Por - Publicado el 22-05-2007

Una de las frases que más recuerdo de mis épocas de estudiante de economía en la PUCP era

«el mercado de trabajo no es como el mercado de papas».

Claro, al escuchar o leer una frase como esta inmediatamente viene a la mente, sobre todo de quienes no son economistas, la reacción «claro, ¿cómo van a ser iguales el mercado de trabajo y el mercado de papas?». Posiblemente venga la idea que un ser humano no puede ser tratado como un objeto, como una papa en este caso. Surge entonces el prejuicio que los economistas no distinguimos entre las personas y las cosas, cosificamos al ser humano. Acaso venga también a la mente la algo más sofisticada idea marxista de enajenación del trabajo, o alguna encíclica sobre la deshumanización del trabajo.

Por ahí no va la cosa. El mercado de papas funcionaría con una oferta infinitamente inelástica. Se produce una cantidad fija de papas y la demanda determina el precio. En cambio el mercado de trabajo funcionaría con una una oferta infinitamente elástica. Los trabajadores, en la línea de Malthus y Ricardo, tienen un salario de subsistencia, y por lo tanto, fijo (no confundir con la fijación de salarios, mínimos por ejemplo, por el gobierno). Entonces la demanda de trabajo determina el empleo. En ambos casos son la oferta y la demanda, en términos generales, las que determinan el precio y la cantidad, llamados en el caso del mercado de trabajo, el salario y el empleo, repectivamente [1].

Por lo tanto, cuando se dice que «el mercado de trabajo no es como el mercado de papas» sólo se está aludiendo a la diferente determinación de precios y cantidades en ambos mercados. No a otra cosa. Podría ser que el mercado de trabajo no funcione como el mercado de papas, pero sí como el mercado de algún otro objeto que tenga una elasticidad de oferta muy alta. Claro, medir elasticidades de oferta y demanda es ya una cuestión práctica, empírica.

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[1] Muy importante. El comentario sobre el mercado de papas también se usa, equivocadamente, para simplemente negar que sean la oferta y la demanda de trabajo las que determinan el salario y el empleo. Supuestamente, el salario estaría determinado por el gobierno o, más elegantemente, por «factores institucionales». Así no es. La intervención gubernamental, por ejemplo, mediante un control de precios se superpone a la acción de la oferta y la demanda, pero no las elimina. Sino recordemos en nuestro país el fracaso de los controles de precios durante el primer gobierno de García.

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