de común en las reacciones aparentemente diferentes de unos y otros. Es importante que en el país nos reconozcamos como semejantes.

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(1) O «personal» de rondas campesinas, según algún representante militar (Esto de «personal» parece que fue generalizado. También había el «personal de arrepentidos», que incluso tuvo su propia sección en algún desfile militar).

Actualización: Parte del debate continúa en Comisión Vargas Llosa y Rocío Silva.

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