Por - Publicado el 31-01-2007

En el tema de los derechos humanos y la izquierda (posts de Daniel, Jorge y mío), como en muchos otros, hay que distinguir entre lo que es de jure (en la ley) y de facto (en la práctica). En el papel sí, muchas cosas pueden darse, pero ¿ocurren en la vida real? ¿Nos guiamos por lo que pasa en Matrix o en el mundo real? Las derechas principistas son muy débiles, algunas personalidades, mas no una corriente fuerte de opinión como en otros países. Uno esperaría que fueran más fuertes, y esa es mi apuesta.

Ahora mismo, en pensando en la fuerza o no de algunas ideas, medidas según lo numeroso del contingente que las suscriben, pues recuerdo que este es un tema clásico entre las izquierdas y en general en la sociología latinoamericana. Claro, los términos han cambiado. Hace algunas décadas, la pregunta era si existe una «burguesía nacional» capaz de impulsar un proceso de desarrollo capitalista en el país, que rompa con las estructuras pre-capitalistas, etc. ¿Se acuerdan? Alain Touraine dixit: no, no hay burguesía nacional. Ya, todo esto se dijo en los ochentas cuando la izquierda tenía casi un tercio del electorado, una APRA socialdemocratizada tenía más del tercio, Sendero y el MRTA estaban in crescendo. Entonces Armando Villanueva declararía que «ríos de sangre» habrían de correr para que las derechas volvieran al gobierno. Pues, esas derechas, pequeñitas entonces, volvieron , en los noventas, más rápido de lo que Villanueva sentenciara, y no carentes de apoyo. En cambio, el abanico de opciones de izquierdas se desinfló bien desinflado. Ahí quedó la debilidad e inexistencia de un sector político y social y ahí quedó la fortaleza de otro. Como para pensarlo. Será motivo de otro post.

Actualización: Y, para variar, no viene mal leer este artículo de Francisco Durand:

La derecha dividida

Luego de que fueran incorporadas nuevas generaciones de pudientes e inafectos al sistema, los vemos ejercer en estudios de abogados, consultoras, universidades, medios de comunicación, gremios empresariales y, por supuesto, corporaciones. Pero este reemergente sector político se dividió pronto.

A fines de los ochenta un ala se alineó con el fujimorismo y aplaudió la concentración del poder, el manejo policial de la prensa, la lucha ciega contra los alzados en armas, la recentralización del país, las reformas económicas pro corporativas, la privatización para unos cuantos y el amordazamiento de cualquier oposición. La otra, la vargasllosista, minoritaria en el decenio de Fujimori, condenó el autoritarismo creciente, aunque aplaudió las reformas de mercado.

Hoy percibo una cierta división. Los partidarios del “Orden y Progreso” apoyan la línea dura que viene tomando el régimen en alianza con el fujimorismo. Otros, con cierta presencia en los medios de comunicación, observan preocupados que el Estado se mueve en dirección autoritaria. Se están erigiendo en críticos al régimen en lo político. Lo económico, dicen, va bien; por lo menos para ellos.

Por lo visto, por aquella tienda política también se puede hablar de

  • derecha caviar (Perú 21 y El Comercio),
  • derecha jurel (Correo) y
  • derecha punk (Expreso y La Razón).

La trinidad caviar-jurel-punk tampoco es patrimonio de la izquierda…

– Papi, papi, ¿y tú también eres un caviar?
– No, mi hijito. Para nada. En Correo somos unos jurelazos…

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