Por - Publicado el 19-11-2007

Leo un editorial en Correo:

Alan García la recontrafregó en los 80, ergo, un sector de la derecha y el caviarismo vinculan cualquier acto gubernamental actual con el “Aprocalipsis” para criticarlo. Y desde el idiota rojerío se le cuestiona por no seguir ahora el ideario aprista de… los años 30. García no puede ser el joven Haya ni “Alan Damián” porque simplemente está en el globalizado siglo XXI: “Yo soy yo y mis circunstancias” (Ortega y Gasset).
El maldito presentismo pasadista

Comentario: Es muy tarde ya para defender a García diciendo que se merece otra oportunidad, que ha cambiado, o cosas por el estilo. García ya lleva casi año y medio gobernando y se lo puede evaluar en base a su programa electoral. Hasta hace muy poco García era un populista más. Ver su discurso antiglobalizador lanzado desde Francia y sus promesas electorales. Obviamente que no sigue por ese camino, y por lo mismo, no está cumpliendo lo prometido. Antes de que gane las elecciones teníamos a los gobiernos regionales apristas, muy elocuentes en demostrarnos que el APRA no había cambiado nada en veinte años. Y claro, si encontramos paralelos entre este gobierno y su gobierno de hace dos décadas el director de Correo nos asegurará que son meras coincidencias…o que somos presentistas pasadistas.

Parece que la popularidad de García seguirá cayendo, no importa lo que digan sus recientes partidarios. El incumplimiento de promesas y la corrupción crean descontento y son cosas del presente. El público ya le dio una oportunidad eligiéndolo y él la está desaprovechando, ahora, no antes…

De hecho, la biliosa incursión de García como columnista revela a un García ofuscado porque no le están saliendo bien las cosas y con ganas de echarle la culpa a otros por su propia ineficacia. No se pueden incumplir promesas y dar rienda suelta a la corrupción y al mismo tiempo esperar que el público lo apoye. Es o una o la otra. No las dos. Responsabilizar por esta imposibilidad a la psicología nacional («perro del hortelano», «presentismo pasadista», etc.) sólo demuestra que hablan por la herida y que creen que no tienen el pueblo que se merecen. Están tirando la toalla cuando queda mucho camino por delante.

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