Por - Publicado el 30-08-2007

Se celebra el “Blog Day” el 31 de agosto. La fecha es arbitraria, pero eso es lo de menos, ya que es tan arbitraria como un aniversario o un año nuevo. Esta última, el año nuevo, es una de las celebraciones que más detesto porque nunca he comprendido bien el entusiasmo de que produce un mero cambio de fecha. Mi sospecha, desde hace muchos años, ha sido que el año nuevo es un festejo impuesto por la cultura dominante a fin de crear la ilusión de que hay un cambio que debemos celebrar, siendo el caso que nada va a cambiar. Patxi Andión reflexiona inteligentemente sobre esto en una canción llamada “Transbordo en Sol”: dos amigos se encuentran en el metro el primero de enero y se inventan una serie de profecías que, ellos saben, finalmente no se van a cumplir, ya que son “cosas que hay que inventarse / en este metro vacío” para imaginar que el cambio de año es la señal de alguna transformación relevante.

¿Son los blogs una revolución informativa? ¿Son un verdadero cambio o son, como el año nuevo, una señal vacía? No tengo una respuesta clara. Yo diría que, en todo caso, eso depende. Pero sí puedo dar testimonio de lo que los blogs significaron para mí para luego apuntar a un balance más bien personal.

En primer lugar, los blogs me han permitido acceder a fuentes de información organizadas, sobre temas fuera y dentro de mi campo. Por ejemplo, leyendo los posts del Gran Combo y de los blogs de Susana Frisancho, Miguel Rodríguez, Gonzalo Gamio, Nila Vigil y Martín Tanaka, he podido enterarme del actual estado de la cuestión en disciplinas que son de mucho interés para mí. Carente yo de tiempo, de talento y de energías para estudiar economía, sicología, filosofía, ciencias políticas y lingüística, aquellos posts me han permitido adquirir una idea más informada en torno a disciplinas que, finalmente, tienen mucho que ver con mis intereses académicos.

En segundo lugar, los blogs me han permitido cruzar información dentro de mi propia disciplina. Y aquí, siendo mi campo, puedo afirmar que es difícil encontrar buenos blogs de literatura o de crítica cultural. Curiosamente, esta es el área en donde hay más confusión y más chacota barata, donde hay más vertederos de prejuicios conservadores y reaccionarios que los más ingenuos confunden con audacia o irreverencia. Es curioso, digo, porque los críticos culturales son (en teoría) quienes más atentos deberían estar a observar la calidad de los actos simbólicos. Para el escritor y crítico Carlos Gallardo, por ejemplo, que un blog se dedique a mariconear a un periodista o llamar “zambo pezuñento” a un poeta es muestra de “lucidez”. Varias veces le pregunté a Gallardo qué quería decir con eso y nunca me ha contestado.

Lo cual me lleva al tercer punto. Se insiste mucho en que los blogs promueven el diálogo. Eso, en realidad, depende de las circunstancias. Hasta donde comprendo, dialogar no consiste en que cada quien diga algo por su lado. Dialogar, hasta donde espero entender, debería ser una forma de intercambio de ideas. Y no hay intercambio si las partes que discuten no están dispuestas a debatir argumentos y a presentar pruebas. En este aspecto, rescato la propuesta de Martín Tanaka de promover el debate. Pero en la gran mayoría de las veces, cada vez que he querido debatir en los blogs (impugnando, por ejemplo, una idea que me parece superficial con la presentación de evidencias o de argumentos lógicos) han respondido con insultos, con argumentos absolutamente inatingentes (como el clásico recurso a “tienes un problema personal conmigo, tienes una obsesión” y ahora en Puente Aéreo alguien le responde al Gustavo Faverón que el blogger simplemente “quiere dar la contra.” ¿Qué clase de argumento es ese?). Muy excepcionalmente, he podido ver que los blogs han servido para debates productivos. Ahorita, por ejemplo, hay uno muy interesante en el blog de Martín, pero ese caso suele ser una excepción. La mayoría deriva en insultos, cuestiones personales y la repetición de prejuicios.

La productividad de los blogs dependerá, finalmente, de lo que la gente quiera hacer con ellos, no de la tecnología, esto es, dependerá de la calidad de la información y del diálogo que queremos transmitir y realizar. Para que sean, de verdad, un instrumento democratizador, deben promover la igualdad pero también la información. Una sociedad en la que la mayoría está igualmente desinformada no es una democracia, es el sueño dorado y cumplido de una oligarquía. A veces me asalta el temor de que Internet se convierta (si no se ha convertido ya) en un medio en donde dominan la banalidad y la trivialización, los chismes, las calatas, los escándalos, los rumores y las fantasías apocalípticas de los fundamentalistas religiosos. Igualar a todos hacia abajo es el deseo de los poderosos, no la aspiración de quienes tenemos fe en la democracia. Sobre ese aspecto, hay un libro de Andrew Keen que aún no he consultado pero que, por lo que indica la reseña del NY Times, habría que leer sin prejuicios a fin de no dejarnos llevar por los entusiasmos.

Finalmente, una pregunta que ya hice en Puente Aéreo: ¿por qué no hay Blog Day en el Cuzco, en Arequipa, en Lambayeque o en Junín? Incluso cabría preguntarse por qué se convoca la reunión en uno de los lugares más centralistas y tradicionales de Lima, como es Barranco. No digo esto como un reproche, sino con la finalidad de llamar la atención sobre una carencia ostensible dentro de una red que puede dar la impresión de ser extensa. Espero de verdad que los blogs sean un medio para integrar y difundir las mejores ideas de todas partes hacia todas partes.

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