Por - Publicado el 24-12-2007

Leo en La República:

‘‘Ahora soy un converso de la CVR’’

– Veamos, el ministro Wagner dijo que debían respetarse las recomendaciones de la Comisión de la Verdad (CVR), y usted piensa que este organismo simplemente no debió existir. Al menos en eso no habrá continuidad.

Discúlpame. Tampoco es así. Yo fui un crítico y muy escéptico de la labor de la CVR, pero fui metiéndome más en los temas y ahora soy un converso. La CVR tiene defectos, en eso me ratifico, pero también tiene cosas positivas. Nos ha abierto los ojos sobre cosas que antes no percibíamos. Por ejemplo, la ausencia del Estado en las zonas altoandinas, sobre todo en el tema educativo y el grado de exclusión.

– ¿Y en qué no está de acuerdo con la CVR? ¿En su denuncia de violaciones sistemáticas de derechos humanos perpetradas por las Fuerzas Armadas?

Yo no estoy de acuerdo en eso.

– Y esa posición es muy conveniente para su cargo actual…

Mira, se puede denunciar todo lo que quiera, pero yo no creo que hubiera políticas de Estado para torturar, violar mujeres y masacrar.

– ¿Y de dónde cree, entonces, que salieron los masacrados y las mujeres violadas de las que habla?

Hubo excesos, pero esos son casos singulares. No se puede decir que esa fue una política del Estado y las Fuerzas Armadas.

– ¿Entonces no cree que Colina fue creado para responder al terrorismo con sus mismos métodos?

Discúlpame. ¿Eso fue una política de Estado? ¿Acaso hubo Colinas en todo el país?

– Esa fue una creación del Estado dirigido por Fujimori.

Mire, esa fue una política implementada por algunas personas para dañar, pero no la política de las Fuerzas Armadas.

Comentario: Bueno, con estos «conversos» ya no se necesitan detractores…

Esta pregunta nos acompañará por mucho tiempo. Está en el centro del tema de los derechos humanos en el país. Las violaciones a los derechos humanos de parte de las fuerzas armadas y policiales, ¿fueron hechos aislados o parte de una política del estado?

Veamos algunos temas

CVR: Las evidencias recogidas a partir del trabajo de campo de la CVR apuntan claramente a los segundo, a pesar de que en las conclusiones se recurre a la redacción «en algunos momentos y en algunos lugares», con lo que se apunta más a lo primero.

Fujimori: Si son hechos aislados y no hubo una política, pues Fujimori tiene razón y debería ser declarado inocente. Al igual que García, él no sabía nada y los responsables de Castro Castro, Cantuta, Barrios Altos, Pentagonito, Universidad del Centro, Universidad Católica, Frontón-Chorrillos-Lurigancho, hornos crematorios (la «Ladrillera»), etc., etc. son sólo los descontrolados ejecutores. Son Martín Rivas, Jesús Sosa y toda su gente (que venían operando desde antes de Fujimori y bajo órdenes venidas desde arriba). Si hubo una política de estado, pues no sólo Fujimori es culpable, pues él fue el jefe de estado, sino también su antecesor, Alan García y todos los civiles que dieron las órdenes, las procesaron y las justificaron.

Ciudadanía: En el post Parásitos Gustavo Faverón razona:

¿Y cuántos de los millones de peruanos que apoyaron a Fujimori a pesar de masacres y latronicios, o incluso debido a ellas, serían hoy capaces de asumir que también a ellos se les está juzgando por su propias infamias en ese mismo proceso?

Si estamos ante una política de estado, no sólo es el aparato estatal que llevó a cabo esas políticas el que está en tela de juicio, sino la ciudadanía que lo apoyó. Es explicable que mucha gente quisiera hacer borrón y cuenta nueva con tal espinoso tema.

Las opciones son claras. El único asunto es que las evidencias apuntan muy claramente a que sí hubo una política de estado. No estuvimos ante hechos aislados de gente descontrolada. Claro que hubo «Colinas» por todo el país, con otros nombres, otros ejectutores, otros contextos, pero ahí estuvieron, haciendo lo mismo y peor que el grupo Colina, Rodrigo Franco, Escorpio, etc. Digan la verdad. Justifiquen lo que pasó, si esa es su posición, pero no nos vengan a negarlo, a decirnos que ocurrió lo que ocurrió, que con eso continúan haciéndole daño al país.

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