Por - Publicado el 05-02-2007

No es sólo la propuesta de Hildebrandt. Ahora hay muchísimas propuestas. Leamos sólo dos

¿Se debe pagar por la Universidad?
Por Cecilia Blume

En cualquier caso, no importa si el alumno viene de colegio pagado o gratuito, lo que importa es la capacidad de pago de éstos (y sus familias) junto con un rendimiento académico adecuado. Hay universidades que becan a alumnos huérfanos por el solo hecho de serlo, sin evaluar la capacidad económica de la familia del alumno.
Nuestros impuestos pagan la universidad de los que no cuentan con recursos, pero apliquemos la Constitución; ello mejorará la calidad de la educación, pues tendremos alumnos esforzados, con padres que no permitirán que sus hijos repitan cursos porque se les acabará la beca. Apoyemos a los chicos que quieren estudiar y no pueden, pero no extendamos esto a quienes ahora se pasan de vivos.

En esta idea, ya no sólo paga la universidad el alumno que venga de un colegio privado, sino también

  1. el alumno que haya estudiado en un colegio público y pueda pagar;
  2. el alumno pobre que sale jalado.

Además, se califica tanto a los que pueden pagar como a los que no pueden y salen jalados como que «se pasan de vivos». En esto se incluye (esta frase es genial) a los alumnos huérfanos que tienen beca sin una evaluación de la capacidad económica de su familia. ¿Hasta dónde se puede llegar?

(También es genial que se piense que habrá «alumnos esforzados», mayores de edad ellos, gracias a sus padres que no les permitirán repetir cursos por miedo a que les quiten la beca).

Por otro lado, tenemos:

La gratuidad no es un fin
Por León Trahtemberg, educador

Finalmente, ¿por qué el hecho de asistir a un colegio privado debe ser motivo de discriminación? El proyecto de hacer pagar la universidad al alumno en función de su procedencia escolar comete tres errores: primero, discrimina a los alumnos cuyos padres, además de pagar impuestos con los que se financia la educación pública, hicieron el esfuerzo de pagar por un colegio privado, debido a que el Estado no fue capaz de proveerle una educación pública gratuita de calidad a la que tendrían por derecho constitucional. Segundo, desconoce que hay alumnos que asistieron a colegios públicos, pero su situación económica es similar a la de muchos que han asistido a colegios privados baratos. Tercero, la implementación de un mecanismo de revisión de las miles de excepciones, probablemente sea motivo de engaños, injusticias, corrupción y altos costos administrativos. Por lo tanto, la solución a todos los problemas de equidad, libertad para escoger la universidad y devolución poscarrera de lo invertido en ella es el crédito educativo a todo ingresante universitario que lo solicite.

Ese sistema no requiere identificar al universitario en función de su procedencia escolar previa, o el nivel socioeconómico de la familia, de la cual muchas veces ya se ha independizado. Todo aquel que lo quiere, sea rico o pobre, podría aplicar al crédito porque lo va a devolver (descontado por planilla), como cualquier préstamo bancario preferencial, el día que sea profesional, tenga empleo e ingresos profesionales. Así, no tenemos que diferenciar a los postulantes en función del nivel socioeconómico de su familia, ni condenar al pobre a escoger una universidad estatal.

Buena refutación de la propuesta de Hildebrandt. Un posible efecto de esta medida, de ser puesta en práctica, es que los padres que hacen el esfuerzo de pagar una secundaria en una escuela privada, simplemente dejen de hacerlo, con lo cual se altera la cadena educativa, más allá de lo que supone y propone Hildebrandt. Repito: no se puede simplemente proponer una medida sin evaluar todas las consecuencias de la misma. Mientras que en el Perú existan políticos que digan «Propongo esto y cómo se lo aplique no es mi problema» (ver Gratuidad de la enseñanza), pues no la haremos.

La propuesta de Trahtemberg tiene una gran virtud y es desligar el pago de pensiones de la capacidad económica presente de un alumno y de su familia y vincularla más bien a la capacidad de pago futura, cuando el alumno sea profesional. Un alumno talentoso pobre, del interior del país, podría ir a la mejor universidad del Perú en su rama, sea esta privada o pública, gracias a un crédito educativo. El apoyo estatal estaría en relajar la restricción de liquidez que enfrenta una persona pobre y que hace depender el desarrollo de su potencialidad de su ingreso presente. Una virtud adicional es que no se vincula el desarrollo de el/la estudiante, una persona mayor de edad, al patrimonio de sus padres, sino a su propio potencial. Efectivamente, cuando de dice que el/la estudiante es rico o pobre no se está hablando con propiedad. Son los padres los ricos o pobres, no el o la estudiante. La riqueza del estudiante vendrá después. Una tercera virtud, es que en esta propuesta se da énfasis a lo que los/las estudiantes recibirían, más que a lo que los estudiantes tendrían que pagar.

En fin, siendo buena esta última propuesta, se enfrenta a dificultades evidentes. El tema del crédito es un tema delicado y no es que el país no tenga experiencia en dar créditos generosos que después no se pagan. Si hubiera un sistema financiero que funcionara mejor, no sería el estado el que tendría que asumir ese rol. Y nos preguntamos, ¿por qué el sistema privado no ofrece ese producto financiero? Ah, pues ahí entramos en toda otra órbita que trasciende al tema educativo. Motivo de un análisis aparte. Simplemente, dejaré sentado que ofrecer crédito, incluso educativo, tiene su propia problemática, no insoluble, por cierto…

Por otro lado, y también lo repetiré una vez más. La universidad pública tienen tantas dimensiones en que podría mejorar sin cambios dramáticos (e improvisados) en su esquema de financiamiento. Otros países lo hacen, ¿por qué no se puede en el Perú?

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